miércoles, 8 de febrero de 2012

L`alpagueur aka El Cazador de Hombres: Un caza recompensas a la francesa.

“L`alpagueur” (1976), es un thriller del director Philippe Labro, el cual está protagonizado por Jean-Paul Belmondo, Bruno Cremer, y Patrick Fierry.

El Cazador de hombres (Jean-Paul Belmondo) es un mercenario solitario y marginal que firma un acuerdo con dos personas importantes para llevar a cabo una serie de misiones utilizando métodos particulares e ilegales, con el objeto de detener a algún peligroso traficante, criminal, etc. Gracias a estas acciones su cabeza tiene precio en muchos lugares, por lo que es perseguido tanto por las autoridades como por los maleantes que intenta eliminar.




A principios de los setenta, el denominado “cine polar” que englobaba a un grupo de cintas francesas fuertemente influenciadas por las producciones del film noir que se rodaron en el Hollywood de los cuarenta, comenzó a mutar al tomar ciertos elementos del cada vez más exitoso cine italiano, tanto en el aspecto narrativo, como en el técnico y el artístico. Fue entonces que cuando bajo el alero de directores como Henri Vernuil, Jacques Deray, y el director de la cinta que hoy nos ocupa, un grupo de actores franceses como Alain Delon y Jean-Paul Belmondo, entre otros, comenzaron a cimentar su fama como hombres de acción en una serie de thrillers criminales, donde por lo general interpretaban a personajes que actuaban fuera de los márgenes de la legalidad. Este es precisamente el caso de “L`alpagueur”, donde Belmondo interpreta a un solitario y misterioso caza recompensas conocido únicamente como “El Cazador” (lo que rápidamente nos trae a la memoria al personaje que Clint Eastwood interpretó en la “Trilogía del Dólar” de Sergio Leone), quien es utilizado de manera secreta por la policía para obtener las pruebas que les permitan capturar diversos criminales que se las han ingeniado para evadir la ley.

Es así como en un determinado momento del film, le es encomendada la tarea de capturar a un peligroso criminal conocido como “El gavilán” (Bruno Cremer), quien últimamente ha estado cometiendo una serie de robos con violencia, en los que utiliza a jóvenes con problemas como fugaces cómplices, a los cuales asesina una vez cometido el crimen. Sin embargo, en uno de estos atracos el cómplice de turno, un joven llamado Costa Valdez (Patrick Fierry), logra salir con vida, convirtiéndose en la única esperanza de la policía, y posteriormente del Cazador, para dar con el tan buscado criminal. Lamentablemente, no todo es tan sencillo como parece. No solo el Cazador tendrá que ganarse la confianza del joven, sino que además deberá ayudarlo a fugarse de la cárcel para dar con el posible paradero del Gavilán. Será la relación que se desarrolla entre el protagonista y Costa, lo que constituye el verdadero núcleo de la película. No pasa mucho tiempo antes de que se transformen en una suerte de maestro y alumno, cuyas semejanzas los terminan uniendo en un potente lazo de amistad. Ambos son hombres solitarios y amorales, los cuales no parecen tener familia ni amigos, por lo que por momentos da la impresión que la relación que establecen es la representación del único rasgo de humanidad que les va quedando.

Mientras que el personaje de Belmondo calza perfecto con el típico antihéroe presente en el spaghetti western, presentándose como un hombre motivado solo por el dinero, el cual está sumamente consciente de su efectividad, y que utiliza la ironía tan seguido como sus puños, aquel interpretado por Bruno Cremer se alza como su contraparte perfecta. El Gavilán es un tipo frío, despiadado y autosuficiente, que pareciera cometer crímenes por mero placer. Ambos son depredadores, aunque claramente pertenecen a distintas especies. Resulta curioso cómo tras la elección de jóvenes cómplices, se esconde una homosexualidad latente por parte del criminal. En todos los atracos, este busca establecer una relación de dominancia con sus cómplices, corrompiéndolos y convirtiéndolos en un mero instrumento para un fin. Sin embargo, todo esto queda en el ámbito de la mera especulación, ya que al igual que lo que sucede con la mayoría de los personajes del film, es poco lo que sabemos acerca de la vida del Gavilán, y durante el transcurso de la película tampoco son explicados sus motivos.

Básicamente, la cinta está divida en tres actos. En el primero son presentados los personajes principales, como estos llevan a cabo sus respectivas actividades, y como es encarcelado el joven Costa. Ya en el segundo acto, el Cazador debe infiltrarse en la prisión para ganar la confianza de Costa, sonsacarle la información que la policía no pudo obtener de él, y ayudarlo a escapar del establecimiento con la colaboración de un grupo clandestino que opera al interior de la prisión. Finalmente, en el tercer acto la improvisada dupla de compañeros no solo deben ingeniárselas para escapar de la policía y del grupo de criminales involucrados en la fuga de la cárcel, sino que además deben dar con el paradero del villano de turno, antes de que este cometa un nuevo crimen. Sin lugar a dudas, es durante el tercer tramo de la cinta donde se concentra la mayor parte de la acción y el suspenso de la misma, cuyo clímax es el esperado enfrentamiento entre el Cazador y el Gavilán, donde las palabras sobran y el único método de comunicación son los puños de los involucrados.

La película en gran medida se sostiene gracias al excelente trabajo de Belmondo. Este impide que su personaje se torne unidimensional, aún cuando sus líneas de diálogo son más bien escasas. El gran mérito del actor, es la capacidad que este tiene para imprimirle ciertos rasgos humorísticos al Cazador, dotándolo de una humanidad que lo aleja de convertirse en una mera encarnación de la virilidad masculina. Esto lo complementa con un buen uso del lenguaje no verbal, lo que termina convirtiéndolo en un personaje querible. Bruno Cremer también realiza un buen trabajo interpretando al temido y escalofriante Gavilán, logrando por momentos que este se convierta casi en un personaje omnipresente, pese a que solo aparece en contadas escenas. Por otro lado, es destacable el trabajo de fotografía de Jean Penzer, quien logra dotar al film de una atmósfera gris y pesimista, lo cual es bastante propio del “polar”. Lamentablemente, no se puede decir lo mismo de la banda sonora compuesta por Michel Colombier, la cual si bien tiene algunos pasajes interesantes, en general es bastante olvidable y es muy mal utilizada por el director.

Aunque en términos generales “L`alpagueur” es una cinta entretenida e interesante, que mezcla escenas de acción con otras más inclinadas a la comedia o al suspenso, hay dos cosas que resultan criticables. La primera es que al caer en un estilo narrativo más bien episódico, Philippe Labro desvía la atención del conflicto principal, lo que por momentos le resta importancia al punto de que parece solo otra “mini-aventura” de las tantas que emprende el protagonista. Lo otro que resulta molesto, es que quedan muchas preguntas sin resolver y existen algunos agujeros en el guión que desafían la credibilidad del mismo. Si bien tanto Labro como Belmondo trabajarían en cintas superiores a la que hoy nos ocupa, de todas formas “L`alpagueur” es un buen ejemplo de esta oleada de cintas producidas en Francia durante los setenta, que supieron mezclar con éxito elementos de diversos géneros, dando como resultado historias que se desarrollaban en un universo poblado únicamente por hombres que exudaban testosterona, los cuales aprovechaban cada oportunidad para establecer su dominancia ante sus pares. Y es que precisamente en ese ambiente que Jean-Paul Belmondo logró establecerse como uno de los tipos duros más recordados de la historia del cine europeo.

por Fantomas.

1 comentario:

Justin poemas dijo...

Excelente narracion, ya me dieron ganas de ver jeje, creo que Belmondo es un gran productor encerio

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