jueves, 2 de agosto de 2012

I Deal in Danger: Como reciclar una serie de televisión para convertirla en un largometraje.

“I Deal in Danger” (1966), es un thriller bélico del director Walter Grauman, el cual está protagonizado por Robert Goulet, Christine Carère, y Eva Pflug.

David March (Robert Goulet) es un agente secreto norteamericano que logra infiltrarse en el alto mando alemán a principios de la Segunda Guerra Mundial, con el pretexto de que es un traidor. Ahora con la ayuda de Gretchen Hoffmann (Eva Pflug), una científica germana, tendrá que encontrar la forma de sabotear un peligroso proyecto secreto nazi, el cual puede cambiar el curso del conflicto bélico.

A principios de los sesenta, el cantante y actor Robert Goulet alcanzaría cierta fama en los Estados Unidos principalmente por su participación en varias obras de Broadway. Esto eventualmente lo llevó a probar suerte como actor en otros medios como el cine y la televisión, siendo en este último donde obtendría una mayor cantidad de roles durante el transcurso de su carrera. En 1965, Goulet sería escogido para protagonizar una serie de televisión producida por la 20th Century Fox titulada “Blue Light” (1966), la cual había sido creada por Larry Cohen y Walter Grauman. El show, el cual estuvo constituido por 17 episodios, presentaba al personaje de Goulet como un supuesto corresponsal norteamericano que al percatarse de la hegemonía nazi a principios de la Segunda Guerra Mundial, decide traicionar a su país y unirse a los servicios de inteligencia germanos. Sin embargo, pronto se descubre que él pertenece a un grupo de espías llamado “Blue Light”, cuyo objetivo principal es desmantelar la maquinaría nazi desde dentro. Debido a que a la serie no obtuvo los resultados esperados, el estudio optó por reciclar los cuatro primeros episodios, y editarlos de manera tal que pudieran ser utilizados para realizar un largometraje pensado para ser estrenado en las salas de cine del país, dando vida de esta forma a “I Deal in Danger”.

La cinta comienza con el asesinato del miembro número 16 del grupo de espías denominado “Blue Light”, estableciendo que solo queda un integrante vivo de dicho grupo, David March, quien se encuentra cómodamente infiltrado en la Alemania nazi. Como es de esperarse, su posición no solo le permite codearse con oficiales de la Gestapo y con miembros de la alta sociedad germana, sino que además le facilita la obtención de información confidencial que puede resultar crucial para el desarrollo de la guerra. En la actualidad, su principal objetivo es encontrar la manera de sabotear un proyecto secreto que se conoce bajo el nombre de “Grossmunchen”, el cual consiste en la fabricación de un nuevo tipo de armamento, con el cual los alemanes pretenden invadir Norteamérica y por ende ganar la guerra. Durante el transcurso de su difícil misión, March será ayudado por otra supuesta traidora llamada Suzanne Duchard (Christine Carère), cuyo padre fue ejecutado por la Resistencia Francesa por colaborar con los nazis, y por Gretchen Hoffmann, una de las científicas germanas a cargo del temido proyecto secreto, quien tras un trágico episodio se percata que desea enmendar lo que su país le ha hecho a tanta gente inocente.


Debido a su origen multiepisódico, “I Deal in Danger” presenta dos líneas dramáticas claramente marcadas. Durante su primera mitad, la cinta se centra en el juego del gato y el ratón que se produce entre el protagonista y Elm (Werner Peters), un oficial de la SS que desconfía de la lealtad de March, al punto que logra conseguir una orden judicial para asesinarlo al más mínimo indicio de que es un traidor. Y es que el oficial alemán sospecha que March es nada menos que el último miembro vivo de “Blue Light”, lo que lo convierte en un hombre muy peligroso. La prueba de fuego a la que será sometido el protagonista, consistirá en la validación de las intenciones de un doble agente británico (Donald Harron), quien siguiendo el ejemplo de March, supuestamente quiere comenzar a trabajar para la Alemania nazi. Lo que March no sabe, es que los alemanes están en conocimiento de las verdaderas intenciones del espía inglés, por lo que si este confirma que las palabras de su colega son sinceras, terminará cavando su propia tumba. Ya durante la segunda mitad del film, la  acción se centra en el traslado del protagonista a una planta subterránea de armamento, lugar en el cual conocerá a la científica Gretchen Hoffmann, quien parece ser su mejor opción para poder destruir la tan temida arma secreta de los alemanes, por lo que tendrá que convencerla de ayudarlo a cumplir su misión.

Teniendo en cuenta el escenario y las circunstancias en las que se desarrolla la historia, es evidente que gran parte del encanto de la cinta reside en la posibilidad de que el plan del protagonista sea expuesto por los nazis, poniendo en riesgo no solo su vida y la de sus asociados, sino que también toda la operación de la que forma parte, lo que significaría un golpe tremendo para las fuerzas aliadas. Sin embargo, hay una serie de elementos que atentan contra la construcción de una trama verosímil, los cuales en su mayoría tienen relación con la forma en la que son representados los oficiales nazis. En su gran mayoría, con la excepción del villano interpretado por Werner Peters, los nazis resultan ser personajes caricaturizados, que no solo se dejan engañar fácilmente por March y Suzanne Duchard, sino que además presentan un grado de sadismo y frialdad bastante menor al que usualmente exhiben en las producciones de estas características, lo que inevitablemente disminuye el nivel de tensión de algunas escenas que dependen del accionar del oficial nazi de turno. Y es que por momentos, los alemanes parecen ser tan solo una tropa de ineptos, cuya soberbia los ha llevado a confiarse demasiado, al punto que dejan que un supuesto traidor norteamericano deambule libremente incluso por sus fábricas de armamento más celosamente cuidadas.


Afortunadamente, el film se ve bastante beneficiado con la participación de Robert Goulet, quien interpreta de buena manera a este espía sofisticado, seductor y temerario, que siempre se las arregla para lograr su objetivo con una sonrisa en su rostro. Quienes también realizan un buen trabajo son el ya mencionado Werner Peters y Horst Frank, quienes interpretan de manera creíble a los principales villanos de la cinta (que dicho sea de paso, son los únicos dos personajes que dudan de la lealtad del protagonista), lo que los convierte no solo en personajes atractivos, sino que también en los principales generadores de tensión del relato. Por último cabe mencionar la labor tanto de Christine Carère como de Eva Pflug, quienes si bien realizan un trabajo correcto, por momentos sus interpretaciones se ven algo mermadas por lo pobre de sus diálogos. En el aspecto técnico, probablemente lo que más se destaca es la banda sonora compuesta por Joseph Mullendore y Lalo Schifrin, la cual de todas formas presenta algunos pasajes bastante planos que no permiten crear la atmósfera deseada. Por razones obvias, la fotografía por momentos deja bastante que desear, al igual que algunos de los sets en los cuales se desarrolla la historia, los cuales no pueden evitar exhibir la escasez de presupuesto con la que contaba la serie.

En términos narrativos, la cinta se ve tanto beneficiada como perjudicada por el collage de episodios que Cohen y Grauman utilizaron para construir el guión del film. Si bien por un lado la edición de los capítulos ayudó a que los ripios narrativos que presentaba la serie fueran eliminados, dando como resultado que la producción presente un ritmo bastante dinámico, por otra parte también provocó que muchas de las situaciones que se exploran durante el transcurso de la historia se resuelvan de manera apresurada, simplificando demasiado el trabajo de March y compañía. De la misma forma, durante los casi noventa minutos que dura el film, es imposible no percatarse de las secuelas directas del origen televisivo de la película, entre las que se encuentran las transiciones entre escenas tan típicas de las series de la época, y la secuencia de títulos inicial, la cual contiene varios extractos de los episodios de la serie, los cuales no necesariamente aparecen en el film. Pese a sus problemas narrativos y técnicos, “I Deal in Danger” resulta ser una “película” entretenida, que se ve ampliamente beneficiada por la presencia de un protagonista lo suficientemente interesante y querible, como para que el espectador haga caso omiso a varios de los elementos que atentan directamente contra la verosimilitud de una historia cuya concepción es por lo menos curiosa.


por Fantomas.

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