domingo, 7 de diciembre de 2014

Westworld: Bienvenido a las mejores vacaciones de tu vida.

“Westworld” (1973), es un film de ciencia ficción del director Michael Crichton, el cual está protagonizado por Yul Brynner, Richard Benjamin y James Brolin.

En un futuro cercano, un parque de diversiones llamado Delos ofrece a sus clientes la posibilidad de vivir sus fantasías gracias a la utilización de sofisticados robots de apariencia humanoide. Con la esperanza de protagonizar una aventura del lejano oeste, Peter Martin (Richard Benjamin) y John Blane (James Brolin) se alistan para lo que prometen ser las mejores vacaciones de su vida. Sin embargo, luego de una grave falla mecánica en el lugar, ellos se verán obligados a enfrentarse a un letal robot pistolero (Yul Brynner) que buscará asesinarlos cueste lo que cueste.

 

A principios de la década del setenta, cuando el escritor Michael Crichton vio como Hollywood comenzaba a demostrar un marcado interés por su obra, este decidió que quería probar suerte como director. A sabiendas que los estudios solo lo tomarían en serio si presentaba un proyecto ligado a la ciencia ficción, durante el mes de Agosto de 1972, Crichton desarrolló un guión que buscaba explorar los peligros de la creciente dependencia de la sociedad en la tecnología. Una vez terminado, rápidamente se lo presentó a todos los grandes estudios con la esperanza que alguno quisiera llevarlo a la pantalla grande. Tras una serie de rechazos, eventualmente el proyecto sería aceptado por los estudios MGM, quienes designaron a Dan Melnick como jefe de producción. Esto no dejaría del todo contento al escritor, ya que estaba al tanto de las exigencias comerciales del estudio. Según el mismo Crichton: “MGM tenía una mala reputación entre los cineastas; en los últimos años, directores tan diversos como Robert Altman, Blake Edwards, Stanley Kubrick, Fred Zinnerman y Sam Peckinpah, se habían quejado amargamente por el trato que recibieron. Existían demasiadas historias de presiones poco razonables, cambios de guión arbitrarios, post-producciones inadecuadas, y recortes repentinos de cintas terminadas. Nadie que tuviera alguna alternativa realizaba una película en la Metro, pero en aquel entonces nosotros no teníamos alternativa. Dan Melnick nos aseguró que no estaríamos sujetos al trato usual de la MGM. En gran medida, él respetó esa promesa”. Pese a la intervención de Melnick, Crichton tuvo que lidiar con repentinos cambios en el guión, con el hecho de que no tuvo ni el más mínimo control sobre la elección del elenco, y con el escaso presupuesto con el que contó el film, el cual en su gran mayoría se gastó en los sueldos de los profesionales involucrados.

La historia de “Westworld” está ambientada en un parque temático creado por la corporación Delos. Por mil dólares al día, Delos ofrece la experiencia de vivir diversas y salvajes fantasías en una de sus tres arenas: Mundo Romano, Mundo Medieval y Mundo del Oeste. Los visitantes pueden comer, beber, tener sexo y asesinar en cualquiera de estos tres periodos históricos, sin la preocupación de resultar heridos en el proceso. Y es que cada uno de estos mundos está habitado por androides que han sido programados para satisfacer todas las necesidades de los turistas, objetivo que también es controlado por un grupo de técnicos quienes supervisan todo lo que ocurre en el recinto desde una tecnológica sala de control central. Con la idea de pasar las mejores vacaciones de sus vidas, dos amigos llamados Peter Martin y John Blane, llegan al Mundo del Oeste con la intención de actuar como dos forajidos de la época. Si bien al principio todo parece perfecto, y la dupla de amigos tienen la posibilidad de participar en duelos a muerte, trifulcas de bar, e incluso en una explosiva fuga de prisión, todo se complicará cuando un robot pistolero parece rehusarse a dejarlos tranquilos. Lo que es aún peor, es que por una serie de averías mecánicas, en cada uno de los mundos los androides comienzan a rebelarse de manera violenta, dejando a Peter, John y al resto de los turistas, abandonados a su propia suerte.

 

Aun cuando el guión de Crichton no desarrolla este tema, es posible inferir que lo que Delos realmente comercializa es violencia, muerte y adulterio. Dentro de este contexto, los androides se convierten en metáforas de opresión, por lo que su revuelta termina siendo una respuesta lógica a la explotación a la que están siendo sometidos. Al mismo tiempo, Delos también está vendiendo un sueño hollywoodense en el que el machismo y la misoginia parecen sentar las bases de la realidad en la que se desenvuelven los protagonistas. Y es que no solo las mujeres son reducidas a meros objetos sexuales, sino que además aun cuando existen algunos personajes secundarios femeninos, el film opta por ignorar por completo sus experiencias al interior del particular parque temático. Por otro lado, resulta interesante la forma en como “Westworld” satiriza los mitos propios del lejano oeste desde el prisma de la ciencia ficción. Esto en gran medida es logrado por Crichton mediante el entrelazado del proceso de adaptación de la dupla protagónica a la experiencia del lejano oeste, y el trabajo de los ingenieros y los científicos en sus laboratorios y en las salas de control, dejando en evidencia la artificialidad de todo el asunto. A través de dicha dinámica, el director de manera pausada va construyendo el escenario en el cual debido a una serie de fallas mecánicas, las cuales son ignoradas por las fuerzas capitalistas que manejan el parque temático, todo se sale de control. Aun cuando estas fallas jamás logran ser justificadas de forma satisfactoria, Crichton introduce el concepto de un virus de computadora, el cual cobra especial importancia porque resulta ser casi profético, ya que recién a mediados de la década del ochenta se empezó a hablar de este tipo de inconvenientes tecnológicos.

Estilísticamente hablando, Crichton crea una lograda atmósfera del lejano oeste gracias al uso correcto de diversos clichés de la época retratados con anterioridad en numerosas producciones hollywoodenses. Por ejemplo, los tiroteos son igualmente violentos que los exhibidos en las películas de Sam Peckinpah, y las peleas en el bar son lo suficientemente caóticas como para enorgullecer a John Ford. Aun cuando existe un evidente grado de respeto y admiración por las características propias del Western, de todas formas el director no pierde la oportunidad de satirizar el machismo reinante en el lejano oeste, a través de la inclusión del personaje interpretado por Richard Benjamin. En un principio, los gestos neuróticos y el acento neoyorquino de Peter Martin lo sitúan como un hombre obligado a desenvolverse en un mundo extraño el cual no comprende del todo. Una vez que Martin supera su incomodidad inicial, y es capaz de disfrutar su participación en duelos a muerte, sus encuentros sexuales con prostitutas androides, y el whisky de dudosa procedencia, comienza a disfrutar sus particulares vacaciones a sabiendas de los peligros que supone dar rienda suelta a sus más oscuros deseos. Afortunadamente, su transición entre un hombre acongojado por la reciente separación de su esposa y un pistolero implacable e inescrupuloso, resulta tan creíble como su posterior transición en un hombre dominado por el pánico y la confusión, el cual tendrá que encontrar la forma de lidiar contra una amenaza que parece ser indestructible.

 

En general, la selección del elenco resulta destacable. Y es que no solo la interpretación de Richard Benjamin termina siendo satisfactoria, sino que además la elección de Yul Brynner resultó ser más que acertada. El actor ya había logrado establecerse como un ícono del Western gracias a su participación en el film “The Magnificent Seven” (1960), por lo que para el espectador no resulta difícil aceptarlo como la encarnación del pistolero clásico. Lo que es aún mejor, es que su rostro inexpresivo y su fría mirada ayudan a convertirlo en un robot convincente y aterrador. De forma inteligente, Crichton filma diversas escenas utilizando el punto de vista del androide, lo que de inmediato le otorga al personaje un interesante grado de autonomía y subjetividad. A su vez, la secuencia final de persecución está casi exenta de diálogo, lo que definitivamente aumenta la tensión de la peculiar batalla entre el hombre y la máquina. Será en este escenario que Martin tendrá que hacer uso de su ingenio si es que desea salir con vida de Delos, ya que no tardará en verse en desventaja ante la eficiencia y la fuerza del implacable y vengativo pistolero mecánico. Por otro lado, en cuanto al aspecto técnico del film, sin lugar a dudas resulta destacable la dirección de arte de Herman Blumenthal, el diseño de decorados de John P. Austin, y el trabajo de fotografía de Gene Polito, quienes en conjunto logran que el espectador participe activamente junto a los protagonistas en la tarea de sumergirse en el violento mundo del lejano oeste.

El horror en un film no siempre está definido por lo mucho que los miembros de la audiencia se aterran con el contenido de la película, sino que por el terror intrínseco que posee el concepto de una determinada historia. Pese a que la primera mitad de “Westworld” posee una serie de elementos propios de una comedia del lejano oeste, eventualmente el núcleo dramático sale a la luz revelando los miedos contenidos en el guión de Crichton, el cual es posiblemente el mejor y más eficiente ejemplo de sus temáticas tecnofóbicas. Entre otras cosas, el director propone las siguientes interrogantes: ¿Hasta qué punto el hombre está colaborando en el diseño de su propia destrucción? ¿La inteligencia artificial puede convertir a la humanidad en algo obsoleto? ¿En algún momento la humanidad va a crear algo tan perfecto que va a sobrepasar la capacidad del hombre para controlarlo? ¿Y seremos capaces de reconocer cuando sobrepasemos ese límite? Obviamente, “Westworld” no sería el primer film que examinaría dichas interrogantes, ni tampoco sería el último, pero el hecho de que estás persistan en la actualidad sugiere que la sociedad aún conserva cierta reservas acerca de los avances tecnológicos que tan a menudo celebra. Al final del día, la capacidad demostrada por Crichton a la hora de reconocer y aceptar la iconografía, las convenciones, y las expectativas propias de los géneros que se mezclan durante el transcurso de la cinta, convierten a “Westworld” en una experiencia tan divertida como aterradora. Algunos años más tarde, se filmaría una secuela titulada “Futureworld” (1976), la cual pese a contar con Brynner retomando su rol, no alcanzaría los niveles de calidad de su predecesora.


por Fantomas.

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