
Un grupo de cuatro amigos formado por el piloto de aviones Marcello (Marcello Mastroianni), el magistrado Philippe (Philippe Noiret), el cocinero Ugo (Ugo Tognazzi) y el productor audiovisual Michel (Michel Piccoli), hastiados de su propia existencia realizan un terrible y pantagruélico pacto: Reunirse en una barroca mansión de París, antigua residencia del poeta Boileau, y dar rienda suelta a su gula hasta llegar a los límites del ser humano.
Con la máxima de realizar un cine centrado en la fisiología más que en los sentimientos, y con la ayuda del productor Jean-Pierre Rassam, Ferreri comenzó a gestar el que tal vez fue el film más “afrancesado” de su carrera. La historia de “Le grande bouffe” es tan caótica como el desarrollo de su rodaje. Habiendo reunido a dos figuras importantes del cine italiano, y a otras dos del cine francés, desde un principio el director insistió en la importancia de la improvisación, y de la creación en terreno de una cinta que claramente necesita un cierto grado de locura espontánea. Como bien lo mencionaría Ugo Tognazzi en una vieja entrevista, el clima de confianza que creó Ferreri permitió que los egos involucrados en el proyecto no colisionaran en su búsqueda por protagonismo. Es más, fue tal el grado de confianza y respeto que se formó entre los miembros del elenco, que un día mientras el director se encontraba preparando una escena en el jardín de la casa en la que ocurren los dantescos acontecimientos que conforman la cinta, los actores le tiraron en la cabeza las mil hojas del libreto hechas pedacitos.
El escenario en general es grotesco, y es algo de lo que no tardan en percatarse las mismas prostitutas. No pasa mucho tiempo antes de que las simples molestias estomacales se conviertan en flatulencias, y para que estas terminen mutando en actos decididamente escatológicos, lo que por supuesto no disuade a los personajes de frenar su “aventura” gastronómica. De la misma forma en que las prostitutas se sienten ofendidas e incluso asqueadas con el accionar de estos hombres, el espectador siente que está siendo testigo de un espectáculo decadente pero extrañamente atrayente. El sufrido camino hacia su propia autodestrucción, es conducido por la ya mencionada Andrea, una mujer que caerá en los mismos excesos del resto del grupo, y que en cierta medida podría considerarse como la mismísima encarnación de la muerte, la cual decide acompañar a estos hombres en su último acto de grandilocuencia. Andrea por momentos se convierte prácticamente en un personaje omnipresente, la cual además parece ser la única capaz de comprender los actos de este grupo que cree que la felicidad reside en la sublimación de las pulsiones fisiológicas.
Si bien existen una serie de simbolismos inmersos en una historia que no tiene ni un principio ni un final definido, estos se han ido diluyendo en el tiempo, perdiendo importancia ante el impactante espectáculo visual. La aparición del personaje de Tognazzi personificando a Marlon Brando, o el escatológico fallecimiento del personaje de Piccoli, dejan en segundo plano cualquier tipo de mensaje que la dupla conformada por Ferreri y Azcona quisieron transmitir en su momento. Lo que en los setenta se presentó como una película rupturista y provocativa, hoy en día puede ser vista como algo más que una simple extravagancia cinematográfica, o incluso como un mero capricho de un director que buscaba llamar la atención. Si bien el mensaje de “Le grande bouffe” ha perdido fuerza, aún cuando seguimos inmersos en una sociedad gobernada por el consumo, la cinta se conserva como una experiencia única, que falla a la hora de despertar el intelectualismo del espectador, pero que triunfa estimulando las pasiones primarias del mismo. Aunque obviamente no será del gusto del grueso de los espectadores, “Le grande bouffe” se presenta como una experiencia al menos interesante que difícilmente podrá dejar indiferente a quién se aventure a verla.
por Fantomas.
3 comentarios:
Definitivamente no me aventuraré a verla...
¡deliciosa y bizarra!
Esta película es una gran obra del cine italiano. Toda una metáfora de la sociedad de consumo y como el ser humano depreda el mundo así como sus alimentos.
saludos!
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