“Die Tur Mit Den 7 Schlossern” (1962), es un thriller de misterio del director Alfred Vohrer, el cual está protagonizado por Heinz Drache, Sabine Sesselmann y Hans Nielsen.
En la estación londinense de Waterloo un hombre muere sin causa aparente, tras lo cual un desconocido intenta apoderarse sin éxito de una llave que el fallecido lleva en el cuello. Con él, ya son dos los cadáveres que han sido encontrados portando una llave similar, lo que lleva al inspector Richard Martin (Heinz Drache) a sospechar que los crímenes están conectados. Eventualmente, sus investigaciones lo llevan al despacho del abogado Haveloc (Hans Nielsen), albacea de la familia Selford, quien le revela que el patriarca de la familia repartió siete llaves entre los integrantes de su círculo de confianza, con la misión de que el día que su hijo y heredero cumpliera la mayoría de edad, debían reunirse y utilizar las siete llaves para abrir la puerta que protege la millonaria herencia familiar.
En 1962, tres años después de haber comenzado con la serie de adaptaciones de la obra del escritor británico Edgar Wallace y tras haber producido nueve películas, la compañía alemana Rialto Films continuaba disfrutando el éxito comercial que había obtenido de la mano de las novelas del escritor. Sin embargo, los ejecutivos de la productora estaban plenamente conscientes que para extender el éxito obtenido, debían tomar una serie de medidas que impidieran que sus producciones perdieran todo su atractivo. Para su décima adaptación, los mandamases de la Rialto escogerían la novela “La Puerta de las 7 Cerraduras”, la cual si bien no era uno de los trabajos más celebrados de Wallace, de todas formas combinaba armónicamente el relato de misterio, la novela de aventuras y el enigma policiaco. Al mismo tiempo, Joachim Fuchsberger, quien había intervenido en cinco de las cintas anteriores, fue sustituido por Heinz Drache, quien para ese entonces ya era un actor conocido en Alemania por su habilidad para interpretar personajes metódicos, racionales y de carácter más bien frío. Finalmente, se optó por mantener a gran parte del equipo técnico que había trabajado en las producciones anteriores, en especial al director Alfred Vohrer, quien venía de recibir un sinnúmero de críticas favorables por su trabajo en “Die toten Augen von London” (1961).
“Die Tur Mit Den 7 Schlossern” sigue los pasos del detective de Scotland Yard Richard Martin, mientras este intenta resolver un par de homicidios cuya única conexión son dos llaves idénticas que han sido encontradas en los cuerpos de las víctimas. Eventualmente, los crímenes son relacionados con una historia de tintes fantásticos que un cerrajero llamado Pheeny (Klaus Kinski) le relata al inspector poco antes de ser asesinado, con respecto a una misteriosa puerta que posee siete cerraduras. Tras algunos golpes de buena suerte, Martin descubre que todo este embrollo parece estar ligado con las posesiones del fallecido Lord Selford, cuyos únicos familiares son su heredero, el cual se encuentra viajando alrededor del mundo, y su hermosa sobrina Sybil Lansdown (Sabine Sesselmann), quien actualmente trabaja como bibliotecaria. La ya compleja investigación del Inspector Martin se complicará aún más gracias a la presencia de un bruto (Adv Berber) con una marcada predilección por asesinar a la gente, una peligrosa conspiración cuyo objetivo es quedarse con la totalidad de la herencia de Lord Selford, dos mansiones que guardan una serie de oscuros secretos, el enigmático doctor Antonio Staletti (Pinkas Braun), y un enorme simio que se encuentra encerrado en un laboratorio clandestino.
La trama de “Die Tur Mit Den 7 Schlossern” se aleja bastante de la novela en la cual está basada, básicamente porque intenta abarcar demasiadas subtramas al mismo tiempo, lo que obviamente provoca que en ocasiones el interés del espectador se desvíe del misterio central del relato. Para empezar, el film de Vohrer no se conforma con presentar a un misterioso perpetrador cuya identidad permanece oculta gracias a la inclusión de una serie de pistas falsas, sino que además incluye en la trama a múltiples sospechosos, los cuales en su mayoría son culpables en algún grado. Junto con esto, en varios segmentos de la cinta la importancia de las llaves que abren la puerta a la que hace mención el título desaparece por completo, ya que el director prefiere enfocarse en la investigación del posible paradero del heredero perdido de la fortuna Selford, y en los múltiples intentos de asesinato de los cuales es víctima Martin y su compañero Holms (Eddi Arent). El uso de objetos que resultan ser importantes para los protagonistas de una determinada historia pero no para el espectador, o MacGuffins como bien los llamaba Alfred Hitchcock, es usual en este tipo de cintas, aunque muy pocas veces resulta ser más de uno. Debido a que “Die Tur Mit Den 7 Schlossern” incluye al menos tres MacGuffins, a final de cuentas todos terminan careciendo de real importancia para el desarrollo de la trama.
Lamentablemente, los numerosos cambios que el guionista Harald G. Petersson le realiza a la historia de Wallace, lo único que logran es complicar innecesariamente el relato. Por ejemplo, en la novela, Sybil acude a la policía una vez que ve amenazada su vida, revelándole de esta forma al Inspector Martin su relación con los Selford. Petersson en cambio, opta por presentar a Sybil como una bibliotecaria que le ayuda al protagonista a investigar el origen de un escudo de armas, y que de forma casi fortuita le comenta su relación con la familia Selford, lo que le resta credibilidad a todo el asunto. Si bien Petersson toma una serie de decisiones equivocadas, dentro de su apuesta argumental también pueden encontrarse algunos aciertos. Por ejemplo, el guionista le asigna al maquiavélico Dr. Staletti un nuevo y moderno campo de estudio llamado biología constructiva, lo que permite que el clímax del film adquiera tintes propios de una película de horror y ciencia ficción, lo que curiosamente en este caso funciona de maravilla, aunque es necesario aclarar que esto no significa que dicho giro argumental tenga demasiada lógica. Y es que Staletti tiene un ingenioso plan para preservar a las grandes mentes de la humanidad, el cual consiste en trasplantar sus cabezas a cuerpos de simios, para así lograr la fusión perfecta entre fuerza física e inteligencia. Este no es el único guiño al cine de terror que presenta la cinta. La presencia de asesinos deformes, pasajes secretos y lúgubres mansiones, se complementan de buena manera con la sensibilidad especial del director Alfred Vohrer a la hora captar el miedo que sienten los protagonistas ante determinadas situaciones, y con su habilidad para crear escenas siniestras mediante interesantes movimientos de cámara.
Resulta necesario reconocer la labor interpretativa de Heinz Drache, quien se convertiría en una figura recurrente dentro del género del krimi o cine policiaco alemán. La actuación de Drache como el Inspector Martin es sencillamente genial, ya que convierte al personaje en un hombre inteligente y metódico, el cual constantemente asume el rol de líder con un carisma a toda prueba. El resto del elenco también realiza una labor encomiable, destacándose Eddi Arent, quien nuevamente demuestra tener dotes para la comedia; Pinkas Braun, quien interpreta con aplomo al villano más interesante y retorcido del film; y Sabine Sesselmann, cuyo personaje no se limita a ser la clásica damisela en peligro frágil e indefensa. En cuanto al aspecto técnico de la producción, es necesario destacar el estupendo trabajo de fotografía de Karl Lob, y el correctísimo diseño de producción de Siegfried Mews y Helmut Nentwig. Lamentablemente, la banda sonora compuesta por Peter Thomas se aleja bastante de sus trabajos más celebrados dentro del género del krimi, por lo que pese a resultar efectiva en algunos pasajes del film, esta es rápidamente olvidada por el espectador una vez terminada la película.
Pese a tratarse de una película sumamente entretenida, el guión de “Die Tur Mit Den 7 Schlossern” exhibe una serie de problemas estructurales que privan al film de todo tipo de suspenso. De hecho, por este motivo el productor Horst Wendlandt tuvo que reprogramar en variadas oportunidades el proceso de filmación, con la esperanza de que Petersson escribiera un guión algo más exento de complicaciones innecesarias. Aun cuando la cinta fue rechazada por la crítica, esta obtuvo un éxito comercial completamente inesperado, reafirmando el interés del público por los relatos basados en la obra de Edgar Wallace. Probablemente, el gran mérito de “Die Tur Mit Den 7 Schlossern” es que gracias a sus alocados giros dramáticos, la producción se presenta como una obra que viene a refrescar un género que en ocasiones se ve limitado por sus propios clichés. Aun cuando la trama parece haber sido escrita por alguien con un serio Trastorno de Déficit Atencional, la espléndida dirección de Alfred Vohrer, la solidez del elenco participante, y el gran trabajo del equipo técnico, convierten a “Die Tur Mit Den 7 Schlossern” en una cinta completamente recomendable. Solo no esperen encontrar una lógica sólida tras los siniestros acontecimientos que rodean a la misteriosa puerta de las siete cerraduras.
por Fantomas.