“Ponyo on the Cliff by the Sea” (2008), es un film animado del estudio japonés Ghibli. La cinta está escrita y dirigida por Hayao Miyazaki.
Sosuke, un niño de cinco años, vive en lo más alto de un acantilado que da al mar. Una mañana, mientras juega en una playa rocosa que hay bajo su casa, se encuentra con una 'pececita' de colores llamada Ponyo, que tiene la cabeza atascada en un tarro de mermelada. Tras rescatarla, Sosuke hace todo lo posible por protegerla. Sin embargo, el padre de Ponyo, Fujimoto, la obliga a regresar con él a las profundidades del mar. “¡Quiero ser humana!”, exclama Ponyo, quien decidida a convertirse en una niña y regresar con Sosuke, escapa sin saber las consecuencias que pueden tener sus acciones.
Si uno revisa la carrera del director de 68 años, Hayao Miyazaki, pareciera ser que ya ha hecho de todo. Ganó un Oscar por la cinta “Spirited Away” (2001), ha logrado lanzar un éxito de taquilla tras otro, hizo de los estudios Ghibli una potencia internacional en lo que se refiere a animación de la más alta calidad, y ha logrado que gran parte de los espectadores que han vistos sus obras se reencanten con la animación clásica, la cual logra despertar al niño que todos llevamos dentro con historias que no siempre se encuentran dentro de los parámetros de lo “políticamente correcto”, a diferencia de mucha de la animación de occidente.
Aunque sus dos cintas anteriores, “Howl´s Moving Castle” (2004) y “Spirited Away”, son verdaderas obras de arte, en cierta forma no presentan la misma energía y espíritu de los primeros trabajos del director, particularmente de aquella joya titulada, “My Neighbor Totoro” (1988). De ninguna forma estoy diciendo que estas películas sean de alguna manera inferiores, sino que son diferentes y vienen a marcar una etapa distinta en la carrera del realizador. De todas formas, las constantes del mundo Ghibli siguen estando presentes; valientes heroínas de doce años, trasfondos ecologistas, el respeto por los ancianos, viajes fantásticos que presentan una cuidada atención de los detalles, entre otras cosas. Con “Ponyo on the Cliff by the Sea”, Miyazaki vuelve en gloria y majestad, retomando todos aquellos elementos que suelen estar presentes en sus obras, junto con el espíritu más “artesanal” de sus primeros trabajos, eliminando el uso del CGI por completo, lo que le da un cierto valor agregado al trabajo del veterano director, que debe haber quedado bastante satisfecho con lo logrado.
En términos de la historia, lo que hace en esta ocasión Miyazaki es tomar el cuento“The Little Mermaid” de Hans Christian Andersen, adaptarlo de manera bastante libre (con un resultado a mi gusto bastante superior al logrado por la Disney), mezclarlo con algunas memorias de su niñez, e imprimirle una atmósfera onírica muy propia de las obras del director. La trama se presenta de manera directa, sin dejar mucho espacio a la especulación por parte del espectador; una “pececita” quiere convertirse en humana, aún si esto significa quebrantar el balance de la naturaleza. Por otro lado, Miyazaki suele presentar una curiosa dualidad a nivel del diseño de sus animaciones, lo que también se hace presente en esta cinta; si bien es notoria su extrema preocupación por los detalles, lo cual en esta ocasión queda evidenciado en el colorido mundo marino que retrata, también es capaz de incluir algunas imágenes salidas directamente de la imaginación de un niño, lo que ayuda en gran medida a que sus obras se vuelvan piezas entrañables y únicas.
La energía que antes mencionaba está presente durante todo el transcurso de la película. Un buen ejemplo podría ser la escena en la cual nuestra pequeña heroína está corriendo sobre un gigantesco tsunami formado por criaturas marinas, mientras que Sosuke y su madre intentan escapar de las enormes olas por un peligroso camino plagado de curvas montados en un pequeño auto. Dicha escena de “persecución” tiene un ritmo similar al visto en “The Castle of Cagliostro” (1978), otra de las grandes obras de Miyazaki. Desde principio a fin, la cinta está plagada de estos pequeños toques de energía, los cuales están acompañados por la espectacular banda sonora de Joe Hisaishi. Es así como nos encontramos con un sinnúmero de escenas que no solo logran capturar la atención del espectador, sino que demuestran que la imaginación del director es una inagotable fuente de creatividad.
En muchos aspectos, “Ponyo on the Cliff by the Sea” vuelve al estilo narrativo visto en “My Neighbor Totoro”, donde Ponyo básicamente llena los roles de Mei y Totoro, debido a que la pequeña es un personaje sumamente energético e imaginativo, a la vez que es un criatura salvaje proveniente de un mundo mágico. Al igual que “Totoro”, esta cinta se basa en la relación entre dos pequeños niños, los cuales se desenvuelven en un mundo lleno de magia, optimismo y esperanza. Sin embargo, existen algunos puntos en los que uno desearía que se pareciera más a la anterior obra de Miyazaki. Aunque ambas historias son más bien simples, “Ponyo” presenta un número de subtramas que suceden de manera simultánea, algunas de las cuales sorprendentemente terminan siendo poco desarrolladas. No existe una explicación detallada del por qué el deseo de Ponyo de convertirse en humana podría desatar una catástrofe ambiental sin precedentes, ni la razón por la cual su padre Fujimoto, que en un principio pareciera querer la destrucción del mundo humano, después termina haciendo todo lo posible por evitarlo. De todas maneras, estas subtramas no alcanzan a entorpecer el ritmo de la película, la que se logra sobreponer por el resultado del conjunto.
Un dato que no deja de resultar curioso, es que Hayao Miyazaki haya mencionado que el personaje de Sosuke está basado en su propio hijo, Goro Miyazaki, cuando este tenía cinco años de edad. Esto resulta sorprendente debido a que durante el último tiempo, Hayao y Goro (quien dirigió la cinta “Tales from Earthsea” en el 2006) han estado involucrados en una contienda familiar que incluso llegó a involucrar a la prensa de Japón. En dicha contienda, Goro menciono que Hayao no había sido un buen padre cuando él era pequeño, ya que pasaba gran parte del tiempo lejos de casa. Es por esta razón que no resulta extraño que el padre del protagonista siempre esté lejos de casa trabajando, incluso cuando su esposa y su hijo lo necesitan en su hogar. Todo esto gatilla que el pequeño sea tratado como un adulto por quienes lo rodean, y que él trate por su nombre a su padre y a su madre. Probablemente esto se podría interpretar como una sentida disculpa de Hayao a su hijo Goro, pero eso es algo que solo el director sabe a ciencia cierta.
Existe gente que dice que mientras más viejo uno se pone, gradualmente uno termina volviendo a su niñez. En un negocio ampliamente dominado por la tecnología, la idea de volver a la raíces de seguro conlleva un riesgo enorme. Pero para un director como Miyazaki, que a estas alturas ya no tiene que probarle nada a nadie, esta cinta representa otro triunfo, un triunfo que contiene la energía de un niño, la sabiduría y el carisma de un maestro de la animación, y el encanto que solo esas obras con rasgos clásicos suelen tener. “Ponyo on the Cliff by the Sea” puede que no sea el mejor trabajo de Miyazaki, pero sin duda muestra que es un verdadero mago que con sus dibujos logra encantar a espectadores de todas las edades. Esperemos que no sea la última obra de un director cuyos mundos fantásticos nos hacen olvidar los problemas del mundo real, aunque solo sea por aproximadamente dos horas.
Jerry Goldsmith fue un músico que durante su carrera fue capaz de adaptarse a todos los estilos y exigencias. Su capacidad creativa era realmente polifacética, por lo que no es de extrañar que sus bandas sonoras presentes elementos del jazz, folk, música sinfónica, la étnica, entre otras. Sus composiciones fueron reconocidas con 18 nominaciones al Oscar, ganando uno por su trabajo en “The Omen” (1976), cuatro premios Emmy, cinco nominaciones al Grammy, ocho nominaciones a los Globos de Oro, además de diversos galardones. En estas líneas repasaremos de manera breve, su prolífica carrera.
Jerrald King “Jerry” Goldsmith, nació el 10 de febrero de 1929 en Pasadena, California. Él aprendería a tocar el piano a los seis años, y a los catorce comenzó a estudiar composición, teoría y contrapunto con los maestros, Jacob Gimpel y Mario Castelnouvo-Tedesco. Goldsmith estudiaría en la Universidad del Sur de California, donde asistiría a los cursos de composición cinematográfica impartidos por el veterano compositor, Miklos Rosza. Seria la banda sonora compuesta por el mismo Rosza para la cinta, “Spellbound” (1945), además de la estrella de la película, Ingrid Bergman, los que cautivarían a Goldsmith y lo que finalmente gatillarían su interés en la composicion de música para el cine.
En el año 1950, el músico sería contratado como mecanógrafo en el departamento de música de la CBS. Pronto comenzaría a escribir música para algunos de los programas de radio de la estación, entre los que se encuentran, CBS Radio Workshop, Frontier Gentleman y Romance. Luego de un tiempo, también le serían encomendadas las bandas sonoras de algunos programas de televisión como “Climax”, “Playhouse 90” y el mítico programa de ciencia ficción, “Twilight Zone”.Goldsmith seguiría trabajando en la CBS hasta el año 1960, donde fue contratado por la compañia Revue Studios para componer la música de la serie “Thriller” (1960-1962). Tras esto, tendría nuevos encargos para la televisión, los cuales incluían el tema principal de la serie “Dr. Kildare” (1961-1966), y el tema principal y la música de algunos episodios de “The Man from U.N.C.L.E.” (1964-1968).
En 1963, Goldsmith recibió su primera nominación al Oscar por su trabajo en la película, “Freud” (1962), del director John Huston. Poco tiempo después, conocería al influyente compositor Alfred Newman, quien se convertiría en una pieza clave de la contración de Goldsmith por parte de los estudios Universal, donde su primera asignación sería la banda sonora de la cinta, “Lonely Are the Brave” (1962). Luego de esto, Goldsmith comenzaría a trabajar bajo contrato para la 20th Century Fox, lugar donde rápidamente comenzaría a redefinir los parámetros de las bandas sonoras modernas. Junto con su amigo, Alex North, Goldsmith logró ubicarse entre los compositores más respetados de la industría norteamericana, y para principios de los setenta el compositor ya había escrito una serie de bandas sonoras que ayudaron a cimentar su carrera y su reputación. Entre los trabajos más destacables de este periodo se encuentran: “Lilies of the Field” (1963), “Von Ryan´s Express” (1965), “The Sand Pebbles” (1966), “The Planet of the Apes” (1968), “Tora, Tora, Tora!” (1970), y “Patton” (1970), entre otros.
Durante la década de los setenta, Goldsmith logró combinar su trabajo en el cine con una cantidad no menor de encargos para la televisión, siendo uno de los pocos compositores que lograría excelentes resultados trabajando simultáneamente en el cine y la televisión. Esto se vería reflejado en el premio Emmy que recibiría por la banda sonora de la miniserie, “QBVII” (1974), y en el espléndido trabajo que realizo en la serie “The Waltons” (1972-1981), donde compuso el tema principal junto con las bandas sonoras de algunos episodios. Ansioso por mostrar su obra, la primera mitad de los setenta sería uno de los periodos más exitosos del compositor, donde estaría a cargo de musicalizar un buen número de thrillers y más de alguna cinta prestigiosa, como “The Wind and the Lion” (1975), “Chinatown” (1974), “Papillon” (1973), y “The Other” (1972), entre otras. Empezando la segunda mitad de los setenta, Goldsmith obtendría el único Oscar de su carrera por la música avant-garde de la cinta, “The Omen” (1976), la cual se transformaría en una pieza clave de la atmósfera y el poder dramático de dicho film.
A finales de la década de los setenta, Goldsmith estaría involucrado en la composición de un buen número de bandas sonoras para cintas mayoritáriamente de ciencia ficción, entre las que se encuentran: “Capricorn One” (1978), “The Swarn” (1978), “Alien” (1979) y “Star Trek: The Motion Picture” (1979). La música de las dos últimas cintas son consideradas como parte de los mejores trabajos del compositor, especialmente la de “Star Trek”, debido a que tuvo que reinventar una franquicia inventando un tema principal completamente nuevo. El mismo Goldsmith reconocería que dicho trabajo fue uno de los que más dificultades le presentó. Tiempo después, dicho tema se convertiría en uno de los elementos reconocibles del spin off de Star Trek titulado, “The Next Generation”. En 1995, Goldsmith escribiría un nuevo tema para la franquicia, esta vez para otro spin off titulado, “Star Trek Voyager”. Curiosamente, la sociedad de Goldsmith con la franquicia pudo haber comenzado muchos años antes. En una entrevista, Goldsmith reconoció haberse acercado al creador de la serie, Gene Roddenberry, en los sesenta para componer el tema principal de la serie original, pero que debido a otras obligaciones no pudo llevar a cabo dicho proyecto.
La década de los ochenta comenzó con la banda sonora de la miniserie, “Masada” (1981), donde Goldsmith compuso la música que acompaña las cuatro primeras horas del metraje, además del tema principal, dejando en manos de su amigo y colega, Morton Stevens, las cuatro horas restantes. Además completaria la trilogía de “The Omen” con su inspirado trabajo en la cinta “The Final Conflict” (1981), donde transformaría por completo el estilo utilizado en los dos films anteriores, logrando crear una banda sonora atrayente y escalofriante. Durante el resto de los ochenta. Goldsmith demostraría su capacidad camaleónica para adaptar sus melodías a los distintos géneros cinematográficos. El compositor crearía la música de cintas tan variadas como la trilogía de Rambo(“First Blood”, “Rambo First Blood Part 2” y “Rambo 3”), la conmovedora cinta de animación, “The Secret of Nihm” (1982), los dramas “Under Fire” (1983) y “Hoosiers” (1986), y la cinta de horror, “Poltergeist” (1982), entre otras.
De todas formas, gran parte de los ochenta fue aprovechado por Goldsmith para tomar algunos riesgos en lo que a terminos creativos se refiere. Participó junto a Joe Dante en las películas, “Gremlins” (1984) y “The Twilight Zone: The Movie” (1983), se involucró nuevamente en la franquicia de Roddenberry con, “Star Trek V” (1989), y trabajó en cintas de alto y bajo presupuesto por igual. Además, durante este periodo comenzó a incluir de manera más frecuente instrumentos electrónicos en sus bandas sonoras. Su primera banda sonora electrónica sería la de la cinta “Runaway” (1984), dirigida por Michael Crichton. Luego repetiría la experiencia en el thriller, “Criminal Law” (1988), y en el film de ciencia ficción, “Alien Nation” (1988), aunque en esta última su trabajo terminaría siendo desechado. Goldsmith recién en los noventa lograría fusionar la música orquestada con la electrónica, siendo uno de los pocos compositores que terminarían utilizando la música electrónica sin dejar de lado la orquestada.
Ya en los noventa, Goldsmith comenzaría con el pie derecho con su trabajo en el film, “Total Recall” (1990), el cual hoy es considerado como un clásico de la ciencia ficción y cuya banda sonora es de las más recordadas del compositor. Fue durante el tiempo que trabajó en dicha cinta, que se haría amigo del director Paul Verhoeven, quien posteriormente lo invitaría a componer la música del film, “Basic Instinct” (1992). Aquí el director colaboró continuamente con Goldsmith en la composición de una banda sonora que fue de suma importancia al momento de construir la tensa atmósfera de la cinta. Durante este periodo, Goldsmith tambíen se haría cargo de la música de “The Russia House” (1990), la cual construiría con algunas de las piezas utilizadas en la composición de la banda sonora del film, “Walt Street” (1987), la cual finalmente jamás se utilizó. También aportaría con sus composiciones en las películas, “Rudy” (1993), “Six Degrees of Separation” (1993), “L.A. Confidential” (1997), “Air Force One” (1997), y “The Mummy” (1999), entre otras.
Durante la última etapa de su carrera, se dedicaría mayormente a colaborar con viejos amigos. Entre estos, el director Paul Verhoeven en la cinta, “Hollow Man” (2000), y con Richard Donner en “Timeline” (2003), donde la música solo fue utilizada en el corte del director. De todas formas se la arregló para componer también la música de “The Last Castle” (2001), la cual posteriormente sería utilizada para recordar a las víctimas del 11 de septiembre; la banda sonora del éxito de taquilla, “The Sum of All Fears” (2002); la del thriller “Along Came a Spider” (2001); y su última colaboración con el mundo de Star Trek (y la tercera con el editor convertido en director, Stuart Baird), en “Star Trek: Némesis” (2002). Su última banda sonora fue para la cinta, “Looney Tunes: Back in Action” (2003), dirigida por su amigo Joe Dante.
La versatilidad de Jerry Goldsmith fue de tal magnitud, que le permitió ser docente de la Universidad del Sur de California, al igual que Miklos Rosza, quien alguna vez fue su maestro. También se dió el gusto de componer obras fuera del mundo cinematográfico, entre ellas un ballet titulado, “A Patch of Blue”, y un encargo de la Orquesta Sinfónica de Los Ángeles, titulado “Fireworks”, que él mismo dirigió en el 2002. Goldsmith quien por años mantuvo una sana competencia con el también compositor, John Williams, ha logrado influenciar a toda una camada de nuevos músicos. No es de extrañar que la música del himno oficial de la ceremonia de los Oscar que se estrenó en la edición de marzo de 1998, sea de su autoría. Jerry Goldsmith murió tranquilamente durante el sueño el 21 de julio del 2004, tras una larga batalla contra el cáncer, pero no sin antes dejarnos un legado inconmesurable el cual difícilmente podremos olvidar.
Dentro de las incontables variaciones que han surgido del género horror y la ciencia ficción, hay pocas tan extrañas y llamativas como el híbrido nacido y desarrollado exclusivamente en México. Me refiero a aquellos thrillers de bajo presupuesto en que la fuerzas del mal son vencidas por el más improbable de los héroes; un luchador profesional. Estas producciones por lo general están compuestas por una trama básica, una atmósfera propia de una cinta de horror gótico (los cineastas mexicanos tenían una amplia experiencia en dicho campo), la lucha clásica lucha en la Arena de México al principio de cada película, y un villano extravagante que bien puede ser un humano o un monstruo más bien “clásico”, como por ejemplo hombres lobo, zombies, vampiros, momias e incluso extraterrestres. Tanto el héroe como los villanos son interpretados por luchadores profesionales, muchos de los cuales gozaron de gran fama en aquel entonces en México.
La cantidad de cintas de este tipo que se filmarón es prácticamente astronómica, pero solo unas pocas alcanzaron mayor relevancia y distribución internacional. Estas películas irrumpieron en los Estados Unidos a principios de los sesenta, gracias al distribuidor K. Gordon Murray (lamentablemente todas estas cintas presentaban un horrendo doblaje), siendo muchas de estas exhibidas en la televisión, donde el público tuvo la oportunidad de apreciarlas, odiarlas, divertirse o sorprenderse con estas obras que rozaban el absurdo absoluto. El siguiente artículo tiene por objetivo recordar a las más grandes estrellas de este curioso subgénero, y revisar las aventuras que vivieron durante sus carreras cinematográficas.
I. El Santo Si tuvieramos que escoger al héroe por excelencia de esta realidad cinematográfica paralela, sin duda que sería El Santo (el enmascarado de plata). Los datos biográficos de el hombre tras la máscara son algo escasos. Su verdadero nombre era Rodolfo Guzmán Huerta. Nació en Tulancingo, México en el año 1917, donde a temprana edad demostró su pasión por la lucha libre, la que pronto se vuelve un medio de subsistencia. Tras luchar de manera profesional un tiempo, donde no tuvo demasiada suerte y cambió en múltiples ocasiones su nombre artístico, en el año 1942 asumirá la identidad de El Santo, transformando a su máscara plateada como su única bandera. Poco después de transformarse en el campeón de peso mediano de México, el Santo debutaría en el cine con la cinta “El enmascarado de plata” (1952), del director René Cardona y coescrita por el mismo Cardona junto a José G. Cruz (quien posterioremente comenzaría a escribir un comic acerca del personaje).
La primera incursión de Santo en el género del horror fue la cinta, “Ladrón de Cadáveres”, la cual era protagonizada por otro luchador mexicano llamado Wolf Rubinski. Su primer rol protagónico lo tendría en las cintas “Santo contra Cerebro del mal” (1958) y “Santo contra Hombres Infernales” (1958), las cuales fueron rodadas de manera simultánea. Pero no sería hasta la década de los sesenta donde la figura del Santo comenzaría el camino que lo llevaría a transformarse en una leyenda. En “Santo contra las Mujeres Vampiro” (1962), el protagonista no solo demuestra ser un hombre de ciencia con pleno conocimiento de lo natural y lo sobrenatural, sino que además se situa como el principal aliado de la policia al momento de resolver los más extraños crimenes. Si en esta ocasión El Santo debe enfrentarse a un grupo de vampiros luchadores, en “Santo en el Museo de Cera” (1963), debe enfrentarse a un científico nazi y a su ejército de letales monstruos de cera.
El Santo demostró esta al tanto de las tendencias del mundo cinematográfico, por lo cuando estalló la moda de los espias y agentes secretos, El Santo se enroló como un agente secreto del gobierno en “Operación 67” (1967). Pero los enemigos del enmascarado de plata no se limitan solo al planeta Tierra. En “Santo vs la invasión de los marcianos” (1967), el héroe se vería enfrentado a un grupo de peligrosos marcianos, los cuales eran interpretados por luchadores como Wolf Rubisnki, El Nazi y Ham Lee. Durante su carrera, El Santo se vería enfrentado a múltiples enemigos sobrenaturales, como por ejemplo a Drácula en “Santo en el tesoro de Drácula” (1969), inventaría una máquina del tiempo, y uniría fuerzas con otro de los grandes héroes de este subgénero, Blue Demon.El Santo solo mostraría su rostro en una ocasión la cual significó su despedida. A los 67 años aparece en un programa de entrevistas llamado Contrapunto, y según dicen, Santo reveló brevemente su envejecido rostro. Una semana después, luego de una lucha de exhibición, El Santo muere de un paro cardiaco. Aunque muchos han tratado de imitarlo nadie ha podido igualarlo, por lo que hasta el día de hoy, El Santo sigue siendo el más popular y el más famoso de los luchadores mexicanos que aparecieron en la pantalla grande.
II. Mil Máscaras. Mil Máscaras le hace honor a su nombre. Es sabido que muy pocas veces se le vió utilizando la misma máscara en dos ocasiones diferentes, y que antes de sus combates suele quitarse una extravagante máscara para revelar otra máscara aún más extravagante bajo esta. Su verdadero nombre es Aaron Rodriguez, y nació en Ciudad de México en el año 1939. Aunque cuando joven practicó varios deportes, tras asistir a una lucha profesional decidió que quería convertirse en luchador. Su carrera cinematográfica comenzaría cuando el productor Luis Enrique Vergara comenzará su búsqueda de una nueva estrella luego de que El Santo emigrara a otro estudio, y que Blue Demon sufriera una lesión que lo alejó una buen tiempo de las pistas. Fue así como decidió llevar a la pantalla grande el origen fantástico de este luchador en la cinta, “Mil Máscaras” (1966).
Su segunda película titulada, “Los Canallas” (1968), lo enfrentaría a una peligrosa pandilla de motociclistas. Esta la igual que el resto de las producciones que le seguirían, serían filmadas en “fabulosos colores”. En 1969, Máscaras compartiría roles con uno de los actores hollywoodenses icónicos dentro del género del horror, John Carradine, en la cintas “Enigma de la Muerte”, donde Carradine interpreta al lider de una moderna pandilla de nazis y delincuentes, y en “Las Vampiras”, el primer film de terror en el que participaria el luchador. Al igual que en “Santo contra las Mujeres Vampiro”, los vampiros en cuestión no eran más que mujeres vestidas en mallas y en cuya espalda colgaba una capa con forma de alas de murciélago. Durante los años siguientes, Mil Máscaras participaría en más de diez películas, las cuales en su gran mayoría, presentan al héroe como el integrante de un grupo de luchadores, entre los que se encuentran Blue Demon y Superzan, entre otros.
III. Blue Demon y los diversos equipos de luchadores. En la década de los cuarenta, cuando la Universal quería revitalizar el cine de terror, comenzó a realizar producciones que involucraran a más de un monstruo en la misma historia. Probablemente esta fue la misma motivación que tuvieron los cineastas mexicanos en la década de los setenta, cuando comenzaron a abundar la cintas que involucraban a super equipos de luchadores contra el crimen. Uno de los pioneros en esta nueva modalidad, fue un luchador que ya había ganado cierta fama como un héroe solitario. Blue Demon, cuyo verdadera nombre es Alejandro Muñoz, nació en García (Nuevo León) en el año 1922. Su debut cinematográfico sería en la cinta, “El Demonio Azul” (1963), la cual lo enfrentaría a un hombre lobo el cual ha asesinado a una serie de jóvenes mujeres.
Durante los años siguientes, Blue Demon se vería enfrentado a otros bizarros enemigos, como por ejemplo el mitad luchador, mitad murciélago de “La Sombra del Murciélago” (1968), o el luchador al cual le crece una letal araña de uno de sus brazos en “Arañas Infernales” (1968). Sin embargo, Blue Demon ganaría gran parte de su popularidad en el grupo de cintas en las cuales formó equipo con otros grandes luchadores. La primera de estas colaboraciones se vería en la cinta, “Blue Demon contra el Poder Satánico” (1965), donde pese a no formar un equipo oficial, El Santo realiza una aparición especial ayudando a Blue Demon a limpiar México de una pandilla de adoradores de Satán y sus secuaces luchadores. Esta nueva modalidad de “dos por el precio de uno”, comenzaría a agarrar fuerza con el film, “Santo vs Blue Demon en la Atlantida” (1970), donde El Santo deberá enfrentarse a un Blue Demon al cual le han lavado el cerebro, además de derrotar al científico nazi responsable de dicho suceso. La pareja de amigos se volvería a encontrar en “Santo y Blue Demon en el Mundo de los Muertos” (1970), esta vez como una dupla enfrentada a un grupo de zombies controlados por una ancestral maldición.
Una vez establecidas la cintas protagonizadas por parejas o equipos de luchadores, el paso más lógico era enfrentar a estos héroes contra más de un monstruoso villano por historia. Dicho paso fue dado en el film, “Santo y Blue Demon contra los Monstruos” (1970), donde el villano revive a un pequeño ejército de monstruos conformado por un vampiro y sus dos sexis esclavas, un hombre lobo, una momia, un reptil cíclope, un extraterrestre y Franquestain (no es un error tipográfico). Aunque Blue Demon participaría con El Santo en un par de películas más, otro de sus notables compañeros fue un nuevo héroe llamado Zovek, un luchador con habilidades extraordinarias las cuales adquirió durante su estadia en el Tibet. Su primera colaboración sería en la cinta, “Blue Demon y Zovek en la invasión de los muertos” (1973), dirigida por René Cardona, y la cual sería una especie de remake no oficial al estilo mexicano de la película, “Night of the Living Dead” (1968).
El pueblo de Guanajuato se ambientarian dos películas protagonizadas por dos equipos distintos de luchadores. “Las Momias de Guanajuato” (1970), supondría la primera colaboración entre Blue Demon y Mil Máscaras, donde además participa brevemente El Santo, mientras que “El Castillo de las Momias de Guanajuato” (1973), estaría protagonizada por Superzan,Blue Angel y Tinieblas. Una de las más memorables cintas en las que El Santo y Blue Demon forman equipo es, “Santo y Blue Demon contra Drácula y el Hombre Lobo” (1973), donde el duó de villanos comienzan a convertir a un grupo de personas en hombres lobo y vampiros conformando de esta forma su ejército del mal. La última colaboración entre estos dos héroes sería en la cinta, “Misterio en las Bermudas” (1979), cerrando un ciclo de films que uniría a los dos más grandes luchadores mexicanos de la pantalla grande.
IV. Las Luchadoras. A principios de los sesenta, en México reinaba la sensación de que el cine de luchadores había alcanzado la “perfección”. Sin embargo, el director René Cardona y el guionista Alfredo Salazar se atrevieron a dar el golpe más audaz dentro del subgénero desde la aparición de El Santo, con el nacimiento de “Las Luchadoras”. Antes de lanzar el primer film de la serie, Cardona lanzó una campaña internacional para encontrar a dos mujeres que tuvieran las habilidades suficientes para convertirse en luchadoras, además de poder proyectar sensualidad a través de la pantalla. Luego de una larga búsqueda, Cardona contrató a Lorena Vásquez y Elizabeth Campbell, además de un grupo de luchadoras profesionales para filmar las escenas de riesgo. Campbell interpretaría a The Golden Rubi, mientras que Lorena Vásquez interpretaría a una luchadora llamada Gloria Venus en su primera cinta, cambiando su nombre a Loretta en la segunda. En la tercera película, Vásquez abandonaría la serie dejando su puesto en manos de la actriz Ariadne Welter.
La primera cinta de la serie sería, “Las Luchadoras contra el Médico Asesino” (1963), donde el villano es un brillante médico cirujano el cual planea asegurar el futuro de la humanidad transplantando órganos de animales a humanos, y así conservar lo mejor de los dos mundos. La dupla regresaría dos años después en la película, “Las Luchadoras contra la Momia” (1965), la que se convirtió en el film más exitoso de los exhibidos en la televisión norteamericana. La tercera aventura de las Luchadoras se titularía, “Las Mujeres Panteras” (1967), la cual tomaría prestadas algunas de las ideas expuestas en “Cat People” (1942), del productor Val Lewton. La cuarta entrada en la serie fue “Las Luchadoras contra el Robot Asesino” (1969), cinta que significó la salida de Ariadne Welter, entrando en su reemplazo la actriz Regina Torné. La última entrada de la serie de las Luchadoras (aunque en esta película solo participa una luchadora), fue “La horripilante Bestia Humana” (1969), conocida en los Estados Unidos como “Night of the Bloody Apes”.
Existe otra cinta que es conveniente nombrar que también involucra a una mujer como protagonista. “La Mujer Murciélago” (1968), fue protagonizada por la actriz italo-mexicana Maura Monti, cuyo look resulta bastante similar al del personaje de la Batichica, solo que la actriz viste un bikini en vez de la clásica malla usada por los superhéroes. En su primera y única aventura, la Mujer Murciélago es contactada por su novio, un agente de la Interpol, para que colabore en la investigación de una serie de asesinatos ocurridos en Malaca, Hong Kong y Acapulco. Finalmente, nuestra heroina encontrara al autor de los asesinatos, quien además ha encontrado la forma de engendrar a su propia pandilla de hombres peces.
Aunque este subgénero gozó de una gran popularidad durante la década de los sesenta y principios de los setenta, a mediados de los setenta este tipo de cintas terminó de producirse por razones que solo un tiempo después fueron expuestas. En 1979, tras realizarse una auditoria a la industría cinematográfica mexicana, se descubrió que de los cinco billones que dijeron que se habían gastado en las distintas producciones entre los años 1972 a 1976, solo un 50% fue realmente utilizado para realizar dichos films. Los mismos ejecutivos responsables de dichos desfalcos, fueron en gran medida responsables de que los productores de películas independientes no tuvieran oportunidad alguna para seguir explotando la veta de las cintas fantásticas de luchadores. Aunque está claro que estas cintas no son precisamente obras maestras, que sus actuaciones, decorados y efectos especiales, son propios de una cinta de bajo presupuesto, y que muchas veces sus guiones llegaban a niveles casi surrealistas, marcaron toda una época en el cine mexicano, además de ofrecer al mundo entero toda una gama de bizarros pero bien intencionados héroes, que díficilmente podrán ser igualados y cuya leyenda sigue viva hasta el día de hoy.
Diez films para familiarizarse con el “cine de luchadores”:
- “Santo en el Tesoro de Drácula” (1969) Dir. René Cardona - “El Hacha Diabólica” (1965) Dir. José Díaz Morales - “Santo vs la invasión de los marcianos” (1967) Dir. Alfredo B. Crevenna - “Santo y Blue Demon contra los Monstruos” (1970) Dir. Gilberto Martínez Solares - “Las Momias de Guanajuato” (1972) Dir. Federico Curiel - “Santo y Blue Demon contra Drácula y el Hombre Lobo” (1973) Dir. Miguel Delgado - “Misterio en las Bermudas” (1979) Dir. Gilberto Martínez Solares - “La Mujer Murciélago” (1968) Dir. René Cardona - “El Mundo de los Muertos” (1970) Dir. Gilberto Martínez Solares - “Los Campeones Justicieros” (1971) Dir. Federico Curiel
“Fantasmi a Roma” (1961), es una comedia del director Antonio Pietrangeli, la cual está protagonizada por Marcello Mastroianni, Tino Buazzelli y Sandra Milo.
Don Anibal (Eduardo De Filippo), príncipe de Roviano, es dueño de un enorme palacio romano el cual se niega a vender. Sin embargo, tras su muerte su sobrino (Marcello Mastroianni) comienza con los trámites para vender el edificio a una empresa constructora. Lo que no espera, es que los fantasmas que habitan el edificio tomen el asunto en sus manos, ideando un plan para evitar la demolición.
Si hay un género que ha relatado de manera creíble los cambios producidos en la sociedad italiana de los últimos cincuenta años, ha sido precisamente la comedia. El boom de dicho género se daría entre finales de los cincuenta y la primera mitad de los sesenta. Dentro de la oleada de cintas de este tipo que se lanzaron durante ese periodo, “Fantasmi a Roma” podría ser considerada como una obra menor, razón por la cual ha sido injustamente dejada de lado. El guión escrito por Ennio Flaiano, Ruggero Maccari,Antonio Pietrangeli y Ettore Scola, se presenta como una comedia fantástica (algo bastante inusual en el cine italiano), con toques surrealistas, lo que convierte a esta película en una curiosa e interesante propuesta.
Esencialmente la película es un cuento de hadas en toda su regla, donde los simpáticos fantasmas son los encargados de desencadenar gran parte de los acontecimientos que suceden durante el transcurso del metraje. Estos fantasmas están comandados por Reginaldo (Marcello Mastroianni), un casanova y un ferviente amante de las mujeres, el cual murió escapando de la casa de una de sus tantas conquistas. Sus compañeros son el Padre Bartolomeo (Tino Buozzelli), un monje cuya glotonería lo llevó a comerse una albóndiga con veneno para ratas; Doña Flora (Sandra Milo), una aristócrata que se lanzó desde un puente por amor; y Poldino (Claudio Catania), un niño de seis años que es el hermano mayor de Don Anibal, el cual falleció por razones desconocidas. Todos tienen una personalidad bastante distintiva, y aunque comparten un cierto cariño por el dueño de casa, también sienten una fascinación por jugarle todo tipo de bromas a todas las personas que se cruzan en su camino.
Y es que el grupo de fantasmas que vive con Don Anibal conforman una verdadera familia, cuyos integrantes son bastante diversos, tanto en edad como en personalidad. Sin embargo, todos comparten la convicción de no querer abandonar el viejo palacio, que pese a estar casi en ruinas se ha convertido en su hogar. Por otro lado, es evidente que Don Anibal está consciente de la presencia de los espectros en su hogar, aún cuando no puede verlos o escucharlos. De todas formas, él entabla conversaciones con ellos, logrando que la gran mayoría de sus conocidos lo consideren algo loco. En este estado de aparente tranquilidad, Reginaldo se divierte persiguiendo mujeres, el Padre Bartolomeo hace lo propio acompañando a Don Anibal, especialmente cuando este visita su restaurante preferido, Doña Flora se dedica a espiar a las parejas que se instalan en el puente en el cual ella se suicidó, y Poldino se preocupa de aprender nuevas cosas, además de ayudar a su amiga mortal en los exámenes del colegio.
Como es de esperarse, los problemas comenzarán cuando Don Anibal muera en un evitable accidente doméstico, dejando el palacio en manos del único familiar vivo que le queda. Federico es un joven sin trabajo conocido, que vive a expensas de su novia, interpretada por la actriz inglesa Belinda Lee. La pareja ve como la oportunidad de su vida la gran oferta monetaria que una compañia está dispuesta a pagar por la vieja mansión. Ante la posibilidad de quedarse sin un lugar donde vivir, los fantasmas comenzarán a urdir distintos planes para evitar dicho acontecimiento. Primero intentan lo obvio, espantar a la pareja del lugar, lo que da como resultado que estos tan solo deseen vender el caserón más rápidamente. Luego intentarán convencer a las autoridades de que el sitio es inseguro para instalar un equipo de construcción. Finalmente intentarán convertir el palacio en un patrimonio cultural, con la ayuda de un neurótico, egocéntrico, y talentoso pintor llamado Giovanni Battista Vilari, apodado “il Caparra” (Vittorio Gassman).
La cinta se apoya bastante en el extraordinario elenco que la conforma, encabezado por un Marcello Mastroianni que ya en ese entonces comenzaba a cimentar su exitosa carrera. Tanto su interpretación como la del resto de los actores raya en lo perfecto. También son destacables las actuaciones de Eduardo De Filippo, todo un veterano en el género de la comedia, y la participación de Vittorio Gassman, un actor sumamente versátil y magnético, más conocido por su participación en “Il Sorpasso” (1962), del director Dino Risi. Además es destacable el trabajo de fotografía de Giuseppe Rotunno, así como también la estupenda banda sonora de Nino Rota, cuya música complementa el tono alegre que caracteriza a esta producción. Lamentablemente, tanto la película como su director parecen haber sido olvidados entre tanta joya salida de Italia entre finales de los cincuenta y gran parte de los setenta. Este sería el séptimo trabajo de Antonio Pietrangeli, un director que murió relativamente joven en un accidente automovilístico, mientras se encontraba filmado la cinta “Come, Quando, Perché” (1969), la cual sería terminada por Valerio Zurlini. Su trabajo más conocido es el film “Il Magnifico Cornuto” (1964), una comedia protagonizada por Claudia Cardinale.
“Fantasmi a Roma” no pretende realizar una crítica social o representar a un grupo de personas en específico. Es más bien una descripción de la Roma esotérica, bien intencionada, reflejando en parte la melancolía de su director y su inclinación hacia las historias fantásticas. De hecho, en ciertos pasajes del relato es distinguible la influencia de Oscar Wilde y su “Fantasma de Canterville”. Se podría decir que la cinta se encuentra atrapada en un lugar entre la comedía clásica italiana y el visionario cine de Federico Fellini, abarcando el tema de la alienación del protagonista, el cual prefiere por vivir con los fantasmas de sus antepasados y sus muebles antiguos, los cuales representan sus queridos recuerdos, antes que afrontar el presente y relacionarse con los vivos. Con una premisa sencilla pero totalmente atrayente, apoyada en la habilidad del elenco participante, en el ritmo ágil que le imprime el director, y la magia que esconde la ciudad de Roma, “Fantasmi a Roma” se presenta como una hora y media de diversión bien aprovechada y como un interesante acercamiento al género fantástico desde el prisma de la comedia.
Mucho antes de que Linda Blair fuera víctima de una posesión demoniaca, e incluso antes de la aparición del terror de la mano de David Cronenberg o del ataque de los zombies de Romero, existió un hombre llamado Herschell Gordon Lewis, el cual paralizaba a las audiencias con sus sangrientas películas de bajo presupuesto y un sello bastante personal. Sus films, inundados de gore, se caracterizaban por presentar las tres D: desfiguramientos, desmembramientos y destripamientos. Lewis era un director que prefería mostrar todo con lujo de detallas, inclinándose por los close-ups en aquellas escenas que implicaban algún tipo de daño físico. La pregunta que queda hacerse es ¿qué clase de hombre podía entregar alegremente un conjunto de atrocidades para intentar estremecer a la audiencia?
Desde 1959 hasta 1972, el escritor, productor y director Herschell Gordon Lewis se dedicó a explorar algunos de los más oscuros géneros cinematográficos, con el fin de crear películas que fueran comercialmente exitosas. Teniendo en cuenta, Lewis se lanzó en búsqueda de alguien que le financiara los proyectos que tenía en mente. Así fue como encontró al productor y distribuidor David F. Friedman. Mientras que Friedman era claramente el encargado del ámbito económico y publicitario en esta sociedad, debido a su experiencia en el mundo circense, Lewis era la mente creativa, cuyo única experiencia como director la había tenido hace algunos años en la televisión. Seria la productora de Friedman, Essanjay Films, la encargada de distribuir el debut como director de Lewis, “The Prime Time” (1960), un drama que también era el debut como actriz de Karen Black.
En la década de los sesenta, cuando la American International Pictures estaba en medio de su exitoso ciclo de adaptaciones de la obra de Edgar Allan Poe, Lewis estaba realizando cintas de sexploitation de bajísimo presupuesto, generalmente situadas en campos nudistas. Cintas como “B-O-I-N-G!” (1963), y “Gordilocks and the Three Bares” (1963), el primer y único musical nudista hasta la fecha, son buenos ejemplos de los trabajos de la primera etapa del director. Pero Lewis no tardaría en querer cambiar el rumbo de sus trabajos, ya que según sus mismas palabras “Solo existe un cierto número de formas en las cuales puedes mostrar a chicas jugando basketball. Así que decidí filmar una clase absolutamente distinta de cintas en Miami”. Confiando en que los esfuerzos que tendían a romper los esquemas conocidos por lo general lograban captar la atención de las audiencias, Lewis se lanzó a filmar su primera y más popular cinta gore.
“Blood Feast” (1963), cinta que relata los esfuerzos de un demente por volver a la vida a una diosa egipcia, robando los órganos de jóvenes y hermosas mujeres, fue destrozada por de la crítica especializada. Comentarios como “Noche amateur en la carnicería” o “Basura nauseabunda de horror clase Z”, eran comunes entre los críticos de la época. Sin embargo, esto logró despertar la curiosidad de los espectadores que repletaron las salas de cine. El mismo Lewis temió por el resultado de su trabajo, ya que consideraba que quizás habían llegado demasiado lejos. Aparentemente, no era el único que pensaba así, ya que en un determinado momento comenzó a circular el rumor de que las autoridades había retirado todas las copias de “Blood Feast”, debido a la extrema violencia que exhibía. La verdad tras este rumor era otra. Stan Kohlberg, uno de los productores de la cinta, intentó tomar las copias y cortar los títulos para poner su nombre y mostrarse como el autor del film. Tristemente, esto lo hizo después de cinco años de haber sido estrenada la cinta, momento para el cual ya era bastante obvio quien había sido su director.
Luego de “Blood Feast”, Lewis inmediatamente comenzó a trabajar en “Two Thousand Maniacs!” (1964), la otra “gran” obra gore del director. Pese a ser un producción bastante más pulida en términos técnicos que la anterior, no estuvo ni cerca de lograr la recaudación que obtuvo “Blood Fest”. Sin embargo, esta si logro ser aceptada por la crítica, algo bastante inusual para una cinta de bajo presupuesto. Por lo general, las producciones de Lewis recibian incluso más críticas por el desempeño del elenco que por su extrema violencia. Y es que el director prefería escoger a sus amigos como protagonistas de sus cintas, que a un grupo de actores profesionales. Esto sucedia por razones presupuestarías, y porque según Lewis: “Algunos de mis amigos pueden tener el mismo talento actoral que una bota, pero siguen siendo más talentosos que algunos actores profesionales”.
“Color Me Blood Red” (1965), es la tercera y última entrada en la llamada “Trilogía sangrienta” de Lewis. Esta cinta ofrece una historia menos ambiciosa (y menos costosa) que la de las dos producciones previas, sin embargo a nivel técnico logra mantenerse por sobre “Blood Feast”. Esta es probablemente la menos imaginativa del ciclo gore de Lewis, en parte porque en esta ocasión opta más por la comedia macabra, en lo que bien podría ser llamada una copia del film “A Bucket of Blood” (1959), de Roger Corman, por lo menos en lo que a temática se refiere. Durante la filmación de la cinta, Lewis y Friedman decidieron dar por terminada su sociedad, aunque no se sabe muy bien cual fue la razón que gatillo dicha decisión. Sin embargo, la separación debe haber sido bastente abrupta porque se rumorea que fue Friedman quien terminó de filmar “Color Me Blood Red”. Tras su ruptura, ninguno de los dos continuaría realizando films gore de inmediato. Mientras que Friedman volvió al género del sexploitation, Lewis probó suerte con una variedad de géneros, teniendo muy poco éxito durante este periodo.
Tal vez la más rescatable de estas producciones, es la cinta “Something Weird” (1967), la cual es una bizarra mezcla que va desde la exploración de la psicología, pasando por el horror sobrenatural, y terminando con un claro mensaje en contra del uso de las drogas (específicamente del LSD). Como es de esperar, presenta efectos especiales bastante básicos, un reparto digno de las películas de Lewis, y una historia que si bien no es del todo coherente, termina siendo disfrutable. Ese mismo año, Lewis volvería al género del horror con la película “A Taste of Blood” (1967) Este es uno de los títulos más inusuales en la filmografía de Lewis, por bastantes razones. Primero, la cinta dura alrededor de dos horas, siendo por lejos la más larga de las producciones del director. Segundo, es la única vez que Lewis hace uso de un monstruo “clásico”, en este caso, el conde Drácula. Y finalmente, la película lo que menos tiene es sangre, siendo la única película de horror de Lewis que evitaría por completo el gore extremo.
Sin duda que el año 1967 sería en extremo productivo para el director. Además de estas dos cintas, filmaría cuatro más, pero solo con “The Gruesome Twosome”, volvería de lleno al gore. La historia de una madre y su hijo, que cierto día deciden que la mejor forma para conseguir el material necesario para fabricar pelucas, es obtenerlo directamente de las cabezas de las personas. Esta película es derechamente una comedia negra, muy en la tradición de “Color Me Blood Red”, con abundante gore y más de alguna escena que raya en el completo absurdo. Durante el resto de la década de los sesenta, Lewis no retornaría al género del horror. En dos años, filmó siete películas más, las cuales en su gran mayoría pertenecen al género del sexploitation, y donde tal vez la más rescatable de sus obras es la cinta “She-Devils on Wheels” (1968), en la cual presenta a una pandilla de motociclistas mujeres, lo cual era bastante inusual para la época.
Para la década del setenta, la actitud de la industria cinematográfica hacia la violencia y el gore en la pantalla grande, había cambiado enormemente desde el bullado estreno de “Blood Fest”. Incluso en cintas como “The Wild Bunch” (1969), de Sam Peckinpah, era común ver grandes cantidades de violencia. Es por esta razón, que cuando se parecía que los días como director de Lewis estaban contados, logró aparecer con las cinta más violenta, gore y bizarra de su filmografía, “The Wizard of Gore” (1970). La película es una especie de comedia granguiñolesca, donde el director privilegia lo visual por sobre el guión. De todas manera, “The Wizard of Gore” se convirtió en la producción más representativa del director, y es tal vez una de sus mejores obras.
Tras tomarse un nuevo receso del género del horror, Lewis volvería con “The Gore Gore Girls”(1972), una suerte de respuesta al mismo “monstruo” que había creado y que no le estaba dejando un espacio en el mercado. Esta cinta es bastante única dentro del repertorio de Lewis. El director siempre había evitado mezclar el gore con escenas de sexo y desnudos, debido a que consideraba esa mezcla demasiado riesgosa incluso para él. Sin embargo, la férrea competencia existente en la industría lo obligó a romper su propio esquema. Además, es la única producción donde opta por ocultar la identidad del asesino (algo bastante típico en los giallos italianos). Finalmente, el humor negro tan común en sus cintas, esta vez no esta limitado solo a las escenas gore. La combinación de humor “enfermo” con gore extremo que existe en esta cinta, es tan potente hoy como en el momento de su estreno. Incluso algunos fans del género del horror han admitido que existen algunos momentos bastante incomodos.
Cansado de la industría, Lewis dejaría de filmar películas para dedicarse al negocio del marketing, y a través de los años se convirtió en una especie de guru del tema, tanto así que escribió más de treinta libros al respecto. A mediados de los setenta, el director vendió los derechos de sus cintas, debido a que no sabía que hacer con ellas, junto con el hecho que quería dejar por completo el negocio del cine. Sin embargo, a finales de los setenta y principios de los ochenta, con la masificación del VHS y el lanzamiento de films como “Dawn of the Dead” (1978) y “Friday the 13th” (1980), el género del gore renació, y junto con ello Herschell Gordon Lewis y su obra se convirtieron en el centro de atención de los adeptos al cine de terror. Este nuevo auge del género, llevó a que a mediados de los ochenta, Lewis conversara con Friedman para realizar una secuela de “Blood Feast”, la cual extrañamente se realizó recién el año 2002, y se tituló “Blood Feast 2: All U Can Eat”. Herschell Gordon Lewis está a años luz de ser uno de los directores más brillantes del cine, e incluso del género del horror. Además es evidente que su cine está dirigido a un grupo determinado de espectadores el cual es bastante minoritario. Sin embargo, sus esfuerzos por crear un cine más “moderno” no pueden ser dejados de lado. Es en gran medida el iniciador de un subgénero y un estilo que terminó influenciando a muchos de los directores dedicados al género del horror en el cine actual.
“Escape From New York” (1981), es un film de ciencia ficción del director John Carpenter, el cual está protagonizado por Kurt Russell, Lee Van Cleef y Donald Pleasence.
Snake Plissken (Kurt Russell), un ex-soldado condenado a cadena perpetua, es enviado a la ciudad de Nueva York, convertida en prisión de máxima seguridad, para salvar al Presidente (Donald Pleasence) que ha sido secuestrado por un grupo de peligrosos convictos encabezados por el Duque (Isaac Hayes).
Luego del escándalo de Watergate ocurrido en la década de los setenta, en el pueblo norteamericano existía la sensación generalizada de que la corrupción no tenía límites, lo que destruyó por completo la imagen del presidente y sus asociados. Aprovechando dicha sensación, Carpenter comenzó a escribir el guión de “Escape From New York”, el cual fue considerado por muchos estudios como demasiado violento, aterrorizador y bastante extraño. La otra fuente de inspiración de Carpenter fue la popular cinta, “Death Wish” (1974), protagonizada por Charles Bronson, en la que un arquitecto decide vengar violentamente el asesinato de su esposa. Si bien Carpenter no estaba de acuerdo con la idea de alguien tomando la justicia en sus propias manos, si se sentía atraído por la noción de retratar a la ciudad de Nueva York como una especie de jungla de asfalto, la cual se mostraba como el escenario perfecto para desarrollar una historia de ciencia ficción.
El principal problema de Carpenter es que luego de dirigir “Dark Star” (1976), nadie quería contratarlo como director. Por esta razón no le quedó más alternativa que posponer el proyecto de “Escape From New York”, para dedicarse a filmar otras películas. Sería tras el éxito logrado con la cinta “Halloween” (1978), que la productora Avco-Embassy lo contrataría junto con la productora Debra Hill para filmar dos películas. La primera de estas cintas sería “The Fog” (1980). Aunque inicialmente la segunda sería “The Philadelphia Experiment” (la cual fue filmada en 1984 por Stewart Raffill), Carpenter se negó a llevarla a cabo por los problemas que experimentó durante el proceso de confección del guión, hecho que aprovechó para retomar el proyecto que había abandonado algunos años antes. Con el fin de pulir el guión e integrar algo de humor a la trama, Carpenter llamó a Nick Castle, un amigo de sus días como estudiante de la Universidad del Sur de California. Castle sería el responsable de la creación del personaje de Cabbie (interpretado por Ernest Borgnine), además de ser quien escribió el final de la historia.
Sabiendo que filmar en Nueva York elevaría demasiado los costos de producción, Barry Bernardi, el productor asociado, se dedicó a recorrer el país con el fin de encontrar “la ciudad más decadente de Norteamérica”. Fue así como Bernardi propuso la ciudad de St. Louis, Illinois, debido a que presentaba una gran cantidad de edificios antiguos, además de contar con todo un vecindario quemado por un gran incendio ocurrido varios años atrás, lo que a todas luces parecía ser el escenario perfecto para representar a una ciudad de Nueva York decadente y en ruinas. Carpenter por su parte, logró obtener un permiso para filmar en Liberty Island, algo completamente inédito en la historia del cine. Debido a que la ciudad/prisión tenía una apariencia desoladora, donde las únicas luces eran aquellas que provenían de las fogatas, Carpenter se encargó de dotar a la policía de un look altamente tecnológico, donde las luces de neón son absolutamente predominantes. Como dato curioso, algunas de las pinturas utilizadas como escenarios fueron facilitadas por James Cameron, quien en aquel entonces era un artista de efectos especiales en la empresa de Roger Corman, New World Pictures.
A tan solo unos minutos de comenzada la película, se puede apreciar que bajo lo que parece ser una cinta futurista con elementos propios del cine de aventura, se esconde un verdadero spaghetti western posmoderno. Al igual que los escenarios en los que suelen desarrollarse las historias del spaghetti, Nueva York es retratado como un lugar sumido en la más completa destrucción, donde conviven todo tipo de personajes peligrosos, y donde predomina la ley del más fuerte. De la misma forma, prácticamente ninguno de los personajes que participan en el film parecieran regirse por valores positivos o por algún tipo de código ético, lo que de inmediato convierte al protagonista en un antihéroe en toda su regla. Sin embargo, quizás la referencia más notoria al subgénero cinematográfico nacido en Italia, es la participación de Lee Van Cleef, todo un icono del spaghetti, recordado por sus papeles en dos de las cintas que componen la famosa “trilogía del dólar” de Sergio Leone.
Es este el escenario que Carpenter escoge para efectuar su crítica al poder y a los estados represores. En este futuro distópico, a la ley poco le importan los derechos de aquellos desdichados cuya sentencia indica una estadía permanente en Nueva York. Es así como los más débiles quedan a merced de los más fuertes y peligrosos, cosa que en verdad a nadie le preocupa. Esto llega a tal punto, que incluso la vida del presidente parece ser desechable. Como si se tratara de un reo más, el gobierno está dispuesto a sacrificarlo junto al resto de la población penal, ya que al rescatarlo pierde todo su valor. “El mundo está tan podrido como los habitantes de la prisión”, pareciera ser el mensaje que Carpenter intenta entregar con esta cinta. Por otro lado, en una escena con tintes proféticos en la cual los terroristas estrellan el avión presidencial contra las Torres Gemelas, las que en aquel entonces representaban al poder económico, el director deja patente su crítica hacia el capitalismo reinante en la nación del norte, el cual según Carpenter solo busca el enriquecimiento de los más acomodados mediante la explotación de los más desposeídos.
Si bien la película presenta un guión con una interesante premisa argumental, ha adquirido el estatus de film de culto en gran medida gracias a su protagonista, el incomparable Snake Plissken. Él es el alma y el motor de la cinta. Como mencioné anteriormente, él es un antihéroe en toda su regla; es un hombre cínico, individualista, desconfiado, resolutivo, y por sobretodo capaz de realizar cualquier cosa con tal de obtener algún beneficio, sin importarle como esto afecte a quienes lo rodean. Esto queda ejemplificado en una polémica escena en la cual Plissken es testigo de la violación de una mujer a la cual decide no socorrer, solo porque cree que no es asunto suyo. Pero más allá de su personalidad, lo que lo ha convertido en un personaje icónico es el estatus de leyenda viviente que se le otorga durante el transcurso del film. Desde un comienzo se establece que su fama traspasa los muros de la impenetrable prisión, lo que provoca que tanto los miembros del cuerpo de policía como los presidiarios demuestren sin tapujos la admiración que sienten por este implacable mercenario.
En lo que a las actuaciones se refiere, en general son bastante buenas. Kurt Russell interpreta de manera espectacular al que sin duda es su personaje más reconocido. Curiosamente, Russell no era la primera opción para interpretar a Plissken. La Avco-Embassy Pictures se había inclinado por Charles Bronson o Tommy Lee Jones para el papel protagónico. Sin embargo, Carpenter consideró que Russell, quien estaba intentado quitarse la imagen de actor cómico que había adquirido gracias a su participación en varias de las producciones de la Disney, era la mejor opción para interpretar al llamativo protagonista. Por otro lado, cabe destacar el excelente diseño de producción de Joe Alves, el correcto trabajo de fotografía de Dean Cundey, y la minimalista pero efectiva banda sonora compuesta por el mismo Carpenter. Son muchas las razones que han elevado a “Escape From New York” al estatus de film de culto, pero la principal es que se trata de un relato sumamente interesante y entretenido, cuyo protagonista presenta un magnetismo que ha provocado que sea nombrado como uno de los antihéroes más importantes del cine de ciencia ficción.
Desde hace años, Ennio Morricone se levanta a las cinco de la mañana, comienza a escribir partituras a las ocho, y así permanece todo el día encerrado en el estudio de su mansión romano. Es así que ha escrito más de 500 bandas sonoras para el cine y la televisión (llegando en su mejor época a escribir más de veinte partituras al mes), gracias a lo cual puede jactarse de ser conocido por más de una generación de amantes del cine y de la música en general. Pese a ser conocido como uno de los músicos más innovadores de la historia del cine, Morricone no se ha salvado de las críticas de los más puristas, que de todas formas no pueden negarle su capacidad para aunar cantidad y calidad.
Ennio Morricone nació el 10 de noviembre de 1928, en la ciudad de Roma. Hijo de un trompetista y una ama de casa, Ennio fue el mayor de cinco hermanos. Su familia, de clase media y afincada en el barrio del Trastavere, vivió durante muchos tiempo sin penurias, aunque tampoco con lujos, únicamente con el sueldo del padre, hasta que la madre probó fortuna trabajando en una tienda de ropa. Curiosamente, en la escuela donde él estudio también era alumno Sergio Leone, quien años más tarde se convertiría en realizador y con quien trabajaría en la famosa “trilogía del dolar”. A los diez años, y tras participar en la orquestina aficionada de Constantino Ferri, Morricone se matriculó en el conservatorio de Santa Cecilia para estudiar trompeta, donde tres años más tarde sería escogido para formar parte de la orquesta de la institución.
En 1943, impresionado por los dotes artísticos del joven Morricone, el profesor Roberto Caggiano lo animó a iniciar su formación en la composición de música. Tiempo después, el director Alberto Flamini lo escogería como segunda trompeta para su orquestina, en la que doblaba las líneas del primer trompeta, que no era otro que su propio padre, Mario Morricone. Fue gracias a esta formación que Ennio se acostumbró a los escenarios profesionales, tocando en diversos hoteles de Roma para las tropas americanas establecidas en territorio italiano al término de la Segunda Guerra Mundial. Después de obtener el título de trompetista, inició su carrera como compositor, dedicándose particularmente a la música vocal y de cámara. Durante la década del cincuenta completaría su formación compositiva y en 1955 comenzaría a arreglar música para películas, actividad que interrumpió por su servicio militar.
En 1958 aceptaría un empleo como asistente de dirección para la RAI, trabajo que abandonó tras un solo día de trabajo. Tras esto, Morricone optaría por matricularse en un seminario impartido por el músico vanguardista, John Cage, en el instituto Internationales Musikinstitut Darmstadt. Sería en el año 1961, que Morricone se incorporaría al mundo del cine, cuando compuso la banda sonora de la cinta “Il Federale”, de Luciano Salce. Tras este trabajo, Morricone se dedicaría a componer la música de un buen número de pequeñas comedias italianas sin mayor resonancia. A principios de los sesenta también trabajaría con el director Lucio Fulci, cuando este aún se dedicaba a filmar películas serie Z. Sin embargo, sería durante este periodo que Morricone tendría la oportunidad de colaborar con Bernardo Bertolucci, uno de los grandes directores del cine italiano, en la cinta “Prima della revolzione” (1964).
Ese mismo año, Morricone trabajaría por primera vez con el director Sergio Leone, en la cinta “Per un pugno di dollari” (1964), bajo el seudónimo de Dan Savio, integrándose de lleno en el mundo del western o más especificamente del spaghetti western. Pese a no ser su primera incursión dentro del género, sería este el trabajo que le daría la tan ansiada fama; la pegadiza melodía de la cinta le reportó una inmensa popularidad y un montón de nuevos encargos de directores como Pier Paolo Pasolini y Giulo Pontecorvo, entre otros. Utilizando marchas como base, a lo cual agregaba sonidos reciclados de objetos cotidianos, sílbidos, armónica y guitarra, Morricone reinventa y actualiza esta música, la cual utilizaría en múltiples cintas del género entre las que se encuentran: “For a Few Dollars More” (1965), “The Good, The Bad, and The Ugly” (1966) y “Once Upon A Time in the West” (1968), del mismo Leone; “Navajo Joe” (1966) y “Revenge of a Gunfighter” (1968), de Sergio Corbucci; y “The Big Gundown” (1966), de Sergio Sollima, entre muchas otras.
Una vez terminada esta loca fiebre de los spaghetti western (género en ocho años creció gracias a los más de 500 títulos rodados en España y Italia), en 1973 surge un subgénero basado en la autoparodia, donde los actores Terence Hill y Bud Spencer surgen como sus principales figuras. Aquí nuevamente aparecería Morricone marcarando las pautas de lo que serían las bandas sonoras de dicho subgénero, caracterizadas por contener marchas burlescas y líricos temas de amor. Buenos ejemplos de esto, son sus trabajos en las cintas: “My Name is Nobody” (1973), “A Genius, Two Friends, and an Idiot” (1975), y “Life is Tough, Eh Providence” (1972). Aunque la mayoría de las obras de Morricone durante las décadas del sesenta y setenta fueron compuestas para el género del western y sus variantes, también se dio el tiempo para incursionar en todos los géneros cinematográficos que reinanban en la época dorada del cine italiano.
A mediados de los sesenta y durante una buena parte de la década de los setenta, Italia se mantenía continuamente en vilo con los atentados de las Brigadas Rojas, el accionar de la Mafia, y la galopante corrupción política y judicial. Esto sería aprovechado por un grupo de arriesgados directores dispuestos a volcarse en un cine que reflejara la preocupación reinante, mediante una intensa crítica social. Morricone concidía con ellos tanto en las ideas políticas de izquierda como en su visión creativa acerca de la perfecta fusión entre imagen y sonido. De este periodo, sobresalen sus colaboraciones con el director Elio Petri en las cintas: “Investigation of a Citizen Above Suspicion” (1970) y “The Working Class Goes To Heaven” (1971); con Bernardo Bertulucci en “Novecento” (1976); con Mauro Bologni en “L´Eredita Ferramonti” (1976); con Giulo Pontecorvo en “The Battle of Algiers” (1966); con Pier Paolo Passolini en “Teorema” (1968) y “Salo, or the 120 Days of Sodom” (1975); y con Giuliano Montaldo en “Sacco e Vanzetti” (1973), “Giordano Bruno” (1973), y en la miniserie “Marco Polo” (1982).
A finales de los sesenta y principios de los setenta, Morricone encontraría otro nicho en el cual desplegar su talento; el del género fantástico y el del terror italiano, más conocido como giallo, que obtuvo una gran resonancia a nivel internacional debido a sus excesos de sangre, tenebrosos ambientes, latente sexualidad y misteriosos desenlaces. Su primer acercamiento al fantástico lo tendría el año 1968, cuando compuso la banda sonora de la cinta “Danger: Diabolik”, del director Mario Bava. El gran saltó al interior del género del horror, lo daría de la mano del director Dario Argento, con quien colaboraría en su famosa “trilogía animal” compuesta por las cintas: “The Bird With The Crystal Plumage” (1970), “Cat o´Nine Tails” (1971) y “Four Flies On Grey Velvet” (1971). Estas bandas sonoras se carecterizan por fusionar melodías malsanas en formas de canciones infantiles, sonidos atonales, y la utilización de todo clase de sonidos guturales. Sería gracias a la formación entregada por el “Gruppo Internazionale di Improvvisazione”, al cual Morricone perteneció durante la década de los sesenta, que este revolucionaría el cine de horror, experimentando nuevos sonidos disonantes, utilizando toda clase de instrumentos. Sería tal el éxito musical de estos tres films, que pronto Morricone sería llamado a participar en muchas de las cintas de este subgénero, sobresaliendo sus composiciones para los films: “What Have They Done To Solange” (1972), “Black Belly of the Tarantula” (1971), y “Dias De Angustia” (1970), entre otras.
El cine policiaco sería otro de los tantos géneros en los cuales incursionaria Morricone con su música, el cual le daría la posibilidad de trabajar en Francia junto al director Henri Verneuil. La primera vez que trabajaron juntos fue en el western, “Guns for San Sebastian” (1968), tras lo cual el director francés quedó tan impresionado con el trabajo de Morricone, que no tardó en invitarlo a participar de sus conocidos thriller policíacos. De sus trabajos en Francia, nacerían bandas sonoras con temas centrales pegadizos y toques más modernos, como por ejemplo las de las cintas: “The Sicilian Clan” (1969), “The Serpent” (1973), y “The Professional” (1981). Por su parte, en Italia parece optar por utilizar un estilo más minimalista donde repite los mismo sonidos hasta el cansancio, siendo algunos ejemplos la música de los films: “Cittá Violenta” (1970), y “Violenza: Quinto potere” (1972). Para sus incursiones posteriores en el cine policíaco norteamericano durante los ochenta, Morricone reorganiza su percusión italiana, mejora la melodía, y ofrece un trabajo más compacto en la utilización de la orquesta sinfónica, como lo demuestra su trabajo en las películas: “The Untouchables” (1983), por la cual obtuvo su tercera nominación al Oscar, y “Once Upon A Time In America” (1984), cinta que reuniría por última vez a Morricone con Sergio Leone.
Sería en el año 1975, que Morricone aterrizaría en Hollywood para componer la música de la cinta “The Human Factor”, del director Edward Dmytruk. Luego, crearía las bandas sonoras de: “Exorcist 2: The Heretic" (1977), “Orca” (1977), una de las tantas imitaciones de “Jaws” (1975) que sería lanzadas en los setenta y ochenta, además de la música de la miniserie “Holocaust” (1978), y la de la cinta de Terence Malick, “Days of Heaven” (1978), por la cual recibió su primera nominación al Oscar. Aunque en los ochenta redujo su producción para el cine, debido a que se convirtió en miembro del Consejo de Administración de la asociación Nuova Consonanza, dedicada a la música contemporánea, se dió el tiempo para trabajar tanto en Europa como en norteamérica. Entre sus trabajos de la época, además de los mencionados anteriormente, se encuentra la descartada banda sonora de “The Thing” (1982), del director John Carpenter; la música de “Red Sonja” (1985); “The Mission” (1986), por la que consiguió otra nominación al Oscar, y la cual es considerada como el mayor de sus logros en el campo de la música religiosa y a nivel comercial; y la inolvidable música de “Cinema Paradiso” (1989), del director Giussepe Tornatore, cinta en la cual trabajó junto a su hijo Andrea, responsable de la canción, “Love Theme”.
En la década del noventa, obtendría su cuarta nominación al Oscar por su trabajo en la cinta “Bugsy” (1991). El resto de las bandas sonoras que Morricone compone durante este periodo son en su mayoría correctas, sin ser particularmente espectaculares. El 2000 haría la música de su última película en Hollywood; “Mission to Mars”, del director Brian de Palma, tras lo cual volvería a radicarse en Italia, asegurando que jamás volvería a trabajar a los Estados Unidos. Al año siguiente recibiría su quinta nominación al Oscar por la cinta “Malena” (2000). Sería recién en el año 2007, que Ennio Morricone recibiría la estatuilla por parte de la Academía, en reconocimiento a su inmensa carrera. Morricone, que sigue trabajando a un ritmo inusitado para un hombre de su edad, ha sido siemre un personaje de trato dificil, seco y hostil con la prensa. Asegura no entender el éxito de su música, el cual atribuye a la claridad de la temática y a la simplicidad armónica de muchas de sus composiciones. Sea por el hecho que sea, Morricone es un genio, el cual es responsable de muchas de las bandas sonoras que nos han acompañado por años, estancándose en nuestra memoria, y convirtiéndose en un protagonista más de las películas en las cuales son utilizadas.