jueves, 26 de enero de 2012

Bring Me the Head of Alfredo García: Boleto directo al infierno.

“Bring Me The Head of Alfredo Garcia” (1974), es un thriller/drama del director Sam Peckinpah, el cual está protagonizado por Warren Oates e Isela Vega.

Bennie (Warren Oates), un pianista norteamericano y Elita (Isela Vega), su novia prostituta, se embarcan en un viaje por México para encontrar la cabeza de un hombre por la cual existe una suculenta recompensa que puede cambiar sus vidas para siempre.

Contrario a lo que se podría pensar, durante toda su carrera el siempre controversial director Sam Peckinpah mostró una marcada aversión hacia el género del western, en especial a los que presentaban a la venganza como un elemento primordial del relato. Era tal su odio por el género, que en una entrevista declaró que él jamás había filmado un western, sino que había realizado un montón de películas que presentaban hombres montados sobre un caballo. Tras evadir este tipo de historias durante años, a principios de los setenta, Peckinpah se decide a filmar un western contemporáneo con influencias shakesperianas, donde gran parte de los personajes están motivados por un incombustible deseo de venganza. El guión de “Bring Me the Head of Alfredo Garcia” nacería del relato que Frank Kowalski le presentó al director en 1969, que consistía en la historia de un acaudalado y poderoso tirano el cual ofrecía una suculenta recompensa por la cabeza del hombre que ha dejado embarazada a su hija adolescente. Durante tres años, Peckinpah junto a Gordon Dawson le darían forma a un guión inclinado hacia la tragedia, y que pasaría a ser la base de una de las películas más violentas del director.

Rodar la película no sería simple. Tras el fracaso de la cinta “Pat Garret and Billy the Kid” (1973), la cual fue editada sin la autorización del director por los ejecutivos de la MGM, Peckinpah decidió refugiarse en México donde sabía que podría realizar un film violento y cruel sin que nadie se entrometiera en sus decisiones. Lamentablemente, para ese entonces el comportamiento del realizador ya era bastante errático. Según el guionista Gordon Dawson, Peckinpah se mostró indiferente y falto de confianza durante todo el rodaje, lo que se terminaría reflejando en la fotografía de la cinta, la cual expresa la apatía que estaba experimentando el director. Para empeorar la situación, este último comenzó a tener una serie de problemas su pareja, y otros generados por el abuso de fármacos y sustancias como la cocaína, todo esto bajo el amparo de doctores de dudosa reputación. Cabe mencionar que sería Warren Oates, quien obtendría el rol protagónico del film tras los fallidos intentos del director por contratar a Peter Falk y James Coburn, quien introduciría a Peckinpah al uso de la cocaína, la cual seguiría utilizando de forma recurrente durante los años venideros.

Como ya había mencionado anteriormente, el detonante de la serie de acontecimientos que terminaran en la muerte y el sufrimiento de una serie de personajes es la venganza, pero no la del protagonista, sino que la de un capo de la mafia quién le ha puesto precio a la cabeza del hombre que se atrevió a dejar embarazada a su hija para luego huir. Debido al interés que genera dicha recompensa, es que una serie de criminales comienzan a recorrer México para dar con el odiado galán. Es en esta búsqueda que un par de asesinos (Robert Webber y Gig Young) se topan con Bennie, un pianista venido a menos que terminará convirtiéndose en un verdadero antihéroe, que dice saber el paradero de Alfredo García. Si bien los asesinos le ofrecen un pequeño porcentaje de la recompensa (cosa que Bennie desconoce), la propuesta para él se presenta como su boleto de salida de la podredumbre en la que está inmerso. Es por esto que junto a su novia Elita, la cual no solo sabe el paradero de Alfredo, sino que además tuvo una relación en el pasado con él, decide emprender camino hacia el interior de México, sin imaginarse la serie de problemas que deberá enfrentar para dar con su tan ansiado botín.

Criminales de poca monta, motociclistas abusadores y familiares enfadados, serán parte de los personajes que se interpondrán en el camino de Bennie y Elita, cuya relación es fuertemente estudiada durante el transcurso de la cinta. Ambos son personajes dañados, lo que los ha llevado a refugiarse el uno en el otro. Durante gran parte del film, es apreciable como Elita se convierte en la fuente de humanidad de Bennie, influyendo poderosamente en la emocionalidad de su pareja, quien tras un altercado con unos motociclistas que intentan violar a su novia, comienza a mutar, dándose cuenta de lo mucho que disfruta la violencia y de cómo esta pasa a convertirse en el único camino que lo llevará a descubrir su verdadera identidad. Por otro lado, la misma escena de la “cuasi violación” sirve para establecer que Elita toda su vida ha estado sometida al abuso por parte de los hombres, siendo Bennie el único que ha sido capaz de tratarla con algo de respeto, lo que a fin de cuentas es todo lo que ella necesita para ser feliz. Eventualmente, y por razones en las que no es necesario ahondar, la venganza del poderoso criminal mexicano deja de ser importante, y se le otorga un lugar primordial en la trama a la cruzada de venganza llevada a cabo por el protagonista en compañía de la cabeza de Alfredo García.

Es en este punto donde el film adquiere tintes surrealistas. Bennie entabla una relación casi de complicidad con la cabeza del buscado hombre, llegando a protegerla por momentos por algo que va más allá de la simple recompensa, y que podría ser considerada como un distorsionado sentimiento de amistad. Y es que en el fondo, ambos hombres presentan una serie de similitudes que los llevarán a unirse aún después de la muerte; ambos amaron a la misma mujer, son destruidos por el mismo personaje de clase alta, y finalmente ninguno de los dos pidió sufrir las miserias que les tocó vivir. Independiente de la brutalidad, el gran número de víctimas, y el número no menor de situaciones misóginas que presenta la cinta, en el fondo esta no es más que un relato que expresa el poder redentor del amor, y el precio que se debe pagar cuando se sacrifica el amor en pos de algún tipo de ganancia monetaria. Más allá de los aspectos narrativos de la cinta, es destacable el trabajo actoral de Warren Oates y Isela Vega, quienes además de exhibir una gran química, logran que el espectador empatice con sus conflictos y con su forma de ver la vida. Lo que es aún más importante, es que a través de los diálogos que el personaje de Oates mantiene con la cabeza de García, este logra que el espectador sienta que en parte conoce al personaje, pese a que en verdad nunca llegamos a verlo con vida.

Por otro lado, también resulta destacable el trabajo de fotografía de Alex Phillips, y la banda sonora compuesta por Jerry Fielding, quienes en conjunto logran construir una atmósfera pesimista, la cual acompaña durante todo el relato a un protagonista que sabe que se ha metido a un callejón sin salida, cuyo destino final no es más que su autodestrucción. “Bring Me The Head of Alfredo Garcia” es una película que presenta varias capas de profundidad, aunque en principio no lo parezca. Al momento de su estreno, fue fuertemente criticada en el circuito norteamericano, convirtiéndose en otro fracaso de taquilla dentro de la filmografía de Sam Peckinpah. Sin embargo, este film hoy es visto desde un prisma diferente. “Bring Me The Head of Alfredo Garcia” no solo es la muestra tangible de que el director logró con éxito mutar el western clásico que el tanto repudiaba en algo completamente distinto y contemporáneo, sino que además es la prueba de que para Peckinpah la violencia no es un elemento cuyo objetivo es llamar la atención, sino que es un medio para transmitir un mensaje mucho más profundo. En definitiva, estamos ante una verdadera joya cinematográfica que sigue conservando su poder de impresionar y encantar al espectador por partes iguales, invitándolo a participar en un viaje sin retorno al infierno.

por Fantomas.

jueves, 19 de enero de 2012

Gorky Park: Asesinato en el corazón de la Unión Soviética.

“Gorky Park” (1983), es un thriller del director Michael Apted, el cual está protagonizado por William Hurt, Lee Marvin, y Joanna Pacula.

Cuando se descubre un triple homicidio en las inmediaciones del Parque Gorky de Moscú, Arkady Renko (William Hurt), investigador de la milicia soviética, será el encargado de resolver un crimen cuyas ramificaciones pueden terminar conduciéndolo a su propia muerte.

En 1981, el escritor Martin Cruz Smith lanzaría su tercera novela titulada “Gorky Park”, la cual recibiría algunos premios y se convertiría en un bestseller. Viendo el potencial cinematográfico que poseía el relato, los productores Bob Larson y Hawk Koch compraron los derechos de la novela, contrataron al director Michael Apted, y le encargaron la confección del guión a Dennis Potter, quien terminaría recibiendo el premio Edgar Allan Poe por su trabajo en este film. Por otro lado, la elección del elenco no sería sencilla. Para el papel protagónico se pensó primero en Dustin Hoffman y Robert Redford antes de que el director optara por William Hurt. Algo similar sucedió a la hora de seleccionar al actor que interpretaría al empresario norteamericano Jack Osborne. El veterano actor Burt Lancaster ya había sido contratado para interpretar dicho papel, pero debido a problemas de salud tuvo que ser reemplazado por el también experimentado Lee Marvin. Finalmente, a la hora de escoger las locaciones para el rodaje, a causa de la Guerra Fría el director y su equipo de filmación debieron trasladarse a Helsinki, ya que dicha ciudad presentaba una arquitectura similar a la que se podía encontrar en Moscú.

Como había mencionado anteriormente, el film se desarrolla en Moscú en plena época de la Guerra Fría, donde el régimen soviético constantemente amenazaba con oprimir a los integrantes de una sociedad que distaba de ser igualitaria. Es en este ambiente tenso, que se descubren tres cuerpos enterrados en la nieve en el famoso parque Gorky. Como si el hecho no fuese lo suficientemente macabro por sí solo, dichos cuerpos han sido desprovistos de sus rostros y sus huellas digitales, en un obvio intento por ocultar sus identidades. Es con este escenario que se encuentra Arkady Renko, un integrante de la milicia o policía soviética, cuyo record de casos resueltos es tan famoso como sus rencillas con los integrantes de la temida KGB. Desde el inicio de la cinta, se ve como los problemas de Renko con la KGB no solo se limitan a una diferencia en los métodos de investigación, sino que resulta evidente que estos últimos en más de una ocasión han intervenido ciertas investigaciones para cubrir los crímenes que realizan en nombre del régimen comunista.

Precisamente, la corrupción es uno de los temas centrales del film. Renko es un policía honesto con un gran manejo de las políticas soviéticas, lo que le permite conservarse con vida en un ambiente convulsionado por una amalgama de conflictos sociales y políticos. El protagonista es un fiel representante del obrero promedio, quien en su búsqueda por retener lo que le queda de libertad, está dispuesto a seguir ideologías que atentan contra sus principios y su propia seguridad. A diferencia del típico retrato del policía norteamericano renegado tan común en el cine hollywoodense, Renko rompe las normas pero dentro de ciertos márgenes que sabe que no le es conveniente cruzar. Esto se debe básicamente a que él no solo se juega una simple suspensión o una reprimenda de su capitán, sino que está en riesgo su vida. La política y la justicia no van siempre de la mano, y eso es precisamente lo que sucede en este caso. ¿Cómo llevar a cabo una investigación en la que está en juego algo más que la simple captura del criminal o los criminales? Ese es uno de los dilemas que plantea la cinta, y en los que se concentra gran parte del suspenso de la misma.

En esencia, “Gorky Park” es un film de misterio, un clásico “Whodunit” donde la identidad del asesino no es revelada hasta bien entrada la segunda mitad del relato. Sin embargo, más importante que la identidad del criminal (la cual a decir verdad, resulta bastante evidente), son los motivos que este tuvo para llevar a cabo tan horrendo crimen. De la misma forma, se juega con el grado de compromiso en los asesinatos que tiene Irina Asanova (Joanna Pacula), una joven siberiana cuyo mayor deseo es escapar de la Unión Soviética y que parece saber más de lo que aparenta. Una pieza importante en todo este rompecabezas policíaco es Jack Osbourne (Lee Marvin), un acaudalado empresario norteamericano de moral dudosa, cuyas conexiones con el gobierno soviético y con el de su país lo convierten en un personaje peligroso. Como es de esperarse, eventualmente otros personajes se involucraran en esta trama de intriga y traiciones, como por ejemplo el personaje interpretado por Brian Dennehy, cuyo papel dentro la investigación será revelado en la primera mitad de la cinta.

En el ámbito de las actuaciones, la totalidad del elenco realiza un estupendo trabajo. Sin embargo, es William Hurt quien se destaca en una historia que no busca retratarlo como el típico héroe norteamericano. Renko es un personaje imperfecto, cuya vinculación con su trabajo llega a tal punto, que se muestra como una persona sumamente fría por momentos, cuya máxima parece ser que el fin justifica los medios. Como aparece mencionado anteriormente, el protagonista sabe que la única forma de conservar su libertad, de liberarse de la opresión a la que lo somete su gobierno, es destacándose en su trabajo, lo que lo lleva a volcar sus sentimientos de lleno en la investigación. Por otro lado, resulta destacable el trabajo de fotografía de Ralf D. Bode, y la banda sonora compuesta por James Horner, quienes en conjunto logran construir una atmósfera opresiva y pesimista, donde prima un sentimiento de constante paranoia. En una sociedad envuelta en la corrupción, donde los agentes de la KGB se esconden dentro de la población civil, nadie puede confiar en nadie. Las repercusiones que tiene el exceso de confianza y la inocencia en un ambiente así, son exploradas durante todo el transcurso de la historia, dotando al relato de un suspenso tangible y constante.

Más allá de la trama policíaca que forma el corazón del relato, “Gorky Park” retrata de manera fiel la realidad existente en la Unión Soviética en la década de los ochenta. Lo importante es que en ningún momento se condena al comunismo, sino que se hace hincapié en el hecho de que independiente de las ideologías políticas de cada uno, es la persona en sí la que tiene la capacidad de corromperse si es que la oferta es lo suficientemente atractiva. Apted mantiene un ritmo narrativo adecuado durante las casi dos horas de metraje, logrando equilibrar de buena forma el seguimiento del procedimiento policial, con un interesante estudio de los personajes involucrados. Probablemente lo más reprochable del film, sea el hecho de que pese a que casi todos los personajes son rusos, ninguno tiene el acento distintivo. En definitiva, “Gorky Park” es una cinta entretenida, que ha soportado bien el paso del tiempo, erigiéndose como algo más que una simple cápsula audiovisual de un periodo determinado.

por Fantomas.

miércoles, 18 de enero de 2012

Especial: Hitchcock y Herrmann, del amor al odio hay solo un paso.

Durante su periodo norteamericano, el director Alfred Hitchcock colaboró con destacados compositores en la realización de sus largometrajes, los cuales en su mayoría lograron transmitir el sentido de urgencia y la agitación propia de los dilemas hitcockianos. Sin embargo, sería en compañía de Bernard Herrmann que el director lograría sus mayores éxitos comerciales y artísticos. Desde su primera colaboración en el film “The Trouble With Harry” (1955), hasta su divorcio artístico en la cinta “Torn Curtain” (1966), Hitchcock y Herrmann demostraron ser el complemento perfecto durante casi una década. Sin embargo, ambos hombres eran poseedores de un carácter fuerte, lo que en ocasiones dificultó su relación. A continuación, repasaremos parte su historia juntos. Cuando Hitchcock se encontraba completando la cinta “To Catch a Thief” (1955), ya se encontraba preparando su siguiente film, una comedia titulada “The Trouble With Harry”, con lo que el director pretendía diversificar un poco el espectro de sus trabajos. Debido a que el compositor Lyn Murray se encontraba ocupado terminando la banda sonora de “To Catch a Thief”, este le sugirió a Hitchcock que hablara con su amigo Bernard Herrmann para que compusiera la música de su próximo proyecto.

Pese a que el director ya se había topado con Herrmann algunos años antes, nunca había tenido la oportunidad de cimentar una relación laboral con el músico, por lo que la idea le pareció atractiva. Sin embargo, Herrmann no tenía mayor interés de componer la banda sonora de una comedía. Eventualmente, la idea de trabajar en un estudio distinto a la 20th Century Fox, llamó la atención del compositor, por lo que terminó aceptando la propuesta de Hitchcock. Conocido por ser un perfeccionista, Herrmann no tardó en tener varios problemas con los miembros de la orquesta de los estudios Paramount, a quien acusó de ser poco profesionales. Por otro lado, su primera impresión de Hitchcock tampoco sería muy favorable. Una vez que terminó la primera sesión de grabación, se acercó a Lyn Murray y le dijo: “Él podrá ser amigo tuyo, pero es un imbécil”. Pese a lo brusca de su introducción, este sería el inicio de una de las colaboraciones artísticas más exitosas de Hollywood. Para el film, Herrmann compondría música original, y reutilizaría algunos pasajes de un grupo de composiciones utilizadas anteriormente por él para una serie radial de la CBS.

Hitchcock quedó encantado con el trabajo de Herrmann, al punto que frecuentemente recordaría la banda sonora de “The Trouble With Harry”, como una de sus favoritas. Para el director, Herrmann había capturado su macabro sentido del humor y la dulce inocencia de la Norteamérica rural. Pese a que ambos hombres eran conocidos por ser temperamentales, perfeccionistas, y tendientes a experimentar explosiones de ira que se intercalaban con periodos de profunda depresión, terminaron formando un fuerte lazo personal basado en el respeto y la mutua admiración. El habitualmente solitario Hitchcock, comenzaría a invitar a Herrmann y a su esposa Lucy, a pasar los fines de semana en su casa en Bel Air. Ambos pasarían largas horas conversando en la cocina, mientras el director se dedicaba a cocinar. El compositor logró comprender la compleja personalidad de Hitchcock, gracias a lo cual pudo expresar musicalmente lo que pensaba el director con respecto a sus obras, siendo en gran medida la receta de su éxito.

Para su segunda película juntos, Hitchcock quiso revisitar una de sus primeras obras, “The Man Who Knew Too Much” (1938). Pese a que el director estaba satisfecho con el film original, pensaba que no era más que “el trabajo de un talentoso aficionado”. Como ahora contaba con una mayor de recursos, cortesía de la Paramount, a Hitchcock le pareció lógico realizar una nueva versión del relato. La versión de 1956 de “The Man Who Knew Too Much” es superior a la original en casi todos los aspectos. El director le pidió a Herrmann que compusiera una pieza original para la secuencia que iba a ser filmada en el Royal Albert Hall de Londres, junto con la Orquesta Sinfónica de Londres. Sin embargo, Herrmann optó por tributar la obra del afamado compositor Arthur Benjamin. A raíz de esto y con el objetivo de alargar la secuencia, la Paramount le pidió al mismísimo Benjamin que escribiera un minuto y 20 segundos más de música, para completar su ya conocida y celebrada pieza. Debido a que Hitchcock deseaba imprimirle un mayor realismo a la escena, le pidió a Herrmann que apareciera en el podio y condujera a la orquesta mientras esta tocaba la climática cantata de Benjamin. Fue tal el fiato de Herrmann con los miembros de la Sinfónica, que al final del rodaje le regalaron un volumen de su historia con la dedicatoria: “Para Bernard Herrmann, el hombre que sabe demasiado”. Como era de esperarse, la película fue todo un éxito, augurando que esta no sería la última colaboración entre el director y el compositor.

Para su próximo film, “The Wrong Man” (1957), Hitchcock su mudó temporalmente a los estudios de la Warner Brothers. La banda sonora que en esta ocasión Herrmann compuso, sembraría las bases de la música escrita por el mismo compositor para el film de Martin Scorsese, “Taxi Driver” (1976), el cual además sería el último trabajo de Herrmann. En el intertanto, la relación fuera de la pantalla entre el músico y el director se fue haciendo cada vez más profunda. Lentamente, Herrmann comenzó a ser arrastrado al pequeño círculo cercano de Hitchcock. Sin embargo, en el ámbito laboral la relación de ambos era algo complicada. El director era un personaje autoritario, que solía planear cada detalle de sus producciones incluso antes de que comenzaran las filmaciones, por lo que no dejaba mucho espacio para la libertad creativa. Por primera vez, Bernard Herrmann sentía que había encontrado a alguien capaz de igualarlo, e incluso superarlo en el aspecto creativo, por lo que tuvo que convertirse en la extensión invisible del alma artística de Hitchcock para lograr cierto control sobre su trabajo. Su estrategia pronto daría frutos, razón por la cual eventualmente el director terminó cediéndole el control sobre la música de sus films, confiando en que eran capaces de complementarse a la perfección.

En 1958, Hitchcock adaptaría la novela “D´Entre les Morts”, de Pierre Boileau y Thomas Narcejac, dando vida al film “Vertigo”. Para muchos críticos, la cinta no solo reflejaría los miedos y las debilidades del director, sino que también las de Herrmann. La música escrita por el compositor para el largometraje, se convirtió en la mera expresión de la angustia mortal del protagonista, y en cierta medida, de su búsqueda de redención por medio del amor. Si bien al momento de su estreno, “Vertigo” no fue bien recibida por la crítica ni el público, con el paso de los años pasaría a ser considerada como una verdadera obra maestra, tomando especial importancia la exquisita banda sonora compuesta por Herrmann. Al año siguiente, tras trabajar nuevamente con Hitchcock en el film, “North by Northwest” (1959), la dupla realizaría uno de sus trabajos más celebrados; la polémica “Psycho” (1960). Alabada por el público de la época, y denostada por los críticos y los ejecutivos de la Paramount, la cinta basada en la obra del escritor Robert Bloch presentaba una serie de temas potencialmente incendiarios, entre los que se encontraban el incesto, la violencia, y las deviaciones sexuales.

Hitchcock rodaría el film en solo cinco semanas, utilizando un presupuesto bastante ajustado. Una vez que finalizó el trabajo de fotografía, el director comenzó a tener serias dudas con respecto a la película. A sus ojos, el relato era demasiado plano y sin vida, por lo que estuvo mucho tiempo dándole vuelta a la idea de cortar un buen número de escenas, para presentar la cinta como parte de la serie que en aquel entonces él tenía en la televisión (Alfred Hitchcock Presents, 1955-62). Cuando Bernard Herrmann vio el film, identificando las posibilidades del mismo, inmediatamente le pidió al director que lo dejara en su poder mientras este último se iba de vacaciones. Hitchcock aceptó la propuesta con una sola condición; el compositor no podía escribir música para la famosa escena de la ducha, ya que el director quería que el único sonido ambiental fuese el del agua cayendo de la ducha. Por razones artísticas y presupuestarías, Herrmann se vio obligado a utilizar solo instrumentos de cuerda para desarrollar la banda sonora. Pese a que nunca había hecho algo en contra de los deseos de Hitchcock, en esta ocasión optó por ignorar por completo la petición de este, y compuso una pieza musical para la escena de la ducha, confiando en que el director le tenía el suficiente respeto como para no estallar en ira una vez que viera que había decidido desobedecerlo.

Cuando Hitchcock volvió de sus vacaciones, y vio la escena acompañada por la atmosférica banda sonora compuesta por Herrmann, sorprendentemente aprobó su decisión con la cabeza. Extrañado, el compositor le dijo: “Pero Hitch. Yo pensé que no querías que esa escena fuera musicalizada”, a lo que el director respondió: “Fue una sugerencia impropia muchacho, una sugerencia impropia”. La excelsa combinación de la música de Herrmann con las imágenes de Hitchcock, lograron con “Psycho” se alzara como una de las grandes obras maestras dentro de la historia del cine. Era tal el grado de satisfacción del director, que en una rara exhibición de generosidad, en varias entrevistas proclamaría que “el 33% del éxito de Psycho fue gracias a la música de Bernard Herrmann”. Sin embargo, sería durante este periodo que se comenzarían a generar sutiles diferencias entre los dos hombres, que terminarían separándolos por el resto de sus vidas. Con el paso de los años, Hitchcock comenzaría a disminuir su carga de trabajo, al mismo tiempo que exhibía una mayor selectividad a la hora de escoger sus proyectos. Su siguiente film “The Birds” (1963), no gozaría del mismo éxito que sus anteriores proyectos, y la colaboración de Herrmann en esta ocasión solo se reduciría a realizar algunos efectos de sonido, todo bajo la estricta supervisión del director.

Algo que se le había criticado duramente a Hitchcock en “The Birds”, era la elección de la novata Tippi Hedren como protagonista. Decido a probar que los críticos se equivocaban, el director volvería a seleccionar a la actriz para protagonizar su siguiente film, “Marnie” (1964). Por su parte, Herrmann compartía la opinión de la crítica, razón por la cual eventualmente tuvo problemas con el temperamental director. Este no sería el único problema que tendría la dupla durante la producción de la cinta. En aquel entonces, la política administrativa de los grandes estudios comenzó a darle una marcada importancia al aspecto económico de sus producciones, dejando de lado el aspecto artístico. Debido a esto, los ejecutivos de la Universal no querían que Herrmann participara en la composición de la banda sonora de “Marnie”, por considerarlo demasiado anticuado. Eventualmente, estos dejaron que Herrmann trabajara en el film, con la condición de que escribiera una canción a la que se le pudiera sacar algún provecho comercial. Sin embargo, esta imposición no le agrado en lo absoluto al compositor, quien no tardó en recordarle al director que su calidad artística le permitía hacer lo que él estimara conveniente (aunque las palabras específicas fueron: “diles que se metan sus impropias sugerencias en el trasero”).

Una vez más, Hitchcock confió en el juicio de su amigo, y le otorgó libertad de acción. Pese a que la banda sonora de Herrmann es uno de los puntos más altos del film, este fue un completo fracaso de taquilla, lo que provocó que los ejecutivos ejercieran una mayor presión sobre el inseguro director, convenciéndolo que necesita urgentemente realizar un film exitoso, cosa la cual le iba a ser imposible si seguía trabajando con Herrmann. En aquellos tiempos, el clima musical de la industria hollywoodense estaba cambiando drásticamente. El uso de sinfónicas en las bandas sonoras de los films no solo resultaba costoso para los estudios, sino que además comenzaban a verse arcaicas en comparación con los nuevos estilos de música que estaban surgiendo en los sesenta. Hitchcock ya había mostrado su preocupación por esta serie de cambios, la cual no hizo más que acrecentarse luego de sus más recientes fracasos comerciales. Sumergido en su propia amargura, el director no encontró nada mejor que cargarle toda la responsabilidad del fracaso de “Marnie” a Herrmann, marcando el principio del fin de una provechosa relación laboral y personal.

Len Wasserman, presidente de la Universal en aquel entonces, no haría más que dinamitar la ya frágil relación existente entre Hitchcock y Herrmann. Cuando el director comenzó con la preproducción de la cinta “Torn Curtain” (1966), el ejecutivo le insistió que debía contratar a un compositor más joven para escribir la banda sonora del film. Tras la “sugerencia” de Wasserman, se escondía un resentimiento que este último tenía hacia Herrmann, debido a que unos años antes el compositor había rechazado una oferta laboral que le había realizado la cabeza de la Universal. Con el paso de los años, las inseguridades de Hitchcock convirtieron al una vez testarudo director, en alguien asustadizo e indeciso. Con el fin de no crearse mayores problemas, este le pidió a su asistente, Peggy Robertson, que conversará con Herrmann, quien en ese entonces se encontraba viviendo en Inglaterra, sumido en una profunda depresión debido a su reciente separación con su esposa Lucy. La incómoda situación, llevó a que el director se comunicara con el músico únicamente mediante intermediarios y telegramas. Esto significó que Herrmann no solo diera por finalizada su amistad con Hitchcock, sino que además cambió por completo su percepción del director, a quien ahora consideraba una mera marioneta corporativa.

Dentro de los mensajes que Hitchcock le envió a Herrmann, le expresó como deseaba que fuese la banda sonora de “Torn Curtain”. No solo le comentó que música escrita en sus últimos trabajos juntos era anticuada y poco original, sino que además puntualizó el hecho de que si quería seguir trabajando con él, debía escribir piezas musicales que le fuesen atractivas a los adolescentes. Indignado, Herrmann intentó razonar con Hitchcock, expresándole que él no estaba dispuesto a escribir música para adolescentes, complicando aún más la situación. Hitchcock se sentía entre la espada y la pared, y lo que más le molestaba era el hecho de que el compositor no fuese capaz de seguir instrucciones. Para el director, Herrmann era un hombre arrogante, que se había convertido en una espina que debía remover de su costado para poder terminar el film. Una de las imposiciones que Hitchcock le hizo al compositor, fue que no musicalizara la secuencia de 10 minutos de duración donde el protagonista se enfrenta con un agente ruso en una granja. Pensando que nuevamente podía salvar la producción como lo había hecho con “Psycho”, Herrmann ignoró por completo la orden del director. Sin embargo, en esta ocasión la reacción de este último no sería la que el compositor esperaba ver.

Cuando Herrmann le mostró a Hitchcock la música que había escrito para el film, el director explotó en ira, insistiéndole al compositor que esa no era el tipo de música que él le había pedido componer. Herrmann le rogó al director que al menos lo dejara terminar las grabaciones del día, y que ahí decidiera que iba a hacer con la música. Con la seria intención de regañar y humillar al compositor frente a sus pares, Hitchcock despidió a la orquesta en medio de las grabaciones y canceló las sesiones restantes. Luego de decir unas breves palabras, el director regresó a su oficina, se disculpó con sus empleados, y despidió a Herrmann, ofreciéndole pagarle el sueldo con dinero de su propio bolsillo. Al rato después, Hitchcock telefoneó al compositor solo para reprocharle que lo había apuñalado por la espalda. Con un carácter igual de volátil, Herrmann le gritó de vuelta que el director había abandonado su integridad y que se había vendido por un par de dólares extra. Luego de aquella tensa conversación telefónica, Alfred Hitchcock y Bernard Herrmann nunca más volverían a hablarse de manera cordial, dando por finalizada una de las sociedades artísticas más exitosas en la historia de Hollywood.

La banda sonora de “Torn Curtain” finalmente fue escrita por el compositor británico, John Addison. Lamentablemente para Hitchcock, la cinta fue un completo desastre. Se dice que con el paso de los años, el director había comenzado a sentir celos no solo de la popularidad que gozaba Herrmann, sino que además del hecho de que se sugirió que sus éxitos previos se debían en gran parte a la colaboración del compositor. Como sucede en la gran mayoría de los divorcios, mientras uno de los participantes queda con la certeza de haber tomado la decisión correcta, la otra parte sufre durante mucho tiempo. En este caso, fue Herrmann quien nunca se recuperó de la ruptura de su relación con Hitchcock, tanto a nivel emocional como económico. Su nombre había dejado de ser sinónimo de éxito en Hollywood, por lo que no recibía un gran número de ofertas laborales. Por otro lado, en el ámbito más personal, el compositor le pidió a un buen número de amigos que intercedieran ante Hitchcock para recuperar su amistad, pero no obtuvo resultado alguno. El gran problema, era que según el director, Herrmann había intentado sabotear su film, razón por la cual su amistad había terminado.

El director jamás olvidaría este hecho, al punto que años más tarde, cuando en una entrevista le preguntaron si existía la posibilidad de trabajar con Herrmann nuevamente, él respondió: “Si, si hace lo que yo le diga”. En 1968, el compositor grabó un disco con la Orquesta Filarmónica Nacional titulado, “Music From the Great Movie Thrillers”, el cual se presentaba como un sentido homenaje al trabajo realizado para los films de Hitchcock. Cuando el álbum fue lanzado, Herrmann albergó la esperanza que este pudiera ablandar el corazón del director. Acompañado por Norma, su nueva prometida, el compositor regresó a Los Ángeles con la intención de presentársela a su viejo amigo Hitch. Sin embargo, cuando llegó a su oficina, el director se negó a verlo, lo que hizo estallar de ira a Herrmann quien abandonó con un portazo la oficina de Hitchcock, siendo esta la última vez que tendrían contacto. Es curioso como las cosas que en un determinado momento unen, pueden llegar a desintegrar una relación. De personalidades similares, en un inicio Hitchcock y Herrmann lograron complementarse a tal punto, que cada uno se convirtió en una extensión del otro, logrando que su arte se potenciara y tocara a un mayor número de personas. Lo que alguna vez fue una relación cordial, terminó convirtiéndose en una guerra de egos, donde el más grande damnificado en el público en general. La “cortina de hierro” que se formó entre estos dos personajes (otorgándole un significado casi profético a su última colaboración juntos), no se disolvería, como tampoco se disolvería el inmenso legado que dejaron, cuya capacidad de trascender tiempos y fronteras permanece más vivo que nunca.

por Fantomas.

sábado, 14 de enero de 2012

Film Noir: El mero reflejo de una sociedad convulsionada.

El término Film Noir, empleado por primera vez por un crítico francés llamado Nino Frank en la década de los cuarenta, ha sido tema de discusión durante años entre los historiadores del cine y el público en general. La verdad es que hasta el día de hoy, nadie ha sido capaz de definir a cabalidad las implicancias de dicha clasificación, pero si se han señalado algunas características propias del género, las cuales intentaré describir en el siguiente artículo. Este género cinematográfico nace en los Estados Unidos durante la década de los cuarenta, a raíz de los cambios que sufre la sociedad norteamericana de la época, que no solo comienza a sufrir las consecuencias de la gran crisis económica acontecida algunos años antes, sino que también aquellas ligadas a las Segunda Guerra Mundial. Pese a que a principios de la década, la economía parecía ir en franca recuperación gracias a las medidas adoptadas por el presidente Franklin D. Roosevelt, la corrupción y la delincuencia comenzaron a adquirir cada vez más importancia, aumentado a niveles peligrosos una vez que la guerra finalizó. El deseo de los cineastas de la época por reflejar de la manera más cruda posible la realidad norteamericana de aquel entonces, terminó dando paso al nacimiento del llamado “Cine negro”.

Resulta curioso que siendo que el género no es más que el reflejo de la sociedad norteamericana cubierta por la oscuridad de sus propios actos, haya sido un crítico francés quien acuñó el término “Film Noir”. Sin embargo, esto tiene una explicación lógica. Serían los críticos franceses los primeros en percatarse de algunos aspectos peculiares que compartían gran parte de las producciones norteamericanas, estrenadas en Francia luego de la Segunda Guerra Mundial. Además, estos se percatarían de las similitudes que estas producciones tenían con una serie de novelas publicadas en Francia bajo el rótulo de “Serie Noir”. La mayoría de los títulos enmarcados bajo esta suerte de género, eran traducciones de novelas americanas escritas por autores tales como Dashiell Hammet (“The Maltese Falcon”, 1941), James M. Cain (“Double Indemnity”, 1944), Raymond Chandler (“Murder My Sweet”, 1944), y Horace McCoy (“Kiss Tomorrow Goodbye”, 1950), entre otros. Como era de esperarse, estas novelas reflejaban las preocupaciones estilísticas y culturales de la sociedad norteamericana, lo que rápidamente fue adaptado por los grandes estudios de Hollywood, quienes convertirían a este género en algo más que una moda pasajera.


Así como el nacimiento del Film Noir tiene marcadas raíces literarias, también presenta raíces cinematográficas. La estética del género está fuertemente influenciada por el Expresionismo Alemán, corriente artística que reinó entre las décadas del diez y del veinte. En parte, esto se debe a que el surgimiento del nazismo en Alemania y la creciente oferta de oportunidades laborales en la industria hollywoodense, impulsaron a muchos directores que estuvieron directamente involucrados en este movimiento cultural a migrar a los Estados Unidos, donde eventualmente también integrarían la corriente del Film Noir (Fritz Lang, Robert Siodmak, y Michael Curtiz, por ejemplo). Ellos en gran medida serían los encargados de desarrollar el juego de luz y sombras, y la atmósfera marcadamente psicológica tan propia del género. Por otro lado, también nos encontramos con una fuerte influencia del Neorrealismo Italiano que surgió en la década del cuarenta, cuya autenticidad casi a nivel documental fue empleada por muchos de los realizadores residentes en Hollywood en aquella época. Ejemplos de esta influencia son las cintas “The Lost Weekend” (1945) y “The Naked City” (1948), entre otras.

Teniendo en cuenta el contexto social en el que se gestó el Film Noir, no es de extrañar que muchos de los protagonistas de estos films sean gánsteres o soldados que regresan de la guerra para reinsertarse en la vida civil, los cuales pese a estar en sectores opuestos de la sociedad, de igual forma presentan un grado similar de ambigüedad en su actuar. El arquetipo del criminal que emergió en aquel entonces, apareció en respuesta a la creciente alienación social; a través de una mezcla de ingenuidad y coraje, el individuo común y corriente era capaz de obtener poder y éxito. Debido a lo vacuo de las bases de su éxito, este tipo de personajes por lo general sucumbía debido a tendencias megalómanas. Su destrucción no era más que la consecuencia de sus propios excesos. Sin embargo, este no es el verdadero protagonista del género. Quién aparece como la figura principal del Film Noir, es usualmente alguien común cuya vida se ve afectada por los caprichos de un destino ligado a un universo irracional. Un buen ejemplo de esto son precisamente los soldados que buscan volver a su vida habitual luego de un periodo tumultuoso. Cintas como “Somewhere in the Night” (1946) y “The Blue Dahlia” (1946), son buenos ejemplos de lo antes mencionado, donde nos encontramos con protagonistas cuyas experiencias han alterado su percepción de la sociedad, involucrándolos inevitablemente en situaciones riesgosas y autodestructivas.

Estrictamente ligado con las temáticas del Film Noir, se encuentra el miedo engendrado en la sociedad con respecto a los potenciales daños que podía ocasionar la bomba atómica, y la cruenta persecución sufrida por los comunistas (o personas que fueron acusadas de comunistas sin mayores pruebas) a manos del senador Joseph McCarthy entre 1950 y 1956. Sin embargo, por razones obvias, estas fuentes de inspiración siempre fueron plasmadas de forma sutil, tomando la forma de ambientes donde reinaba la paranoia, y siendo personificadas por personajes que estando alguna vez en control, súbitamente se ven convertidos en fugitivos que deben luchar por su sobrevivencia. Es posible encontrar paralelismos entre la “caza de rojos” dirigida por McCarthy y la acción de ciertos personajes del Film Noir en cintas como “The Sound of Fury” (1950), donde dos secuestradores terminan siendo linchados por un grupo de enardecidos civiles. Cabe decir que el director de este film, Cy Enfield, terminó siendo uno de los tantos personajes hollywoodenses cuyo nombre fue a parar a la famosa lista negra del senador. Por otro lado, alusiones al poder nuclear pueden ser encontrados en dos largometrajes del director Robert Aldrich: “World for Ransom” (1954) y “Kiss Me Deadly” (1955).

Sin importar quienes sean los protagonistas de las historias del Cine Negro, todos tienen una característica en común; cada uno debe lidiar con la oscuridad (o problemas individuales si se quiere) que reside en su mente. Dicha lucha interna, está representada en forma de metáfora con cada callejón, cada ciudad, cada esquina sumida en la más completa oscuridad. Aquellos que participan en estos relatos, son personajes angustiados con su realidad, los cuales muchas veces ni siquiera tienen plena consciencia de que es lo que en verdad los afecta. Esto queda ejemplificado con uno de los diálogos del personaje de Mark Stevens en la cinta “The Dark Corner” (1946): “Me siento muerto por dentro. Estoy atrapado en una oscura esquina, y no sé quién me está atacando”. Esta frase en gran parte captura la esencia de la figura típica del género. Por lo general, los personajes suelen ser “atacados” por una fuerza desconocida que no suele ser un elemento tangible. De la misma forma, el dolor que estos sienten está más ligado al aspecto psicológico que al físico, lo que los lleva a acuñar imágenes distorsionadas de la realidad.


Es tal la magnitud de esta fuerza de naturaleza desconocida, que incluso aquellos personajes que en un principio se muestran optimistas, terminan siendo arrastrados a la “oscura esquina” de la que habla el personaje de Stevens. Abogados, detectives, boxeadores o reporteros, ven con amargura como una serie de circunstancias terminan echando sus planes por la borda, sumergiéndolos por completo en un presente sin esperanza. Precisamente “Night Has a Thousand Eyes” (1948) y “Force of Evil” (1948), son dos cintas cuyos protagonistas si bien en un principio tienen buenas intenciones, eventualmente terminan involucrados en situaciones que se escapan de su control. La soledad a la que son arrastrados estos personajes debido a su complejo estado emocional, y a la frialdad de un entorno que no puede ni pretende entenderlos, muchas veces los lleva a buscar las respuestas en los lugares menos indicados. A raíz de esto, son muchas las cintas en las que se puede apreciar una idealización de la figura femenina, casi como objeto redentor, lo cual le impide a los hombres percibir la deshonestidad de la icónica femme fatale, con quien inevitablemente terminan involucrándose. Esto, inexorablemente lleva a estos hombres a su destrucción. Dicha seguidilla de acontecimientos ocurre en films como “Where Danger Lives” (1950), “Scarlet Street” (1945), y “Angel Face” (1952), entre otras.

En el aspecto propiamente estético, es sabido que uno de los estilos más utilizados por los realizadores de Film Noir es el Claroscuro, donde se juega con los contrastes y la iluminación para realzar determinados elementos. La utilización de dicho estilo estético, no solo está estrictamente ligado a la influencia que ejercieron los directores involucrados en el Expresionismo Alemán, sino que además responde al deseo de reflejar en la ambientación la ambigüedad moral de los temas recurrentes del género. En un cliché del género, se convertiría la toma en la que el rostro de un determinado personaje era cubierto por las sombras, exteriorizando de esta forma su faceta más oscura y pesimista. Cada toma, cada objeto que aparece en este tipo de films, en cierta medida refleja el estado emocional de los personajes, que no dudan en exteriorizar su tangente divorcio con la realidad en la que están inmersos. Como ya había mencionado anteriormente, es común encontrarse con personajes cuya percepción de la realidad se encuentra distorsionada. Dicha visión personal de la realidad, es transmitida al espectador mediante una serie de tomas que solo buscan desorientarlo, traspasándole la angustia reinante en cada uno de los relatos que pertenecen al género.

En cuanto a la estructura narrativa se refiere, el Film Noir se caracteriza por presentar historias complejas, cuya cronología no siempre es lineal. Los flashbacks son herramientas narrativas habituales de un género, que también supo utilizar bien a narradores (tanto en primera persona como en tercera persona), y herramientas más propias del género documental. Un buen ejemplo de esto último es la cinta “Call Northside 777” (1948), docudrama que hace un estupendo trabajo acercando la historia lo más posible a la realidad. Si bien en un inicio fueron las temáticas las que lograron que el Film Noir se posicionara como un género popular entre una audiencia que se sentía identificada con las figuras que aparecían en la pantalla grande, eventualmente intervinieron otros elementos que ayudaron a perpetuar el género una vez que la guerra finalizó. De manera gradual, los grandes estudios empezaron a darle prioridad a otro tipo de relatos, por lo que los largometrajes de Cine Negro pasaron a convertirse en producciones de bajo presupuesto o Serie B. Sin embargo, las cintas del género supieron imponerse a la reducción de presupuesto, demostrando que aún eran un producto rentable y de calidad.

Aproximadamente en 1945, la grabación en los estudios de filmación se sustituyó por el rodaje en locaciones, lo que se puede ver en películas tales como “White Heat” (1949), “T-Men” (1947), y “Thieves´Highway” (1949), entre otras. Este pequeño cambio, además de otorgarle mayor verosimilitud a dichas producciones, les permitió rodar ciertas secuencias estéticamente impresionantes, que hubiese sido imposible lograr en las dependencias de los estudios. Cabe destacar que dichas secuencias, se lograron gracias a los métodos fotográficos perfeccionados a lo largo de la guerra para efectuar reconocimientos aéreos de ciudades que iban a ser bombardeadas. En una industria donde a causa de la guerra y sus consecuencias, se tuvo que ahorrar dinero ya sea reciclando sets de filmación, recurriendo a grabaciones de archivo, y disminuyendo las horas de rodaje, la propuesta técnica y económica del Cine Negro se presentaba como la solución perfecta a sus problemas. Pese a que no existe un consenso acerca de la fecha de inicio y de término del llamado periodó clásico del Film Noir, se cree que este comenzó con el film “Stranger on the Third Floor” (1940), y que terminó en un momento aún indefinido ubicado a principios de los sesenta.


Las razones de la caída del Film Noir son diversas. Una de ellas fue la aparición de la televisión, que golpeó fuertemente a la industria cinematográfica, presentando contenidos similares a un mayor número de personas. Por otro lado, la masificación de los largometrajes a color, dificultaba el mantenimiento de la estética propia del género. Probablemente, el factor que más influenció en la debacle del movimiento, fue el importante cambio sociológico que sufrió la Norteamérica de los sesenta, cuyas preocupaciones económicas y sociales pasaron a ser reemplazadas por un marcado conformismo. Si bien el Film Noir con el transcurso de los años fue mutando, dando pasa a otros subgeneros, es justo mencionar que la gran mayoría de las películas que son enmarcadas dentro del periodo clásico del Film Noir, pretendían no solo evocar de manera consistente el lado oscuro de la sociedad norteamericana de la época, la cual se encontraba dominada por un individualismo y un pesimismo propio de quienes ven con temor su futuro, sino que además se preocupaban de presentar una visión estilizada de una nación disfuncional, que vivió un complicado periodo de transición sumida en una oscuridad de la por momentos parecía que no iban a poder escapar.



por Fantomas.

viernes, 13 de enero de 2012

Vincent Price: La voz más recordada del cine de terror.

Vincent Leonard Price Jr., nació el 27 de mayo de 1911 en St. Louis, Missouri. Nacido en el seno de una familia de clase alta, el hijo de Marguerite Cobb y Vincent Leonard Price Sr., dueño de una fábrica de dulces y descendiente directo del primer niño nacido en el Massachusetts colonial, debutó a los cinco años de edad como actor, interpretando a un ángel en una obra escolar. Sin embargo, serían las artes y no la actuación, lo que más le apasionaría durante sus primeros años de vida. Tras terminar su enseñanza escolar en St. Louis, Price se licenció en historia del arte en la Universidad de Yale, para luego obtener su primer trabajo en 1933, como profesor en la Escuela Riverdale de Yonkers, Nueva York. Para ese entonces, ya había comenzado a engendrar su gusto por la actuación, específicamente por el teatro. De hecho, en sus ratos libres Price se dedicaría a visitar a agentes teatrales para así lograr obtener una oportunidad para desarrollar su verdadera pasión. Durante un viaje a Europa, se enroló en la Universidad de Londres, se empapó de la cultura inglesa y trabajó con una compañía teatral amateur, antes de conseguir en 1935, el rol del Príncipe Alberto en la obra “Victoria Regina”, desarrollada por la compañía West End. Por dicho rol, Price obtendría el modesto suelto de 5 libras semanales.

Posteriormente interpretaría el mismo papel en los teatros neoyorkinos, trabajando junto con la actriz Helen Hayes. La obra logró mantenerse en cartelera durante tres años con bastante éxito. Una vez que logró cimentar cierta reputación en el escenario teatral, Price obtuvo su primer rol cinematográfico en la comedia de la Universal, “Service de Luxe” (1938), del director Rowland V. Lee. Gracias a su trabajo en dicho film, rápidamente la crítica lo sindica como una de las grandes sorpresas de la temporada, augurando un futuro prometedor para el joven actor. En aquella época, Price aprovechaba sus tiempos libres para seguir trabajando en el teatro, destacándose por su papel de villano en la obra “Angel Street”, de Patrick Hamilton. Si bien durante las décadas del treinta y cuarenta el actor no logró ubicarse en lo más alto del mundo hollywoodense, si obtuvo una serie de interesantes papeles secundarios donde por lo general interpretaba a personajes históricos. Su primer coqueteo con el cine de terror lo tendría en las cintas de la Universal, “Tower of London” (1939), donde compartió roles con Basil Rathbone y Boris Karloff, y en el film “The Invisible Man Returns” (1940).

Sería al interior de los estudios de la 20th Century Fox, donde Price comenzaría a llamar la atención de la audiencia y la crítica. Uno de sus roles más famosos lo tendría en el film noir “Laura” (1940), del director Otto Preminger. El actor declararía en una entrevista que a su gusto, “Laura” era una cinta casi perfecta, razón por la cual sin duda era una de sus favoritas. Sin embargo, en esa misma entrevista reconoció que si tuviera que rescatar un solo film de su carrera, sería el drama gótico “Dragonwyck” (1946). Según Price: “El papel de Dragonwyck fue muy difícil de abordar, debido a que se trataba de un personaje desquiciado, un monomaniáco, que no está consciente de su condición. Por esa misma razón fue todo un reto interpretarlo”. Aunque el actor trabajaría aproximadamente en 20 largometrajes más durante los cuarenta, ninguno obtendría la atención de los dos antes mencionados. Mientras trabaja en el cine, Price también tuvo tiempo para trabajar en radio, donde personificó al protagonista de la serie “The Saint”, Simon Templar, desde 1943 hasta 1951.

Con el tiempo, a Price le comenzó a interesar el trabajo tras las cámaras, por lo que en 1951 firmó un contrato con la RKO como actor y director (Sin embargo, él jamás dirigiría un film). Durante la década de los cincuenta, el advenimiento de la televisión le cambiaría drásticamente el rostro a la industria cinematográfica, lo que permitió que el actor accediera a roles más diversos. Esto le abrió las puertas al cine de terror, obteniendo el rol protagónico en el film “House of Wax” (1953), el cual si bien presentaba una historia y una ambientación más bien clásica, obtuvo un gran éxito debido a que fue rodada en 3D. Esto enseguida situó a Price como uno de los actores de moda, y en un referente inmediato del cine de terror. Al año siguiente, el actor volvería a participar en un largometraje filmado en 3D titulado, “The Mad Magician” (1954), el cual obtuvo buenos resultados a nivel de taquilla, pero se presentaba como un film inferior a su anterior éxito. Durante gran parte de la década, Price se dedicó a interpretar diversos roles en varias series de televisión, y tan sólo al final de esta volvió de lleno al cine de terror y ciencia ficción en cintas como; “The Fly” (1958), “The Return of the Fly” (1959), “House on Haunted Hill” (1959) y “The Tingler” (1959). En estas dos últimas estaría bajo las órdenes del director William Castle, el llamado rey del “gimmick cinematográfico”.

A principios de los sesenta, la American International Pictures, empresa la cual durante los cincuenta se había dedicado a asustar al público norteamericano con variadas cintas de bajo presupuesto, decidió gastar 300.000 dólares (lo cual era bastante para ellos en aquel entonces) para producir “The Fall of the House of Usher” (1960), la cual era una adaptación de la historia del mismo nombre escrita por Edgar Allan Poe. Tras haber contratado a Roger Corman para dirigirla, los productores escogieron a Vincent Price para interpretar el rol principal, sin pensar en que la cinta se convertiría en todo un éxito, marcando el inicio de una serie de adaptaciones de la obra de Poe que conservaría el núcleo creativo que estuvo a cargo de “Usher”; Price, Corman y el escritor Richard Matheson. El resto de las cintas que conformarían este ciclo son: “The Pit and the Pendulum” (1961), “Tales of Terror” (1962), “The Comedy of Terrors” (1963), “The Raven” (1963), “The Masque of Red Death” (1964) y “Tomb of Ligeia” (1965). Cabe mencionar que los dos últimos films del ciclo fueron rodados en Inglaterra, lo que traería una serie de curiosas consecuencias para el equipo de filmación. Como norma de la industria cinematográfica británica, solo permitían que un extranjero trabajara en las cintas filmadas en sus estudios. Debido a que tanto Corman como Price eran extranjeros, no pudieron contratar coestrellas norteamericanas para acompañar al actor en sus periplos por Inglaterra. Lo que es aún peor, si el trabajo era realizado por algún técnico norteamericano, ellos obligatoriamente debían adjudicárselo a algún técnico británico para así evitarse problemas.

Más allá de este peculiar hecho, todo el ciclo de adaptaciones de Poe fue un éxito, y le permitió a Price demostrar su versatilidad como actor, ya que algunas de estas cintas estaban bastante ligadas al género de la comedia (es el caso de “The Comedy of Terrors” y “The Raven”). Además de exhibir su gran talento en la pantalla grande, Price aprovechaba cada ocasión que tenía para demostrar que también era un tipo divertido fuera de la pantalla. En una ocasión, reemplazo su propia figura de cera en un museo de Los Ángeles, con el fin de lanzarles agua con una jeringa a los visitantes. Con referencia esto, el actor recordaría en una entrevista: “Encuentro todo divertido, y creo que yo soy lo más divertido de todo. No significa que sea un comediante, pero cada vez que me tomo las cosas demasiado en serio me tengo que reír… eso me ayudó a lidiar con muchos de los horribles films en los que trabaje”. Y es que precisamente a Price le tocó participar en muchas películas mediocres, siempre por diversas razones, ya sea contractuales o financieras (“Confessions of an Opium Eater”, “Dr. Goldfoot and the Girl Bombs” y “House of a Thousand Dolls”, solo por nombrar algunas).

Afortunadamente para Price, su calidad como actor le ayudó a salir de pie cada vez que tuvo que lidiar con este tipo de asignaciones. De hecho, la reputación del actor entre sus seguidores continuó creciendo gracias a sus roles en films como “Witchfinder General” (1968), “The Abominable Dr. Phibes” (1971) y “Theater of Blood” (1973). A través de los años, Price también se dio el tiempo para participar en diversas series de televisión (recordado es su rol de “Cabeza de Huevo” en la serie “Batman”), crear el departamento de arte de Sears Roeburk, y escribir varios libros relacionados con el arte, la cocina y su perro Joe. A principios de los setenta, el actor grabó una serie de lecturas dramáticas de algunos poemas e historias cortas de Edgar Allan Poe, convirtiéndose en aquel periodo en el lector mejor pagado de Norteamérica. En el verano de 1977, participaría en una obra de teatro llamada “Diversions and Delights”, en la cual personificaba a Oscar Wilde. La obra, que solo contaba con él en escena y estaba situada un año antes de la muerte de Wilde, estuvo en cartelera durante dos años, gozando de un increíble éxito.

Eventualmente, el actor se comenzaría a alejar de cine cuando se percató que la mayoría de los roles que le ofrecían eran burdos y sin sentido. Fue entonces cuando a petición del mismísimo Michael Jackson, Price prestó su voz para oficiar de narrador en el video musical de “Thriller”. Con respecto a esto, el actor recordaría en una entrevista; “Mis amigos pensaban que me había vuelto loco, pero a mí me encantan los experimentos”. Ese mismo año, participó como narrador en el cortometraje animado de Tim Burton, “Vincent” (1982), el cual en gran medida no es más que un homenaje del realizador a uno de los ídolos de su infancia. Al año siguiente, Price se reuniría con Christopher Lee, Peter Cushing y John Carradine, para filmar “House of Long Shadows” (1983), cinta que con los años cobraría importancia por reunir a cuatro grandes del cine de horror a nivel mundial. Curiosamente, uno de sus últimos roles importantes sería en el film de la Disney, “The Great Mouse Detective” (1986), donde le daría voz al profesor Ratigan. Ya para esta época, era más común ver a Price en el medio televisivo que el cinematográfico, llegando a participar incluso en algunos comerciales de una marca de cloro.

En 1989, Price fue agregado al paseo de la fama de St. Louis, debido a la contribución cultural que este había realizado dentro de los Estados Unidos. El último rol significativo del actor lo tendría en la cinta de Tim Burton, “Edward Scissorhands” (1990), donde interpretaría a un inventor y padre del protagonista. Fue aquí cuando la salud de Price comenzó a decaer, y pronto el octogenario actor se vio obligado a recluirse en su casa ubicada en Sunset Hill. Durante sus últimos días de vida, era común que algunos de los viejos amigos de Price, como por ejemplo la actriz Hazel Court, lo visitaran al menos una vez a la semana. La misma actriz declararía en una entrevista que “dos semanas antes de su fallecimiento, él le compró un cuadro a un joven artista. Creo que eso no hacía más que definir como era él; un hombre que hizo lo que creía correcto hasta el final”. El 25 de octubre de 1993, fallecería en Los Ángeles víctima de un cáncer pulmonar. Solo veinte personas fueron invitadas a su funeral; sus cenizas, su sombrero de paja y un ramo de flores fueron lanzados al mar por sus tres hijos.

De manera lamentable, en aquella época fueron muchos los medios de prensa que a la hora de tributar la figura de Vincent Price, solo se centraron en sus roles ligados al cine de terror, dejando de lado completamente su trabajo en el teatro, la radio y la televisión, entregándole a la gente una imagen distorsionada e incompleta de un artista polifacético. Price además de ser un gran actor que representó toda clase de papeles, era también un excelente cocinero, lo que lo llevó a publicar varios libros de cocina. A esto se le sumaba su inconfundible voz, que lo ayudó no solo a obtener diversos trabajos en la radio, sino que también le otorgó una estampa pocas veces vista en el cine. Pese a que en muchas ocasiones trabajó con consagradas estrellas del cine de terror como Boris Karloff, Peter Lorre y Basil Rathbone, entre otros, Price supo eclipsarlos y presentarse como la nueva estrella del género del horror. Fue de esta forma que el actor dejó para siempre plasmado en la mente de los cinéfilos sus 191 centímetros de altura, su porte severo, su fino bigote, su perversa y socarrona voz, y su timbre de voz grave. La vida y obra de Price bien pueden resumirse con una de sus frases más celebres: “A veces creo que personifico el inconsciente oscuro de la raza humana… Sé que suena mal… pero me encanta”.


por Fantomas.

John Carpenter: El miedo es sólo el comienzo

John Howard Carpenter nació en Carthage, Nueva York, el 16 de enero de 1948. Hijo de Milton Jean Carter y Howard Ralph Carpenter, fue criado en Bowling Green, Kentucky, donde su padre trabajaba como profesor de historia y teoría de la música en la Universidad Oeste de Kentucky. En aquel entonces, la familia Carpenter vivía en una pequeña cabaña situada en las cercanías del museo de la Universidad, la cual arrendaban por 50 dólares al mes. El lugar era un verdadero paraíso natural, ocupado por una modesta laguna y un bosque conformado por diversos tipos de árboles. John creció en este ambiente salvaje y hermoso, con tintes casi fantásticos, lo que lo llevaría a sentirse algo solo a ratos, pero al mismo tiempo le ayudaría a desarrollar su imaginación. Al ser su padre un violinista, el pequeño John constantemente escuchaba música clásica, lo que lo llevó a aprender a tocar violín, piano y guitarra. Su madre por otro lado, trabajaba en una librería. Desde temprana edad, sus padres lo incentivaron a desarrollar su creatividad. En su hogar no compraron una televisión hasta que John tuvo doce años, y era común ver una gran cantidad de libros en las repisas de cada una de las habitaciones. No pasó mucho tiempo antes de que John decidiera comenzar a utilizar una vieja máquina de escribir con la cual dio rienda suelta a su creatividad.

En una de sus tantas entrevistas, Carpenter menciona que la primera película que fue a ver junto a su padre fue “The African Queen” (1951), donde la imagen de Humphrey Bogart saliendo del agua cubierto por sanguijuelas dejaría una marcada huella en su memoria. Sin embargo, la cinta que desataría su pasión por el cine sería “It Came from Outer Space” (1953), la cual originalmente fue filmada en 3D. Luego de aquella experiencia, John se convertiría en un adicto al cine, por lo que constantemente estaría creando películas en su mente. La cabaña que era su hogar y las cercanías del museo, se convertirían en los sets de filmación de las pequeñas historias que creaba. Cuando tenía ocho años, su padre le regaló una cámara de video de 8mm, con stop motion. Con ella haría su primer film junto con un grupo de amigos; “Gorgon the Space Monster”, la cual no solo incluía efectos especiales en stop motion, sino que también presentaba una banda sonora compuesta por diferentes piezas de música clásica y algunos ruidos grabados por el mismo Carpenter. Cada vez que el ahora cineasta amateur se reunía con amigos, les hacía ver su “ópera prima”. Fue en aquel entonces cuando comenzó a decirle a sus padres que se convertiría en director de cine y que se mudaría a Hollywood.



Su pasión, algo obsesiva a ratos, lo llevó a convertirse en una persona solitaria, un ser algo extraño que no encajaba en la comunidad en la que estaba inmerso, que se caracterizaba por ser bastante conservadora y poco sofisticada. En 1964, cuando los Beatles se hicieron populares, John se dejó el pelo largo, perpetuando en forma consciente su propia soledad. Recién cuando ingresó a la escuela secundaria, encontró algo que le interesaba aún más que las películas; las chicas. En aquella época logró convertirse en alguien popular, lo que cambió su forma de pensar de manera radical. Ya no le satisfacía aislarse de la sociedad, sino que se percató de lo mucho que le gustaba ser aceptado por los demás, y que para hacerlo, debía encontrar una forma para llegar a ellos. Aún siendo un adolescente, prueba el oficio de escritor, abordando temas de ciencia ficción y terror. Debido a esto, a los 15 años decide fundar una productora llamada Emerald Productions, la cual utiliza para dar un toque de profesionalismo a los diversos cortometrajes y a los fanzines que edita entre 1965 y 1969, como por ejemplo: “Fantastic Films Illustrated”, “King Kong Journal” y “Phantasm: Terror Thrills of the Films”.

Antes de retirarse de la Universidad Oeste de Kentucky, John participó un tiempo como actor. Aunque su interpretación era más bien mecánica y carente de toda emoción, la experiencia le sirvió no solo para volver a interesarse en el cine, sino que también para comprender el proceso al que debían someterse los actores en su trabajo. Fue entonces cuando decide cambiarse a la prestigiosa Universidad del Sur de California de Artes Cinematográficas, con el apoyo irrestricto de su padre. Durante su corta estadía en dicha casa de estudios, Carpenter escribió y dirigió un cortometraje de 8 minutos titulado, “Captain Voyeur” (1968). Dicho corto, presentaría una serie de elementos que el director posteriormente utilizaría en uno de sus largometrajes más celebrados, “Halloween” (1978). Al año siguiente, John colaboraría con el productor y escritor John Longenecker, con quien filmaría el cortometraje, “The Resurrection of Brocho Billy” (1970). Dicha cinta, que era una elegía al western, presentaba a un protagonista no hace más que expresar el deseo del mismo Carpenter de convertirse en un héroe del viejo oeste. El director no solo obtendría un Oscar al mejor cortometraje por su trabajo, sino que además este se convertiría en el primer film realizado por un estudiante en ser estrenado en todos los Estados Unidos.


Su próximo trabajo, una comedia negra de ciencia ficción llamada “Dark Star” (1974), comenzó como un proyecto estudiantil. Sin embargo, Carpenter pronto se dio cuenta de que dentro de los parámetros universitarios era imposible llevar a cabo un proyecto de la magnitud que él quería hacerlo. La historia de dicho film la coescribió junto a Dan O´Bannon, con quién además compartió diversas labores como por ejemplo la composición de la banda sonora, la fabricación de efectos especiales e incluso tuvieron que participar como actores de la cinta. Con solo 60.000 dólares, la dupla logró armar un largometraje que fue distribuido a nivel nacional, lo que impresionó a muchos de los ejecutivos de los grandes estudios debido a la capacidad de ambos de armar un proyecto rentable con poco dinero, y utilizando elementos que podían haber sido sacados de un tacho de basura. Si bien en la actualidad el director no ve con buenos ojos su primer largometraje, si reconoce que la experiencia serviría para ver cómo funcionaba la industria del cine, y el proceso que se debía llevar a cabo para transformar una idea en una película.

El siguiente film de Carpenter sería “Assault on Precint 13” (1976), el cuál sería un thriller de bajo presupuesto influenciado directamente por las obras de Howard Hawks, en particular la cinta “Rio Bravo” (1959). Tal y como había sucedido en su anterior trabajo, John no solo se encargo de la dirección, sino que también escribió el guión, compuso la banda sonora y realizó la edición bajo el seudónimo de John T. Chance, que era el nombre del personaje de John Wayne en “Rio Bravo”. Aunque en Norteamérica el film no tuvo mucho éxito y fue bastante maltratado por la crítica, en Europa, específicamente en el Festival de Cine de Londres, tuvo una muy buena recepción, lo que según el mismo Carpenter, marcaría el comienzo de su carrera como director. La realización de dicha cinta tendría otra consecuencia importante. El director conocería a Debra Hill, productora y guionista con la que además de compartir la admiración por Howard Hawks, terminaría trabajando en gran parte de sus películas más celebradas. Curiosamente, con el transcurso de los años, “Assault on Precint 13” obtendría el reconocimiento que se merecía en los Estados Unidos, siendo considerada como uno de los mejores films de “explotación” de los setenta.


Antes de filmar la que quizás es su mejor película, Carpenter dirigió un film de suspenso hecho para la televisión titulado, “Someone´s Watching Me!” (1978), cuya historia tomaba prestados una gran cantidad de elementos propios del cine de Alfred Hitchcock. Fue aquí donde conoció a la actriz Adrienne Barbeau, con quien contrajo matrimonio al año siguiente, tuvo un hijo llamado John Cody, y se separó en 1984. En una de sus conversaciones con el productor Irwin Yablans, el directo comenzó a discutir el deseo del productor de filmar un largometraje centrado en un asesino con un gusto especial por las niñeras. Carpenter tomó la idea de Yablans y junto a Debra Hill, desarrolló una historia situada en la fiesta de Halloween. Durante la filmación de “Halloween” (1978), nuevamente John se haría cargo de la composición de la banda sonora, la cual en algunas entrevistas ha admitido que fue inspirada por las bandas sonoras de las cintas “Suspiria” (1977) y “The Exorcist” (1973). El director nuevamente trabajaría con un presupuesto relativamente bajo, de tan solo 320.000 dólares.

Para su sorpresa, el film recaudaría alrededor de 65 millones de dólares, convirtiéndose en la cinta independiente más exitosa de la historia. El éxito del largometraje residía básicamente en el hecho de que el director insertó un elemento “extraño” en un ambiente cotidiano, convirtiendo la historia en algo tangible y creíble. Cabe mencionar que dicha película, es considerada por mucho como el iniciador del popular género slasher que reinó durante la década de los ochenta en los Estados Unidos. En 1979, Carpenter colaboraría por primera vez con el actor Kurt Russell, en la cinta hecha para la televisión, “Elvis” (1979). Dicho largometraje, no solo obtuvo el beneplácito de los espectadores y la crítica, logrando que fuera distribuida en algunas salas de cine internacionales, sino que además ayudó a revivir la carrera de Russell, quien había sido lanzado a la fama como “niño actor” en la década de los sesenta. En su próximo trabajo, el director volvería a aliarse con Debra Hill para escribir el guión de “The Fog” (1980), una fantasmal historia de venganza inspirada en cómics tales como “Tales from the Crypt”, y en la cinta “The Crawling Eye” (1958), en la cual aparecían unos monstruos que se escondían en las nubes.


Completar “The Fog” no sería tarea fácil para Carpenter. Después de ver la primera edición del film, el director no se mostró satisfecho con el resultado. Por primera vez en su carrera, tuvo que ingeniárselas para salvaguardar un proyecto que estaba casi terminado y que lamentablemente, no cumplía con sus expectativas. Por este motivo, decidió filmar varias escenas no escritas en el guión original, las cuales finalmente equivaldrían a un tercio de la película terminada. Pese a todos los problemas que debió superar, y a la mala critica que recibió el film, de todas formas logro recaudar cerca de 21 millones de dólares, con un presupuesto inicial de tan solo un millón. En 1981, Carpenter comienza a rodar “Escape From New York”, la cual no hace más que reflejar sus preferencias por el cine de suspenso, la ciencia ficción, la comedia y el western, además de su afición por los cómics. El protagonista, Snake Plissken, interpretado por Kurt Russell, era un personaje sacado directamente del mundo del los cómics, que además presentaba algunas características propias del típico héroe del western. Quizás por este motivo, dicho personaje no tardaría en convertirse en uno de los protagonistas más recordados del mundo cinematográfico de Carpenter, alcanzando incluso una suerte de culto en torno a él.

Durante la filmación de “Escape From New York”, el director le solicitó ayuda a Roger Corman, quien le cedió varios técnicos de su compañía New World Pictures para completar los efectos especiales. Entre dicho grupo de técnicos, se encontraba un joven James Cameron, quien eventualmente se convertiría en uno de los directores más reconocidos de Hollywood. En su próximo film, “The Thing” (1982), película basada en el clásico de la ciencia ficción del director Howard Hawks, “The Thing From Another World” (1951), y en la novela de John W. Campbell Jr., “Who Goes There?”, Carpenter da el salto a las grandes ligas. Con un presupuesto de 15 millones de dólares, el director trabajaría nuevamente junto a Kurt Russell, con el experto en efectos especiales Rob Bottin, y con el afamado compositor Ennio Morricone, en la realización de uno de los grandes clásicos del cine de ciencia ficción. Lamentablemente para Carpenter, la cinta no tuvo un gran éxito comercial, convirtiéndose en el primer fracaso financiero del director. Debido a esto, la Universal, quien le habría ofrecido la adaptación de una de las novelas de Stephen King titulada “Firestarter”, decide removerlo de la dirección para contratar a Mark L. Lester. Irónicamente, el siguiente proyecto de Carpenter estaría basado en una de las novelas del exitoso escritor.


El guión de “Christine” (1983), estaba basado en la novela del mismo nombre de King, y se centraba en la historia de un adolescente que compra un viejo automóvil el cual resulta tener poderes sobrenaturales. Pese a que la cinta fue bien recibida por el público y la crítica, Carpenter no estaba satisfecho con su trabajo. Según él, solo realizó esta película porque era lo único que le fue ofrecido en aquel entonces. En su búsqueda por reencantar a la audiencia, el director se topó con un guión escrito por Bruce Evans y Raynold Gideon, el cual utilizaría para rodar la cinta romántica de ciencia ficción, “Starman” (1984). Para Carpenter, esta era su oportunidad de demostrar que podía desenvolverse en otros campos distintos al cine de terror y suspenso. El largometraje, que tuvo un éxito moderado, dio pie para que el productor Ilva Salkind le ofreciera a John la dirección de “Santa Claus: The Movie” (1985). Aunque inicialmente el director se mostró encantado con la idea de diversificar el tipo de cine que estaba rodando, las múltiples exigencias que le presentó al productor, entre las que se encontraba la opción de tener un completo control creativo, terminaron por desencadenar su desvinculación del proyecto. Varios años más tarde, Carpenter declararía en una entrevista que se arrepentía de haber dejado pasar una posibilidad de demostrarle a la crítica que tenía la capacidad de dirigir cualquier tipo de historia.

Lamentablemente para el director, su próximo film, la comedia de acción “Big Trouble in Little China” (1986), resultaría ser un completo fracaso de taquilla, lo que desencadenó que tuviera que lidiar con diversos problemas financieros durante los años siguientes. Carpenter no tuvo más opción que regresar al cine de bajo presupuesto, filmando largometrajes tales como “Prince of Darkness” (1974), film influenciado por la serie de la BBC, “Quatermass” (1953-58), en el cual pudo plasmar su interés por la religión y la miseria humana. Posteriormente rodaría la película de ciencia ficción, “They Live” (1988), la cual expresaba una feroz crítica al capitalismo reinante en Norteamérica. Pese a que tampoco fue bien recibida en su momento, con el transcurso de los años se ha convertido en una obra de culto. Antes de que terminara la década de los ochenta, a Carpenter se le ofreció la dirección de cintas como “The Exorcist III” (1990), “Top Gun” (1986) y “Fatal Attraction” (1987), proyectos de los cuales decidió retirarse por diversos motivos. Desde aquí en adelante, la carrera del director mostraría un marcado declive. Cintas fallidas como “Memoirs of an Invisible Man” (1992), “Body Bags” (1993), “Village of the Damned” (1995), “Escape From L.A.” (1996) y “Vampires” (1998), marcarían una etapa donde Carpenter se alejaba cada vez más de la brillantez que lo caracterizó en una época.


Probablemente el film, “In the Mouth of Madness” (1994), inspirado en la obra de Lovecraft, es el mejor trabajo del director durante la década de los noventa, aunque de todas formas este no fue recibido bien por el público y la crítica. Lamentablemente para sus seguidores, la década del 2000 solo fue una prolongación de la mediocridad que venía presentando el director. A la horrible “Ghost of Mars” (2005), le siguió la irregular “The Ward” (2010). Entre la realización de ambos films, Carpenter participó en dos episodios de la serie de televisión, “Masters of Horror”, los cuales pueden ser considerados como lo mejor que ha hecho el realizador en mucho tiempo. En el Fright Night Film Festival realizado el 2011, el director reveló que se encuentra trabajando en un western gótico, el cual espera estrenar en un futuro no muy lejano. Pese a todos sus altos y bajos, John Carpenter cuenta con una filmografía que lo ubica fácilmente entre los mejores directores fantásticos de la historia del cine, razón por la cual ya se han realizado remakes de a lo menos tres de sus films. La raíz de su éxito básicamente se basa en el hecho de que Carpenter es un hombre multifacético, que supo explotar de la mejor forma posible cada una de las habilidades que desarrolló durante su infancia y que luego perfeccionó en su adultez. Ahora solo nos queda esperar que el director vuelva a sorprendernos con algo de la magia con la que alguna vez plasmó en la pantalla grande.


por Fantomas.
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