Dennis Lee Hopper nació el 17 de mayo de 1936, en el pueblo de Dodge City, Kansas. Cuando tenía trece años de edad, su familia se mudó a San Diego, California, donde su madre trabajó como instructora de salvavidas, y su padre como gerente de la oficina de correos (aunque según el mismo Hopper, su padre en realidad trabajaba en la OSS, la agencia precursora de la CIA). Sería en San Diego donde Dennis descubriría su afición por la actuación. De hecho, una vez que terminó la secundaria, él estudiaría teatro en la Old Globe Theatre y posteriormente en el New York Actors Studio (donde estuvo bajo la tutela de Lee Strasberg durante cinco años). Durante ese periodo, el actor entablaría una gran amistad con su colega Vincent Price, con quien compartía la pasión por el arte. A los 18 años debutaría como actor con un papel menor en la serie de televisión “Cavalcade of America” (1954), y posteriormente en el drama televisivo “Medic” (1955), donde interpretaría a un paciente epiléptico. Aunque por un tiempo se dijo que su debut cinematográfico sería en la cinta “Johnny Guitar” (1954), el mismo Hopper se encargó de desmentir dicho rumor asegurando que ni siquiera se encontraba en Hollywood cuando fue rodado el film.
Hopper debutaría en el cine con la cinta “Rebel Without a Cause” (1955), y posteriormente trabajaría en “Giant” (1956), ambas protagonizadas por el legendario James Dean, a quien Dennis admiraba inmensamente y con quien el actor desarrollaría una gran amistad. Es por este motivo que no resulta extraño que el entonces joven Hopper se viera fuertemente afectado por el fallecimiento de Dean en 1955, a causa de un accidente automovilístico. Esto provocó el que actor se comportara de manera errática durante algún tiempo, lo que estalló durante la filmación de “From Hell to Texas” (1958), donde Hopper se rehusaba a seguir las indicaciones del director Henry Hathaway. Debido a este incidente, Hopper se convirtió en una paria dentro del circuito hollywoodense, lo que lo condenó durante algún tiempo a protagonizar oscuras cintas serie B y a conseguir roles menores diversas series de televisión. De todas formas, el actor se las arreglaría para codearse con algunos de los artistas más famosos de aquel periodo. De hecho, en 1956 cuando Elvis Presley estaba filmando su primera película en Hollywood (“Love Me Tender”), Hopper era compañero de cuarto de Nick Adams, quien tenía un rol en aquella cinta. Gracias a esto, los tres se volvieron amigos y se les vio juntos en variados eventos sociales.
En 1961, Hopper contraería matrimonio con Brooke Hayward, con quien tendría una hija llamada Marin. Para ese entonces el actor ya consumía drogas y exhibía un comportamiento violento, por lo que su matrimonio sólo duró ocho años. Sin embargo, este matrimonio lo ayudaría a reactivar su carrera de una forma bastante inesperada; Debido a que la madre de Hayward, la actriz Margaret Sullivan, era amiga de John Wayne, este le dio un papel a Hopper en la cinta “The Sons of Katie Elder” (1965). Luego de obtener buenas críticas por su actuación en dicho film, Hopper consiguió una serie de roles que le valieron el beneplácito de la crítica pese a ser papeles menores, como por ejemplo el de Babalugats en la película “Cool Hand Luke” (1967), o el del ladrón de caballos en “True Grit” (1969), donde nuevamente compartió roles con John Wayne. Durante el rodaje de esta última cinta, Wayne acabó odiando a Hopper hasta el punto de aterrizar en el set en helicóptero en busca del actor con toda su ira desatada; “¿Dónde está ese maricón de Hopper? Quiero a ese rojo cabrón, ¿Dónde se ha escondido el muy comunista?”, vociferaría Wayne con revólver en mano aquel día. Hopper tuvo que permanecer escondido en una caravana ajena hasta que Wayne decidió irse.
En 1969 Hopper debutaría como director y guionista de lo que sería un estudio acerca de la contracultura reinante durante los sesenta en Norteamérica, y la tensión existente en el país. “Easy Rider” (co-escrita por Peter Fonda y Terry Southern) dio inicio a una nueva era del cine en Hollywood. La cinta se convirtió en un retrato de los excesos y los aspectos más oscuros de los sesenta; las historias del uso de drogas del elenco durante el rodaje del film hoy ya son legendarias. Hopper sería aclamado por su uso de la improvisación y por su innovador proceso de edición. Además sería el primer film en utilizar una banda sonora compuesta por hits de la época (incluyendo la archiconocida “Born to be Wild” de Steppenwolf), marcando una nueva tendencia. Es por esto que no resulta extraño que la cinta ganara el premio al Mejor Primer Trabajo en el Festival de Cannes, además de recibir dos nominaciones al Oscar, una al mejor guión original, y otra al mejor actor secundario la cual recayó en un joven Jack Nicholson. Sin embargo, es sabido que la realización de esta película resultó ser problemática debido a las diferencias creativas y personales entre Fonda y Hopper, ya que este último se encontraba en plena crisis matrimonial con Brooke Hayward, lo que aumentó su consumo de drogas y alcohol y lo llevó a encerrarse en la sala de edición.
El 31 de octubre de 1970, Hopper contraería matrimonio con la cantante Michelle Phillips, de la banda The Mamas and the Papas, con quien duraría casado sólo ocho días. A principios de los setenta, la Universal Pictures atravesaba un bache comercial bastante considerable. Los ejecutivos del estudio decidieron producir cintas independientes, intentando captar la atención de los adolescentes de la época. Como “Easy Rider” se había convertido en una suerte de punto de referencia para los realizadores independientes, los ejecutivos de la Universal le dieron a Dennis Hopper completa libertad para rodar lo que él quisiera. Aunque era sabido el problema que el actor tenía con las drogas, este era el hombre de moda en Hollywood por lo que la Universal pensó que el riesgo valía la pena. Su segunda película, “The Last Picture” (1971), es una metáfora acerca del fin del sueño americano ambientada en el rodaje de un western serie B en un poblado de Perú. Luego de las múltiples correrías por Perú con sus colegas Peter Fonda y Kris Kristofferson (donde la cocaína y las mujeres de mal vivir circulaban con alegría por el set), Hopper regresó a los Estados Unidos con más de 40 horas de material rodado. Durante el tumultuoso proceso de edición, el actor se concentró en Taos, Nuevo México, donde se dice que el mismísimo Alejandro Jodorowsky le ayudó a editar el film.
Pese a que “The Last Movie” ganó el premio de la crítica en el Festival de Venecia, en Estados Unidos fue masacrada por la crítica e ignorada por el público. Debido a este bullado fracaso y su cada vez más extraño comportamiento, Hopper nuevamente quedó confinado al limbo cinematográfico. En 1972, el actor contraería matrimonio con Daria Halprin, con quien se divorciaría luego de cuatro años y tendría una hija llamada Ruthanna. Durante el resto de la década de los setenta, Hopper fue capaz de mantener su alocado estilo de vida gracias a los roles que obtuvo en una serie de cintas de bajo presupuesto, algunas de los cuales fueron rodadas en Europa, donde por lo general interpretaba a “maniáticos atormentados”. Entre dichos films se encuentran “Mad Dog Morgan” (1976), “Tracks” (1976), y “The American Friend” (1977), entre otros. Sería de la mano del director Francis Ford Coppola y su película “Apocalypse Now” (1979), que Hopper pudo reactivar nuevamente su carrera gracias a su papel como un trastornado fotógrafo de guerra. Posteriormente Hopper ganaría nuevamente reconocimiento como director gracias a la cinta “Out of the Blue” (1980), la cual fue concebida como una seudo-secuela de “Easy Rider”, donde se mostraba que podría haber sucedió con los protagonistas de esta última luego de diez años de transcurrida la historia.
Inmediatamente después, Hopper protagonizó la cinta “Human Highway” (1982), cuyo rodaje tuvo que ser suspendido en múltiples ocasiones debido al impredecible comportamiento del actor. Según el periodista Peter Biskind, en ese entonces Hopper consumía más de tres gramos de cocaína al día, lo que complementaba con treinta cervezas, marihuana, y algunas Cubas Libres. Luego de montar un “intento de suicidio” en la Rice University Media Center, en el que utilizó un ataúd y 17 cartuchos de dinamita, para luego desaparecer en el desierto mexicano luego de una extravagante noche de juerga, Hopper entró a un programa de rehabilitación de drogas en 1983. Durante este periodo, la carrera de Hopper despegó notoriamente. No sólo obtuvo el beneplácito de la crítica por sus interpretaciones en las cintas “Rumble Fish” (1983), del director Francis Ford Coppola, y “The Osterman Weekend” (1983), de Sam Peckinpah, sino que además interpretaría uno de los papeles más icónicos de su carrera; el del sádico y demente gangster Frank Booth en el bizarro thriller de David Lynch, “Blue Velvet” (1986). Es sabido que luego de que Hopper leyera el guión de la cinta de Lynch, este llamó al director y le dijo: “¡Tienes que dejarme interpretar a Frank Booth, debido a que yo soy Frank Booth!”.
En 1986, Hopper también recibiría una nominación al mejor actor secundario por su actuación en el film “Hoosiers”. Dos años más tarde filmaría “Colors” (1988), un brutal retrato de la guerra entre la policía de Los Ángeles y las pandillas que aterrorizaban los suburbios de la ciudad. El director no sólo logró otorgarle un perturbador estilo documental a la historia, sino que además contó con la estupenda actuación de sus protagonistas, Robert Duval y Sean Penn. En 1989, Hopper se casaría por cuarta vez, en esta ocasión con Katherine LaNasa con quien duraría casado un poco más de un año y tendría un hijo llamado Henry Lee. Los próximos proyectos como director de Hopper no fueron bien recibidos por la crítica ni el público. Mientras que “The Hot Spot” (1990) pasó casi desapercibida, el thiller "Catchfire" (1990), protagonizado por Jodie Foster, se convirtió en objeto de pugna entre el director y el estudio, razón por la cual Hopper prefirió firmar bajo el seudónimo de Alan Smithee (el cual fue ocupado durante años por numerosos directores cuyas realizaciones no los dejaban satisfechos). Al año siguiente, el actor sería nominado al Emmy por su actuación en las cintas “Paris Trout” (1991) y “Doublecrossed” (1991), donde en esta última interpretó a Barry Seal, quien fuese traficante y informante de la DEA en la vida real.
Durante la década de los noventa, Hopper interpretó mayormente a villanos en cintas de dudosa calidad, como por ejemplo “Super Mario Bros” (1993), “Speed” (1994), y “Waterworld” (1995). Con la excepción de su cameo en “True Romance” (1993), y su participación en una de la temporadas de la serie de televisión “24” (2001-10), Hopper no obtendría roles demasiado interesantes durante el resto de su carrera. De hecho, gran parte de los trabajos cinematográficos que aceptó durante este periodo no tenían otro objetivo más que financiar sus otros intereses artísticos. Hopper era un prolífico fotógrafo, pintor y escultor. La pasión del actor/director por el arte se despertó al término de la Segunda Guerra Mundial, cuando su familia se mudó a Kansas City, Missouri, lugar donde Hopper encontró su nicho artístico en las clases sabatinas del Instituto de Arte de Kansas City. Durante los años en que estuvo exiliado de la industria cinematográfica, Hopper se convirtió en pintor y fotógrafo pasando por varios estilos que iban desde el impresionismo abstracto hasta el fotorealismo. En 1966 el actor creó el arte de la portada del álbum de Tina Turner, “River Deep Mountain High”. La última cinta del actor sería “The Last Film Festival” (2010), la cual aún no ha sido estrenada.
En 1996, Hopper se casó por quinta vez con Victoria Duffy, quien era 32 años más joven y con quien tuvo una hija, Galen Grier. Fiel a su naturaleza problemática, en enero del 2010 el actor presentó un pedido de divorcio tras catorce años de matrimonio, además de pedir una orden de restricción contra su esposa debido a considerarla “inhumana” y “volátil” (lo que no deja de ser irónico teniendo en cuenta la vida que llevó el actor). En octubre del 2009, a Hopper se le diagnosticó un avanzado cáncer a la próstata. Lamentablemente, el 29 de mayo del 2010, a los 74 años de edad, Dennis Hopper falleció a causa del cáncer que lo aquejaba. Como buen exponente de la época que le toco vivir, Hopper fue amante de los excesos y se autoproclamó como uno de los inventores de la nueva era hollywoodiense; “Yo llegué antes que todos los demás. Vi llegar a Lucas y a Spielberg y a Scorsese. Después; diecisiete años en los que no pude hacer nada, me impidieron hacer cine”. Los directores que trabajaban con él planificaban los rodajes según las drogas que tomaba y sus efectos. De esta manera no rodaban sus escenas después de comer (cuando el alcohol le hacía efecto) o le indicaban la droga a consumir según la intensidad de la escena a grabar. Al igual que su cinta más famosa, “Easy Rider”, Hopper se convirtió en sinónimo de rebeldía, drogas, rock, libertad, sexo, paz y hippismo. Pese a que antes de morir obtuvo su estrella en el paseo de la fama, que su carrera se extendió por más de cuatro décadas apareciendo en cientos de producciones, "lamentablemente" Dennis Hopper seguirá siendo recordado por un puñado de roles inolvidables, sus cinco matrimonios y su turbulenta vida personal, marcada por el abuso de las drogas y el alcohol.
“Django il bastardo” aka“The Strangers Gundown” (1969), es un spaghetti western del director Sergio Garrone, el cual está protagonizado por Anthony Steffen, Paolo Gozlino y Rada Rassimov.
Durante la guerra civil, un Regimiento es atacado por los yanquis quienes masacran a la mayoría de los soldados que se encuentran en su interior. Sin embargo, uno de ellos queda vivo. Dado por muerto, Django (Anthony Steffen) yace inconsciente en el suelo, gravemente herido. Luego de varios años, Django comienza a buscar a sus enemigos, los mismos hombres que lo creyeron muerto.
El éxito obtenido por la “trilogía del dólar” de Sergio Leone a mediados de los sesenta, provocó que un buen número de realizadores italianos buscara sacar provecho de este nuevo tipo de western, el cual sería conocido posteriormente como spaghetti western. Algunos de los personajes de estas películas trascendieron más allá de lo imaginado al interior del género, por lo que protagonizaron un buen número de estos films. Ese fue precisamente el caso de Django, quien apareció por primera vez en la cinta de Sergio Corbucci, “Django” (1966), siendo interpretado por Franco Nero. Tres años más tarde, el director Sergio Garrone, quien es más conocido por sus incursiones en el subgénero de la “nazisploitation”, decidió escribir y dirigir la que sería una de las tantas secuelas “no oficiales” del film de Corbucci. Esta vez Django es interpretado por Anthony Steffen (cuyo verdadero nombre es Luiz Antonio de Teffé), actor que apareció en una buena cantidad de spaghetti westerns durante su carrera, y que en esta ocasión contribuyó a escribir el guión.
La cinta comienza con un collage de escenas protagonizadas por un misterioso pistolero al cual no logramos verle el rostro. Llegado un determinado momento, el pistolero se detiene en frente de una cabaña donde emplaza una cruz con el nombre de “Sam Hawkins”, y con la fecha del día en el que transcurre la escena. Acto seguido, Sam Hawkins y sus compañeros deciden hacerle frente al extraño, quien es nada menos que Django. Como muestra de la metodología que Django utilizará contra sus enemigos durante el transcurso de la cinta, antes de que Hawkins y compañía puedan pronunciar una palabra, Django procede a eliminarlos rápidamente con su revólver. Y es que básicamente esta secuencia nos indica que el protagonista está buscando venganza, aunque no sabemos cuáles son los motivos que lo arrastran a esta cruzada de violencia y muerte. Posteriormente al espectador le son revelados los villanos de la cinta; Rod Murdok (Paolo Gozlino) y su hermano Luke (Luciano Rossi), quienes se encuentran disfrutando de un extraño espectáculo que involucra a dos hombres y un cartucho de dinamita. No pasa mucho tiempo antes de que se ponga en evidencia que mientras que Rod es un tipo más mesurado y calculador, Luke es a todas luces un verdadero demente que disfruta con la violencia.
Durante el transcurso de la cinta se plantea la posibilidad de que el protagonista es un fantasma, y no el único sobreviviente de la masacre ocurrida durante la Guerra Civil. Esto es debido a la misteriosa forma en cómo Django aparece y desaparece sin explicación alguna, y como a este en una escena en particular parecieran no afectarle las balas. Además, esta idea se ve reforzada por algunas de las frases pronunciadas por Django como por ejemplo: “Soy un demonio del infierno”. En este sentido, Garrone es los suficientemente inteligente como para sacarle el máximo provecho a mecanismos simples que ayudan a reforzar este “giro sobrenatural”. En muy contadas ocasiones podemos ver la cara de Django, ya que generalmente se oculta en la oscuridad de la noche, dejando al descubierto sólo sus ojos los cuales son iluminados por un tenue rayo de luz. En otra ocasión, uno de los enemigos del protagonista se ve devorado por la enorme sombra de Django, la cual se encuentra proyectada sobre una pared. Todos estos pequeños toques están pensados para retratar al protagonista como la verdadera “encarnación de la muerte”. Sin embargo, eso es algo que finalmente queda sometido al criterio del espectador.
Más allá del detalle sobrenatural del film, la historia está plagada de clichés propios del género, como por ejemplo el villano rico y poderoso que tiene amedrentada a toda una comunidad, mujeres hermosas y traicioneras motivadas por la codicia, o la típica escena del tiroteo en el cementerio. Sin embargo, nada de esto resulta molesto debido a que el director mantiene un ritmo narrativo más que adecuado, el cual se sostiene a punta de acción y suspenso. Los momentos en los que el ritmo languidece más notoriamente, son aquellos que están dedicados a profundizar en la historia de los hermanos Murdok, en su comportamiento, y en como ambos reaccionan ante la inminente amenaza de un imparable y fantasmagórico Django. Ya en la segunda mitad de la cinta, mediante un flashback nos enteramos del nexo existente entre los hombres que el protagonista ha sentenciado a muerte. Este flashback, además de dejar en evidencia los motivos tras la venganza de Django, siembra aún más dudas acerca de su verdadera naturaleza, lo que le añade una cuota extra de suspenso al film.
En el ámbito de las actuaciones, nos encontramos con una amplia gama de interpretaciones en lo que a calidad se refiere. Anthony Steffen difícilmente podría ser considerado como un buen actor, pero gracias a la poca cantidad de diálogos que tiene su personaje, a su aspecto sombrío y a su escasa expresividad, logra retratar con éxito a Django como un verdadero fantasma. Luciano Rossi por su parte, interpreta de buena manera a Luke Murdok, un verdadero psicópata que pese a no tener relación con el pasado del protagonista, es quien adopta el papel del villano más temible. Por último, Paolo Gozlino realiza una labor bastante irregular como el calculador Rod Murdok, mientras que Rada Rassimov sólo resalta por su exótica belleza ya que realiza un trabajo mediocre interpretando a un personaje bastante olvidable. Por otro lado, el trabajo de fotografía de Gino Santini presenta algunos momentos destacables, mientras que la banda sonora compuesta por Vasili Kojucharov y Elsio Mancuso es más bien minimalista y no demasiado atmosférica, por lo que es la canción principal del film lo que resulta más destacable del trabajo de la dupla de compositores.
Si bien es evidente que el Django de esta película poco y nada tiene que ver con el Django de Corbucci, “Django il bastardo” es probablemente una de las mejores cintas protagonizadas por este personaje. Obviamente no es un film excelente ni pretende serlo, pero las escenas de acción están bien construidas, así como también la atmósfera sobrenatural que rodea al protagonista, razón por la cual no sólo es una cinta entretenida, sino que además califica para ser considerada como uno de los buenos spaghetti western filmados durante la segunda mitad de los sesenta (que dicho sea de paso, fue la época en la cual se filmaron los grandes clásicos del género). Cuatro años después de estrenado el film de Garrone, Clint Eastwood filmaría el western “High Plains Drifter” (1973), el cual presenta más de una similitud con esta película, especialmente en lo que se refiere a la posible naturaleza sobrenatural del protagonista. Pese a las fallas (algunas propias de la falta de presupuesto) y a los clichés que presenta “Django il bastardo”, se trata de un película interesante que sobresale dentro de un género donde los aciertos no suelen ser comunes.
Myrna Adele Williams, más conocida como Myrna Loy, nació el 2 de agosto de 1905 en Radersburg, Montana. Hija de Adelle Mae y David Franklin Williams, Myrna fue nombrada en honor a un nombre de una estación de trenes que le gustó a su padre. Él, además de ser granjero, banquero y corredor de propiedades, a los 23 años de edad se convirtió en el hombre más joven en ser electo como gobernador del estado de Montana. Su madre en cambio, sentía una mayor atracción por el mundo artístico lo que la llevó a estudiar música en el Conservatorio Americano de Música de Chicago. Durante el invierno de 1912, la madre de Loy estuvo a punto de morir a causa de una neumonía, por lo que su padre las envió a La Jolla, California. Aunque Adelle intentó convencer a su esposo que se mudara a California de manera permanente para así tener un mayor control de las propiedades que poseía en el lugar, este prefería la vida campestre por lo que eventualmente los tres regresaron a Montana. Al poco tiempo después, la madre de Myrna tuvo que someterse a una histerectomía, razón por la cual ella, Myrna y su hermano David se mudaron a Los Ángeles, donde Myrna comenzaría a tomar clases de danza. Tras la cirugía, la familia regresó a Montana, y a los 12 años de edad Myrna tuvo su debut teatral; un musical coreografiado por ella el cual estaba basado en “The Blue Bird” perteneciente a la Rose Dream Operetta.
En noviembre de 1918, aún devastada por el fallecimiento de su padre, Myrna sintió que debía responsabilizarse de su madre y de su hermano. Poco después de este acontecimiento, la familia se mudó a Culver City donde Myrna y su madre pudieron dar rienda suelta a su sueño de convertirse en artistas. Además de asistir al exclusivo Westlake School para Señoritas, Myrna continuó estudiando danza y música. Cuando las maestras de su colegio se mostraron reacias a que ella continuara participando en las artes teatrales, Myrna se matriculó en la Venice High School cuando tenía quince años, lo que le permitió participar en algunas obras teatrales a nivel local. En 1921, Loy posó para el escultor Harry Winebrenner, dando como resultado una estatua titulada “Spiritual”, la cual hasta el día de hoy se encuentra situada en el frontis de la Venice High School. La joven abandonaría la secundaria cuando tenía 18 años para ayudar económicamente a su familia. Ella obtendría un trabajo como bailarina en el Egyptian Theatre, donde participaría en elaboradas secuencias musicales que servían como introducción a los films mudos que se proyectaban en el lugar. Durante este periodo, Myrna tendría la posibilidad de ver a la actriz Eleonora Duse en la obra “Thy Will Be Done”, cuyas sencillas técnicas actorales provocaron un fuerte impacto en la joven, al punto que intentaría emularlas a lo largo de su carrera.
Con el fin de promocionar el Egyptian Theatre, el fotógrafo Henry Waxman realizó una serie de fotografías en las cuales aparecía Myrna Loy. Paralelamente, Rudolph Valentino y su esposa Winifred Shaunnessy (quien era más conocida como Natacha Rambova) estaban buscando a una actriz que pudiera interpretar el rol protagónico en “Cobra” (1925), el primer proyecto independiente producido por el actor. Si bien Myrna se presentó al casting, el rol finalmente recayó en la actriz Gertrude Olmstead. Sin embargo, la experiencia despertó el interés de Loy por el cine. Ese mismo año, conseguiría un papel como extra en los films “The Wanderer” (1925) y “Pretty Ladies” (1925), donde en esta último participaría como una de las muchachas de un coro junto a la entonces novata Joan Crawford. Posteriormente se presentaría sin éxito al casting de la cinta “Ben-Hur” (1925), intentando conseguir el rol de la Virgen María. Sería gracias al pequeño rol que obtuvo en el film “What Price Beauty?” (1925), que Myrna Adele Williams logró llamar la atención de los ejecutivos de la Warner Bros, estudio en el que cambiaría su apellido a Loy. Ella firmó un contrato de siete años con el estudio, con un sueldo de $75 dólares a la semana.
Durante la época en que Loy trabajó en cintas de cine mudo, por lo general le tocó interpretar papeles de vampiresas o femme fatales. Su primer rol importante lo obtendría en el film “Across the Pacific” (1926), lo que la ayudaría a obtener roles más exóticos en cintas como “A Girl in Every Port” (1928), “The Crimson City” (1928), “The Black Watch” (1929), y “The Desert Song” (1929), entre otras. A la actriz le tomaría bastantes años poder desligarse del estereotipo en el que fue encasillada, y recién a fines de 1932 pudo demostrar su versatilidad en el film “Thirteen Women”. Previo a su participación en dicha cinta, Loy interpretó pequeños roles en un buen número de musicales como “The Jazz Singer” (1927), “The Show of Shows” (1929), “The Bride of the Regiment” (1930), y “Under a Texas Moon” (1930). Debido a su participación en estos films, el público comenzó a asociarla con roles musicales, lo que provocó que su carrera sufriera un duro revés. En 1929, a causa de la Gran Depresión, la actriz dejó la Warner y trabajó durante algún tiempo como agente libre. Durante este periodo, el productor de la MGM, Arthur Hornblow (quien posteriormente se convertiría en su primer esposo), le otorgaría a Myrna un papel en la cinta “The Devil to Pay” (1930), y a fines de 1931 la actriz firmaría un contrato con el estudio, tras lo cual participó en su primera comedia titulada “Love Me Tonight” (1932).
En esa época, Myrna Loy era el objeto de deseo de muchas estrellas hollywoodenses, entre los que se encontraban John Barrymore, Leslie Howard y Clark Gable. De hecho, en una ocasión Gable intentó besarla tras una noche de juerga. Al ver las intenciones del actor, Loy reaccionó empujándolo hacia unos arbustos que estaban en el patio de su casa. Y es que durante ese periodo, Myrna estaba involucrada sentimentalmente con Arthur Hornblow, quien constantemente le aseguraba que estaba haciendo lo posible por divorciarse de su esposa en ese momento. En 1934 ella participó en la cinta de gánsteres, “Manhattan Melodrama”, la cual es recordada debido a que John Dillinger fue baleado por los agentes del FBI cuando este se escabulló del cine donde estaban proyectando el film. El gran salto en la carrera de la actriz llegaría ese mismo año, cuando co-protagonizó con William Powell la cinta de detectives, “The Thin Man”, la cual estaba basada en una novela de Dashiell Hammett. La historia de cómo la actriz fue seleccionada para interpretar el papel de Nora Charles no deja de ser curiosa; en una de las tantas fiestas hollywoodenses a las que asistía en ese entonces, el director W. S. Van Dyke la empujó a una piscina para ver cuál sería su reacción. Su aplomo al momento de enfrentar la situación resultó ser justo lo que el director estaba buscando.
Pese a que Louis B. Mayer se resistía a la idea de que Loy interpretara el papel debido a que consideraba que era una actriz dramática, Van Dyke logró llegar a un acuerdo con la cabeza de la MGM; no sólo filmaría la cinta en tres semanas, sino que también le pidió a Loy que se comprometiera a filmar el drama “Stamboul Quest” (1934). Para sorpresa de muchos, “The Thin Man” resultó ser todo un éxito, y la actuación de Myrna Loy fue alabada por la crítica. El film además resultó ser el inicio de la lucrativa sociedad entre la actriz y William Powell, quienes trabajaron juntos en catorce cintas convirtiéndose en una de las parejas más prolíficas de la historia de Hollywood. Luego de participar en más de 80 películas como vampiresa o mujer exótica, Myrna se convirtió en la “esposa perfecta”. Incluso se formaron clubes que expresaban abiertamente su deseo de convertir a la actriz en su esposa. En cuanto a los planes de matrimonio de Loy, ella aún estaba esperando que Arthur Hornblow se divorciara. Pese a su reciente popularidad, la actriz sentía que la MGM no estaba velando por sus intereses. No ganaba ni la mitad del salario que recibía William Powell, por lo que luego de viajar a Europa con Hornblow ella retornó a Nueva York y no a Hollywood. Tras un año alejada de la gran pantalla finalmente consiguió lo que deseaba; Louis B. Mayer le subió el sueldo y le otorgó un bono de $25.000 dólares.
Myrna pronto se puso a trabajar en una serie de cintas como “Whipsaw” (1935) con Spencer Tracy, “Wife vs. Secretary” (1936) con Clark Gable, y “The Great Ziegfeld” (1936) con William Powell. Por otro lado, Arthur Hornblow finalmente obtuvo el divorcio tras lo cual se casó con la actriz en México, el 27 de junio de 1936. Entre 1934 y 1939, Myrna Loy realizó 21 películas, incluyendo “Parnell” (1937) con Clark Gable. Durante el lanzamiento de la cinta, Gable y Loy fueron votados como el Rey y la Reina de las películas. Más de veinte millones de personas participaron en la encuesta que convirtió a la pareja de actores en soberanos de Hollywood. Como era de esperarse, en la MGM quisieron aprovechar la creciente popularidad de la pareja, por lo que los reunieron en las cintas “Test Pilot” (1938) y “Too Hot to Handle” (1938). En el verano de 1939, Myrna y su marido se fueron a Europa por tres semanas. En su viaje se toparon con la amenaza de la guerra en todos los lugares que visitaron. Cuando la guerra estalló, Myrna participó en una serie de actividades que tenían como objetivo recaudar dinero para organizaciones como la Cruz Roja. Durante ese periodo, su matrimonio estaba pasando por una crisis debido a que no podía pasar mucho tiempo junto a su marido, quien era sumamente controlador y perfeccionista. Esto provocó que la actriz se divorciara en marzo de 1942.
Seis días después de su divorcio con Arthur Hornblow, Loy contrajo matrimonio con John Hertz Junior. Él era un publicista que provenía de una familia bastante adinerada, y había estado cortejando a la actriz apenas esta obtuvo el divorcio. Debido a lo vulnerable que se sentía Myrna en aquel entonces, le resultó difícil resistirse a los encantos de Hertz. Lamentablemente para ella, su nuevo matrimonio y su excesiva actividad social durante la guerra la alejaron por un tiempo del trabajo en los estudios. Su nuevo esposo no deseaba que siguiera trabajando en el cine, y por un tiempo Myrna no tuvo objeciones al respecto. Sin embargo, la actriz continuó su labor social visitando mayormente hospitales militares. No pasaría mucho tiempo antes de que Loy se percatara de que su nuevo marido era neurótico, posesivo y abusivo. Eventualmente ellos se separarían y la actriz regresaría a Hollywood para comenzar a trabajar en “The Thin Man Goes Home” (1945). En 1945, Myrna comenzaría una relación con el Comandante Gene Markey, quien había estado casado anteriormente con Joan Bennett y Hedy Lamarr. Ellos contrajeron matrimonio en 1946, y ese mismo año Myrna abandonó la MGM luego de trabajar durante 15 años en el estudio. A su gusto, hacía bastante tiempo que los ejecutivos del estudio la habían dejado de lado, por lo que no le ofrecían roles que despertaran su interés.
El primer rol que obtendría la actriz luego de abandonar la MGM sería el de Milly en la cinta “The Best Years of Our Lives” (1946). Según la misma actriz, este sería uno de los roles más importantes de su carrera. Posteriormente trabajaría con Cary Grant en los films “The Bachelor and the Bobbysoxer” (1947) y “Mr Blandings Builds His Dream House” (1948). Como Loy era una democrata declarada, ella fue una de las primeras actrices que fue acusada de tener nexos con el Partido Comunista durante la caza de brujas llevada a cabo por el Senador McCarthy. Myrna incluso apareció en una lista publicada por el Hollywood Reporter, de la cual sólo fue eliminada luego de presentar una demanda por un millón de dólares contra el periódico. Loy junto a otros actores decidieron combatir el accionar del Comité de Actividades Antiamericanas formando el Comité de la Primera Enmienda. Mientras se encontraba luchando contra la caza de brujas en Hollywood, la actriz se hizo amiga de Jan Masaryk, el líder demócrata cuyo país (la entonces Checoslovaquia) estaba siendo dominado lentamente por los comunistas. Luego de su muerte (un supuesto suicidio que posteriormente se convirtió en asesinato), Myrna comenzó a trabajar para la Asociación Americana para las Naciones Unidas. Además se involucró con la labor de la UNESCO, lo que de seguro le trajo más de una satisfacción.
Paralelamente, ella y su marido Gene Markey fundaron a fines de los cuarenta la Charter Films, su propia compañía de producción. Desafortunadamente, su matrimonio comenzó a tener problemas debido a los numerosos amoríos de Markey, por lo que terminaron divorciándose en 1950. Luego de filmar en Europa la cinta “If This Be Sin” (1949), del director Alexander Korda, Loy aprovechó de viajar por Europa y continuar colaborando con la UNESCO, hasta que eventualmente regresó a Hollywood para filmar “Cheaper By the Dozen” (1950). Luego retornaría a Europa, donde comenzaría una relación sentimental con Howland Sargeant quien era parte de la delegación de la UNESCO. Cuando regresó a los Estados Unidos en junio de 1950, Myrna se estableció en Washington y Nueva York, donde continuó visitando hospitales y contrajo matrimonio con Sargeant el primero de junio de 1951. Durante el resto de la década, Loy participó en algunas series de televisión y en unos pocos films, dándole mayor importancia a su labor en la Naciones Unidas, y a su participación en política. Tras ocho años de matrimonio, ella se divorciaría de Howland Sergeant.
Luego de años intentando persuadirla, en 1963 Myrna Loy aceptó trabajar durante el verano en una obra teatral. Dicha obra sería “Marriage-go-Round”, y la actriz se mostraría bastante insegura de sus condiciones. Sin embargo, lograría demostrar su talento actoral y con el transcurso de los años siguió trabajando en teatro. De hecho, en 1973 debutaría en Broadway con la obra “The Women”, y posteriormente fundaría la American Place Theatre, una fundación sin fines de lucro cuyo objetivo era ayudar en el desarrollo de nuevos escritores. Ella continuó trabajando en cine y televisión, siendo su último largometraje la comedia “Just Tell Me What You Want” (1980). Myrna Loy fallecería el 14 de diciembre de 1993, debido a algunas complicaciones que sufrió durante una cirugía. Al igual que otros prestigiosos actores como Cary Grant, ella nunca recibió un Oscar por ninguno de los roles que interpretó en las más de cien películas en las cuales participó. Sin embargo, en 1991 recibió un Oscar honorario en reconocimiento por sus “extraordinarias cualidades, tanto en la pantalla como fuera de ella, las cuales demostró en un sinnúmero de inolvidables interpretaciones”. Myrna Loy dedicó su vida a realizar múltiples actividades, invirtiendo siempre la misma cantidad de entusiasmo y entrega. Ella fue una mujer trabajadora, leal a sus amigos y a las causas que creía justas, demostrando que no sólo era una actriz glamorosa, sino que también era un ser humano excepcional.
“The Big Boss” (1971), es una cinta de artes marciales del director Lo Wei, la cual está protagonizada por Bruce Lee, Maria Yi y James Tien.
Cheng Chao-an (Bruce Lee) llega a Bangkok donde encuentra trabajo en la fábrica del Sr. Mi (Ying-Chieh Han). Sin embargo, pronto descubre que el negocio no es más que una tapadera para encubrir el tráfico de drogas y la prostitución, por lo que decide enfrentarse a su jefe y a sus secuaces sin importar las consecuencias de sus acciones.
Durante su infancia y su adolescencia, Bruce Lee participó en una serie de películas hongkonesas como extra o interpretando roles secundarios. Luego de la cancelación de la serie norteamericana “The Green Hornet” (1966-67), la cual ayudó a convertir a Lee en un personaje popular en Asia, el actor firmó un contrato con la productora Golden Harvest, pese a tener una serie de tentadoras ofertas provenientes de otras productoras asiáticas. En julio de 1971, Lee viajó a Tailandia para filmar “The Big Boss”, film que no sólo marcaría su debut como protagonista de una cinta de artes marciales, sino que además sería la encargada de posicionar al actor como el responsable de la renovación del género. Gracias a su reciente popularidad, Lee pudo utilizar toda la experiencia que había adquirido durante su estadía en los Estados Unidos en la realización de la cinta. El actor no sólo convenció al productor Raymond Chow que era mejor realizar un film de artes marciales que utilizara un mínimo de armas (alejándose de esta forma del cine japonés de samuráis, donde se enfatizaba el uso de las espadas y el cual sirvió de influencia para muchas de las producciones chinas de la época), sino que además se le permitió coreografiar todas las escenas de lucha.
Lo que ni Raymond Chow ni Bruce Lee pudieron prever, fueron las múltiples dificultades que se les presentarían durante el rodaje de la cinta. Durante los primeros días en Tailandia, Lee se cortó seriamente la mano derecha con un pedazo de vidrio. La lesión fue profunda por lo que necesitó diez puntos de sutura. El corte le impedía realizar actividades cotidianas como bañarse o escribir, por lo que tuvieron que pasar tres semanas antes de que el actor no se sintiera incómodo o limitado en sus movimientos. Muchos extras y algunos integrantes del equipo de filmación vieron el accidente como un mal presagio, por lo que abandonaron la realización de la cinta. A la lesión de Lee y a los problemas con el equipo de filmación, se le sumaron los mosquitos y cucarachas que poblaban las locaciones seleccionadas para el rodaje, y que inevitablemente provocaban la molestia de todos los involucrados en el film. Por último cabe mencionar que el director original de la película, Chia-hsiang Wu, tuvo que ser reemplazado por Lo Wei a las pocas semanas de iniciado el rodaje, debido a que el primero carecía de la personalidad y la habilidad suficiente como para llevar a cabo con éxito el proyecto. Wei en cambio, tenía una personalidad más fuerte que le permitía manejar sin problemas a su equipo, pero difícilmente se le podía considerar como un buen director.
“The Big Boss” se centra en un joven de nombre Cheng Chao-an, quien se acaba de mudar a Tailandia en búsqueda de nuevas oportunidades de trabajo, e intentando dejar atrás una serie de problemas que lo involucraban constantemente en peleas. De hecho, al poco de iniciado la cinta nos enteramos que Cheng le ha prometido a su madre que no se meterá en más problemas. Él incluso lleva consigo un pendiente que le sirve como recordatorio de su juramento solemne. Cheng cumple con su juramento por lo menos durante la primera mitad de la cinta. Aún cuando se le presentan numerosas oportunidades, este se abstiene de pelear dejando que su primo Hsui Chien (James Tien) tome un rol protagónico. Curiosamente, durante este tramo del film el personaje de Bruce Lee adopta el papel del “compañero cómico” de Hsui Chien. Es este último quien no sólo se encarga de defender a sus colegas en la fábrica de hielo, sino que también es quien encabeza la búsqueda de dos de sus compañeros quienes desaparecen en extrañas circunstancias. No es hasta que Hsui Chien desaparece, que el personaje de Bruce Lee adopta un mayor protagonismo.
Contrario a lo que se puede pensar, Cheng Chao-an dista de ser un héroe convencional. Si bien en un determinado momento decide defender a sus compañeros de trabajo de un grupo de criminales que intentan detener la huelga que se está llevando a cabo, luego se deja engañar por el dueño de la fábrica quien lo tienta ofreciéndole mujeres y alcohol. Su nuevo puesto de capataz y su ahora cercana relación con aquellos hombres que manejan la fábrica, provoca que aquellos que alguna vez vieron a Cheng Chao-an como un líder positivo, ahora lo consideren un traidor. El protagonista no maneja bien su reciente popularidad, por lo que no logra percatarse que la fábrica es una tapadera para el tráfico de droga, y que sus dueños están dispuestos a asesinar con tal de proteger su negocio. Cuando el personaje de Lee por fin logra quitarse la venda de los ojos, se convierte en un personaje violento y vengativo cuya brutalidad sólo se puede traducir en muerte. Las peleas exhiben un estilo bastante callejero, donde Cheng Chao-an además de utilizar sus manos y sus pies como armas, se vale de algunos de los cuchillos que portan los criminales que intentan asesinarlo a lo largo de la segunda mitad del film.
En términos de violencia gráfica, “The Big Boss” se asemeja bastante a lo visto en algunas de las cintas protagonizadas por Sonny Chiba, como por ejemplo la trilogía “The Street Fighter”. Esto convierte a “The Big Boss” en la película más violenta de la corta filmografía de Bruce Lee (de hecho, al momento de su estreno en China fueron editadas algunas de las escenas más violentas). Es evidente que la mayor atracción de la película es la interpretación de Bruce Lee. El carisma del actor permite que el espectador sienta cierta simpatía por su personaje, pese a que no es particularmente querible. Su personaje se ve involucrado tanto en escenas violentas y vibrantes (donde se destacan dos escenas de lucha que transcurren en la fábrica de hielo), en las cuales Lee demuestra porque se convirtió en una leyenda pese a participar en tan pocos films, como en otras que caen en el más completo absurdo, como aquella en la que se emborracha y comienza a bailar y a jactarse de sus habilidades como luchador. En general las actuaciones son más bien mediocres, lo que se extiende al trabajo de fotografía de Ching-Chu Chen. La cinta no puede evitar proyectar la imagen de ser una producción de bajo presupuesto, principalmente debido a la poca habilidad del director y de su equipo de filmación.
Por otro lado, la banda sonora compuesta por Fu-ling Wang difícilmente podría considerarse adecuada (aunque no resulta molesta tampoco), y las coreografías de las escenas de lucha si bien no presentan la pulcritud que posteriormente podría apreciarse en las otras cintas de Lee, estas son lo suficientemente crudas e impactantes como para representar un buen espectáculo. Pese a las fallas que presenta la cinta, “The Big Boss” se convirtió en todo un éxito al momento de su estreno, impulsando la carrera de Bruce Lee. Y es que pese a que el film es básicamente una violenta historia de venganza, este resulta ser lo suficientemente entretenido como para captar la atención del espectador durante todo su metraje. Resulta especialmente divertido ver como el personaje de Lee se pierde en un mar de ira, para luego acabar con todos aquellos que se cruzan en su camino, sin medir demasiado la consecuencia de sus actos. “The Big Boss” es a estas alturas un clásico del cine de artes marciales, no sólo por haber ayudado a lanzar la carrera de Bruce Lee, sino porque además se atrevió a renovar el género presentando un escenario moderno donde no existen los verdaderos héroes, sino hombres con defectos y virtudes que buscan su oportunidad de redención.
“Tokyo Drifter” (1966), es un drama de acción del director Seijun Suzuki, el cual está protagonizado por Tetsuya Watari, Chieko Matsubara y Hideaki Nitani.
Tetsuya “Phoenix Tetsu” Hondo (Tetsuya Watari) se ha unido a su jefe en la yakuza en su intento por llevar una vida honesta. Sin embargo, cuando el líder de una banda rival los arrastre nuevamente a una guerra de pandillas, Tetsu tendrá que convertirse en un vagabundo con el fin de evitar que su jefe se meta en más problemas.
Nacido en Tokio en 1923, Seijun Suzuki realizó un extraordinario ciclo de cintas de yakuzas durante los sesenta, cuando trabajaba en la unidad B del estudio Nikkatsu. Dicha serie de películas se caracterizó por presentar momentos de puro delirio marcados por estallidos de color, curiosos ángulos de cámara, humor absurdo, e historias que desafiaban las barreras propias del género. Si bien los films de Suzuki lograron cautivar al público de la época y a la crítica especializada, los ejecutivos de la Nikkatsu estaban cada vez más irritados con el director y su particular estilo. En 1966, el estudio le advirtió a Suzuki que cambiara su línea estética y narrativa con “Tokyo Drifter”, un drama de acción acerca de un yakuza retirado, con el fin de lograr mejores resultados de taquilla. Además recortaron el presupuesto de la cinta con la esperanza de que el director cumpliera con lo deseado. Sin embargo, lo único que lograron los ejecutivos del estudio con sus amenazas fue que Suzuki junto a su director de arte Takeo Kimura, intentaran llevar el surrealismo y el absurdo presente en las anteriores cintas del director a nuevos niveles.
Básicamente “Tokyo Drifter” relata la historia de Tetsu, un ex-yakuza que junto a su antiguo jefe Kurata (Ryuji Kita), buscan dejar su pasado criminal atrás. Aunque por un tiempo logran su objetivo, Otsuka (Hideaki Esumi), el líder de una banda rival, intenta estafarlos con un negocio de bienes raíces desencadenando un par de asesinatos que amenazan con echar por la borda todos los esfuerzos que Tetsu y su jefe han realizado con el fin de llevar una vida honesta. Para evitarle mayores problemas a su jefe, Tetsu decide responsabilizarse por uno de los asesinatos, tras lo cual comienza a vagar por las calles de Tokio y de distintas ciudades de Japón, dejando atrás su vida y a su novia Chiharu (Chieko Matsubara), la cual es cantante de un club nocturno. Cuando Otsuka y Kurata se percatan del peligro que Tetsu supone para sus planes futuros, aún cuando este está fuera de la ciudad, contratan a un asesino a sueldo para que lo elimine. Con la ayuda de otro asesino renegado, Tetsu intentará sobrevivir lo suficiente como para lograr vengarse de todos aquellos que lo han traicionado. Si bien en el papel la historia parece bastante convencional, en la práctica no lo es tanto.
Seijun Suzuki mezcla elementos de diferentes géneros para dar vida a una cinta avant-garde que no se presenta como un tributo al cine de yakuzas, sino más bien como una bizarra parodia. Utilizando influencias que van desde el Pop-Art a los musicales hollywoodenses de los cincuenta, y desde la comedia del absurdo al surrealismo, Suzuki demuestra toda su habilidad tras las cámaras. El afán de estar continuamente experimentando con elementos visuales y narrativos que presenta el director, conlleva a que por momentos la trama se torne un poco incomprensible para el espectador, quien no puede digerir toda la información que se le entrega. Si bien la premisa de la trama no es excesivamente compleja, la forma en cómo esta se desarrolla presenta todo un reto para el espectador. La acción salta de un escenario a otro sin previo aviso, dando la impresión de que el protagonista está inmerso en un mundo onírico que escapa a las reglas convencionales. Sin embargo, comprendiendo la base narrativa descrita en el párrafo anterior, uno puede proceder a disfrutar lo verdaderamente importante de la película; el aspecto estético y la puesta en escena casi teatral que esta presenta.
Perseguido y traicionado, Tetsu se mueve por una serie de escenarios alejados de toda coherencia arquitectónica, tarareando constantemente una pegajosa canción cuya letra no hace más que reflejar el presente del protagonista y los ideales de este. Mediante una lluvia de colores y cromatismos, el director refleja los estados de ánimo de los personajes, lo que supone todo un espectáculo visual. Toda la secuencia inicial en la cual se muestra la reacción de los antiguos colegas de Tetsu a la noticia de que este planea abandonar la yakuza, está filmada en un blanco y negro con un estilo bastante similar a lo visto en la más actual “Sin City” (guardando las distancias claro está). De hecho, dentro de la secuencia se pueden distinguir sólo un par de objetos de color antes de pasar de lleno a las imágenes a todo color. Por otro lado, durante la secuencia del tiroteo final al interior de un club nocturno, no sólo el escenario se viste por completo de blanco (que dicho sea de paso es el color que representa a la muerte en la cultura japonesa), sino que Tetsu también viste un traje blanco, dando a entender que no sólo viene a traer la muerte a sus rivales, sino que también ha comprendido que su vida está marcada por esta, razón por la cual está destinado a vagar por siempre en un mundo frio y hostil donde no tiene cabida alguna.
Además llama la atención una delirante secuencia que transcurre al interior de un club nocturno, el cual está adornado como si se tratase de un bar del viejo oeste. Dicha secuencia, en la cual el protagonista se ve involucrado en una gresca de proporciones donde todos, incluso las camareras, participan de la acción, no es más que una herramienta que Suzuki utiliza para burlarse del cine norteamericano, en específico del western. Cabe destacar que todas las escenas de acción que presenta el film, se caracterizan por el evidente cuidado en las coreografías y por lo atrayente de su aspecto estilístico. Por otro lado, las actuaciones en general son estupendas, destacándose el trabajo de Tetsuya Watari, protagonista habitual de este tipo de cintas. El actor interpreta a la perfección a Tetsu, un asesino experto, temido y respetado por sus pares, para quien la lealtad está por sobre el amor, por lo que no puede perdonar la traición de la que ha sido víctima. Sin embargo, la verdadera estrella de la cinta es el apartado visual, el cual fue construido en conjunto por Suzuki, Takeo Kimura, y el director de fotografía Shigeyoshi Mine. Escenarios expresionistas se mezclan con otros que perfectamente podrían haber salido de la mente de Andy Warhol. Si ya los colores y la arquitectura de los escenarios le dan un cierto toque surrealista a la cinta, los ángulos de cámara utilizados por Suzuki terminan por completar el efecto.
La banda sonora compuesta por Hajime Kaburagi también cumple un rol importante a la hora de construir la atmósfera de la historia, en especial el tema principal el cual es martillado en cabeza del espectador en varias ocasiones de manera que este queda grabado a fuego en su memoria. Es importante mencionar que Suzuki y el guionista Yasunori Kawauchi, se preocupan de inyectarle el moribundo código de honor de los yakuzas a sus personajes, maquinando con esto un esquema donde todos aquellos que son capaces de expresar lealtad y agradecimiento tienen la oportunidad de escapar con vida, mientras que aquellos que traicionan y asesinan guiados por su codicia inevitablemente son castigados. Este esquema obviamente también sirve para exponer la pugna constante entre tradición y modernidad, tan propia del cine de yakuzas. “Tokyo Drifter” es una película compleja pero realmente disfrutable, cuya calidad técnica y experimentación narrativa la posiciona como una verdadera joya del cine de yakuzas. Sin embargo, para la Nikkatsu en su momento esta película resultó ser todo un dolor de cabeza, ya que debido a su particular estilo no supieron como comercializarla. Suzuki filmaría dos cintas más para el estudio antes de ser despedido por realizar películas “incomprensibles”. Aunque para algunos esta película pueda ser catalogada como tal, la verdad es que comprendiendo la base temática y dejándose llevar por este viaje onírico que nos propone el director, el film se vuelve bastante más amigable, mostrándose como toda una experiencia cinematográfica.
Constantin Gavras, más conocido como Costa Gavras, nació el 13 de febrero de 1933 en Loutra Iraias, Grecia. Criado en el seno de una familia pobre, pasó la Segunda Guerra Mundial en un pueblo en el Peloponeso, tras lo cual se trasladó a Atenas. Su padre quien había sido miembro de ala izquierda EAM, una rama de la Resistencia Griega, fue encarcelado luego de la guerra debido a su nexo con el comunismo. Por este motivo, Costa Gavras no pudo asistir a la universidad o emigrar a los Estados Unidos, por lo que tras terminar la escuela secundaria se marchó a Francia, donde comenzó a estudiar literatura en 1951. Durante su adolescencia, Gavras se había interesado brevemente por la danza antes de comenzar a pensar en estudiar literatura y convertirse en escritor. Sin embargo, durante su estadía en Francia él descubriría el cine y sus posibilidades. Encantando por esta nueva forma de comunicación, en 1956 Gavras abandonó sus estudios universitarios para ingresar a la Escuela Nacional de Cine de Francia (IDHEC).
Tras pasar por la escuela de cine, Costa Gavras trabajaría durante casi diez años como ayudante de prestigiosos directores como Yves Allègret, René Clair y Jacques Demy. En 1958 debutaría como director con el corto “Les rates”, y a mediados de los sesenta, una vez que ya había obtenido la nacionalidad francesa, realizaría su primer largometraje titulado “The Sleeping Car Murder” (1965), gracias a la ayuda prestada por algunos de sus amigos actores que accedieron a participar en el film sin cobrar sueldo. El proyecto se iniciaría de manera casi accidental. Mientras esperaba trabajar como asistente de René Clément en la cinta “Le jour et l´heure” (1963), Costa Gavras leyó la novela “Compartiment tueurs” del escritor Sébastien Japrisot, tras lo cual rápidamente pensó en adaptarla. A modo de ejercicio, Gavras le pidió a una mujer que trabajaba en el estudio que transcribiera el guión que él había creado. La mujer sorprendida por la calidad de la historia, le entregó el guión a Clément quien incentivó a Gavras a llevar a cabo el proyecto. Pese al miedo que le provocó toda la idea, Gavras vio la adaptación como una forma de aprender la profesión de director. “The Sleeping Car Murder” se presentaría como un thriller opresivo que mostraba los aspectos más siniestros del entorno cotidiano. Dicho rasgo se repetiría en gran parte de la filmografía posterior del director.
Tras filmar “Un homme de trop” (1967), donde la resistencia francesa se presenta como un mero telón de fondo frente al análisis de las relaciones humanas y la turbiedad moral que puede ocultar una persona aparentemente inofensiva, Costa Gavras filma “Z” (1969), en la cual un juez interpretado por Jean-Louis Trintignant, trata de descubrir la verdad sobre la muerte de un prominente político de izquierda (Yves Montand), mientras los oficiales del gobierno y los militares intentan cubrir sus participaciones en el hecho. La película no hace más que relatar una serie de eventos ficticios alrededor de la muerte del político griego Grigoris Lambrakis en 1963, aunque no es utilizado ninguno de los nombres de los reales involucrados. Sin embargo, la cinta tuvo una gran repercusión debido a que al momento de su lanzamiento, Grecia llevaba dos años gobernada por el “Régimen de los Coroneles”. Además Costa Gavras se encargó de dejar en claro que todo parecido del film con hechos reales era absolutamente intencional. “Z” no sólo ganaría el Premio del Jurado del Festival de Cannes, sino que también ganaría el Oscar a la mejor película extranjera y a la mejor edición.
Debido al éxito de “Z”, Costa Gavras recibiría múltiples ofertas de algunos estudios hollywoodenses que buscaban que el realizador se hiciera cargo de algunos proyectos. Sin embargo, al director no le gustaba el sistema de los estudios que obligaba a directores y actores a firmar contratos por una cantidad determinada de años. Esto sumado al hecho de que no estaba familiarizado con el país y que no recibió ninguna historia que le interesara filmar, convenció al director que era mejor permanecer en Francia donde tendría mayor libertad para seleccionar sus proyectos. El próximo film del director, “The Confession” (1970), sigue los pasos de Artur London (nuevamente Yves Montand), un ministro comunista checoslovaco arrestado y juzgado por traición y espionaje en un proceso con fines propagandísticos durante la era estalinista. Tanto “Z” como “The Confession” forman parte de la llamada “trilogía política” del director la cual culminaría con “State of Siege” (1972), la cual está basada en el caso del oficial de policía norteamericano experto en torturas Dan Mitrione, quien fue secuestrado en Uruguay por los Tupamaros, un grupo subversivo de izquierda, los cuales lo interrogaron para revelar detalles secretos de la complicidad de los Estados Unidos con los regímenes represivos que poblaron la América Latina de los sesenta y setenta.
“State of Siege” sería rodada en Chile con la ayuda del gobierno de Salvador Allende. Como si se tratara de un cierto elemento predictivo, a los pocos meses que el director y su equipo de filmación abandonaran el país, Augusto Pinochet dio un golpe de estado con la ayuda del gobierno norteamericano. En “Section spéciale” (1975), Costa Gavras se centra en los abusos de los tribunales de Vichy durante la ocupación nazi de Francia. Tras este film, el director da un inesperado giro con una película de corte sentimental e intimista titulada “Clair de femme” (1979), la cual estaba basada en una novela de Romain Gary. Esta sería la última película que Costa Gavras realizaría con Yves Montand, con quien durante el transcurso de los años había entablado una fuerte amistad marcada por una serie de ideas políticas en común. A principios de los ochenta, el director tuvo la oportunidad de leer la novela “The Execution of Charles Horman”, del escritor Thomas Hauser, la cual está basada en la desaparición del periodista norteamericano Charles Horman en el Chile gobernado por la dictadura de Pinochet. Sería este el proyecto que finalmente atraería al director a la industria hollywoodense. Tras convencer a algunos productores de adaptar sólo las últimas 70 páginas de la novela, Costa Gavras comenzó a prepararse para filmar la que sería su primera cinta hollywoodense.
En “Missing” (1982), Ed Horman (Jack Lemmon) y su esposa Beth (Sissy Spacek), buscan en vano determinar la suerte que corrió su hijo tras el golpe de estado ocurrido en Chile en 1973. La película fue filmada en Mexico bajo el más estricto secreto, y al momento de su estreno causó una gran polémica ya que ponía en tela de juicio la actuación de los agentes del gobierno estadounidense y la responsabilidad de la CIA en ese golpe de estado. La extrema derecha de los Estados Unidos exigió que el director, catalogado de “ese comunista europeo”, no trabajara más en el país. El director además enfrentaría una demanda impuesta por Nathaniel Davis, embajador norteamericano en Chile desde 1971 hasta 1973, quien aparece retratado en la película bajo un nombre diferente. La demanda por 150 millones de dólares, eventualmente sería desestimada. Pese a todos los problemas que tuvo que enfrentar el film, este sería aplaudido por la crítica quien le otorgaría la Palma de Oro al director, además del Oscar al mejor guión adaptado. Durante este periodo, el director tendría un fugaz paso como presidente de la Cinemateca Francesa.
Su próximo film sería “Hanna K.” (1983). La génesis de dicho proyecto fue la preocupación del director por los conflictos de la mujer moderna. “Tanto Franco Solinas, con quien escribí el guión, como yo vivimos con mujeres. Hemos visto cómo han ido conquistando libertades, pero también cómo esas libertades han traído para ellas nuevas esclavitudes. Nos interesaba en esa época también el problema de Oriente Próximo, y después se fundieron hasta hacer una sola historia", declararía en una ocasión Costa Gavras con respecto a lo que lo motivó a realizar esta película. Si bien las anteriores películas del director habían estado basadas en hechos reales, en esta ocasión expresa su opinión acerca de un conflicto político a través de una historia completamente ficticia. Según Gavras; "Lo que inquieta a los detractores de esta película es que al final ambas partes, israelíes y palestinos, tienen la razón. La mayoría de la gente está acostumbrada a pensar que si una de las partes lleva la razón, la opuesta no puede tenerla. Yo propongo que para llegar a una verdadera solución pacífica se debe empezar por considerar que ambas partes tienen razones de peso, y a partir de ello se puede iniciar un diálogo".
“Conseil de famille” (1986) es considerado como un film atípico en la filmografía del director ya que es un relato policial desprovisto de las habituales preocupaciones socio-políticas tan propias del cine de Costa Gavras. Sin embargo, bajo una aparente comedia familiar de ladrones se esconde un discurso sobre la estructura de poder presente en la familia. En su próxima cinta, “Betrayed” (1988), volvería a tocar los temas sociales centrándose en esta ocasión en el racismo latente en la Norteamérica profunda. Con “Music Box” (1989), el director retoma el tema de los nazis y su integración en la sociedad norteamericana tras la Segunda Guerra Mundial. La historia basada en el caso de John Demjanjuk, presenta a un respetado ciudadano norteamericano interpretado por Armin Mueller-Stahl, el cual es acusado de ser un criminal de guerra nazi. Tras participar en el film “Contre l´oubli” (1991), donde dirigió el segmento “Pour Kim Song-man, Corée”, Costa Gavras filmó “Le Petite Apocalypse” (1993), cinta que aparece como un punto de inflexión en su trayectoria cinematográfica; se trata de una dura sátira en torno a los revolucionarios de Mayo de 1968 y su progresivo ascenso en la escala social capitalista gracias al poder propagandístico de los medios masivos de comunicación.
En 1995 el director participaría en la cinta “A propos de Nice, la suite”, donde filmaría el segmento “Les Kankobals”, y en el proyecto “Lumière et compagnie” el cual tenía por objetivo conmemorar los cien primeros años del cine. En dicha cinta participaron cuarenta renombrados directores, donde cada uno filmó un corto de 52 segundos de duración, con la cámara que usaron los hermanos Lumière en 1895. “Mad City” (1997) marcaría el regreso de Costa Gavras a la industria hollywoodense. En dicho film, John Travolta interpreta al guardia de un museo quien tras perder su trabajo, toma como rehenes a un grupo de escolares que se encontraban al interior del establecimiento. Dustin Hoffman por su parte, interpreta a un reportero de televisión que manipula la situación con el fin de obtener una historia que logre impulsar su carrera. La cinta, la cual servía de crítica al manejo que la prensa le daba a ciertas noticias, resultó ser un fracaso de taquilla. Curiosamente, aquellas cintas en las cuales el director se alejó del “cine político” fueron sistemáticamente rechazadas por el público y la crítica. Luego de este fracaso, Gavras se mantendría alejado del cine durante algunos años hasta que el 2002 regresó con “Amen”, film parcialmente basado en la controversial obra teatral de Rolf Hochhuth, “Der Stellvertreter, Ein christliches Trauerspiel” (El Diputado, una Tragedia Cristiana).
La película alega que el Papa Pío XII estaba consciente de la situación apremiante de los judíos en los campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial, pero no tomó ningún tipo de acción pública para condenar el Holocausto. Dicho tema continúa siendo controversial, lo que queda demostrado con la negativa por parte del Vaticano a abrir a los historiadores todos los archivos relacionados con el conocimiento del Papa sobre los hechos ocurridos durante la Segunda Guerra Mundial. La próxima cinta del director sería “Le couperet” (2005), la cual estaría basada en una novela de Donald Westlake. El film denuncia la deshumanización de una sociedad sustentada en un modelo económico que enfrenta a los seres humanos para conservar su puesto de trabajo. Según el director, “las decisiones empresariales han dejado de respetar a los mandos intermedios de las sociedades y sólo importa el beneficio de los accionistas. Si bien la película es una tragedia, en las tragedias siempre hay comedia, y si hay humor, existe una esperanza”. La idea que dio vida al último trabajo del director hasta la fecha, “Eden is West” (2009), surgió luego de que este analizara gran parte de las películas acerca de inmigrantes que se habían realizado hasta el momento.
A su parecer, dichas películas eran en extremo dramáticas, y los inmigrantes no sólo vivían momentos dramáticos. Con respecto a esto, Costa Gavras declararía en una entrevista: “Los inmigrantes viven una vida dramática, pero no son personas que traen dramas a nuestra sociedad. Por este motivo quise realizar una película que mostrara a los inmigrantes bajo una cierta luminosidad especial”. Gavras junto a Jean-Claude Grumberg le darían forma a dicha idea, dando como resultado un film que bien podría ser considerado como la historia de cualquiera de los cientos de inmigrantes que cada año llegan a Europa en busca de una vida mejor. Durante su carrera, Costa Gavras ha tratado temas internacionales, algunos urgentes, otros meramente problemáticos, y ha hecho esto en la tradición de la narración cinematográfica. Ley y justicia, opresión, violencia legal e ilegal, y tortura son temas comunes en sus trabajos, especialmente relevantes en sus primeras películas, demostrando que es un experto en el cine de “exposición”, una forma de arte que ha ido desapareciendo lentamente de la industria cinematográfica debido al reinado del cine comercial. Muy pocos directores a lo largo de la historia han logrado convertirse en referentes intelectuales del ámbito europeo, generando con sus declaraciones y películas numerosas controversias políticas y sociales capaces de alcanzar resonancia mundial. Es ahí donde reside la importancia del cine de Costa Gavras, cuyo contenido nunca ha dejado indiferente a nadie, y que con el paso de los años se ha convertido en un verdadero testimonio histórico cuyo fin no es más que mostrarse en contra de la intolerancia, la represión y la falta de libertades, procedan de donde procedan.