miércoles, 25 de abril de 2012

Crossfire: Cuando el odio se transforma en violencia.

“Crossfire” (1947), es un thriller del director Edward Dmytryk, el cual está protagonizado por Robert Ryan, Robert Young y Robert Mitchum

Samuels (Sam Levene), un ex-soldado judío que tuvo que abandonar el ejército luego de ser herido durante la Segunda Guerra Mundial, es encontrado muerto su departamento. Las sospechas recaen en Mitchell (George Cooper), un soldado que está sufriendo los efectos de la guerra, y cuya billetera fue encontrada en la escena del crimen.
 

A mediados de los años cuarenta, el escritor Richard Brooks, quien en ese entonces aún formaba parte de la Marina estadounidense (eventualmente él se convertiría en guionista y escritor hollywoodense), escribió la novela “The Brick Foxhole”. Dicha novela llamaría la atención del productor Adrian Scott, quien le ofrecería la adaptación de la misma a los ejecutivos de la RKO. Según el director Edward Dmytryk, la novela era: “una historia acerca de las frustraciones de un grupo de soldados tras la guerra. El libro tenía una serie de subtramas, una de las cuales trataba el asesinato de un homosexual a manos de un sádico. Fue entonces cuando Adrian se inspiró: ¿qué pasaría si el asesinato y sus consecuencias fueran el esqueleto de la historia, y si la víctima fuese un judío homosexual? Eso nos dio la oportunidad de realizar un estudio parcial de la intolerancia, particularmente aquella relacionada al anti-semitismo, lo cual hasta entonces no se había hecho en Hollywood”. Dado lo incendiario del relato, este no fue bien recibido por el productor ejecutivo Dore Schary, quien curiosamente era conocido por apoyar las películas “con mensaje”. Su temor no solo estaba relacionado con la posible intervención del Comité de Actividades Antiestadounidenses (quienes eventualmente llamaron a Scott y a Dmytryk por la cinta, y los colocaron en la infame lista negra de Hollywood), sino al hecho de que pensaba que la historia no tenía suficiente potencial comercial como para ser filmada. 

Pese a sus temores, los cuales estaban en parte infundados por una encuesta que realizó y que dio como resultado que solo un 8% de los encuestados mostró interés por el relato, Schary terminó aprobando el proyecto. Con la intención de equilibrar el alto costo del elenco protagónico, el rodaje tuvo que ser terminado en tan solo veinte días. Afortunadamente, Dmytryk y compañía lograron superar todas las dificultades que se les presentaron, dando vida a una historia memorable dentro del género del cine negro. Como bien se menciona en la sinopsis, la historia gira en torno al asesinato de un judío en su propio departamento, supuestamente a manos de un soldado llamado Mitchell, quien últimamente ha estado lidiando con un síndrome de estrés postraumático y con lo mucho que extraña a su esposa Mary (Jacqueline White). Sin embargo, más allá de su delicado estado mental, no existen motivos para que Mitchell haya asesinado a un hombre que acababa de conocer. Esto lleva al detective Finlay (Robert Young) a sospechar de Montgomery (Robert Ryan), uno de los soldados que acompañaban al sospechoso la noche del crimen, el cual parece demasiado ansioso por culpar a su compañero. Eventualmente se integra a la trama el sargento Keeley (Robert Mitchum), quien es amigo de Mitchell, y por lo tanto se niega a creer que él ha sido culpable de tan horrendo crimen.

 
Tanto Finlay como Keeley intentaran reconstruir la secuencia de hechos que terminaron en la muerte de Samuels, pero desde veredas contrarias. Mientras que el detective está concentrando sus fuerzas en la búsqueda de Mitchell, Keeley intenta ganar tiempo para poder encontrar las respuestas que necesita para exculpar a su amigo, a quién mantiene oculto en un cine. Sin embargo, será a través de una serie de flashbacks que descubriremos lo que en realidad pasó durante la noche del crimen. No solo repasaremos los momentos en los que Mitchell y compañía conocen a Samuels, sino que además descubriremos que fue lo que hizo el soldado una vez que dejó el departamento de la víctima en un evidente estado de ebriedad. Es en este lapso de tiempo que Mitchell conoce a Ginny (Gloria Grahame), la anfitriona de un local nocturno con quien establece una fugaz relación basada en la autocompasión y en la lástima que sienten el uno por el otro. Si bien ella pasará a formar parte de la coartada de este, ocurre algo curioso con el extraño hombre que parece convivir con ella. El accionar de este hombre viene a representar en gran medida la “desorientación social” de la que son víctimas este grupo de soldados que han regresado de la guerra a un mundo que ahora les resulta extraño, y que termina desencadenando que estos comiencen a sufrir crisis emocionales que bien pueden terminar en estallidos de violencia. 

Este hombre, interpretado por Paul Kelly, no solo se identifica como el marido de Ginny ante Mitchell, lo que eventualmente termina negando, sino que además le cuenta varias versiones de como conoció a la mujer. Lo mismo sucede cuando Finlay llega a interrogar a Ginny, dejando al detective con una sensación de incertidumbre al no saber cómo enfrentarse a este hombre cuya identidad está algo borrosa. Y es que en gran medida el film pretende criticar la tendencia del ser humano a odiar aquello que no comprende, que cree que es injusto, o que sencillamente piensa que atenta contra sus principios o creencias. Si bien en la novela el crimen está gatillado por la homosexualidad de la víctima, en la cinta el asesinato ocurre únicamente por una sensación de injusticia. ¿Por qué los judíos deben ser recompensados económica y socialmente, y los soldados que se sacrificaron por su país no reciben ningún beneficio?, se pregunta Montgomery en un momento de la película. Es finalmente esa sensación de frustración lo que lo lleva a sumergirse en un espiral de violencia, que por instantes pareciera que solo puede ser detenido con más violencia. Es eso precisamente lo que intentará evitar el Finlay, mediante una ingeniosa estratagema que buscará ponerle fin al tenso juego del gato y el ratón que ha entablado con Montgomery, y que termina siendo el fulcro una historia cargada de tensión y suspenso.

Si bien el tema de la homosexualidad es reemplazado con el del antisemitismo, de todas formas es abarcado en el film, pero de forma bastante sutil. Existe una cierta ambigüedad sexual entre la gran mayoría de los personajes masculinos, razón por la cual las relaciones que estos establecen entre si no son del todo “normales”. Siempre existe un rasgo de dominancia, especialmente en la relación que establece Montgomery con Floyd (Steve Brodie), otro de los soldados involucrados en el confuso incidente. En el ámbito de las actuaciones, la totalidad del elenco realiza un estupendo trabajo, al punto que tanto Robert Ryan como Gloria Grahame recibieron nominaciones al Oscar por su trabajo en esta cinta. Por su parte, Robert Young interpreta de buena manera a un detective que no se guía por su primera impresión, sino que ocupa su ingenio para resolver un crimen que eventualmente se descubre que presenta ciertos paralelos con un acontecimiento importante de su historia familiar. Por último cabe destacar la labor Robert Mitchum, cuyo rol no solo viene a ser una suerte de figura paterna para Mitchell, sino que además sus discusiones con Finlay sirven para humanizar al detective y exponerlo como el principal detractor (por ende, el encargado de entregarle la moraleja al espectador) del odio sin sentido que sienten algunos hombres por aquellos que son diferentes a ellos. 

En el aspecto técnico, la cinta cuenta con el espectacular trabajo de J. Roy Hunt, quien a través de un estilo de fotografía realista dota al film de una atmósfera pesimista, que a ratos adquiere toques oníricos, en especial durante las secuencias que exhiben el accionar del soldado Mitchell durante la noche del crimen. Según Dmytryk, fue gracias a la vasta experiencia de Hunt que el rodaje pudo ser completado en el poco tiempo que disponían para ello. Por otro lado, tenemos la banda sonora compuesta por Roy Webb, la cual si bien es correcta, no tiene un rol relevante en la construcción de la atmósfera de la película. Más allá del mensaje que intenta entregar “Crossfire”, es destacable el hecho de que la cinta presenta un ritmo narrativo adecuado y un puñado de personajes interesantes, aún cuando estos por momentos se tornan unidimensionales. Además, es valorable la valentía del realizador y sus colaboradores, quienes en una época compleja se atrevieron a utilizar a miembros del ejército para retratar ciertos males de la sociedad, a sabiendas de lo que esto podía significar para sus carreras. Es por todo esto que “Crossfire” continúa siendo recordada como una de las mejores cintas del film noir norteamericano, y como uno de los buenos discursos cinematográficos en contra de la intolerancia.

 

por Fantomas.

jueves, 19 de abril de 2012

Warlock: La batalla temporal de un brujo y su cazador.

“Warlock” (1989), es una cinta de terror del director Steve Miner, la cual está protagonizada por Julian Sands, Lori Singer y Richard E. Grant.

En el año 1691, un hombre (Julian Sands) es condenado a morir en la hoguera debido a que practica la brujería. Gracias a una fuerza misteriosa, el brujo y Redferne (Richard E. Grant), el hombre que había logrado capturarlo, son transportados trescientos años hacia el futuro. Ahora, con la ayuda de una joven llamada Kassandra (Lori Singer), Redferne tendrá que evitar que el brujo consiga la llamada Biblia del Diablo, con la cual planea destruir el mundo.
Durante la década de los ochenta, el cine de terror se convirtió en una importante fuente de ingresos para los diferentes estudios hollywoodenses. Sin embargo, la sobreexplotación del género durante este periodo, provocó que a fines de la década los directores se empezaran a quedar sin ideas. Dentro de la constante reutilización de las fórmulas que ya habían sido probadas con éxito anteriormente, algunos directores se atrevieron a plantear ideas originales aunque claramente riesgosas, con distintos resultados. Este es precisamente el caso de David Miner y su cinta “Warlock”, cuyo guión estuvo a cargo de David Twohy. Si bien la historia no es precisamente rupturista, era lo suficientemente llamativa y novedosa como para que Roger Corman y su compañía New World Pictures decidieran producir la cinta (la cual dicho sea de paso, fue una de las últimas películas que la productora realizó antes de ser declarada en bancarrota). La extraña mezcla de terror, ciencia ficción y comedia, no solo lograría llamar la atención del famoso productor y director, sino que además transformaría a este modesto film en un inesperado éxito.

“Warlock” es la historia del villano del mismo nombre (o a quien vamos a identificar con dicho nombre), el cual se ve involucrado en una batalla que traspasa las barreras del tiempo y el espacio con Giles Redferne, un cazador de brujas que culpa al hechicero de la muerte de su amada. El film comienza en el año 1961 en Boston, donde Redferne finalmente ha logrado capturar a Warlock, quien se encuentra prisionero en una torre a la espera de su sentencia. Cuando están a punto de quemarlo en la hoguera, el brujo invoca el poder de Satán para abrir un portal que le permite transportarse hacia la libertad. Sin embargo, segundos antes de que se cierre el portal, Redferne logra saltar adentro en su afán por acabar con su némesis. Lo que ninguno de los dos espera, es que la puerta mística que han utilizado para transportarse los llevará a un lugar más distante del que pudiesen haberse imaginado. Es así como ambos aterrizan en el año 1989, en medio de la ciudad de Los Ángeles, donde el mismísimo Diablo enviará al hechicero a recolectar las piezas de un libro conocido como el “Gran Grimoire”, también llamado la Biblia de Demonio, el cual contiene el verdadero nombre de Dios, que paradójicamente posee el poder para destruir toda su creación.

Cuando Redferne se entera de las intenciones de Warlock, se ve obligado a pedirle ayuda a una joven llamada Kassandra, la cual ha sido hechizada por el brujo, provocando que esta envejezca de forma acelerada. Con la presión de evitar el fin del mundo y la muerte de la joven quien tiene solo tres días de vida, la improvisada pareja tendrá que ingeniárselas para detener al cada vez más poderoso y sanguinario brujo. Si bien esta es a grandes rasgos la historia del film, son varios los elementos que la convierten en una producción destacable, lo que no significa que esté exenta de fallos. Por un lado, nos encontramos con las posibilidades narrativas que ofrece el viaje en el tiempo que realizan los protagonistas. Mientras que esta es una idea interesante, la cual está claramente inspirada por la cinta "The Terminator" (1984), lamentablemente no es del todo aprovechada por el director. Al mismo tiempo, tanto Warlock como Redferne parecen no tener demasiados problemas para aceptar que han sido transportados al futuro, ni para utilizar las innovaciones tecnológicas realizadas por el hombre durante los últimos trescientos años, las cuales para alguien del siglo XVII perfectamente podrían haber sido interpretadas como obras de brujería. Si bien es Redferne quien se ve un poco más afectado con la situación, de todas forma se adapta rápidamente a todas las comodidades que ofrece el siglo XX, echando por la borda la explotación de una situación que perfectamente pudo haber presentado tintes cómicos.

Por otro lado, la cinta a ratos se comporta como una “road movie”, especialmente cuando profundiza en la relación que se establece entre Redferne y Kassandra, quienes se ven obligados a perseguir al brujo a través de los Estados Unidos. Lo que comienza como una relación basada en la desconfianza y la incredulidad, se convierte gradualmente en una relación amorosa que nunca se llega a concretar del todo. Es en este tramo del film que el director juega un poco con la comedía, sometiendo a la dupla a situaciones en las que tendrán que improvisar para seguir con vida. Lamentablemente, Steve Miner no siempre logra su cometido en lo que a la comedia se refiere. Resulta curioso que lo que más risa provoca de todo el film, sean sus artesanales efectos especiales, los que obviamente no pretendían generar risas en el espectador. Y es que resulta imposible no reírse con las escenas en las que el brujo vuela al más puro estilo de Superman, las cuales perfectamente pudieron haberse omitido para evitar que la cinta cayera en la comedia involuntaria. También resulta hilarante la feroz batalla que sostiene la dupla protagónica al interior de un viejo granero, donde incluso terminan utilizando una veleta como arma.

Tras revisar todos estos factores, resulta extraño que “Warlock” sea habitualmente encasillada dentro del género del horror. En gran medida, esto se debe principalmente a la temática sobrenatural del film y a un par de escenas que exhiben ciertas dosis de violencia gráfica, las cuales pese a su sencillez resultan ser bastante efectivas. Junto con esto, la cinta incluye el asesinato de un niño fuera de pantalla, cuya sangre es utilizada por el brujo para poder volar. En este sentido, probablemente la secuencia que presenta la atmósfera más inquietante es aquella que transcurre en el Boston del 1600. Es ahí cuando el villano se ve más aterrador, imagen que se va diluyendo a medida que transcurre la historia. En cuanto al ámbito de las actuaciones, cabe mencionar que la labor del trío protagónico es resulta correcta. Julian Sands logra con éxito darle vida a un hechicero implacable y codicioso que busca ser el amo y señor del mundo, el cual por momentos se ve realmente intimidante. Sin embargo, termina siendo víctima de las circunstancias a las que se ve envuelto, perdiendo su capacidad de impacto. Richard E. Grant por su parte, realiza un buen trabajo interpretando al héroe de turno, el cual logra ser lo suficientemente carismático como para que el espectador logre empatizar con su causa. Afortunadamente, este logra tener bastante quimica con el personaje de Lori Singer, en quién recae el tono cómico de la cinta.

En lo que al aspecto técnico de la producción se refiere, lo más destacable es la banda sonora compuesta por Jerry Goldsmith, la cual por momentos logra imprimirle una atmósfera de suspenso al film. En relación a los efectos especiales realizados por Ken Pepiot, van desde lo absolutamente irrisorio hasta lo efectivo dentro de sus posibilidades. Si bien Steve Miner logra construir una cinta bastante entretenida, el hecho de que sea más bien episódica repercute directamente en la continuidad de la trama y en el ritmo narrativo de la misma. Al mismo tiempo, todo esto provoca que el guión presente una serie de agujeros que terminan generando más preguntas que respuestas. Pese a la gran cantidad de falencias que presenta “Warlock”, de todas formas se alza como una producción interesante que ha soportado de buena manera el paso del tiempo, en gran medida gracias a su curiosa fusión de géneros y temáticas, lo que terminó imprimiéndole un sello distintivo que fue reconocido por el público al momento de su estreno. Por este motivo no resulta extraño que la cinta de Miner generara dos secuelas, las que lamentablemente no podrían repetir lo logrado por el film original.



por Fantomas.

lunes, 16 de abril de 2012

Joseph Cotten: Crónica de una estrella fugaz.

Joseph Cheshire Cotten, nació el 15 de mayo de 1905, en Petersburg, Virgina, al interior de una familia acomodada sureña. Hijo de Joseph Cotten Sr. y Sally Bartlett, el mayor de tres hermanos descubrió a temprana edad su pasión por el teatro y la poesía, razón por la cual solía presentarle actos artísticos a su familia. Cotten estudiaría actuación en la Escuela Hickman de Expresionismo, ubicada en Washington, y en 1924 se mudaría a Nueva York para probar suerte en el mundo del teatro. Lamentablemente, el único trabajo que conseguiría sería como expedidor de una tienda. Luego de estar un año buscando un papel en una obra, Joseph viajó a Miami junto con unos amigos para pensar que iba a hacer con su vida. Durante ese tiempo, él trabajaría como salvavidas, crítico de teatro, publicista, e incluso como empresario a cargo de la fabricación y la venta de “Tip Top Potato Salad”. Sin embargo, su pasión por el teatro sería más fuerte y tras participar en una obra del Miami Civic Theater, consigue un trabajo en Nueva York como asistente del director de escena, gracias a un contacto que conoció al interior del periódico Miami Herald. En 1929, trabajaría durante una temporada en el Teatro Copley de Boston, donde aprendería el arte de la interpretación en las más de 30 obras en las cuales participó.

Ya para 1930, Cotten se había hecho un nombre en el mundo del teatro, lo que lo llevó a debutar en una obra de Broadway. En 1931, el actor contrajo matrimonio con Lenore La Mont, una pianista divorciada que tenía una hija de dos años de edad. El matrimonio duraría hasta 1960, cuando Lenore fallecería a causa de la leucemia que le aquejaba. A mediados de la década del treinta, Cotten comenzó a trabajar en algunas obras de radioteatro. En una de sus audiciones, conoció a un hombre 10 años menor, que se transformaría en uno de sus mejores amigos y que tendría una gran influencia en su carrera. Su nombre era Orson Welles. Durante uno de los ensayos al interior de la radio de la CBS, la dupla dilapidó cualquier opción de ser contratados por la estación de radio. Durante un show que estaba ambientado en una planta de árboles de caucho, el par de actores no pudo aguantarse la risa que les causaba uno de los diálogos de la obra. El director a cargo estaba enfurecido con ambos, y no dudó en llamarlos “inmaduros” y “poco profesionales”. Ambos actores fueron considerados mala influencia, por lo que no sería hasta que Welles formara su propia compañía, los “Mercury Theatre Players”, que Cotten no compartiría escena con quién pronto se convertiría en una suerte de mentor que lo ayudaría a abrirse paso en la industria cinematográfica.

Antes de que eso sucediera, Cotten obtendría su primer rol protagónico en la segunda producción teatral de Welles titulada, “Horse Eats Hat”. Dicha obra se estrenó el 26 de diciembre de 1936, en el Teatro Maxine Elliott de Nueva York. Al año siguiente, Joseph pasaría a ser uno de los miembros originales de la celebrada compañía de Welles, lo que lo llevó a participar en producciones de Broadway tales como “Julius Caesar”, “The Shoemaker´s Holiday” y “Danton´s Death”, y en varias obras de radioteatro que fueron transmitidas por los programas “The Mercury Theatre on the Air” y “The Campbell Playhouse”. Cotten tendría su debut cinematográfico en un corto dirigido por Welles titulado, “Too Much Johnson”, el cual había sido escrito para ser estrenado en teatro. Lamentablemente, la cinta jamás fue estrenada en público y hoy en día se desconoce si existe alguna copia. En 1939, Cotten regresaría a Broadway para interpretar el rol protagónico en la obra “The Philadelphia Story”. Fue tal el éxito de dicha obra, que los estudios MGM realizarían una adaptación cinematográfica, la cual no sería protagonizada por Cotten sino que por Cary Grant. Aprovechando la situación, Leland Hayward, quien era el agente de Cotten, les sugirió a los ejecutivos de la MGM que se fijaran en el trabajo que venía haciendo Orson Welles, quien con su Mercury Theatre estaba generando bastante interés en Hollywood, pensando que él podría ayudar a su representado a convertirse en un actor de cine.

Después del éxito que tuvo Welles con la transmisión radial de “War of the Worlds” durante la fiesta de Halloween de 1938, este obtuvo un contrato único con la RKO Pictures. El contrato por dos películas le otorgaba total libertad artística, aunque con la limitación de que serían producciones de bajo presupuesto. Rápidamente, Welles pensó en incluir a sus colegas del Mercury Theatre en su primer film. Sin embargo, pasaría un año antes de que Welles encontrara un proyecto que le llamara la atención, dicho proyecto se convertiría en “Citizen Kane” (1941). El rodaje de la cinta, basada en parte de la vida del magnate de la prensa, William Randolph Hearst, comenzaría a mediados de 1940 y Cotten sería el encargado de interpretar al mejor amigo del protagonista, quien a su vez era interpretado por Welles. Cuando “Citizen Kane” se estrenó el 1 de Mayo de 1941, no obtuvo una gran recaudación. Esto se debió a que el mismo Hearst, quien era dueño de varios periódicos, evitó que estos publicitaran el film. De todas formas, la crítica se haría cargo de otorgarle el reconocimiento que se merecería, lo que ayudó a catapultar las carreras de cuatro actores que eran miembros de los Mercury Players; Agnes Moorehead, Ruth Warrick, Ray Collins, y Joseph Cotten. Sin embargo, de los cuatro solo Cotten logró cierto éxito en Hollywood más allá de “Citizen Kane”, mientras que el resto interpretaría mayormente a personajes secundarios en una buena cantidad de largometrajes.

Un año después, Cotten protagonizaría la adaptación de la novela de Booth Tarkington, “The Magnificents Ambersons” (1942), la cual estaría a cargo de su amigo Orson Welles. Después del desastre comercial de “Citizen Kane”, los ejecutivos de la RKO se mostraron algo aprehensivos con la realización de esta producción, razón por la cual luego de algunas proyecciones de prueba, se editó más de una hora de metraje. Pese a todo, la cinta fue bien recibida por la crítica, quienes además destacaron la gran actuación de Cotten. En 1941, el actor nuevamente colaboraría con su gran amigo, está vez en la confección de guión del film “Journey into Fear” (1943), el cual fue protagonizado por el mismo Cotten. Aunque para el tiempo que comenzó el rodaje, Welles ya había sido despedido de la RKO, se le permitió trabajar en la producción con la condición de que su duración no fuera excesiva. Si bien la película tuvo un éxito moderado, la dupla de amigos solo volverían a trabajar juntos seis años más tarde, en el thriller, “The Third Man” (1949). Años más tarde, a sabiendas de la difícil personalidad de Welles, durante una entrevista le preguntaron a Cotten sobre su viejo amigo, a lo que este respondió: “Era exasperante. A veces era explosivo, irracional y feroz. También era elocuente, penetrante, excitante, y siempre ingenioso. Pero por sobre todo, nunca, pero nunca fue aburrido”.

En 1943, Cotten firmó un contrato con el productor David O. Selznick, lo que sin duda le ayudó a lograr cierto estatus dentro del circuito hollywoodense durante gran parte de la década de los cuarenta. No solo tuvo la oportunidad de trabajar bajo las órdenes de Alfred Hitchcock en el thriller “Shadow of a Doubt” (1943), donde interpretaría a un asesino serial, sino que además pudo protagonizar cintas tan exitosas como “Gaslight” (1944), coprotagonizada por Ingrid Bergman y Charles Boyer, y “Duel in the Sun” (1946), donde interpretó al interés amoroso del personaje de Jennifer Jones. Con dicha actriz (quien era la esposa de Selznick), participaría en otros tres film: “Since You Went Away” (1944), “Love Letters” (1945), y “Portrait of Jennie” (1948), siendo esta última la más destacable de sus colaboraciones. En dicha película, Cotten interpretó a un melancólico artista que se obsesiona con una muchacha que parece haber muerto hace ya bastantes años. Este papel le valíó un premio en el Festival de Venecia. La relación de amistad del actor con los Selznick se extendería por años, hasta la muerte del productor en 1965. Antes de que terminara la década, Cotten trabajaría nuevamente con Hitchcock en el film “Under Capricorn” (1949), esta vez interpretando a un acaudalado hombre australiano con un oscuro pasado.

Durante la década del cincuenta, la popularidad de Cotten comenzó a declinar, aunque de todas formas tuvo la oportunidad de trabajar con actrices como Joan Fontaine en la cinta romántica “September Affair” (1950), y con Marilyn Monroe en el thriller “Niagara” (1953), luego de que James Mason rehusara interpretar el papel protagónico masculino de esté último film. En 1953, el actor volvería a trabajar en el teatro, esta vez interpretando el rol de Linus Larabee en la obra de Broadway “Sabrina Fair”, el cual sería interpretado por Humphrey Bogart en la adaptación cinematográfica que sería filmada en 1954. Tras trabajar en varias producciones menores, a mediados de los cincuenta Cotten decide tomarse un descanso y dedicarse de lleno al mundo de la televisión. Entre los programas en los cuales participó, se destacan “On Trial” (1956-59), el cual posteriormente pasó a llamarse “The Joseph Cotten Show”; y algunos episodios de las series “Alfred Hitchcock Presents” (1955-59) y “General Electric Theater” (1954-56). En 1958, tendría un pequeño cameo en la ya mencionada “Touch of Evil”, y obtendría el rol protagónico en la producción de ciencia ficción, “From the Earth to the Moon” (1958). Pese a esto, recién a mediados de los sesenta Cotten volvería a trabajar de manera regular en el cine.

En 1960, Cotten contrajo matrimonio con la actriz británica Patricia Medina, luego del fallecimiento de su primera esposa a principios de ese mismo año. Tras un buen tiempo alejado del cine, el actor regresa con la cinta de terror “Hush… Hush, Sweet Charlotte” (1964), la cual pese a augurar una suerte de renacer profesional de Cotten, no evitó que durante el resto de la década del sesenta, este fuera relegado a participar en una serie de films olvidables y en variados shows de televisión. A principios de los setenta, Cotten obtuvo roles secundarios en un par de películas que fueron bien recibidas por la crítica y por el público, entre las que se encontraban: “Tora! Tora! Tora!” (1970), “The Abominable Dr. Phibes” (1971), y “Soylent Green” (1973). Pese a que la mayoría de los proyectos en los que se veía involucrado el actor eran de bajo presupuesto, la filmación en locaciones le permitió a él y a su esposa viajar por varios países, llegando incluso a vivir por cortos periodos de tiempo en Londres, Paris y Roma durante esta época. A fines de la década, Cotten realizó su contribución al “cine de desastres” con un rol en la cinta “Airport ´77” (1977), y continúo trabajando en televisión de manera regular.

En 1981, Cotten trabajaría por última vez como actor en el film de terror, “The Survivor”. Ese mismo año, el actor que entonces tenía 75 años de edad, sufriría un accidente cerebrovascular que afectaría gravemente su fonación. Por este motivo, tuvo que someterse varios años a terapia física, tiempo en el cual además aprovechó de dedicarse a la jardinería, hobby el cual siempre le había apasionado. En 1987, Cotten publicó su autobiografía titulada, “Vanity Will Get You Somewhere”, la cual logró ser comercializada con éxito. El resto de su vida la pasaría junto a su esposa en la casa que ambos tenían en Los Ángeles. El 6 de febrero de 1994, tras una larga batalla contra el cáncer de garganta, el actor fallecería a causa de la neumonía que desarrolló como complicación de su enfermedad de base. Durante el transcurso de su carrera, Joseph Cotten demostró ser un actor versátil que debió lidiar con la completa indiferencia por parte de la Academia. Quizás esta misma falta de reconocimiento por parte de la crítica, provocó que con el tiempo Cotten se convirtiera en un actor algo olvidado por el público en general, pese a haber aparecido en varias cintas exitosas y en otras que con el tiempo se han convertido en films de culto. Nunca es tarde para remediar los errores que se han cometido, y en este caso nunca es tarde para comenzar a conocer la obra de este estupendo actor.


por Fantomas.

jueves, 5 de abril de 2012

The Narrow Margin: Viajar en tren nunca fue tan peligroso.

“The Narrow Margin” (1952), es un thriller del director Richard Fleischer, el cual está protagonizado por Charles McGraw, Marie Windsor y Jacqueline White.

El detective Walter Brown (Charles McGraw) tiene la misión de acompañar a la viuda de un integrante de la mafia para testificar ante el Gran Jurado. Ella es Frankie (Marie Windsor), una mujer deslenguada que en seguida despierta la antipatía del detective. La falta de armonía entre ambos no facilitará la tarea de escapar de las garras de un par de asesinos a sueldo, que han subido al tren en el que viajan con el objetivo de eliminar a la testigo.

Da la impresión de que los trenes y los relatos de suspenso han estado inexorablemente ligados a través de la historia del cine. Realizadores como Alfred Hitchcock y Sidney Lumet, entre otros, supieron reconocer el aura de misterio y tensión que encerraba este medio de transporte y lo escogieron para rodar historias donde el crimen y la traición son protagonistas habituales. Dentro de los muchos films memorables que ocurren arriba de un tren, nos encontramos con “The Narrow Margin”, la cual sería la última cinta de bajo presupuesto que el director Richard Fleischer rodó para la RKO (en aquel entonces, él era un principiante ligado exclusivamente a las producciones más “económicas” del estudio). El que quizás es su mejor largometraje de cine negro, aprovechaba la conmoción que había causado en la sociedad norteamericana la famosa Comisión Kefauver, llevada a cabo por el Senado de los Estados Unidos entre 1950 y 1951, la cual fue televisada y tuvo como objetivo exponer a los criminales ante la sociedad exentos del romanticismo con el que aparecían en el cine, y revelar la red de corrupción que estos estaban extendiendo por todo el país. Rodada en 14 días con un presupuesto aproximado de 230.000 dólares, la cinta no estaría exenta de polémica y significaría la salida de Fleischer del estudio donde dio sus primeros pasos.

En 1950, Fleischer preestrenó la película con la que había quedado ampliamente satisfecho. El público la recibió bien, aún cuando en la versión original, los dos policías que estaban encargados de proteger a la mujer que testificaría sobre una red de sobornos a policías, eran corruptos. Dado que la historia era potencialmente incendiaría, la cabeza de la RKO, el entonces inestable Howard Hughes, decidió enviarles un extenso memorándum a los productores del film con todo tipo de correcciones relacionadas con el guión y el montaje. Entre las correcciones se encontraban ideas como la realización de escenas de acción sobre el techo del tren, algunos cambios concernientes a las personalidades de los personajes femeninos, y la petición expresa de que ni al protagonista ni a su compañero se les retratara como policías corruptos. De forma insólita, la cinta permaneció durante casi un año en el limbo, hasta que en 1951 reapareció con algunas correcciones, las cuales fueron realizadas en su mayoría por William Cameron Menzies, ya que Fleischer se negó a mutilar su obra, por lo que fue sancionado y finiquitado por Hughes.

En la versión final de “The Narrow Margin”, Frankie Neal, viuda de un miembro del Sindicato Criminal, ha decidido declarar ante el Gran Jurado con la intención de que el Estado la proteja no solo de los colegas de su difunto esposo, sino que también de los cientos de policías corruptos que aparecen en una lista que ella tiene en su poder. A los detectives Walter Brown y Gus Forbes (Don Beddoe) se les encarga la tarea de proteger a la mujer durante su viaje en tren a Los Ángeles, sin imaginar los muchos problemas que tendrán para mantenerla con vida. Tan pronto como salen del apartamento donde estaba escondida la testigo, Forbes es asesinado por un hombre que se esconde entre las sombras y que huye antes de que Brown logre capturarlo. Para su mala fortuna, la relación que se da entre él y su protegida no es precisamente de lo mejor. Él la detesta por ser una persona egoísta que a su gusto, sería capaz de vender a su propia madre por salvar su pellejo. Ella por su parte, no soporta el exceso de moralismo que exuda Brown, quien durante el viaje soporta estoico los numerosos ofrecimientos de dinero que le realiza un grupo de asesinos que han abordado el tren, con la intención de matar a la mujer y arrebatarle la lista de los hombres implicados en los sobornos.

Son precisamente los múltiples problemas que tendrá que solucionar Brown para mantenerla oculta, los que actúan como los generadores de la tensión del film. Afortunadamente para él, los criminales nunca han visto a la señora Neal, lo que le da una pequeña ventaja a la hora de protegerla. Sin embargo, esta ventaja se convertirá en un problema cuando los asesinos confunden a una mujer llamada Ann Sinclair (Jacqueline White), quien comienza a entablar una relación de amistad con Brown, con la mujer que ellos están buscando. Es este juego de máscaras, de apariencias y engaños, lo que convierte a la cinta en un viaje sumamente entretenido y atrapante. El director juega constantemente con la posibilidad de que los personajes no son lo que aparentan, y que en cualquier momento pueden revelar su verdadera naturaleza provocando la muerte de uno de los pasajeros del tren. Además aprovecha de manera brillante lo claustrofóbico del escenario donde transcurre la historia. Policías, criminales y civiles, se ven obligados a convivir en un espacio estrecho, negándole cualquier posibilidad de escape a los protagonistas. Pese a que Brown sabe la identidad de algunos de los criminales que están a bordo del tren, se ve imposibilitado de actuar debido al riesgo que esto significa para la mujer que intenta proteger.

La cinta está repleta de diálogos punzantes, los cuales resultan efectivos gracias al pulcro trabajo de un elenco bien ensamblado. Charles McGraw, quien era una habitual del género, interpreta de buena manera a este policía rudo que mantiene permanentemente una mirada desafiante, aún cuando este se muestra intranquilo por la situación de la testigo. Al mismo tiempo, demuestra que es solo un hombre, lo que por momentos lo lleva a pensar en ceder ante la tentación del dinero. Marie Windsor por su parte, se destaca como esta mujer ácida y desafiante, que se muestra fría y calculadora, y cuya relación con el protagonista se basa en el odio mutuo. El elenco lo completa Jacqueline White, cuyo personaje hace la veces del interés amoroso de Brown, y quien eventualmente adquirirá un rol importante dentro de la trama de intrigas y asesinatos. En el aspecto técnico, el film cuenta con el estupendo trabajo de fotografía de George E. Diskant, el cual refuerza la atmósfera claustrofóbica que existe en los pequeños compartimentos del tren. El juego de las cámaras y la iluminación por momentos es sorprendente, demostrando todo su potencial en la secuencia donde Brown se enfrenta a puñetazos con uno de los gánsteres en un minúsculo cuarto de baño. Dicha secuencia además cuenta con la particularidad de haber sido filmada con cámara en mano, lo que en aquel entonces era bastante inusual. Por último mencionar que la cinta utiliza como banda sonora únicamente los ruidos provenientes del paso del tren por las vías y el realizado por el resto de los pasajeros, lo que en cierta forma viene a reforzar la idea del confinamiento al que están sometidos los personajes.

En una gran demostración de sus capacidades como director, Richard Fleischer mantiene un ritmo narrativo trepidante durante los cerca de 72 minutos que dura la cinta, pese a que esta se desarrolla mayormente en un espacio reducido. Aún cuando existen algunos agujeros en el guión, estos pasan a segundo plano a punta de momentos de suma tensión y a giros de tuerca inesperados. Aunque la crítica hacia un sistema corrupto, que era la parte más corrosiva del film que originalmente rodó el director, fue finalmente removida de la versión final, de todas formas este se encarga de plantear de manera sutil la existencia de corrupción en las instituciones del Estado, específicamente en el cuerpo de policía. En 1990 se rodaría un remake de la cinta protagonizado por Gene Hackman y Anne Archer, el cual no solo cambiaba varios de los detalles de la trama, sino que además trasladaba algunos acontecimientos fuera de los límites del tren. Si bien se trata de una producción interesante por mérito propio, a mi gusto no supera a la original. Y es que puede que “The Narrow Margin” no sea una película perfecta, pero fácilmente se puede encasillar dentro de lo mejor del cine negro. A fin de cuentas, el viaje al que nos invita a participar Fleischer es uno que solo tiene boleto de ida, y del cual no nos querremos bajar hasta que este termine.


por Fantomas.

domingo, 1 de abril de 2012

Funeral in Berlin: El ingenio de Harry Palmer

“Funeral in Berlin” (1966), es un thriller del director Guy Hamilton, el cual está protagonizado por Michael Caine, Paul Hubschmid y Eva Renzi.

Harry Palmer (Michael Caine) es un espía cuya última misión consiste en viajar al Berlín comunista para ayudar en la fuga de un militar desertor. Pero cuando el asunto se enreda, Palmer se ve atrapado en el centro de una conspiración que puede costarle la vida.

Tras el éxito de “The Ipcress File” (1965), film basado en la novela del mismo nombre del escritor Len Deighton, el cual tenía como protagonista al ácido espía británico Harry Palmer, el productor Harry Saltzman rápidamente se lanzó a la tarea de realizar una secuela basada en otra de las novelas de Deighton titulada “Funeral in Berlin”, la cual al igual que la anterior novela del escritor, no está protagonizada por Palmer sino que por un espía sin nombre (dicho sea de paso, el nombre de Harry Palmer fue inventado exclusivamente para la cinta “The Ipcress File”). Para darle un mayor realismo a la producción, Hamilton y su equipo decidieron rodar la cinta en locaciones ubicadas en Berlín, lo que les significó varios problemas debido al tenso clima político que se vivía en la ciudad en aquel entonces. Un buen número de guardias de Berlín Oriental que se encontraban tras el muro, se dedicarían a sabotear algunas tomas con la ayuda de espejos, con los cuales cegaban a los actores y entorpecían la labor de los camarógrafos. Por este motivo, el equipo de filmación tuvo que utilizar cámaras con lentes telescópicos en gran parte de las escenas que se rodaron en las cercanías del muro. Tan importante como las locaciones fue la elección del elenco, que en su mayoría estuvo compuesto por actores de habla alemana, quienes ayudaban a crear la sensación de que el protagonista del film realmente se encontraba inmerso en el conflicto que dividía Berlín.

En esta ocasión, a Harry Palmer se le encarga la en apariencia sencilla misión de sacar al Coronel Stok (Oskar Homolka), un desertor soviético, de Berlín Oriental. Para esto, el protagonista se asociará con Johnny Vulkan (Paul Hubschmid), un agente británico residente en Berlín, quien es el único que puede contactarlo con un hombre llamado Kreutzman (Günter Meisner), el cual ha estado ayudando a varios presos políticos a cruzar el muro con la ayuda de vistosos e ingeniosos planes. Es precisamente uno de sus planes el que le da el nombre al film, aunque la verdad es que el título tiene numerosas capas y alusiones; será bajo la fachada de un funeral falso, que Palmer y compañía intentarán ayudar a Stok a pasar al otro lado del muro, sin imaginarse las numerosas dificultades que se interpondrán en su camino. Y es que como suele ocurrir en las historias de este tipo, la trama se complica por la aparición de espías de otras agencias, identidades falsas, e incluso por una disputa que involucra oro nazi. Inmerso en una ciudad donde no se puede confiar en nadie, Palmer tendrá que sacar a relucir su preciado ingenio para evitar perder la vida en un conflicto que tiene bastante más aristas de las que aparenta.

Si bien es sabido que tanto Harry Saltzman como Guy Hamilton formaron parte del llamado "universo Bond", el mundo del espionaje en el que se mueve Palmer es diametralmente opuesto al retratado en las cintas de 007. Palmer no suele viajar a lugares exóticos o paradisiacos, ni tampoco está rodeado de lujos y comodidades. Lamentablemente para él, no solo debe encargarse del "trabajo sucio" de la agencia, sino que además debe lidiar con el aspecto burocrático y aburrido de su profesión, razón por la cual no es de extrañar que en muchas ocasiones sea retratado como un simple empleado público que pone en riesgo su vida por un sueldo miserable. Eso lo ha llevado a convertirse en un personaje reprimido y cínico, que odia su trabajo y a quienes están de alguna manera ligados a este, pero que de todas formas lleva a cabo sus asignaciones porque está consciente de que es lo que sabe hacer mejor. Al mismo tiempo es un hombre desconfiado, cuyos actos aunque no lo parezcan, tienen un objetivo específico, lo que le ayuda a ir un paso adelante del resto, incluyendo al mismo espectador. Su agudeza mental es precisamente lo que lo lleva no solo a desconfiar de las motivaciones de Stok, sino que también lo mantienen alerta cuando en su camino se cruza una hermosa mujer llamada Samantha Steel (Eva Renzi), cuyas verdaderas intenciones son reveladas recién en la mitad de la historia.

Lo que resulta sumamente curioso, es que todo el plan de escape del Coronel soviético no es más que la excusa para adentrarnos en lo que eventualmente se convertirá en la historia principal. Con el objetivo de no entregar demasiados detalles que puedan arruinar el visionado de la cinta, solo puedo mencionar que este giro dramático incluye el nombre de un militante nazi que supuestamente falleció hace varios años, y que al parecer tiene una gran suma de dinero guardada en un banco en Suiza. Más allá de la codicia, existe otro motivo que parece empujar a algunos de los personajes involucrados en este intrincado complot, y este es su supuesta homosexualidad. El tema, que en aquel entonces aún era un tabú en el cine, razón por la cual jamás se toca de forma abierta durante el metraje, parece ser el detonante de la serie de decisiones apresuradas que toma uno de los integrantes del MI5, cuya identidad solo será revelada en el último tramo del film. Una vez que se destapa esta cadena de intrigas y traiciones, Palmer tendrá que poner a prueba su intelecto para salir vivo de la engorrosa situación y descubrir quién es realmente la persona que está detrás de todo esto.

Michael Caine nuevamente realiza una estupenda labor interpretando a Harry Palmer. El actor logra dotar de profundidad a Palmer, evitando con esto que se transforme en un personaje unidimensional o en otro de los tantos personajes paródicos que surgieron en aquella época. El resto del elenco también realiza un buen trabajo, en especial Guy Doleman quien interpreta a Ross, el gélido y calculador jefe del protagonista. En relación al elenco, existe un dato curioso concerniente a Eva Renzi, quien interpreta al interés amoroso de Palmer. En un principio había sido contratada la actriz Anjanette Comer para interpretar dicho papel. Si bien ella alcanzó a filmar varias escenas, debido a una enfermedad tuvo que abandonar el rodaje, siendo reemplazada por Renzi, quien eventualmente tuvo que rodar todas las escenas en las que había participado Comer. En el ámbito técnico, la cinta cuenta con el pulido trabajo de fotografía de Otto Heller, quien le imprime al film una atmósfera opresiva y pesimista, que se complementa de estupenda manera con los escenarios donde transcurre la historia. Por otro lado, tenemos la irregular banda sonora compuesta por Konrad Elfers, que en ciertas ocasiones tiende a jugar en contra de la atmósfera que se supone deberían tener algunas secuencias.

Como ya había mencionado antes, las locaciones juegan un papel importante en el film, convirtiéndose por momentos en un personaje más del mismo. Ese Berlín que aún exhibe algunas de las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, y que está dividido por un muro que a ratos parece adquirir un carácter omnipresente, es un elemento clave dentro de una historia dotada de altas dosis de tensión y realismo. De forma complementaria, Guy Hamilton le imprime a la película un ritmo narrativo que logra atrapar al espectador, y construye un relato interesante que enriquece con conocimientos adquiridos en su época como miembro de la inteligencia militar durante la Segunda Guerra Mundial. En relación a esto, Michael Caine declararía en una entrevista: “Guy en ocasiones salía con una idea que sonaba bastante fantástica, la cual justificaba diciendo que ´era lo que normalmente se haría´”. En definitiva, son varios los elementos que han colaborado a que “Funeral in Berlin” no solo haya envejecido de buena manera, sino que además sea una de las mejores películas de espías de los sesenta, como por ejemplo el aspecto de documento histórico que tiene la producción, la maravillosa interpretación de Caine, y las múltiples vueltas de tuerca que presenta el relato, solo por nombrar algunos. Es precisamente por sus virtudes que esta cinta suele ser recordada como la mejor de la saga de Harry Palmer, quien volvería a la pantalla grande en tres ocasiones más, aunque de forma bastante más deslucida.

por Fantomas.

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