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miércoles, 25 de abril de 2012
Crossfire: Cuando el odio se transforma en violencia.
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jueves, 19 de abril de 2012
Warlock: La batalla temporal de un brujo y su cazador.
por Fantomas.
lunes, 16 de abril de 2012
Joseph Cotten: Crónica de una estrella fugaz.
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Ya para 1930, Cotten se había hecho un nombre en el mundo del teatro, lo que lo llevó a debutar en una obra de Broadway. En 1931, el actor contrajo matrimonio con Lenore La Mont, una pianista divorciada que tenía una hija de dos años de edad. El matrimonio duraría hasta 1960, cuando Lenore fallecería a causa de la leucemia que le aquejaba. A mediados de la década del treinta, Cotten comenzó a trabajar en algunas obras de radioteatro. En una de sus audiciones, conoció a un hombre 10 años menor, que se transformaría en uno de sus mejores amigos y que tendría una gran influencia en su carrera. Su nombre era Orson Welles. Durante uno de los ensayos al interior de la radio de la CBS, la dupla dilapidó cualquier opción de ser contratados por la estación de radio. Durante un show que estaba ambientado en una planta de árboles de caucho, el par de actores no pudo aguantarse la risa que les causaba uno de los diálogos de la obra. El director a cargo estaba enfurecido con ambos, y no dudó en llamarlos “inmaduros” y “poco profesionales”. Ambos actores fueron considerados mala influencia, por lo que no sería hasta que Welles formara su propia compañía, los “Mercury Theatre Players”, que Cotten no compartiría escena con quién pronto se convertiría en una suerte de mentor que lo ayudaría a abrirse paso en la industria cinematográfica.
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Después del éxito que tuvo Welles con la transmisión radial de “War of the Worlds” durante la fiesta de Halloween de 1938, este obtuvo un contrato único con la RKO Pictures. El contrato por dos películas le otorgaba total libertad artística, aunque con la limitación de que serían producciones de bajo presupuesto. Rápidamente, Welles pensó en incluir a sus colegas del Mercury Theatre en su primer film. Sin embargo, pasaría un año antes de que Welles encontrara un proyecto que le llamara la atención, dicho proyecto se convertiría en “Citizen Kane” (1941). El rodaje de la cinta, basada en parte de la vida del magnate de la prensa, William Randolph Hearst, comenzaría a mediados de 1940 y Cotten sería el encargado de interpretar al mejor amigo del protagonista, quien a su vez era interpretado por Welles. Cuando “Citizen Kane” se estrenó el 1 de Mayo de 1941, no obtuvo una gran recaudación. Esto se debió a que el mismo Hearst, quien era dueño de varios periódicos, evitó que estos publicitaran el film. De todas formas, la crítica se haría cargo de otorgarle el reconocimiento que se merecería, lo que ayudó a catapultar las carreras de cuatro actores que eran miembros de los Mercury Players; Agnes Moorehead, Ruth Warrick, Ray Collins, y Joseph Cotten. Sin embargo, de los cuatro solo Cotten logró cierto éxito en Hollywood más allá de “Citizen Kane”, mientras que el resto interpretaría mayormente a personajes secundarios en una buena cantidad de largometrajes.
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En 1943, Cotten firmó un contrato con el productor David O. Selznick, lo que sin duda le ayudó a lograr cierto estatus dentro del circuito hollywoodense durante gran parte de la década de los cuarenta. No solo tuvo la oportunidad de trabajar bajo las órdenes de Alfred Hitchcock en el thriller “Shadow of a Doubt” (1943), donde interpretaría a un asesino serial, sino que además pudo protagonizar cintas tan exitosas como “Gaslight” (1944), coprotagonizada por Ingrid Bergman y Charles Boyer, y “Duel in the Sun” (1946), donde interpretó al interés amoroso del personaje de Jennifer Jones. Con dicha actriz (quien era la esposa de Selznick), participaría en otros tres film: “Since You Went Away” (1944), “Love Letters” (1945), y “Portrait of Jennie” (1948), siendo esta última la más destacable de sus colaboraciones. En dicha película, Cotten interpretó a un melancólico artista que se obsesiona con una muchacha que parece haber muerto hace ya bastantes años. Este papel le valíó un premio en el Festival de Venecia. La relación de amistad del actor con los Selznick se extendería por años, hasta la muerte del productor en 1965. Antes de que terminara la década, Cotten trabajaría nuevamente con Hitchcock en el film “Under Capricorn” (1949), esta vez interpretando a un acaudalado hombre australiano con un oscuro pasado.
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En 1960, Cotten contrajo matrimonio con la actriz británica Patricia Medina, luego del fallecimiento de su primera esposa a principios de ese mismo año. Tras un buen tiempo alejado del cine, el actor regresa con la cinta de terror “Hush… Hush, Sweet Charlotte” (1964), la cual pese a augurar una suerte de renacer profesional de Cotten, no evitó que durante el resto de la década del sesenta, este fuera relegado a participar en una serie de films olvidables y en variados shows de televisión. A principios de los setenta, Cotten obtuvo roles secundarios en un par de películas que fueron bien recibidas por la crítica y por el público, entre las que se encontraban: “Tora! Tora! Tora!” (1970), “The Abominable Dr. Phibes” (1971), y “Soylent Green” (1973). Pese a que la mayoría de los proyectos en los que se veía involucrado el actor eran de bajo presupuesto, la filmación en locaciones le permitió a él y a su esposa viajar por varios países, llegando incluso a vivir por cortos periodos de tiempo en Londres, Paris y Roma durante esta época. A fines de la década, Cotten realizó su contribución al “cine de desastres” con un rol en la cinta “Airport ´77” (1977), y continúo trabajando en televisión de manera regular.
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jueves, 5 de abril de 2012
The Narrow Margin: Viajar en tren nunca fue tan peligroso.
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El detective Walter Brown (Charles McGraw) tiene la misión de acompañar a la viuda de un integrante de la mafia para testificar ante el Gran Jurado. Ella es Frankie (Marie Windsor), una mujer deslenguada que en seguida despierta la antipatía del detective. La falta de armonía entre ambos no facilitará la tarea de escapar de las garras de un par de asesinos a sueldo, que han subido al tren en el que viajan con el objetivo de eliminar a la testigo.
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En 1950, Fleischer preestrenó la película con la que había quedado ampliamente satisfecho. El público la recibió bien, aún cuando en la versión original, los dos policías que estaban encargados de proteger a la mujer que testificaría sobre una red de sobornos a policías, eran corruptos. Dado que la historia era potencialmente incendiaría, la cabeza de la RKO, el entonces inestable Howard Hughes, decidió enviarles un extenso memorándum a los productores del film con todo tipo de correcciones relacionadas con el guión y el montaje. Entre las correcciones se encontraban ideas como la realización de escenas de acción sobre el techo del tren, algunos cambios concernientes a las personalidades de los personajes femeninos, y la petición expresa de que ni al protagonista ni a su compañero se les retratara como policías corruptos. De forma insólita, la cinta permaneció durante casi un año en el limbo, hasta que en 1951 reapareció con algunas correcciones, las cuales fueron realizadas en su mayoría por William Cameron Menzies, ya que Fleischer se negó a mutilar su obra, por lo que fue sancionado y finiquitado por Hughes.
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Son precisamente los múltiples problemas que tendrá que solucionar Brown para mantenerla oculta, los que actúan como los generadores de la tensión del film. Afortunadamente para él, los criminales nunca han visto a la señora Neal, lo que le da una pequeña ventaja a la hora de protegerla. Sin embargo, esta ventaja se convertirá en un problema cuando los asesinos confunden a una mujer llamada Ann Sinclair (Jacqueline White), quien comienza a entablar una relación de amistad con Brown, con la mujer que ellos están buscando. Es este juego de máscaras, de apariencias y engaños, lo que convierte a la cinta en un viaje sumamente entretenido y atrapante. El director juega constantemente con la posibilidad de que los personajes no son lo que aparentan, y que en cualquier momento pueden revelar su verdadera naturaleza provocando la muerte de uno de los pasajeros del tren. Además aprovecha de manera brillante lo claustrofóbico del escenario donde transcurre la historia. Policías, criminales y civiles, se ven obligados a convivir en un espacio estrecho, negándole cualquier posibilidad de escape a los protagonistas. Pese a que Brown sabe la identidad de algunos de los criminales que están a bordo del tren, se ve imposibilitado de actuar debido al riesgo que esto significa para la mujer que intenta proteger.
La cinta está repleta de diálogos punzantes, los cuales resultan efectivos gracias al pulcro trabajo de un elenco bien ensamblado. Charles McGraw, quien era una habitual del género, interpreta de buena manera a este policía rudo que mantiene permanentemente una mirada desafiante, aún cuando este se muestra intranquilo por la situación de la testigo. Al mismo tiempo, demuestra que es solo un hombre, lo que por momentos lo lleva a pensar en ceder ante la tentación del dinero. Marie Windsor por su parte, se destaca como esta mujer ácida y desafiante, que se muestra fría y calculadora, y cuya relación con el protagonista se basa en el odio mutuo. El elenco lo completa Jacqueline White, cuyo personaje hace la veces del interés amoroso de Brown, y quien eventualmente adquirirá un rol importante dentro de la trama de intrigas y asesinatos. En el aspecto técnico, el film cuenta con el estupendo trabajo de fotografía de George E. Diskant, el cual refuerza la atmósfera claustrofóbica que existe en los pequeños compartimentos del tren. El juego de las cámaras y la iluminación por momentos es sorprendente, demostrando todo su potencial en la secuencia donde Brown se enfrenta a puñetazos con uno de los gánsteres en un minúsculo cuarto de baño. Dicha secuencia además cuenta con la particularidad de haber sido filmada con cámara en mano, lo que en aquel entonces era bastante inusual. Por último mencionar que la cinta utiliza como banda sonora únicamente los ruidos provenientes del paso del tren por las vías y el realizado por el resto de los pasajeros, lo que en cierta forma viene a reforzar la idea del confinamiento al que están sometidos los personajes.
En una gran demostración de sus capacidades como director, Richard Fleischer mantiene un ritmo narrativo trepidante durante los cerca de 72 minutos que dura la cinta, pese a que esta se desarrolla mayormente en un espacio reducido. Aún cuando existen algunos agujeros en el guión, estos pasan a segundo plano a punta de momentos de suma tensión y a giros de tuerca inesperados. Aunque la crítica hacia un sistema corrupto, que era la parte más corrosiva del film que originalmente rodó el director, fue finalmente removida de la versión final, de todas formas este se encarga de plantear de manera sutil la existencia de corrupción en las instituciones del Estado, específicamente en el cuerpo de policía. En 1990 se rodaría un remake de la cinta protagonizado por Gene Hackman y Anne Archer, el cual no solo cambiaba varios de los detalles de la trama, sino que además trasladaba algunos acontecimientos fuera de los límites del tren. Si bien se trata de una producción interesante por mérito propio, a mi gusto no supera a la original. Y es que puede que “The Narrow Margin” no sea una película perfecta, pero fácilmente se puede encasillar dentro de lo mejor del cine negro. A fin de cuentas, el viaje al que nos invita a participar Fleischer es uno que solo tiene boleto de ida, y del cual no nos querremos bajar hasta que este termine.
por Fantomas.
domingo, 1 de abril de 2012
Funeral in Berlin: El ingenio de Harry Palmer
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Harry Palmer (Michael Caine) es un espía cuya última misión consiste en viajar al Berlín comunista para ayudar en la fuga de un militar desertor. Pero cuando el asunto se enreda, Palmer se ve atrapado en el centro de una conspiración que puede costarle la vida.
En esta ocasión, a Harry Palmer se le encarga la en apariencia sencilla misión de sacar al Coronel Stok (Oskar Homolka), un desertor soviético, de Berlín Oriental. Para esto, el protagonista se asociará con Johnny Vulkan (Paul Hubschmid), un agente británico residente en Berlín, quien es el único que puede contactarlo con un hombre llamado Kreutzman (Günter Meisner), el cual ha estado ayudando a varios presos políticos a cruzar el muro con la ayuda de vistosos e ingeniosos planes. Es precisamente uno de sus planes el que le da el nombre al film, aunque la verdad es que el título tiene numerosas capas y alusiones; será bajo la fachada de un funeral falso, que Palmer y compañía intentarán ayudar a Stok a pasar al otro lado del muro, sin imaginarse las numerosas dificultades que se interpondrán en su camino. Y es que como suele ocurrir en las historias de este tipo, la trama se complica por la aparición de espías de otras agencias, identidades falsas, e incluso por una disputa que involucra oro nazi. Inmerso en una ciudad donde no se puede confiar en nadie, Palmer tendrá que sacar a relucir su preciado ingenio para evitar perder la vida en un conflicto que tiene bastante más aristas de las que aparenta.
Lo que resulta sumamente curioso, es que todo el plan de escape del Coronel soviético no es más que la excusa para adentrarnos en lo que eventualmente se convertirá en la historia principal. Con el objetivo de no entregar demasiados detalles que puedan arruinar el visionado de la cinta, solo puedo mencionar que este giro dramático incluye el nombre de un militante nazi que supuestamente falleció hace varios años, y que al parecer tiene una gran suma de dinero guardada en un banco en Suiza. Más allá de la codicia, existe otro motivo que parece empujar a algunos de los personajes involucrados en este intrincado complot, y este es su supuesta homosexualidad. El tema, que en aquel entonces aún era un tabú en el cine, razón por la cual jamás se toca de forma abierta durante el metraje, parece ser el detonante de la serie de decisiones apresuradas que toma uno de los integrantes del MI5, cuya identidad solo será revelada en el último tramo del film. Una vez que se destapa esta cadena de intrigas y traiciones, Palmer tendrá que poner a prueba su intelecto para salir vivo de la engorrosa situación y descubrir quién es realmente la persona que está detrás de todo esto.
Como ya había mencionado antes, las locaciones juegan un papel importante en el film, convirtiéndose por momentos en un personaje más del mismo. Ese Berlín que aún exhibe algunas de las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, y que está dividido por un muro que a ratos parece adquirir un carácter omnipresente, es un elemento clave dentro de una historia dotada de altas dosis de tensión y realismo. De forma complementaria, Guy Hamilton le imprime a la película un ritmo narrativo que logra atrapar al espectador, y construye un relato interesante que enriquece con conocimientos adquiridos en su época como miembro de la inteligencia militar durante la Segunda Guerra Mundial. En relación a esto, Michael Caine declararía en una entrevista: “Guy en ocasiones salía con una idea que sonaba bastante fantástica, la cual justificaba diciendo que ´era lo que normalmente se haría´”. En definitiva, son varios los elementos que han colaborado a que “Funeral in Berlin” no solo haya envejecido de buena manera, sino que además sea una de las mejores películas de espías de los sesenta, como por ejemplo el aspecto de documento histórico que tiene la producción, la maravillosa interpretación de Caine, y las múltiples vueltas de tuerca que presenta el relato, solo por nombrar algunos. Es precisamente por sus virtudes que esta cinta suele ser recordada como la mejor de la saga de Harry Palmer, quien volvería a la pantalla grande en tres ocasiones más, aunque de forma bastante más deslucida.
por Fantomas.