viernes, 23 de mayo de 2014

The Hunchback of Soho: Edgar Wallace, la Rialto y el cine a color.

"Der Bucklige von Soho" (1966), es un thriller del director Alfred Vohrer, el cual está protagonizado por Günther Stoll, Eddi Arent y Pinkas Braun.

Un misterioso jorobado (Richard Haller) ha estado estrangulado a jóvenes mujeres en las cercanías del barrio londinense de Soho. Al mismo tiempo, una joven llamada Wanda Merville (Monika Peitsch) es secuestrada por una peligrosa banda de criminales que buscan suplantarla para cobrar su millonaria herencia. Será responsabilidad del Inspector Hopkins (Günther Stoll) descubrir cómo estos hechos se conectan antes de que sea demasiado tarde para todos los involucrados en este peculiar caso.

 

Pese a que inicialmente fue planeada como una cinta en blanco y negro, el arrasador éxito que estaba teniendo el cine a color llevó al productor Horst Wendlandt a cambiar sus planes, convirtiendo a “Der Bucklige von Soho” en el primer film a color de la serie de adaptaciones de la obra del escritor británico Edgar Wallace realizada por la productora Rialto Film. Aunque Wendlandt no deseaba alejarse demasiado de la exitosa fórmula que ya había sido probada anteriormente en múltiples ocasiones, en esta oportunidad se vio obligado a realizar algunos cambios de último minuto en lo que al elenco se refiere. Debido a que previamente había asumido otros compromisos, el actor Joachim Fuchsberger tuvo que ser reemplazado por Günther Stoll, quien había adquirido cierta notoriedad por su trabajo en la miniserie “Melissa” (1966). Al mismo tiempo, la actriz Uschi Glas, quien originalmente había sido contratada para interpretar a Wanda Merville, abandonó la producción para participar en el western “Winnetou und das Halbblut Apanatschi” (1966), del director Harald Philipp. A raíz de eso, Monika Peitsch, quien hasta ese entonces había trabajado mayormente en televisión, se quedó con el papel de la joven heredera. Lamentablemente para Wendlandt, estos no serían los únicos problemas que enfrentaría la producción. La FSK, que no es otra cosa que la organización que está a cargo de la censura de la industria cinematográfica alemana, durante años censuró diversos segmentos del film, lo que provocó que circularan varias versiones de la cinta. Recién en el año 1991 se autorizó el estreno del corte del director, el cual entre otras cosas incluía la secuencia de créditos original y algunas escenas que en su momento se consideraron demasiado violentas como para ser exhibidas en las salas de cine del territorio alemán.

“Der Bucklige von Soho” comienza con el inexplicable asesinato de una joven a manos de un violento jorobado. Casi de manera simultánea, la joven Wanda Merville llega a Londres para cobrar la millonaria herencia que le ha dejado su fallecido padre. Al poco tiempo de su arribo a la ciudad británica, Wanda es secuestrada por el siniestro Alan Davis (Pinkas Braun), quien decide recluirla en un hogar para jóvenes que han tenido problemas con la ley, el cual está manejado por una respetable anciana llamada Lady Perkins (Agnes Windeck), quien coincidentemente es la tía de Wanda. La verdad es que Davis junto a varios secuaces, entre los que se encuentran una sádica institutriz (Gisela Uhlen) y el Reverendo David (Eddi Arent), están llevando a cabo una macabra operación criminal: mientras ellos utilizan a gran parte de las chicas que viven al interior de la institución como esclavas de su negocio de limpieza, las más “afortunadas” son trasladadas a un burdel clandestino donde son obligadas a desenvolverse como prostitutas. Con este escenario entre manos, será responsabilidad del Inspector Hopkins de Scotland Yard y de su torpe y libidinoso jefe, Sir John (Siegfried Schürenberg), descubrir el verdadero plan de los secuestradores y averiguar quiénes son todos los involucrados en esta peligrosa red de corrupción y muerte.

 

Si bien las producciones enmarcadas dentro del ciclo de adaptaciones de la obra de Edgar Wallace realizada por la productora Rialto jamás se caracterizaron por su profundidad dramática, curiosamente para muchos entendidos el comienzo de la utilización del color por parte de la compañía germana, daría pie al franco declive de la serie de films encabezados por el productor Horst Wendlandt. Aunque obviamente esta afirmación queda completamente sujeta a la subjetividad del espectador, es indiscutible que “Der Bucklige von Soho” marcaría un punto de inflexión dentro de la saga a lo menos en el aspecto visual de la misma. Si bien es imposible asegurar que todas las producciones filmadas previo al estreno de este film son ampliamente superiores tanto a nivel narrativo como técnico, es indiscutible que gran parte de las cintas posteriores presentaban guiones que incluían complicaciones algo innecesarias, y en ocasiones se volcaron de manera grosera hacia la comedia, lo que terminó restándole seriedad a las tramas policiales en las cuales se centraban. Para ser justos, todo esto no significa que la fórmula empleada en un principio por Wendlandt sufriera una mutación tal, que la serie cambiara drásticamente de dirección, convirtiéndose en un producto irreconocible para los seguidores de la misma, sino que ciertos elementos fueron intervenidos para evitar los problemas propios del evidente desgaste que estaba sufriendo el ciclo.

Más allá de la discusión antes expuesta, existe una suerte de consenso con respecto a que “Der Bucklige von Soho” está lejos de ser una de las mejores cintas de la saga, principalmente porque no cumple con la promesa que está explicitada en su sinopsis. En gran medida, el film de Vohrer es un ejemplo de una de las debilidades del cine alemán de género, la cual ha sido descrita por determinados críticos como simple cobardía. “Der Bucklige von Soho” como muchas otras producciones germanas de corte similar, es una película que pese a intentar convertirse en un film de explotación, principalmente mediante la inclusión de elementos propios de los dramas carcelarios, del cine de sexplotation, del género del horror y del cine europeo de espías, entre otros, no se atreve a dar el paso necesario para insertarse de lleno en temáticas más oscuras que finalmente cumplan con lo que en un determinado momento promete entregar la producción. Esta falta de valentía y compromiso con los tópicos que pretenden abarcar los films de Wallace, en muchas ocasiones resulta frustrante, y en gran medida explica la inclusión de quiebres cómicos cuya función principal es fragmentar cualquier intento por parte de los realizadores de retratar escenarios escabrosos de manera explícita.

 

En el ámbito de las actuaciones, si bien Günther Stoll interpreta al Inspector Hopkins con aplomo, gracias a lo cual lo convierte en un personaje creíble, este carece del carisma que ostentaban los detectives interpretados anteriormente por Joachim Fuchsberger y Heinz Drache. En el caso de Pinkas Braun, tal y como sucede en otras de las entradas de la serie, interpreta de manera correcta a un villano de rasgos psicopáticos, dispuesto a todo con tal de lograr sus objetivos. Sin embargo, quien en esta oportunidad se alza como el gran villano del film, es el personaje interpretado por Eddi Arent, quien suele ser recordado por los numerosos papeles que interpretó a lo largo del ciclo con una clara inclinación hacia la comedia. El Reverendo David no solo es un hombre inescrupuloso que se esconde tras una fachada de respetabilidad, sino que además es un asesino a sangre fría al cual incluso sus peligrosos asociados parecen temer. Por último, cabe mencionar la labor de Siegfried Schürenberg, quien una vez más interpreta de buena manera al impulsivo Sir John, personaje que en esta ocasión es el encargado de aportar con pequeñas dosis de comedia a una trama en general bastante retorcida. Por otro lado, en relación al aspecto técnico de la producción, resulta destacable el siempre correcto trabajo de fotografía de Karl Löb, y la estrambótica pero adecuada banda sonora del compositor Peter Thomas.

Si bien gran parte de los films pertenecientes al ciclo de adaptaciones de la obra de Edgar Wallace lograban sobreponerse a sus problemas temáticos gracias a las virtudes de la dirección creativa de sus realizadores, a la locura proveniente de sus relatos en ocasiones confusos y frenéticos, y a la sensación de diversión que proyectaban los actores involucrados en dichas producciones, en esta oportunidad el director Alfred Vohrer no logra capitalizar una historia que en el papel a lo menos parecía interesante. Aunque el cineasta utiliza gran parte de los recursos que ocupó en sus aportes previos al ciclo, solo logra construir tres o cuatro escenas capaces de proyectar la locura reinante en gran parte de sus trabajos. Si algo deja en claro “Der Bucklige von Soho”, es que para el año 1966 los creativos a cargo de las adaptaciones cinematográficas de la obra Edgar Wallace se estaban quedando sin ideas. Mientras que el uso del color es una de las pocas innovaciones apreciables que presenta el film, este nuevamente se centra en la eterna lucha del bien contra el mal, y en la presencia de una damisela en desgracia, entre otras cosas. Pese a todas sus falencias, “Der Bucklige von Soho” se alza como una cinta entretenida, poseedora de un ritmo narrativo dinámico, la cual daría paso a una nueva etapa dentro del ciclo llevado a cabo por la Rialto, la cual se caracterizaría por su indiscutible irregularidad creativa.



por Fantomas.

sábado, 17 de mayo de 2014

Robot & Frank: La amistad no tiene botón de apagado.

“Robot & Frank” (2012), es un drama de ciencia ficción del director Jake Schreier, el cual está protagonizado por Frank Langella, James Marsden, Liv Tyler y Susan Sarandon.

En un futuro cercano, Frank (Frank Langella), un ladrón retirado, tiene dos hijos adultos que están preocupados porque creen que él ya no puede vivir solo. Pese a que están tentados a ponerlo en un asilo para ancianos, Hunter (James Marsden) elige una opción distinta: en contra de los deseos de su padre, le compra un robot humanoide que camina, habla y que está programado para mejorar su salud física y mental. Pese a su rechazo inicial, Frank pronto descubrirá en el robot a un amigo con el cual no tardará en planear su retorno al mundo delictual.

 

Algún tiempo después de haberse graduado de la Escuela de Artes Tisch, perteneciente a la Universidad de Nueva York, Jake Schreier y Christopher D. Ford comenzaron a albergar el deseo de realizar un largometraje. Para ello decidieron tomar como base el guión que había escrito Ford como parte de su tesis en Tisch, el cual Schreier había ayudado a producir. Alrededor del año 2002, cuando ambos aun eran estudiantes, comenzaron a mostrar un gran interés en el rápido desarrollo que estaba teniendo la tecnología, y en el impacto que esta tenía a diario en la gente común y corriente. A diferencia de otros retratos distópicos que han intentado relatar el auge de la tecnología en el cine moderno, los realizadores deseaban que “Robot & Frank” explorara el tema sin la necesidad de exponer un dilema moral al respecto. De acuerdo con Schreier, “la tecnología no es mala ni buena pero va a cambiar la forma en como nosotros nos relacionamos con el resto de las personas. No hay forma de detener eso.” Con la intención de que el film presentara una apariencia futurista sin alejarse demasiado de la realidad actual, la dupla de creativos le pidió a Justin Oullette de Tumblr que diseñara diversos aparatos electrónicos que posteriormente serían utilizados por los protagonistas, y a la empresa Alterian, conocida por su autoría en los diseños de vestuario de la banda de música electrónica Daft Punk, que diseñara el robot en el cual se centraría la trama, el cual se suponía que debía emular a los robots creados en Japón para el cuidado de personas enfermas.

En el film, Frank es presentado básicamente como una reliquia. Mientras vive sus días en solitario sumido en una rutina interminable, no puede evitar sentirse incómodo con la forma en como el mundo está cambiando a su alrededor. Lo que es peor, es que su memoria ha comenzado a fallar de manera notoria. Debido a la falta de actividades recreativas o de cosas que despierten su pasión por la vida, Frank mata el tiempo coqueteando con Jennifer (Susan Sarandon), la bibliotecaria del pueblo en el cual reside, y robando objetos sin mucho valor de una pequeña tienda de artículos para baño. Y es que durante su juventud, Frank solía trabajar como ladrón de objetos que nadie creía que podían ser robados. Evidentemente el robo hormiga que ahora realiza jamás podrá reemplazar la emoción que sentía cuando planeaba grandes robos, pero es lo único que él tiene. Eso hasta que uno de sus hijos le regala un robot. Su hijo, Hunter, no puede evitar preocuparse por el notorio deterioro de la memoria de su padre, y por como eso ha alterado su forma de vida. Aunque en un principio Frank se niega a la idea de tener un robot rondando por la casa, no le queda más remedio que aceptar el curioso regalo de su hijo ante la amenaza de que será internado en un asilo para ancianos si no logra convivir con su nuevo huésped mecánico.

 

Ante el temor de que la presencia de su nuevo cuidador altere su esquema de vida, Frank inicialmente sabotea cada uno de los intentos del robot por mantenerlo saludable e intelectualmente estimulado. Eventualmente y luego de muchas discusiones, Frank aprenderá que si bien el robot está programado con diversas directrices, ninguna de estas le impide quebrantar la ley. Para su sorpresa, quien comenzó como un intruso no deseado en su hogar, no tarda en convertirse en el cómplice perfecto para emprender una nueva oleada criminal, cuyo blanco será una pareja de jóvenes empresarios que pretenden convertir la vieja biblioteca que suele visitar en un lugar completamente digitalizado. Evidentemente, gran parte de la trama del film se centra en la relación que se forma entre la extraña pareja protagónica. Según aseguran los Gerontólogos, una de las mejores maneras de ralentizar o prevenir el deterioro cognitivo en los adultos mayores, es mantenerlos activos mediante la realización de actividades significativas. Con esto en mente, inicialmente el robot trata de incentivar a Frank a salir de excursión y a crear una pequeña huerta en el patio de su casa. Sin embargo, ninguna de estas actividades llama la atención de Frank. Cuando ambos logran encontrar un punto de encuentro, Frank no solo comienza a verlo como un verdadero amigo, sino que además comienza a comer mejor, demuestra una vitalidad que parecía perdida, y su memoria parece mejorar de manera significativa. El único problema es que las actividades que han estado realizando lamentablemente han llamado la atención de la policía local y de una de sus víctimas, lo que les traerá una serie de problemas.

El intercambio de pensamientos y creencias que se produce entre Frank y el robot, es una de las muchas herramientas que el director Jake Schreier y el guionista Christopher D. Ford utilizan para lidiar con el tema de la pérdida de la memoria y con el temor a volverse viejo y obsoleto. En cierta medida, ese mismo temor es el que lleva a Frank a retomar la senda criminal, ya que mediante los robos que él comete busca demostrar que su inteligencia y la experiencia que ha recopilado durante el transcurso de su vida, son herramientas suficientes para vencer cualquier tipo de avance tecnológico. Si bien los frutos de la relación de amistad que Frank mantiene con el robot son evidentes, durante todo el transcurso del film existen pequeños momentos que buscan recordarle al espectador que la salud mental del protagonista no se encuentra del todo bien. En ocasiones Frank se muestra desorientado, lo que lo lleva a pensar que su hijo aún se encuentra estudiando en la universidad, o que su restaurante favorito todavía permanece en funcionamiento, cuando la verdad es que dicho lugar cerró hace años. El director también plantea una interrogante relacionada con el grado de entendimiento que posee el robot acerca de Frank o del mundo que lo rodea. “Yo no soy un ser humano”, le recuerda constante a su dueño, quien no puede evitar ver en la máquina un atisbo de humanidad.

 

Obviamente el film no funcionaria de la forma en que lo hace si no fuese por la actuación de Frank Langella, quien se lleva todo el peso dramático de la historia. Langella no solo maneja a la perfección los sutiles toques de humor negro que presenta la cinta, sino que además retrata de manera realista a un hombre testarudo y solitario cuya memoria ha comenzado a marchitarse, el cual gradualmente va abandonando su rígida coraza ante la presencia de un robot con características casi humanas. El resto del elenco por su parte, también realiza una labor encomiable, ya que todos logran proyectar con éxito que su afecto y sus problemas con el protagonista son reales. Obviamente cabe destacar el trabajo de la actriz Rachel Ma, a quien se le encomendó la tarea de darle vida al robot, y de Peter Sarsgaard, quien le otorgó la voz al adorable cuidador mecánico. En lo que respecta al aspecto técnico del film, resulta destacable el trabajo de fotografía de Matthew J. Lloyd, y la banda sonora compuesta por la banda Francis and the Lights, la cual al igual que el resto de la producción se caracteriza por su belleza y su simplicidad, y por la forma en como acompaña perfectamente una historia que se supone acontece en un futuro cercano.

“Robot & Frank” bien puede ser reconocida como una de las pocas películas que utiliza ciertos elementos propios de la ciencia ficción para contar una historia, y no para montar un espectáculo lleno de luces y colores. Probablemente lo único criticable que presenta el film, es la inclusión de una subtrama romántica cuya única función pareciera ser la elaboración de un golpe de efecto que se presenta en la forma de una inesperada vuelta de tuerca. El gran mérito de la cinta de Schreier y Ford radica en el hecho que realiza varias cosas a la vez. Al mismo tiempo que elabora un certero comentario social sobre el envejecimiento y el cuidado que se debe tener con las personas que padecen de demencia, relata una enternecedora historia de amistad entre un hombre cuya vida ha quedado suspendida en el tiempo, y un robot que por momentos parece tener alma. En definitiva, “Robot & Frank” es sin lugar a dudas un film con una alta carga emocional, el cual invita al espectador a sumergirse en la pequeña aventura de un hombre que está luchando contra los problemas propios de la vejez, el cual es rescatado de un olvido autoimpuesto por una amistad que él jamás se hubiese imaginado que sería capaz de forjar.



por Fantomas.

martes, 13 de mayo de 2014

The Indian Scarf: La herencia de Lord Lebanon.

“Das indische Tuch” (1963), es un thriller de misterio del director Alfred Vohrer, el cual está protagonizado por Heinz Drache, Elisabeth Flickenschildt y Klaus Kinski.

Cuando el acaudalado Lord Frances Percival Lebanon (Wilhelm Vorwerg) fallece en circunstancias sospechosas, sus codiciosos familiares esperan con ansias heredar todo su dinero. Para su sorpresa, en su testamento el excéntrico millonario incluyó una cláusula que establece que todos sus familiares deben convivir durante seis días en su castillo antes de poder heredar lo que les corresponde. Aislados en el medio de la nada y agobiados por una tormenta que no les permite salir del castillo, no pasa mucho tiempo antes de que los integrantes de la familia Lebanon comiencen a ser asesinados uno por uno por un estrangulador que utiliza un pañuelo indio. A raíz de esto, el abogado de la familia, Frank Tanner (Heinz Drache), se verá en la obligación de descubrir la identidad del asesino antes de que todos, incluyéndolo a él, se conviertan en víctimas del misterioso psicópata.

 

Para mediados del año 1963, el productor Horst Wendlandt bajo el alero de la productora Rialto Film, ya había realizado quince adaptaciones cinematográficas de la obra del escritor británico Edgar Wallace, las cuales en su mayoría habían obtenido bastante éxito en Alemania. Para su próximo proyecto, Wendlandt deseaba filmar una historia que se desarrollara en su totalidad al interior de un espacio reducido, lo que le permitiría ahorrar costos de producción ya que no se vería en la obligación de rodar en exteriores. Con esto en mente, los guionistas George Hurdalek y Harald G. Petersson rescataron un guión escrito por Egon Eis que previamente había sido desechado por Wendlandt, y lo fusionaron con una adaptación bastante libre de la novela de Edgar Wallace “The Frightened Lady”, la cual ya había sido llevada al cine en dos ocasiones por directores pertenecientes a la industria cinematográfica británica. Curiosamente, la versión del director Alfred Vohrer es la que más se aleja de la novela original, ya que resulta evidente que la dupla de guionistas fueron fuertemente influenciados por la obra “Ten Little Niggers”, de la escritora Agatha Christie. En cuanto a la selección del elenco participante, mientras que Heinz Drache fue seleccionado por su participación en la miniserie “Das Halstuch” (1962), otros como Klaus Kinski, Siegfried Schuerendorf y Eddi Arent, ya se habían convertido en rostros habituales de la serie de adaptaciones de la obra de Edgar Wallace realizada por la Rialto.

“Das indische Tuch” comienza con el asesinato de Lord Frances Percival Lebanon, un hombre acaudalado que deja este mundo de manera violenta a manos de un asesino armado con un pañuelo indio. Cuando los inescrupulosos herederos se reúnen para escuchar la lectura del testamento, estos son sorprendidos por una cláusula que los obliga a convivir en paz y armonía durante una semana al interior del castillo familiar, si es que desean recibir su parte de la herencia. Debido a las malas relaciones que existen entre prácticamente todos los miembros de la familia Lebanon, el simple hecho de convivir un par de días es visto como un desafío difícil de superar. Lo que es peor, si uno de ellos decide abandonar el castillo antes de lo estipulado, la herencia será dividida entre los familiares restantes. El encargado de supervisar que se cumplan estas condiciones es el abogado de Lord Lebanon, Frank Tanner, de quien nadie sabe demasiado. Lamentablemente para los involucrados en esta situación, inmediatamente después de la lectura del testamento, se desata una tormenta que corta las líneas telefónicas y provoca una inundación tal, que el castillo queda por completo aislado del resto del mundo. Será precisamente durante la primera noche que se descubre que entre los integrantes de la familia Lebanon se encuentra un asesino, cuya primera víctima es el Reverendo Lionel Hastings (Alexander Engel).

 

A la mañana siguiente, el mayordomo Richard Maria Bonwit (Eddi Arent) es el encargado de comunicarle al resto de los herederos que el Reverendo ha sido estrangulado en su recámara durante el transcurso de la noche. Desde ese momento en adelante, las sospechas recaen en prácticamente todos los presentes, entre los que se encuentra Lady Emily Lebanon (Elizabeth Flickenschildt), la amarga viuda de Lord Frances, la cual no comprende la razón por la cual la herencia debe ser repartida entre un montón de personas que ella apenas conoce; Edward Lebanon (Hans Clarin), el hijo del matrimonio cuya única preocupación parece ser un concierto de piano que debe dar en Londres; Peter Ross (Klaus Kinski), el hijo ilegítimo del millonario, el cual parece sufrir una grave adicción a la morfina; Isla Harris (Corny Collins), otra hija ilegítima del difunto; el Señor y la Señora Tilling (Hans Nielsen y Gisela Uhlen), un matrimonio que está al borde del divorcio y cuya unión parece haberse realizado solo por conveniencia; el explorador Sir Henry Hockbridge (Siegfried Schürenberg), quien trae consigo a un loro parlanchín y a una peligrosa araña venenosa; y finalmente el Doctor Amersham (Richard Häussler), quien además de haber falsificado el certificado de la autopsia de Lord Lebanon, parece tener otras cosas que esconder. Junto a todos ellos además se encuentra un tosco hombre llamado Chiko (Ady Berber), quien oficia como cocinero, chofer y cuidador al interior del castillo Lebanon.

Como gran parte de las entradas del género policial alemán, también conocido como krimi, “Das indische Tuch” se caracteriza por poseer una ambigüedad tonal que se pasea entre el horror gótico, el misterio y la comedia. Tal como sucede en otras ocasiones, el retorcido sentido del humor que exhiben las adaptaciones de la obra de Edgar Wallace nuevamente se encuentra encarnado en la figura del personaje interpretado por Eddi Arent, el mayordomo Richard Maria Bonwit. Y es que cada vez que uno de los herederos es asesinado, el mayordomo reordena la mesa del comedor y con voz calma y algo burlona, le informa al resto de los sobrevivientes los acontecimientos sucedidos durante el transcurso de la noche. Otro aspecto que resulta interesante de esta producción, es la forma en como el asesino comete sus crímenes. En cierta medida, se podría argumentar que el uso de la cámara subjetiva al momento de los asesinatos, se presenta como el prototipo de un recurso que posteriormente se utilizaría de manera recurrente tanto en el giallo italiano como en el slasher norteamericano. Enmarcando todo lo antes mencionado, se encuentra el escenario gótico escogido por Vohrer para desarrollar el relato, el cual invita a la audiencia a participar en una encrucijada mortal en la que los pasadizos ocultos del castillo y los secretos familiares juegan un rol primordial.

 

Heinz Drache, quien eventualmente se convertiría en uno de los rostros más recordados del krimi, realiza un espléndido trabajo como el abogado Frank Tanner. La gran virtud de Drache, es que el actor siempre supo otorgarle un grado de respetabilidad a los personajes que interpretó durante su carrera, lo que por supuesto se repite en esta oportunidad. Aun cuando Tanner asume de manera improvisada el rol de detective una vez que comienzan los asesinatos, lo que le significa tener que lidiar con las diversas y complejas personalidades de cada uno de los integrantes de la familia Lebanon, esto no lo descarta como sospechoso de los crímenes, sino que muy por el contrario, lleva al espectador a cuestionarse cuáles son sus verdaderas motivaciones y cuál es su rol en la herencia de Lord Lebanon. El resto del elenco por su parte, también realiza un estupendo trabajo, destacándose el ya mencionado Eddi Arent y el siempre intenso Klaus Kinski, cuyo personaje presenta un comportamiento lo suficientemente errático como para convertirlo en uno de los principales sospechosos. Por otro lado, dentro del aspecto técnico del film se destaca el trabajo de fotografía de Karl Löb, el vistoso diseño de producción de Walter Kutz y Wilhem Vorwerg, y la delirante pero atmosférica banda sonora del compositor Peter Thomas.

El director Alfred Vohrer realiza un trabajo tan minucioso a la hora de fusionar elementos propios del género del horror con otros más propios de la comedia y los relatos de misterio, que convierte a “Das indische Tuch” en un híbrido que es tan entretenido como emocionante durante todo el transcurso del metraje. Lo que es aún más importante, es que al alejar la historia del alcance del siempre eficiente y racional Scotland Yard, y situarla en un escenario gótico alejado del resto del mundo, el director establece que en el mundo ficticio en el que habitan los personajes todo es posible. Con respecto a la locura reinante en las adaptaciones de la obra de Edgar Wallace realizadas por la Rialto, cabe mencionar que en el segmento final del film, el director inserta dos bromas internas que funcionan como guiño tanto al autor de la novela en la cual está inspirada la cinta, como a uno de los personajes interpretados por el actor Joachim Fuchsberger en algunas de las producciones del ciclo. En definitiva, “Das indische Tuch” es un krimi sumamente entretenido, el cual combina con éxito una interesante e impredecible trama de misterio con una gama de coloridos personajes, lo que lo sitúa dentro de las entradas más interesantes del ciclo de adaptaciones literarias encabezadas por el visionario productor Horst Wendlandt.



por Fantomas.

jueves, 8 de mayo de 2014

Sitting Target: Hasta que la muerte nos separe.

“Sitting Target” (1972), es un thriller de acción del director Douglas Hickox, el cual está protagonizado por Oliver Reed, Ian McShane y Jill St. John.

Harry Lomart (Oliver Reed) está cumpliendo una sentencia por un violento robo. Durante una visita de su esposa Pat (Jill St. John), ella le cuenta que está embarazada de otro hombre, lo que desata la ira de Harry quien jura asesinar a su esposa y a su nuevo novio. Con la ayuda de su amigo Birdy Williams (Ian McShane), Harry logra escapar de prisión determinado a asesinar a todo el que se atreva a tratar de impedir su descarnada venganza.

 

“Sitting Target” fue uno de los tantos thrillers marcadamente pesimistas que fueron producidos al interior de la industria cinematográfica británica durante la década del setenta, los cuales nacieron como la progresión natural del drama criminal que hasta entonces se venía desarrollando. La gran diferencia que presentaban producciones como “Sitting Target” o “Get Carter” (1971), del director Mike Hodges, es que aun cuando revisaban prácticamente las mismas temáticas que gran parte de las cintas clásicas pertenecientes al mismo género, lo hacían desde un prisma teñido por la violencia y por un marcado sentido de la realidad, todo esto gracias a que para ese entonces los organismos de censura ingleses habían eliminado un buen número de sus restricciones temáticas. A sabiendas del interés que estaba presentando el público por este tipo de cintas, el productor Barry J. Kulick rápidamente compró los derechos de la novela “Sitting Target”, del escritor Laurence Henderson, la cual relataba la historia de un violento convicto que se escapa de prisión solo para asesinar a su esposa infiel, para posteriormente encargarle la adaptación de la misma al legendario guionista Alexander Jacobs, cuyo trabajo más celebrado fue el guión de “Point Blank” (1967).

En “Sitting Target”, pese a haber sido encarcelado gracias a un soplón anónimo, el criminal profesional Harry Lomart parece dispuesto a pasar aproximadamente quince años en prisión. Después de todo, él supone que su amada esposa lo estará esperando hasta que finalmente sea dejado en libertad. Sin embargo, en una de las visitas de su esposa a la cárcel, Harry no solo se entera que esta desea divorciarse, sino que además se encuentra embarazada de otro hombre. Enceguecido por la ira, Harry intenta estrangular fallidamente a su esposa, y de inmediato jura asesinarla a ella y a su nuevo novio apenas logre salir de prisión. Con la ayuda de Birdy Williams, quien además de ser su mejor amigo es su compañero de fechorías, Harry logra escapar del recinto penitenciario con la sola intención de cumplir con sus amenazas. Es por esto que aun cuando Williams intenta convencerlo de viajar fuera del país, lejos del alcance de la policía, Harry es incapaz de dejar de lado la violenta cruzada en la que se ha embarcado. Decidido a acabar con cualquiera que se atreva a atravesarse en su camino, Lomart se enfrentará tanto a la policía encabezada por el Inspector Milton (Edward Woodward), como con algunos integrantes de los bajos mundos, lo que eventualmente lo llevará a encontrar algunas respuestas que hubiese sido mejor no haber conocido jamás.

 

Durante prácticamente todo el transcurso del film, Hickox intenta establecer el drama interno por el cual está pasando Lomart y el limitado rango de acción que este tiene para intentar solucionarlo. Todo esto le provoca un alto grado de frustración, por lo que no resulta extraño que entremedio de sus múltiples episodios violentos, el protagonista demuestre ser un hombre vulnerable. Poco después de que su esposa Pat le confiese la situación en la que se encuentra, es posible ver a Lomart tendido en su celda con lágrimas en los ojos. Esta no será la única ocasión en la que se puede apreciar la aparente fragilidad del protagonista. Algo similar sucede cuando va a recuperar el botín conseguido en el robo por el cual fue apresado. Cuando está por salir del Teatro Hipódromo de Londres con el dinero en sus manos, él decide detenerse sobre el escenario para realizar una reverencia ante los cientos de asientos vacíos que colman el recinto, reconociendo en cierta forma que la cruzada de violencia que ha emprendido probablemente no tendrá un final feliz. De la misma manera, el director intenta establecer el estado mental de Harry contrastando sus actitudes con las de Birdy, quien por momentos parece tener su propia agenda. En dos ocasiones puntuales, tanto a Harry como su compañero se les presenta la oportunidad de tener sexo con dos bellas mujeres. Sin embargo, Lomart prefiere negarse a disfrutar de los placeres de la carne, básicamente porque bajo toda la ira descontrolada que siente y expresa, en el fondo aún está enamorado de su infiel esposa.

Si por algo se caracteriza “Sitting Target”, es por el hecho de que muchas de sus escenas exudan brutalidad y tensión. Ya sea cuando Harry está golpeando ferozmente a un traficante de armas o cuando este se encuentra en medio de una persecución a bordo de un jeep, prácticamente todas las escenas del film poseen pequeñas dosis de acción. Con respecto a esto, existe una secuencia en particular que suele ser recordada por sus altas dosis de adrenalina y por su particular estilo visual, en la cual Lomart es perseguido por un par de policías motorizados en medio de un laberinto conformado por numerosos tendidos de ropa. Aunque a nivel práctico todo esto puede parecer absurdo, mediante un estilo de edición desorientador y vistoso, Hickox logra convertir un escenario algo irrisorio en un concepto absolutamente extraordinario y dinámico. En otras secuencias como la de la fuga de la prisión, el director se inclina por un suspenso más clásico y en cierta medida más realista, el cual está dado por los múltiples obstáculos que deben superar Lomart y sus dos compañeros de fuga. Entre otras cosas, el protagonista se ve obligado a sobornar guardias, escalar muros, asesinar brutalmente a un feroz perro guardián, y a balancearse desde un andamio hacia el muro exterior de la prisión con un gancho improvisado.

 

Indudablemente el film carecería de credibilidad o de capacidad de impacto si no fuese por la estupenda actuación del elenco participante. Oliver Reed siempre se caracterizó por interpretar con sumo profesionalismo a personajes violentos, intensos y algo primitivos, cuyas emociones se desbordan a tal punto que no les permiten pensar con claridad. En el caso puntual de Harry Lomart, este podría ser descrito como un hombre consumido por un torbellino emocional, el cual está involucrado en algo que escapa de su control y de su entendimiento. Si bien es indiscutible que la actuación de Reed es una de las principales atracciones que presenta “Sitting Target”, el resto del elenco, en especial Ian McShane, se complementan de buena manera con las crisis violentas del protagonista y con sus repentinos cambios de ánimo. En cuanto al aspecto técnico del film, resulta destacable el interesantísimo trabajo de fotografía de Edward Scaife, y la punzante banda sonora del compositor Stanley Myers, la cual en gran medida refleja el particular estado de ánimo de Lomart. En relación a la selección de locaciones, llama la atención como determinados escenarios londinenses juegan un rol preponderante en la trama. Gracias a la utilización de ángulos de cámara caóticos y vertiginosos por parte de Hickox, los escenarios en los que transcurre el film se convierten en lugares claustrofóbicos, melancólicos y representativos de la mentalidad fragmentada del protagonista, quien se debate entre un pasado tranquilo y feliz y un presente sombrío y sumamente autodestructivo.

Como los mejores dramas criminales británicos de la década del setenta, “Sitting Target” exuda cinismo. Todos los personajes sin excepción carecen de cualidades redentoras, lo que convierte al film de Hickox en una obra ácida exenta de cualquier atisbo de comedia. En gran medida, “Sitting Target” es una de esas cintas que funcionan mejor como una experiencia puramente visceral. Y es que una vez que es sometida a un examen más minucioso, la película evidencia sus errores tanto interpretativos como argumentales. A la falta de verosimilitud de algunos pasajes del film, los cuales en su mayoría están marcados por la vergonzosa ineptitud de los agentes de policía, se suma la mediocre actuación de Jill St. John, quien no logra cumplir con las expectativas puestas en su personaje, el cual por momentos resulta demasiado artificial. Más allá de estos detalles, “Sitting Target” es una obra entretenida y explosiva, que refleja a la perfección la filosofía de Douglas Hickox referente a la correcta realización de una película de acción, la cual expresó en una ocasión en el contexto de una entrevista otorgada a la revista Films Illustrated: “No me gusta incluir violencia gratuita en mis películas. Me gusta que la acción golpee de forma rápida a la audiencia. Tampoco me gusta filmar a gente muriendo en cámara lenta, porque creo que ese tipo de cosas enlentece la acción.”



por Fantomas.

lunes, 5 de mayo de 2014

Eyewitness: La información es poder.

“Eyewitness” (1981), es un thriller del director Peter Yates, el cual está protagonizado por William Hurt, Sigourney Weaver y Christopher Plummer.

El introvertido Darryl Deever (William Hurt) consigue el empleo de conserje en un bloque de edificios. Durante el día, tiene por costumbre grabar las noticias de televisión en las que aparece Tony Sokolow (Sigourney Weaver), una bella reportera por la que siente una atracción irresistible. Cuando en el edificio donde trabaja se comete el asesinato de un individuo de nacionalidad vietnamita, ella acude a cubrir la noticia y Darryll, para despertar su interés, inventa la historia de que él lo ha visto todo, lo que le traerá pésimas consecuencias y pondrá el peligro el curso de la investigación.

 

Tras el rodaje del celebrado drama deportivo “Breaking Away” (1979), el director Peter Yates nuevamente se asoció con el guionista Steve Tesich, esta vez para desarrollar un thriller que tendría como fuentes de inspiración las consecuencias de la Guerra de Vietnam en la sociedad norteamericana, y la atracción que el mismo Tesich sentía por una periodista que trabajaba como lectora de noticias en un canal de televisión de la ciudad de Washington. Según Peter Yates, esta inusual fusión de temáticas se debía a que el guión del film era básicamente un híbrido de dos guiones que Tesich había estado escribiendo, los cuales no parecían ir a ninguna parte. Pese a que en un principio el escritor se rehusó a aceptar la idea de Yates de fusionar los guiones, eventualmente aceptó el desafío e hizo todo lo posible por otorgarle un cierto grado de coherencia a una historia con dos temáticas que tenían muy poco en común. Lo que dificultaba aún más su tarea, era el hecho de que Tesich siempre se caracterizó por ser un guionista más interesado en los personajes que en las tramas en las que estos se ven envueltos, por lo que el proceso de incluir vueltas de tuerca coherentes con el misterio central del relato, se convirtió en todo un dolor de cabeza para él.

En un thriller normal, la policía por lo general se dedica a seguir a los sospechosos de un determinado crimen, actividad que complementan con su aparente afición por el café. En “Eyewitness”, la interacción más memorable de los policías a cargo de la investigación del asesinato de un ciudadano vietnamita, tiene relación con una conversación en la que uno de ellos expresa su deseo de jubilarse sin haberle disparado a nadie, mientras que el otro le comenta que junto a su esposa van a adoptar a un niño, pese a no estar seguro de ser capaz de amar a un niño que no es suyo. Ninguno de estos personajes son realmente importantes para el desarrollo de la trama, pero son lo suficientemente reales como para despertar el interés del espectador. En gran medida, lo que convierte al film de Yates en una película entretenida, es el tiempo que el director le dedica al desarrollo de las personalidades de los distintos personajes que interactúan en la historia, los cuales en la mayoría de los casos superan las expectativas de un espectador preparado para ver un desfile de estereotipos. Por ejemplo, Tony Sokolow no es solo una reportera que aparece en televisión, sino que además oficia como pianista de medio tiempo y es la infeliz hija de unos padres dominantes. Darryl Deever por su parte, no es solo el conserje de un edificio, sino que también es un alma sensible capaz de conquistar al objeto de su obsesión; Aldo Mercer (James Woods) no solo es el mejor amigo del protagonista, sino que también es el entusiasta promotor de la boda entre Darryl y su hermana Linda (Pamela Reed), quien a su vez sigue con la relación solo porque le avergüenza decirle a Darryl que no está enamorada de él. Por último, Joseph (Christopher Plummer), quien en apariencia solo es el novio de Tony, es probablemente el personaje más complejo del film, ya que sus acciones están sujetas a la propia moralidad del espectador.

 

Más allá de lo relevante que son las personalidades de los protagonistas en el film, “Eyewitness” en el fondo es un thriller: Una noche, el conserje Darryl Deever descubre un cadáver en el lugar donde trabaja. Cuando el crimen adquiere la atención de los medios, Deever se ilusiona con la posibilidad de ser entrevistado por la hermosa reportera Tony Sokolow, por quien siente una atracción que raya en lo obsesivo. Sin pensarlo demasiado, él afirma conocer una gran cantidad de detalles acerca del crimen, por lo que está dispuesto a entregarle información a la periodista a cambio de una cita. Motivada por su ambición, Tony acepta la propuesta de Deever, lo que le traerá una serie de inesperados problemas a ambos. Por un lado, Deever sospecha que su mejor amigo, Aldo Mercer, con quien compartió filas en la Guerra de Vietnam, es el responsable de la muerte del Sr. Long (Chao Li Chi), un empresario vietnamita que se creía que vendía información durante la guerra. Dichas sospechas también son compartidas por los detectives a cargo del caso, quienes no se explican de donde Mercer ha sacado el dinero que últimamente ha estado gastando sin control. Tony Sokolow por su parte, comienza a ser perseguida por una dupla de vietnamitas sin motivo aparente, y debe lidiar con la creciente atracción que comienza a sentir por Darryl, la cual supone que no será aprobada por sus acaudalados y conservadores padres, ni mucho menos por su novio Joseph, quién últimamente ha estado actuando de forma sospechosa.

Es justo mencionar que la subtrama romántica que presenta el film es precisamente uno de sus puntos más fuertes. Desde su primer encuentro, cuando Tony intenta entrevistar a Darryl con respecto al crimen, y este solo se limita a decirle lo hermosa que es y lo mucho que le atrae, se forma una relación especial entre ambos personajes. Resulta curioso que ante la declaración de un hombre que afirma estar abiertamente obsesionado con ella, la periodista no lo reconozca como un acosador, sino que muy por el contrario, sienta un cierto grado de empatía hacia él. Aun cuando el director juega con la posibilidad de que la relación que se forma entre la dupla protagónica solo está basada en el mero interés, el espectador no puede evitar pensar que el simple hecho de que tanto Darryl como Tony sean dos personas encantadoras, las cuales son poseedoras de personalidades e historias de vida en extremo contrastantes, le otorga un cierto grado de interés a su potencial relación amorosa. El gran mérito de Yates es que el director juega hasta el final con la verdadera naturaleza de los sentimientos que la periodista siente por el conserje. Fuertemente influenciada por sus padres y por su propio entorno, la mirada de Tony en la escena final del film es claramente agridulce, ya que por un momento parece pensar que ha tomado la decisión equivocada, aun cuando nadie puede negar que ella ha hecho lo correcto.

 

La arriesgada apuesta hecha por Yates y Tesich no resultaría de no ser por la espléndida actuación del elenco participante, en especial de William Hurt, quien impide que el protagonista sea visto por el espectador como un hombre aburrido el cual repite la misma rutina día tras día, o como un depredador sexual cuya obsesión es indudablemente malsana. Sigourney Weaver por su parte, también interpreta su rol con un encomiable profesionalismo, lo que permite que las escenas que ambos protagonizan estén imbuidas de una cierta cuota de inocencia y dulzura. En cuanto al elenco secundario, es posible encontrar un buen número de rostros conocidos los que lamentablemente son desaprovechados. Mientras que la participación de Morgan Freeman y Steven Hill como los detectives a cargo de la investigación no aporta nada interesante a la trama, el rol de Kenneth McMillan como el padre discapacitado de Darryl, aun cuando se caracteriza por su marcado dramatismo, a fin de cuentas su inclusión no afecta en lo absoluto el desarrollo de la historia. Por otro lado, en lo que al aspecto técnico de la producción se refiere, esta cuenta con el correcto trabajo de fotografía de Matthew F. Leonetti, y con la prácticamente inexistente banda sonora de Stanley Silverman, lo que inevitablemente le resta algo de dinamismo a todo el asunto.

El desarrollo y la solución del misterio central del film son manejados con profesionalismo por el director y su guionista, especialmente el clímax de la historia el cual se desarrolla al interior de un establo y se caracteriza por ser poseedor de una clara influencia hitchcockiana, ya que Yates intenta honrar la inclinación del maestro del suspenso por mezcla la violencia con escenarios inapropiados. Cuando un guión cuenta con el suficiente nivel de desarrollo, en ocasiones es posible incluso seguir a los personajes secundarios de una historia hasta el cuarto de al lado, lejos del lente de la cámara, e imaginar cómo viven sus vidas alejados de la trama central de una determinada historia. Ese es precisamente el caso de “Eyewitness”, producción que bajo la promesa de un thriller policial, esconde un peculiar estudio de personajes influenciados por conflictos tales como la Guerra de Vietnam y el tráfico de ciudadanos judíos desde la entonces Unión Soviética. Aunque para muchos pueda resultar decepcionante la forma en cómo se desarrolla la trama de misterio, o el hecho de que esta en ocasiones quede relegada a un segundo plano, resulta refrescante encontrarse con producciones que deciden invertir tiempo en el desarrollo de los personajes, al punto de convencer al espectador que las situaciones reflejadas en la pantalla perfectamente son reproducibles en la vida real.



por Fantomas.

viernes, 2 de mayo de 2014

Il medaglione insanguinato aka The Night Child: ¿Por qué el destino debe ser tan implacable?

“Il medaglione insanguinato” (1975), es un film de terror del director Massimo Dallamano, el cual está protagonizado por Richard Johnson, Nicoletta Elmi y Joanna Cassidy.

El documentalista de la BBC Michael Williams (Richard Johnson) le regala a su pequeña hija Emily (Nicoletta Elmi) un viejo medallón que perteneció a su difunta esposa. Cuando se ven obligados a viajar a Italia para que Michael pueda filmar un programa basado en la descripción de distintas imágenes satánicas, Emily comienza a exhibir un comportamiento extraño que parece estar relacionado con el medallón y con una vieja pintura que Michael ha estado investigando.

 

Durante su carrera, el infravalorado director italiano Massimo Dallamano se las arregló para realizar un buen número de films interesantes de diversos géneros. Nacido en Milán en 1917, Dallamano comenzó su carrera como director de fotografía a fines de los cuarenta, rol que mantendría de manera estable durante al menos dos décadas. Eventualmente, sería gracias a su participación en el western “Gunfight at Red Sands” (1963), que Dallamano terminaría de cimentar su reputación al interior de la industria cinematográfica italiana, lo que le permitió no solo probar suerte como director en doce producciones, sino que además le otorgó la oportunidad de trabajar en dos ocasiones con el aclamado director Sergio Leone en dos de sus películas más importantes: “A Fistful of Dollars” (1964) y “For A Few Dollars More” (1965). En la década del setenta, Dallamano filmaría sus mejores trabajos, destacándose el que probablemente es la mejor cinta de su carrera, el perturbador giallo “Cosa avete fatto a Solange?” (1972), y una de las tantas producciones que quisieron aprovechar el arrollador éxito obtenido por “The Exorcist” (1972), del director William Friedkin, la inquietante “Il medaglione insanguinato”. A sabiendas del interés por la iconografía religiosa que había despertado en el público la película de Friedkin, Dallamano junto a los guionistas Franco Marotta y Laura Toscano, desarrollaron un guión en el cual la presencia de ciertas fuerzas demoniacas amenaza con desatar una serie de sucesos trágicos de los cuales es protagonista una pequeña niña.

En “Il medaglione insanguinato”, Michael Williams es un realizador de documentales el cual se encuentra investigando en la villa italiana de Spoleto una serie de imágenes satánicas, cuando de casualidad descubre una pintura que retrata a una turba persiguiendo a una pequeña niña, todo esto bajo la atenta mirada de un ángel en llamas que está cayendo del cielo y del mismísimo Satán. No pasa mucho tiempo antes que Williams se obsesione con dicha pintura, ya que no hace más que recordarle la violenta muerte de su esposa, tragedia que fue presenciada por su joven hija Emily, quien sigue viéndose atormentada por las cruentas e inolvidables imágenes de aquel día. En el curso de su investigación, Michael conoce a la Condesa Capelli (Lila Kedrova), una experta en arte pictórico quien además dice poseer poderes psíquicos, la cual le relata que la misteriosa pintura que tanto le interesa apareció la noche que el cuerpo de una niña desapareció de la villa 200 años atrás. Lamentablemente, aun cuando la Condesa le advierte que es mejor mantenerse alejado de dicha obra ya que está asociada a una vieja maldición, Michael continúa con su obsesiva investigación la cual eventualmente le revela la existencia de un medallón inusualmente similar al que porta su hija en el cuello, quien coincidentemente se ha estado comportando de manera extraña durante el último tiempo.

 

Tanto Michael como Emily son acompañados por Jill Perkins (Ida Galli), la niñera de la niña, y por Joanna Morgan (Joanna Cassidy), la productora del documental que está realizando el protagonista, la cual posee un innegable parecido a la fallecida madre de Emily. Casi de manera inmediata, tan pronto como Michael conoce a Joanna, no puede evitar sentirse atraído por su bella compañera de trabajo, lo que no solo provoca que Jill comience a sufrir en silencio, ya que está enamorada en secreto de su empleador, sino que además molesta de sobremanera a Emily, quien siente que su padre no le presta la suficiente atención. Esta inesperada situación aumenta los niveles de angustia de la pequeña, quien además de lidiar con sus constantes pesadillas sobre la incendiaria muerte de su madre, ha estado teniendo visiones en las que se ve perseguida por una turba furibunda, las cuales se asemejan bastante a la imagen retratada en la pintura con la que Michael está fascinado. Este complejo escenario romántico conforma un cuadrado amoroso en el cual las tres mujeres en la vida de Michael, hacen todo lo posible por ganarse su afecto, no siempre con buenos resultados. Y es que el protagonista ve en Joanna una oportunidad de rehacer su vida tras la extraña muerte de su esposa, de la cual incluso fue considerado sospechoso, por lo que no puede evitar concentrar sus afectos en ella. Para colmo, la alguna vez amigable relación que existía entre Emily y Jill, ha comenzado a resquebrajarse debido al errático comportamiento de la niña, quien ve en la niñera a un enemigo del que debe deshacerse a toda costa.

El gran mérito de Dallamano es no haber caído en la trampa de escribir un guión calcado al de “The Exorcist”, bajo la creencia de que así aseguraría el éxito de su proyecto. El director crea un film plagado de iconografía religiosa, al mismo tiempo que escoge locaciones que exudan una atmósfera siniestra, y utiliza una serie de flashbacks de características oníricas para mostrarle al espectador la historia que se esconde tras el medallón que porta Emily. A su vez, “Il medaglione insanguinato” juega bastante con la sutileza y la ambigüedad, ya que se plantea la posibilidad de que los problemas de Emily pueden ser de origen psiquiátrico y no necesariamente responder a una suerte de posesión demoniaca. Si bien existen algunos indicios de que Michael y compañía están lidiando con fuerzas sobrenaturales, no son suficientes como para afirmar que son las responsables de los hechos que han estado ocurriendo al interior de la villa donde vive el protagonista. En cierta medida, la excéntrica Condesa Cappelli se convierte en la encarnación de gran parte de los aspectos sobrenaturales del film, ya que una serie de coincidencias termina otorgándole cierta credibilidad a sus fantásticos y proféticos dichos, los cuales son vistos por Michael como mera superstición. A fin de cuentas, es precisamente la falta de certeza que se tiene con respecto al origen de los sucesos que están ocurriendo en Spoleto, lo que contribuye a que una historia que claramente está cargada al drama psicológico por momentos resulte escalofriante.

 

En general, el elenco realiza un buen trabajo, especialmente Richard Johnson y Joanna Cassidy, quienes gracias a la innegable química que presentan, logran que la relación sentimental que se genera entre sus personajes resulte creíble. Sin embargo, quien sin duda se convierte en el centro de atención es Nicoletta Elmi, la cual pese a verse algo dubitativa en algunos pasajes del film, interpreta de manera convincente la angustia y la confusión de la que es víctima Emily, al mismo tiempo que la retrata como una niña manipuladora y extremadamente celosa una vez que ella supuestamente está bajo el influjo de un espíritu demoniaco. En lo que al aspecto técnico del film se refiere, resulta destacable el estupendo trabajo de fotografía de Franco Delli Colli, el apropiado diseño de producción de Luciano Puccini, y el trabajo de edición de Antonio Siciliano, quien mediante la inclusión de imágenes prácticamente subliminales, logra que el film presente tintes casi esquizofrénicos que bien pudiesen estar reflejando la fragmentada mente de la pequeña Emily. Por último, la banda sonora compuesta por Stelvio Cipriani más que realzar el tono siniestro que posee el relato, tiende a sugerir que la historia protagonizada por Michael Williams y su hija es una fuertemente marcada por la tragedia y la muerte.

Pese al buen trabajo de Dallamano, “Il medaglione insanguinato” presenta algunos problemas tanto a nivel narrativo como técnico. Mientras que por un lado el film requiere de algo de paciencia por parte del espectador, debido al ritmo pausado que le imprime el director a su obra, ciertas escenas dejan en evidencia lo pobre de los efectos visuales de la producción, lo que lamentablemente convierte ciertos momentos que se supone debían ser escalofriantes, en simples ejercicios de comedia involuntaria. De la misma forma, el climático final de la cinta es saboteado por la inexplicable inclusión de la frase “¿Por qué?”, la cual aparece en medio de la pantalla en la forma de gigantescas letras azules. Si bien es entendible que el director intente otorgarle un trasfondo casi filosófico al relato con respecto a las implicancias del destino, este efecto visual en particular bien podría haber sido obviado con el fin de preservar la atmósfera perturbadora que caracteriza al film. En definitiva, “Il medaglione insanguinato” es una pequeña joya del cine de terror italiano, la cual más que intentar imitar lo hecho por William Friedkin en “The Exorcist”, busca relatar la trágica historia de una familia que se ve imposibilitada de escapar de su cruel destino, el cual parece estar estrictamente ligado con una pieza de arte profético y con un misterioso medallón.



por Fantomas.
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