domingo, 23 de enero de 2011

Swimming Pool: Los misterios del proceso creativo.

“Swimming Pool” (2003), es un thriller del director François Ozon, el cual está protagonizado por Charlotte Rampling, Ludivine Sagnier y Charles Dance.

Harta de ser considerada una simple autora de novelas policiales, la escritora Sarah Morton (Charlotte Rampling) acepta irse de vacaciones a la casa que su editor posee en el sur de Francia. Todo es paz y descanso los primeros días, pero luego aparece Julie (Ludivine Sagnier), la hija del editor, quien complicará de manera insospechada las vacaciones de Sarah.


Luego de rodar el musical de misterio “8 Women” (2002), el director francés François Ozon deseaba realizar una cinta más íntima, con menos personajes y que fuera protagonizada por una actriz con la que él ya hubiese trabajado anteriormente. Fue por este motivo que el realizador de inmediato pensó en la actriz británica Charlotte Rampling, con quien había trabajado en el film “Under the Sand” (2000), lo que les permitió desarrollar una muy cercana amistad. Con esto en mente, Ozon se asoció con Emmanuèle Bernheim con la intención de escribir un guión a la medida de Rampling. Aunque en un principio la dupla había pensado en retratar la relación entre una mujer madura y un hombre más joven, finalmente esta idea fue desechada por Ozon quien consideró que sería más interesante plasmar la relación entre dos mujeres diametralmente opuestas. Debido a esto, el director rápidamente contrató a la actriz Ludivine Sagnier para que interpretara a una joven sexy y atrevida, que por momentos da la impresión de ser una suerte de Marilyn Monroe del sur de Francia.

“Swimming Pool” se centra en la figura de Sarah Morton, una escritora de novelas policiales las cuales gozan de bastante popularidad en Inglaterra. Aunque todo el mundo, incluyendo a su editor John Bosload (Charles Dance), está bastante contento con su trabajo, Sarah ha comenzado a albergar el deseo de explorar otros géneros literarios. Sin embargo, las presiones de su entorno y la imposibilidad de trabajar en nuevos proyectos, la han llevado a convertirse en una mujer cínica y amargada, incapaz de satisfacer sus propios deseos y necesidades. Con la esperanza de que un poco de tranquilidad ayude a Sarah a elaborar una nueva novela, Bosload le ofrece hospedarse por un tiempo en la casa que posee en un pequeño pueblo del sur de Francia. Aunque durante sus primeros días al interior de la acogedora casa de Bosload, Sarah logra encontrar la inspiración que había estado buscando, la inesperada llegada de Julie, quien es la desinhibida hija de su editor, rápidamente quebranta todos los esquemas de la escritora y la obliga a replantearse su visión de sí misma y del mundo que la rodea.


La diferencia de edad y de personalidades que existe entre ambas mujeres, rápidamente provoca una serie de conflictos entre ellas. En el caso particular de Julie, ella se presenta como una joven extrovertida, absolutamente confiada de sí misma, y capaz de expresar su sexualidad libremente, lo que provoca que todas las noches llegue a la casa con un hombre diferente. A diferencia de la muchacha, Sarah es una mujer inflexible y algo tímida, cuyo desprecio por la vida la ha llevado a recluirse en sí misma, evitando todo tipo de contacto con su entorno. Inevitablemente, más allá del rechazo mutuo inicial, entre ambas mujeres se genera una curiosa dinámica marcada por los celos que siente Sarah por la vida que lleva la joven, quien en parte le recuerda un pasado exento de preocupaciones y restricciones. Lo que resulta aún más interesante, es que gradualmente la dupla de protagonistas comienza a mimetizarse, a intercambiar ciertos rasgos, y a comportarse por momentos casi como si fueran una unidad. Y es que como todo artista, Sarah se ve forzada a crear un pacto con su nueva realidad, integrándola a su proceso creativo y modificando su propio estilo de vida.

En general, la película presenta un ritmo narrativo bastante pausado, en gran medida porque Ozon le dedica una buena cantidad de tiempo al desarrollo de la personalidad de Sarah. De esta forma, en las escenas que transcurren en Londres es posible ver como la protagonista se relaciona con su editor, con su padre y con el alcohol, que se ha convertido en la única herramienta capaz de hacerla olvidar su patética vida aunque sea solo por un momento. Luego de que Sarah llega a la zona de Luberon, el espectador no solo es testigo de cómo ella se establece en el lugar, sino que además puede apreciar cuál es su método de trabajo, y cuáles son las costumbres y creencias que la han llevado a vivir una vida marcada por una constante amargura. En cierta forma, el ritmo narrativo que presenta la película tiene estricta relación con el ritmo del proceso creativo de Sarah. Es por esto que no resulta extraño que una vez que la escritora se ha adaptado a su nueva realidad, y se ve accidentalmente envuelta en una trama policial similar a las que suele plasmar en sus novelas, el ritmo del film adquiera un marcado dinamismo que no varía hasta el complejo y ambiguo final del relato.

En el ámbito de las actuaciones, la dupla protagónica realiza una labor impecable. Mientras que Charlotte Rampling interpreta de forma magnífica a una mujer que sufre una constante evolución a medida que transcurre el relato, Ludivine Sagnier se destaca como la increíblemente sensual Julie, quien es retratada como una suerte de femme fatale que eventualmente sucumbe ante el trato maternal de Sarah, convirtiéndose en una niña incapaz de controlar sus emociones. En cuanto al aspecto técnico del film, resulta destacable el trabajo de fotografía de Yorick Le Saux, quien dota a la producción de un evidente preciosismo visual, y la efectiva banda sonora del compositor Philippe Rombi, quien en gran medida es responsable de la atmósfera opresiva e inquietante que domina al relato, la cual permite transformar lo cotidiano en algo absolutamente perturbador.

Resulta necesario mencionar que el sorprendente final de la cinta le presenta un reto al espectador, quien tendrá que definir que es real y que es un producto de la imaginación de la protagonista. En gran medida, “Swimming Pool” puede ser considerado como un estudio de carácter, y como una representación del proceso creativo que tiende a fusionar la realidad con la fantasía, al punto que resulta complicado distinguir la una de la otra. Es precisamente por esto último, que la historia se encuentra plagada de simbolismos, siendo quizás el más importante el que tiene relación con la piscina que sirve de escenario para varias escenas del film. Según el mismo Ozon: “la piscina encierra una cualidad transformadora, la cual es manipulada por quienes la utilizan, lo que permite que la dupla de protagonistas moldee su personalidad a medida que comienzan a relacionarse entre sí. Al mismo tiempo, la piscina se convierte en el reflejo del universo de Julie, por lo que Sarah solo logra sumergirse en ella cuando acepta a la joven como su fuente de inspiración”. En definitiva, “Swimming Pool” se alza como un complejo e interesante thriller psicológico, cuyo particular encanto está dado por su fusión entre el suspenso más clásico y la mística del proceso creativo.



por Fantomas.

miércoles, 19 de enero de 2011

Batman, Under the Red Hood: El episodio más doloroso del hombre murciélago.

“Batman: Under the Red Hood” (2010), es una cinta animada de acción del director Brandon Vietti, la cual es la octava entrega de la serie de films animados basados en el Universo DC.

Cuando Red Hood (Jensen Ackles), un enmascarado mitad vigilante, mitad criminal, comienza a limpiar las calles de Ciudad Gótica con una brutalidad pocas veces vista, Batman (Bruce Greenwood) tendrá ocupar todo su ingenio para desentrañar el misterio que se esconde tras esta nueva amenaza.

En el último tiempo, la división animada de la Warner en conjunto con la DC Comics, han realizado una serie de cintas de bajo presupuesto basadas en los personajes más populares de la factoría DC. En esta ocasión, el guionista Judd Winick optaría por combinar dos de las historias más importantes en la mitología de Batman. Por un lado, vemos un fragmento de la serie “A Death in the Family”, que se centra en uno de los momentos más icónicos de la historia de los cómics; el brutal asesinato del segundo Robin, Jason Todd, a manos del Guasón. Este trágico acontecimiento es reconocido como uno de los grandes fracasos del Caballero Oscuro. Complementando esta línea dramática, nos encontramos con una suerte de resumen de “Under the Hood” (escrita por el mismo Winick), que explora las funestas consecuencias del fracaso del hombre murciélago. Debido a las temáticas que se tratan en este film, fácilmente se puede decir que esta película es por lejos una de las más oscuras de la reciente saga de producciones animadas del Universo DC.

Es así como “Under the Red Hood” comienza con uno de los momentos más controversiales en la historia de la DC Cómics. A mediados de los ochenta, el Robin original, Dick Grayson, creció para independizarse y transformarse en Nightwing, un vigilante con identidad propia. Tras un periodo de experimentación, Batman logró encontrar a un nuevo compañero llamado Jason Todd, quien era un pequeño rufián al cual el hombre murciélago conoció mientras este intentaba robar las ruedas del batimóvil. Sin embargo, no pasaría mucho tiempo antes de que los seguidores de la historieta comenzaran a expresar el desagrado que les producía este nuevo Robin, cuya actitud dejaba bastante que desear y se contraponía al código moral por el cual se rige Batman. Fue así como los creativos de la DC decidieron intentar una maniobra riesgosa para recuperar el beneplácito de los fanáticos; ellos publicaron una historia donde la vida de Robin quedaba en peligro, y adjuntaron un número telefónico al cual llamar para decidir el destino de este. Fue así como el destino del segundo Robin se selló, y finalmente fue asesinado a manos del Guasón.

Luego de mostrar parte de los sucesos que llevaron a la brutal muerte de Jason Todd, la cinta se adelanta cinco años para centrarse en Ciudad Gótica, la cual ahora es dominada por el genio criminal Black Mask (Wade Williams), quien se las ha ingeniado para convertirse en el único líder del crimen organizado. Es ahí cuando aparece un extraño personaje llamado Red Hood, que amenaza con derrocar a Black Mask mediante una campaña sistemática de violencia y terror. Ante la creciente oleada de crímenes, un Batman aún afectado por la muerte de su compañero tendrá que recorres las calles de la ciudad en compañía de Nightwing (Neil Patrick Harris), para detener a la dupla de villanos antes de que su rivalidad destruya por completo el lugar. Sin embargo, en sus enfrentamientos con Red Hood, Batman no puede evitar sentir algo familiar lo que lo lleva a investigar más a fondo los orígenes de esta nueva amenaza, intentando responder la siguiente interrogante: ¿Será posible que bajo la máscara roja se oculte alguien de su pasado?

Sin ahondar en detalles que pueden revelar demasiado de la trama, la historia presenta una serie de vueltas de tuerca interesantes que sorprenderán a todos aquellos espectadores que no están familiarizados con el cómic. Son varios los villanos que aparecen a lo largo de la historia (donde obviamente el Guasón ocupa un lugar importante), algunos de los cuales protagonizan los flashbacks que tienen por objetivo mostrar la evolución en la relación entre Batman y Jason Todd. Al mismo tiempo, el guión escrito por Judd Winick se encarga de enfatizar las diferencias existentes entre Batman y Red Hood, en especial a lo que se refiere a su método para erradicar el crimen de las calles. Mientras el primero sigue considerando que el miedo es la mejor arma para controlar el crimen, el segundo cree que la violencia debe enfrentarse con violencia, y que la única forma de controlar a los criminales es convirtiéndose en su líder. Por ejemplo, cuando Red Hood entra en escena durante una reunión entre los jefes de las distintas organizaciones criminales existentes en Ciudad Gótica, demuestra su torcido sentido de la moralidad cobrando una parte de las ganancias del tráfico de drogas, al mismo tiempo que prohíbe que estas les sean vendidas a menores de edad.

Tal y como se puede apreciar en gran parte de las cintas animadas de la DC, la calidad de la animación de este film es realmente destacable. Brandon Vietti y su equipo se preocupan de que tanto el diseño de los personajes como el de los escenarios donde transcurre la acción, sean llamativos y agradables a la vista. Al mismo tiempo, se puede apreciar una animación fluida que utiliza ángulos de cámara bastante similares a los que se pueden encontrar en una cinta de acción real. Por otro lado, las ventajas de que Judd Winick haya sido el encargado de adaptar su propia obra están reflejadas principalmente en la calidad de los diálogos, y en la habilidad con la que el guionista logra unir dos historias no secuenciales de forma casi perfecta. Además, pese a que el film dura un poco más de setenta minutos, la historia es perfectamente entendible para los espectadores que no han tenido la oportunidad de leer el cómic, lo que obviamente se agradece. Por último, cabe destacar que los dos personajes principales evidencian una clara evolución durante el transcurso del relato, lo que obviamente le otorga una mayor profundidad a una producción que en teoría está pensada para el público infantil.

En cuanto a los actores que prestan sus voces para esta producción, la gran mayoría del elenco realiza un estupendo trabajo. Probablemente la decisión más riesgosa fue contratar a John Di Maggio (la voz de Bender) para que le diera su voz al Guasón. Sin embargo, el actor logra salir airoso de la difícil tarea que tenía entre manos. Por otro lado, la banda sonora compuesta por Christopher Drake es bastante acorde a las imágenes que inundan la pantalla, siendo uno de los puntos altos de esta modesta pero bien ejecutada producción. “Batman: Under the Red Hood” pese a ser una cinta animada, es bastante violenta y toca temas más profundos que otros de los films del Universo DC. Es evidente que el tema principal del relato es la venganza, y en ese sentido conforma un interesante díptico con “Mask of the Phantasm” (1993). Al mismo tiempo, ambas cintas se complementan al mostrar como Bruce Wayne logra balancear su vida como multimillonario y como vigilante enmascarado. En definitiva, “Under the Red Hood” es una película absolutamente recomendable, que a mi gusto es una de las mejores entradas dentro de las recientes adaptaciones animadas de los cómics de la DC.




por Fantomas.

domingo, 16 de enero de 2011

Cul-de-Sac: No hay escape de la cruda realidad.

“Cul-de-Sac” (1966), es un thriller psicológico del director Roman Polanski, el cual está protagonizado por Donald Pleasence, Françoise Dorlèac y Lionel Stander.

En un aislado castillo de Irlanda, viven George (Donald Pleasence) y su joven y hermosa mujer Teresa (Françoise Dorléac). Cierto día, aparecen en su casa dos gánsteres que se encuentran escapando de la policía, los cuales eventualmente comenzarán a molestar seriamente a la pareja.


Tras el exitoso estreno de la cinta “Repulsion” (1965), el director Roman Polanski decidió rescatar un guión que había escrito tres años atrás junto al guionista Gerard Brach, quien también había estado involucrado en la película más reciente del realizador polaco. La compañía Comptom Films, que previo al estreno de “Repulsion” solo hacía porno, produciría el nuevo proyecto de Polanski el cual en un principio se titulaba “When Katelbach Comes”. La cinta sería rodada en Northumberland, Inglaterra, específicamente en las inmediaciones de una enorme playa en la cual se ubicaba un gran castillo solitario. Aunque originalmente el rol protagónico del film sería interpretado por el mismo Polanski, tras la férrea oposición del productor Michael Klinger, el director se vería obligado a contratar al actor Donald Pleasence, quien el primer día de filmación apareció con la cabeza totalmente rapada. Por otro lado, Françoise Dorléac, quien era la hermana de Catherine Denueve, obtendría el rol de Teresa, la díscola esposa del protagonista.

“Cul-de-sac” se centra en la curiosa relación de George y Teresa, una pareja de recién casados que viven en un enorme castillo ubicado en una playa desértica. En aquel solitario refugio, George busca desligarse de todos los lazos que lo unen a su pasado junto a su ex esposa Agnes, al mismo tiempo que intenta convencerse de que su matrimonio con Teresa va viento en popa. Lamentablemente para él, su flamante nueva esposa ha comenzado a cansarse de su comportamiento afeminado y de su falta de poder sexual, por lo que su relación está deteriorándose rápidamente. En relación a esto último, Polanski se encarga de retratar el matrimonio de los protagonistas como una completa farsa, presentando a Teresa como una esposa infiel que se aprovecha del infantilismo de su marido para engañarlo con Christopher (Iain Quarrier), el viril hijo de sus vecinos. Y es que Teresa está lejos de ser una tímida ama de casa, por lo que no resulta extraño que ella utilice su feminidad para controlar a los hombres, en especial a su esposo, tanto mental como sexualmente.

George por su parte, es un hombre de carácter débil que se muestra completamente dependiente de su esposa. Esto es aprovechado por Teresa, quien constantemente se está divirtiendo a costa de la poca dignidad que exhibe su marido. Y es que al arrebatarle la poca masculinidad que le queda a George, ella asume el completo control de su persona. Es debido a esto mismo que a Dickie (Lionel Stander), uno de los dos gánsteres que invaden el aislado santuario de la pareja, no le tomará demasiado trabajo controlar a su anfitrión involuntario. A diferencia de George, Dickie exuda masculinidad, la cual materializa maltratando física y verbalmente a sus improvisados rehenes sin que necesariamente estos lo provoquen. En cierta medida, el delincuente utiliza la violencia para expresar el desagrado que le provoca el decadente estilo de vida de George. Al mismo tiempo, Dickie utiliza la agresión como válvula de escape de los problemas generados por su fracaso delictual, el cual ha provocado que su jefe, el temido señor Katelbach, tenga que acudir en rescate de él y de su moribundo compañero Albie (Jack MacGowran).

Como es de esperarse, la inesperada llegada de la pareja de criminales deteriorará aún más la compleja relación de George y Teresa. No solo la dignidad restaste de George es pisoteada en conjunto por su esposa y por Dickie, sino que además se establece un extraño triángulo entre los protagonistas, el cual deja en evidencia los más oscuros deseos de cada uno de ellos, y provoca una retorcida lucha de poderes entre Teresa y Dickie. Por otro lado, dentro del transcurso de la trama son presentados otros personajes que dan pie a una serie de divertidas situaciones. Por ejemplo, el sorpresivo arribo de una comitiva conformada por Philip Fairweather (Robert Doming), su esposa Marion (Marie Kean) y su insoportable hijo, entre otros, obliga a Dickie a asumir el rol de jardinero y mayordomo de la pareja. Al mismo tiempo, Teresa empieza a coquetear descaradamente con un hombre llamado Cecil (William Franklyn), aún cuando tanto su esposo como su amante se encuentran rondando por la casa. Todo esto contribuirá a que eventualmente el tímido y reprimido George explote por completo, provocando una serie de apoteósicos y funestos acontecimientos que cambiarán de forma definitiva las vidas de los involucrados.

En general, el elenco del film hace un estupendo trabajo. Donald Pleasence interpreta de manera impecable a un hombre débil y francamente patético, que no tiene más remedio que presenciar impotente cómo el mundo de fantasía que ha intentado construir se cae a pedazos. Lionel Stander por su parte, interpreta de manera creíble a un duro criminal el cual solo siente compasión por su compañero moribundo. Por último, si bien Françoise Dorléac tiende a sobreactuar en algunos pasajes de la cinta, de todas formas realiza una labor correcta a la hora de retratar a Teresa como una mujer manipuladora y egoísta, que utiliza a los hombres pensando en su propio beneficio. Cabe mencionar que durante el proceso de rodaje, el trio de actores tuvo que soportar la conocida meticulosidad de Polanski, la cual los llevó incluso a poner en riesgo su bienestar físico. Por ejemplo, Françoise Dorléac tuvo que repetir en tres ocasiones una escena en la que debía nadar en el mar durante aproximadamente cinco minutos. Lamentablemente para la actriz, el día que se rodó dicha escena hacia bastante frío, lo que sumado a la baja temperatura del agua, provocó que luego de la tercera toma ella se desmayara y comenzara a menstruar, lo que llevó al equipo de filmación a pensar que había sufrido un infarto cardíaco. Lionel Stander también sufrió a causa de la meticulosidad del realizador polaco, quien en una ocasión lo hizo repetir una escena más de 20 veces.

En cuanto al aspecto técnico de la producción, resulta destacable el trabajo de fotografía de Gilbert Taylor, y la memorable banda sonora del compositor Krystoff Komeda. Aunque la cinta de Polanski fue bien recibida en Europa, en Estados Unidos fue duramente criticada por lo excéntrico de sus protagonistas, y por la crueldad con la que estos habían sido retratados por el director. Tampoco ayudó demasiado el exceso de teatralidad que presenta el film, lo cual por momentos quebranta la verosimilitud de una historia claramente demencial que presenta algunos toques surrealistas. Más allá de las críticas, “Cul-de-sac” se alza como una de las películas más interesantes de Roman Polanski, la cual resulta ser entretenida y llamativa precisamente por lo curioso de los acontecimientos que le dan vida al relato. Quien mejor explica el efecto del film del realizador polaco es Ivan Butler, escritor que en su libro “The Cinema of Roman Polanski” menciona: “el director a menudo nos invita a reírnos, provocando que nos incomodemos y nos preguntemos si lo que estamos viendo no es más que un reflejo de nosotros mismos”.



por Fantomas.

jueves, 6 de enero de 2011

The Changeling: Vida nueva, casa nueva.

“The Changeling” (1980), es un film de terror del director Peter Medak, el cual está protagonizado por George C. Scott, Trish Van Devere y Melvyn Douglas.

Un pianista llamado John Russell (George C. Scott), se muda a una hermosa pero misteriosa mansión para olvidar el trágico accidente que cobró la vida de su esposa e hija. Sin embargo, él pronto descubrirá que no vive sólo; en la casa se esconde un diabólico espíritu que lo obligará a descubrir el oscuro secreto que esconde el lugar.

En el año 1968, el escritor Russell Hunter arrendó una fastuosa mansión en la ciudad de Denver por la increíble suma de 200 dólares, ya que nadie más estaba dispuesto a arrendar el inmueble. A poco más de una semana de haberse mudado al lugar, comenzaron a suceder una serie de extraños acontecimientos. Mientras que por momentos se escuchaba un golpeteo constante de procedencia desconocida, en otras ocasiones las puertas se abrían y se cerraban sin control alguno, y las murallas de la casa empezaban a vibrar repentinamente. Tras hablar con una mujer que le aseguró que en la mansión habitaban fantasmas, Hunter decidió realizar una sesión de espiritismo con el objetivo de descubrir el misterio que escondía el lugar. Basado en dicha experiencia, Hunter escribiría una historia que titularía “The Changeling”, la cual posteriormente sería adaptada por los guionistas Diana Maddox y William Gray, y producida por la compañía canadiense Chessman Park Productions. Paralelamente, en aquel entonces el director Peter Medak estaba buscando dar el salto de la televisión al mundo del cine, para así poder plasmar diversas historias con un marcado trasfondo social en la pantalla grande. Consciente de que para cumplir su sueño primero tenía que filmar una producción comercialmente exitosa, Medak aceptó dirigir “The Changeling”, pese a que nunca demostró un gran apego por el cine de terror.

Según el mismo Medak, el guión presentaba un elemento en particular que lo convenció de sumarse al proyecto. Dicho elemento sería la escena en la que el protagonista realiza una sesión de espiritismo, tras lo cual dedica una buena cantidad de tiempo escuchando las grabaciones de dicha sesión. Y es que en gran medida, dicha escena no solo enmarca la clase de horror que presenta el film, sino que además revela que “The Changeling” es una cinta mucho más profunda de lo que parece en un principio. La película comienza con el trágico accidente que sufre la esposa y la hija del afamado pianista John Russell, quien debido a que se encuentra atrapado al interior de una cabina telefónica, no tiene más remedio que mirar con impotencia como su familia es atropellada por un chofer que ha perdido el control del camión que conduce. Dicho acontecimiento de inmediato le otorga a Russell la suficiente carga emocional como para replantearse por completo su vida, lo que eventualmente lo lleva a mudarse a otra ciudad para intentar comenzar desde cero. Lo que él no sabe, es que la pérdida que ha sufrido lo ha empujado a estar en sintonía con el mundo espiritual, lo que sumado a su innegable sensibilidad artística, provocan que eventualmente termine estableciendo una aterradora conexión con el espíritu que aparentemente habita en su nuevo hogar.

Una vez que John Russell establece contacto con el fantasma que ronda la mansión, este decide pedirle ayuda a Claire Norman (Trish Van Devere), una agente inmobiliaria que si bien lo acompaña y lo apoya cada vez que lo necesita, no alcanza a convertirse en el interés amoroso del aún acongojado viudo. A diferencia del protagonista, quien se muestra extremadamente tranquilo con respecto a todos los extraños acontecimientos que suceden a su alrededor, Claire responde al clásico estereotipo de la mujer asustadiza que se encuentra tan enraizado en el cine de terror, aun cuando de todas formas es retratada como una mujer bastante inteligente, la cual será de gran utilidad en la investigación que John realiza sobre la historia de su nuevo hogar. Dentro de esa misma investigación, en un determinado momento el protagonista encuentra un acceso secreto al ático, el cual aparentemente alguna vez fue utilizado como un dormitorio. En dicho lugar, encontrará una caja de música cuya melodía es exactamente igual a una que había compuesto algunos días antes, lo que lo llevará a buscar la ayuda de un grupo de parasicólogos, quienes grabaran una sesión de espiritismo que le permitirá a John descifrar algunos aspectos del complejo misterio que tiene entre manos. Eventualmente, sus conjeturas lo conducirán hasta el poderoso Senador Joe Carmichael (Melvyn Douglas), cuya familia alguna vez fue dueña de la mansión en la que ahora reside Russell. Ante la reticencia de Carmichael, quien piensa que Russell planea chantajearlo, al protagonista no le queda otra alternativa que averiguar qué tan lejos está dispuesto a llegar el Senador para encubrir lo que alguna vez sucedió en la vieja mansión.

Lejos del efectismo de otras películas pertenecientes al género del horror sobrenatural, como por ejemplo “The Amityville Horror” (1979) o “Poltergeist” (1982), el film de Medak presenta una elegancia y una sobriedad que provoca que el horror presente en la historia surja de elementos tan sencillos como una tecla de piano pulsada a destiempo, una pequeña silla de ruedas, una pelota que baja repentinamente unas escaleras, o una serie de golpeteos que comienzan a escucharse muy temprano en la mañana. De manera inteligente, el directo mezcla elementos propios del melodrama con otros claramente sacados del género del horror, para dar vida a una historia en la que un fantasma busca ponerse en contacto con un hombre para que le sirva de intermediario en el mundo de los vivos en su afán de venganza. La que sin lugar a dudas es la secuencia más recordada de la cinta, es aquella que corresponde a la ya mencionada sesión de espiritismo. Con el objetivo de que dicha secuencia resulte del todo escalofriante, Medak sitúa la cámara de manera tal que los personajes parecen estar siendo observados de forma constante por la entidad fantasmal, lo que logra gracias al uso de travellings que recorren los amenazantes pasillos de la casa, y contrapicados que convierten a las escaleras de la lúgubre mansión en un personaje más del relato.

En el ámbito de las actuaciones, si bien George C. Scott logra con éxito proyectar el sufrimiento que siente el protagonista luego de perder a su familia, su reacción ante los extraños hechos que suceden al interior de su nueva casa resulta ser demasiado contenida como para resultar del todo creíble. Trish Van Devere por su parte, quien dicho sea de paso era la esposa de Scott en la vida real, no solo exhibe una gran química con su co-protagonista, sino que además se muestra más sensible a las manifestaciones sobrenaturales que ocurren en el hogar de Russell, lo que permite que el espectador hasta cierto grado se identifique más con su personaje que con el mismo protagonista. Finalmente, Melvyn Douglas interpreta de buena manera a un hombre poderoso que de forma repentina, se ve amenazado por un oscuro secreto familiar del cual aparentemente no sabe absolutamente nada. En cuanto al aspecto técnico de la producción, esta no solo cuenta con la efectiva banda sonora del compositor Rick Wilkins, sino que además presenta el magnífico trabajo de fotografía de John Coquillon, quien es uno de los grandes responsables de la atmósfera opresiva que domina al relato. Por último, cabe destacar la labor de Gene Grigg, cuyos efectos especiales pese a ser bastante sencillos, logran ser lo suficientemente efectivos como para infundirle una cierta cuota de temor al espectador.

Pese a que al momento de su estreno “The Changeling” fue recibida de forma más bien tibia tanto por el público como por la crítica especializada, con el correr de los años se ha convertido en un film de culto y en una fuente de inspiración para varios realizadores, como por ejemplo Alejandro Amenábar y M. Night Shyamalan, quienes han sabido reconocer que la mezcla de melodrama, horror y misterio existente en el guión de Diana Maddox y William Gray, le han otorgado una profundidad distintiva a una cinta que de otra forma hubiese resultado demasiado familiar. Aunque claramente no es una película perfecta, y se ve tremendamente afectada por la indiferencia con la que el protagonista maneja todo el asunto, lo que indirectamente influye en la forma en como el espectador percibe el horror que ocurre al interior de la mansión de Russell, el film de Medak hace precisamente lo que deberían hacer todas las producciones que se centran en la existencia de una casa embrujada: Contar una historia trágica que presente personajes creíbles, las cuales no necesiten apoyarse en el uso de violencia excesiva, efectos especiales, o golpes de efecto para resultar convincentes o aterradoras.



por Fantomas.

martes, 4 de enero de 2011

Happy Birthday To Me: Un cumpleaños inolvidable.

“Happy Birthday to Me” (1981), es una cinta de terror del director J. Lee Thompson, la cual está protagonizada por Melissa Sue Anderson, Glenn Ford, Lawrence Dane y Sharon Acker.

Luego de su regreso al instituto, Virginia Wainwright (Melissa Sue Anderson) rápidamente se integra al grupo de los alumnos más populares de la escuela. Sin embargo, lo que en un principio parece perfecto, se ve empañado por una serie de asesinatos que involucra precisamente a este selecto grupo de estudiantes.

Tras estrenar con éxito el slasher canadiense, “My Bloody Valentine” (1981), los productores John Dunning y André Link estaban listos para embarcarse en un nuevo proyecto. Curiosamente, dicho proyecto titulado “Happy Birthday to Me”, había sido rodado previo al estreno de “My Bloody Valentine”. Sin embargo, diversos problemas con los organismos de censura de la época, obligaron a la dupla de productores a retrasar la fecha de su estreno para así poder editar una serie de escenas cuyo contenido iba a provocar que la cinta obtuviese una calificación X, lo que significaba que su distribución y sus ganancias se iban a reducir drásticamente. Pese a este pequeño inconveniente, el film no tardaría en llamar la atención del público en general debido a los profesionales que participaron en la producción. Mientras que en la silla del director se encontraba nada menos que el aclamado realizador J. Lee Thompson, quien había sido responsable de clásicos como por ejemplo “The Guns of Navarone” (1961) y “Cape Fear” (1962), entre otros, el elenco estaba liderado por Glenn Ford, un respetado actor que durante su carrera tuvo el privilegio de trabajar con directores de la talla de Fritz Lang y Anthony Mann, solo por nombrar algunos. Junto a ellos, además se destacaba la presencia de la joven Melissa Sue Anderson, quien había adquirido cierta popularidad gracias a su rol en la serie de televisión “Little House on the Prairie” (1974-1981).

“Happy Birthday to Me” se centra en la figura de Virgina Wainwright, quien tras sufrir un grave accidente automovilístico y pasar por un largo periodo de recuperación, el cual incluyó una riesgosa cirugía cerebral experimental, regresa a la Academia Crawford, recinto estudiantil al cual asisten los hijos de las familias más ricas del lugar. Aunque nadie recuerda mucho de su paso previo por la Academia, Virginia pronto se convierte en una de las integrantes de un grupo de jóvenes extremadamente elitistas que se hacen llamar los “Top Ten”. Lamentablemente para ellos, un misterioso asesino comienza a eliminar a cada uno de los integrantes del grupo sin motivo aparente, empezando por una joven llamada Bernardette O´Hara (Lesleh Donaldson). Además de esto, Virginia tiene varias cosas más de que preocuparse. Como consecuencia del golpe en la cabeza que sufrió, es incapaz de recordar lo ocurrido el día del accidente, el cual además cobró la vida de su madre (Sharon Acker). A raíz de esto, no solo visita la tumba de su madre de manera regular pese a las constantes protestas de su padre (Lawrence Dane), sino que además está asistiendo a terapia con el Doctor David Faraday (Glenn Ford), quien desea ayudarla a reintegrarse exitosamente al entorno al que alguna vez perteneció. Con su cumpleaños número 18 en camino, Virginia no solo deberá descubrir que yace en su subconsciente, sino que también deberá descubrir quien está asesinado a sus amigos antes de que sea demasiado tarde.

Mientras que “Happy Birthday to Me” en muchos sentidos responde a los cánones típicos del slasher, resultan interesantes las pequeñas variantes que la convierten en una obra atípica dentro del subgénero. Para empezar, el asesino no es un hombre que se dedica a desexualizar a las mujeres de manera indiscriminada, sino que se trata de alguien que tiene un plan perfectamente diseñado. Junto con esto, no se detectan rastros de misoginia en el film, los cuales en el subgénero del slasher suelen estar ligados a la forma en como las mujeres son torturadas y asesinadas por el psicópata de turno, quien por lo general suele tomarse más molestias con el género femenino que con el masculino. Por otro lado, si bien existen ciertos guiños a la siempre latente sexualidad adolescente, no es posible encontrar desnudos gratuitos dirigidos a complacer al público masculino que solía ver este tipo de cintas. Por último, a diferencia de gran parte de los slasher, en “Happy Birthday to Me” la identidad del asesino y su motivación para cometer los crímenes adquieren una especial importancia, ya que por momentos el film funciona como una violenta historia de misterio, en la cual la principal sospechosa no solo es alguien que no logra recordar ciertos aspectos de su pasado, sino que además debido al accidente y a la posterior cirugía a la que fue sometida, parece tener algunos problemas para distinguir entre aquello que es real, y lo que es un mero producto de su vívida imaginación.

A diferencia del grupo de jóvenes en los que se centra la trama, los cuales son extremadamente hormonales y egocéntricos, y cuyo cerebro aún no ha alcanzado todo su potencial, el asesino de turno exhibe una hiper-racionalidad prácticamente irreal, la cual le permite justificar el asesinato de nueve personas. Está misma hiper-racionalidad es la que en gran medida le permite al psicópata utilizar los recursos que tiene a mano cada vez que se dispone a asesinar a alguien, lo que de manera directa influye en el hecho de que los crímenes que presenta el film gocen de una innegable originalidad y diversidad. Y es que dependiendo del escenario en el que se encuentra, el asesino utiliza desde una simple navaja, hasta una rueda de motocicleta que se encuentra en movimiento. Sin embargo, el crimen más recordado de la cinta sigue siendo aquel en el cual uno de los jóvenes es apuñalado con una brocheta de carne, ya que incluso se utilizó para promocionar el film. Pese a las virtudes antes mencionadas, “Happy Birthday to Me” no está exenta de algunos problemas clásicos del subgénero, como por ejemplo la presencia de personajes completamente unidimensionales y poco queribles, y la inclusión de escenas cuya única función es sumarle minutos al metraje. Afortunadamente para el espectador, Thompson es lo suficientemente inteligente como para matizar las lagunas narrativas que presenta el guión, con algunas dosis de suspenso y violencia gráfica, gracias a lo cual mantiene captiva la atención del espectador hasta el momento de la sorprendente revelación final.

En el ámbito de las actuaciones, el elenco en general realiza una labor relativamente correcta, salvo algunas excepciones. Melissa Sue Anderson logra con éxito proyectar la ansiedad que siente la protagonista al no poder recordar los hechos que provocaron su trágico accidente, al mismo tiempo que confunde al espectador con su errático comportamiento. Glenn Ford en cambio, no logra hacer gala de su vasta experiencia profesional, y termina interpretando de forma mediocre a un médico cuya única función es transmitirle al espectador que Virginia es una joven que lamentablemente tiene algo distorsionada su percepción de la realidad, lo que obviamente la convierte en la perfecta sospechosa. El resto de elenco cumple con interpretar de manera creíble a personajes que solo responden a los clásicos arquetipos del adolescente norteamericano, quienes por este mismo motivo no logran trascender más allá de los crímenes de los cuales son víctimas. En cuanto al aspecto técnico de la producción, esta cuenta con el encomiable trabajo de fotografía de Miklós Lente, quien es el gran responsable de la atmósfera paranoica y malsana que domina al relato, y con la efectiva pero olvidable banda sonora de los compositores Bo Harwood y Lance Rubin.

Algo que resulta curioso de “Happy Birthday to Me”, son las características que tiene la única sobreviviente de los asesinatos, la cual en el subgénero del slasher es conocida como “final girl”. Dicho concepto tiene relación con el hecho de que dentro del subgénero, el único sobreviviente suele ser una mujer virtuosa que se caracteriza por abstenerse de cualquier tipo de tentación, como lo son el alcohol y el sexo, gracias a lo cual se le permite vivir. Sin embargo, esto no significa que durante el transcurso de un determinado relato esta no sea en algún momento amenazada por el psicópata de turno. Si bien en “Happy Birthday to Me” efectivamente el único sobreviviente es una mujer, esta también es la principal sospechosa de los crímenes, por lo que durante el transcurso del film su rol en la trama va cambiando constante según las circunstancias en las que se ve envuelta, lo que convierte a Virginia en un personaje rico en matices, algo poco común en el slasher. Al mismo tiempo, “Happy Birthday to Me” cambia el exceso de violencia gráfica y desnudez tan propio del subgénero, por cuotas no menores de suspenso y diversos giros de tuerca que si bien son sorprendentes, no siempre son del todo creíbles. En definitiva, gracias a las pequeñas variantes que el director J. Lee Thompson introdujo dentro un subgénero cuya fórmula se repitió hasta el cansancio, es que “Happy Birthday to Me” es considerada como una de las mejores entradas del ciclo de slashers llevado a cabo con bastante éxito durante la década de los ochenta.



por Fantomas.

domingo, 2 de enero de 2011

The Hand: Oliver Stone y su incursión en el horror.

“The Hand” (1981), es una cinta de terror psicológico del director Oliver Stone, la cual está protagonizada por Michael Caine y Andrea Marcovicci.

Un dibujante de comics llamado Jonathan Lansdale (Michael Caine), pierde una mano en un desgraciado accidente que termina con su carrera y que provoca una especial tensión en su matrimonio. Pese a que lenta y dolorosamente intentará acostumbrarse a su nueva realidad, la irrupción de una serie de extraños acontecimientos relacionados con su accidente le dificultará la tarea.

Siete años después de haber dirigido su primer largometraje titulado “Seizure” (1974), y con un premio Oscar bajo el brazo por el guión de “Midnight Express” (1978), Oliver Stone estaba listo para probar suerte nuevamente como director. Tras haber leído la novela “The Lizard´s Tail”, del escritor Marc Brandell, en la cual el autor expresaba la frustración que le había provocado su divorcio, todo en clave de terror psicológico, Stone rápidamente pensó en filmar una adaptación del relato, la cual eventualmente titularía “The Hand”. El film básicamente se centra en la figura de Jonathan Lansdale, quien además de vivir junto a su esposa Anne (Andrea Marcovicci) y su hija Lizzy (Mara Hobel) en el campo, es el exitoso creador de un popular personaje de tira cómica llamado Mandro. Aunque su vida en un principio parece idílica, pronto todo se tiñe de negro cuando comienza a tener varias discusiones con su esposa. Y es que Anne no solo no puede evitar sentir cierta nostalgia por la vida en la ciudad, sino que además desea independizarse de su controlador marido, lo que inevitable aumenta los niveles de tensión existentes al interior de la pareja. Es así como durante un viaje en vehículo, la pareja tiene una fuerte discusión que provoca un accidente en el cual Jonathan termina perdiendo una de sus manos. Con su vida completamente destrozada, Lansdale decide mudarse a una zona rural con la intención de comenzar de nuevo convertido en un profesor de arte, sin imaginarse que el accidente que ha sufrido eventualmente fragmentará su percepción de la realidad.

En gran medida, uno de los temas centrales del film es la constante lucha de poderes existente en las relaciones amorosas. Jonathan Lansdale es retratado como un hombre sumamente controlador, el cual se ha acostumbrado a tratar a su esposa como si fuera su esclava, forzándola a satisfacer sus deseos y sus necesidades siempre dentro de los límites del hogar familiar. Y es que el protagonista claramente es un hombre misógino que ve a las mujeres como bellos objetos a los que puede controlar a sus anchas. Al mismo tiempo, desde prácticamente el principio del film resulta evidente que Lansdale es un tipo ególatra, el cual cree que las vidas de su esposa y de su hija giran en torno a su persona y a su trabajo. De hecho es tal el amor que él profesa por su trabajo, que no es más que una extensión de sí mismo, que en un determinado momento de la cinta se niega rotundamente a aceptar la suculenta cantidad de dinero que le ofrece la editorial para la cual trabaja por los derechos del popular personaje que ha creado, aun a sabiendas que dicho dinero podría solventar la difícil situación económica en la que se encuentra sumergida su familia luego del trágico accidente en el cual perdió su mano ilustrativa.

Teniendo todo esto en cuenta, Oliver Stone plantea la siguiente pregunta: ¿Qué sucede con Jonathan cuando su esposa decide embarcarse en su propia aventura? Una vez que Anne se libera del sino de ser una simple ama de casa cuya única función es satisfacer a su marido, inevitablemente desata la inestabilidad emocional de un protagonista que no concibe una realidad en la que él no es la figura dominante. Esta noción adquirirá una marcada importancia una vez que Jonathan tiene el accidente, ya que Stone sugiere en varias ocasiones que la mano asesina su mueve impulsada por la ira y las frustraciones del protagonista. De hecho, cada vez que Jonathan es expuesto a una situación estresante, sus pulsiones más oscuras salen a flote, lo que de inmediato le otorga más poder a la mano. Lo que es aún más interesante, es que el director juega con la posibilidad de que los sucesos paranormales relacionados con la mano, no son otra cosa más que una fabricación de la perturbada imaginación del protagonista. Para reforzar esta idea, Stone filma en blanco y negro gran parte de las escenas en las cuales la mano entra en acción, lo que evidentemente le imprime una cuota de onirismo a todo el asunto. Tal y como sucede en todos los relatos que en algún grado están inspirados en la novela “Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde”, del escritor Robert Louis Stevenson, se podría inferir que la mano no es otra cosa más que la materialización del alter ego de Jonathan, lo que explicaría el motivo por el cual esta ejecuta todos los deseos que a diario debe reprimir el ex-caricaturista.

A sabiendas de que una mano asesina no es precisamente una figura aterradora, Oliver Stone de manera inteligente la mantiene oculta durante gran parte del film, limitando su aparición a unas pocas escenas clave. De esta forma, el director no solo impide que la historia se torne ridícula, sino que además refuerza la idea de que la mano realmente no existe, y que esta solo es una proyección mental que el protagonista utiliza para limitar los crímenes a su subconsciente. Con respecto a esto, cabe mencionar que las manos mecánicas utilizadas en el film fueron creadas por el técnico en efectos especiales Carlo Rambaldi, quien previamente había recibido dos premios Oscar por su trabajo en las cintas “King Kong” (1977) y “Alien” (1979). Pese al prestigio de Rambaldi, de todas formas durante el proceso de producción de la película comenzó a correr el rumor que de las ocho manos mecánicas que había construido el italiano, solo cuatro habían funcionado correctamente, por lo que el director se había visto en la obligación de reclutar a Stan Winston y Tom Burman para intentar reparar lo hecho por Rambaldi. Eventualmente sería el mismo Stone quien se encargaría de desmentir el rumor, quien en una ocasión declaró: “Hubo muy pocos problemas con la mecánica de las manos; era su superficie lo que requería de un cuidado especial. Carlo trabajó tanto tiempo en el aspecto mecánico de las manos, que terminó dándole muy poca importancia al maquillaje de las mismas”.

En el ámbito de las actuaciones, es evidente que “The Hand” habría terminado siendo un completo desastre si no hubiese contando con Michael Caine como protagonista. Aunque el actor en varias ocasiones se ha encargado de declarar que solo aceptó el rol porque necesitaba dinero para pagar la construcción de un garaje, su interpretación está a la altura de un profesional de su nivel. Caine retrata a la perfección la evolución de su personaje, quien comienza como un hombre posesivo pero bastante tranquilo, el cual termina convertido en alguien completamente paranoico y amargado, que no duda en expresar el incontenible odio que siente hacia las mujeres en cada oportunidad que se le presenta. Si bien el resto del elenco también realiza un buen trabajo, es innegable que Caine es quien se lleva todo el peso dramático del film. En cuanto al aspecto técnico de la producción, esta cuenta con el estupendo trabajo de fotografía de King Baggot, y con la efectiva banda sonora del compositor James Horner. En conjunto, ambos profesionales en gran medida son responsables de la atmósfera malsana y paranoica que domina a un relato prácticamente exento de violencia gráfica, el cual se apoya mayormente en los diálogos y en la ya mencionada actuación de Caine.

Algo que sin duda llama la atención, son las similitudes temáticas que presenta “The Hand” con respecto al film de Stanley Kubrick, “The Shining” (1980). En ambas cintas el protagonista es un padre que por diversos factores se encuentra al borde de la locura, el cual somete a su esposa a situaciones de estrés debido a sus repentinos estallidos de violencia, y que a causa de su propio tormento termina viviendo en un lugar aislado del resto del mundo. Aunque indudablemente “The Hand” no aporta nada necesariamente nuevo al género, de todas formas se alza como un buen thriller psicológico, el cual ha sido injustamente subvalorado durante muchos años tanto por la crítica especializada como por el público en general. Y es que no solo cuenta con la espectacular interpretación de Caine, sino que además presenta una estética bastante atractiva, estupendos efectos especiales, y un par de vueltas de tuerca realmente interesantes. Junto con esto, “The Hand” se alza como un buen ejemplo de la habilidad como director de Oliver Stone, debido a que este saca adelante una historia que perfectamente podría haberse convertido en un producto más cercano a la comedia involuntaria, que al terror psicológico que tan orgullosamente exhibe.



por Fantomas.
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