“Dead & Buried” (1981), es una cinta de terror del director Gary Sherman, la cual está protagonizada por James Farentino, Melody Anderson y Jack Albertson.
En el pequeño pueblo costero de Potter´s Bluff, es encontrado un hombre gravemente quemado luego de sufrir lo que en apariencia parece ser un accidente automovilístico. El sheriff del pueblo, Dan Gillis (James Farentino), sospecha que se trata de un intento de asesinato, especialmente luego de que encuentra el cuerpo mutilado de un pescador. Cuando los cuerpos se comienzan a apilar, será responsabilidad de Gillis descubrir que es lo que se esconde tras los sangrientos asesinatos ocurridos en lo que hasta entonces parecía ser una localidad tranquila.
Originalmente concebida como una comedia negra, “Dead & Buried” se terminó convirtiendo en una cinta de terror increíblemente efectiva, cuyo retorcido sentido del humor la llevó a alzarse como un film de culto. Sin embargo, para que todo esto ocurriera, el director Gary Sherman, quien adquirió cierta notoriedad durante la década del setenta gracias a la efectiva cinta de terror “Death Line” (1972), tuvo que superar una serie de problemas relacionados con los ejecutivos de la productora PSO International, la cual se encargó de financiar el film. Mientras que Sherman quería enfatizar los elementos ligados a la comedia negra que presentaba el guión, los ejecutivos de la PSO pensaban que era más importante que la cinta presentara altas dosis de violencia gráfica cuidadosamente estilizada. Para lograr dicho objetivo, los productores contrataron al reconocido experto en efectos especiales, Stan Winston, quien seis años más tarde ganaría un premio Oscar por su trabajo en la cinta “Aliens” (1986), del director James Cameron. Lamentablemente para el director, las múltiples desavenencias que tuvo con los productores del film, provocaron que este fuese editado en numerosas ocasiones, lo que a su vez terminó generando una serie de errores de continuidad, y que la visión original del director fuese parcialmente difuminada por las constantes presiones a las que estuvo sometido durante el proceso de rodaje de la cinta.En el pequeño pueblo costero de Potter´s Bluff, es encontrado un hombre gravemente quemado luego de sufrir lo que en apariencia parece ser un accidente automovilístico. El sheriff del pueblo, Dan Gillis (James Farentino), sospecha que se trata de un intento de asesinato, especialmente luego de que encuentra el cuerpo mutilado de un pescador. Cuando los cuerpos se comienzan a apilar, será responsabilidad de Gillis descubrir que es lo que se esconde tras los sangrientos asesinatos ocurridos en lo que hasta entonces parecía ser una localidad tranquila.
El guión escrito por Dan O´Bannon y Ronald Shusset, sitúa al espectador en el pequeño pueblo de Potter´s Bluff, donde han comenzado a ocurrir una serie de sucesos bastante extraños. De hecho, para los pocos turistas que llegan a dicho lugar, es imposible abstraerse de lo poco hospitalarios que resultan ser los peculiares habitantes de la localidad ubicada en medio de Nueva Inglaterra. Lamentablemente, la impresión de los turistas no resulta ser demasiado duradera, ya que estos constantemente son asesinados sin razón aparente por un largo grupo de personas al poco tiempo de su llegada al lugar. Tras el asesinato de un fotógrafo que se encontraba de paso por el pueblo, el Sheriff Dan Gillis se propone resolver el crimen. Sin embargo, cuando los cuerpos continúan apilándose, el Sheriff comienza a pensar que los crímenes no son responsabilidad de un simple demente que ha decidido emprender una cruzada homicida, sino que están ligados a una confabulación de tintes mucho más diabólicos cuyo origen desconoce por completo. Lo que es aún peor, es que aparentemente todas las personas que lo rodean están involucradas en los homicidios, incluyendo a Dobbs (Jack Albertson), el peculiar forense y empresario fúnebre del pueblo, a su amigo Harry (Robert Englund), y a su esposa Janet (Melody Anderson). Acorralado y confundido, a Gillis no le quedará más remedio que confiar en sus instintos si es que desea descubrir el secreto que se esconde tras los asesinatos, el cual probablemente va a cambiar su vida para siempre.
Si algo resulta interesante de “Dead & Buried”, es que el film revela quien está detrás de los crímenes desde un comienzo. En vez de presentarse como otra cinta de misterio, la cual dicho sea de paso contiene altas dosis de violencia durante el transcurso de la historia, “Dead & Buried” le pide al espectador que descubra la razón que se esconde tras los asesinatos y no al culpable de estos. Conociendo la importancia del suspenso clásico, Sherman le entrega una gran cantidad de información al espectador, el cual en todo momento va un paso adelante del protagonista, al mismo tiempo que le plantea una serie de interrogantes las cuales en su mayoría son reveladas durante el retorcido y sorpresivo clímax del relato. Por otro lado, en gran medida el film de Gary Sherman sigue una dinámica muy similar a la expuesta por la cinta de ciencia ficción, “Invasion of the Body Snatchers” (1956), del director Don Siegel. Sin entregar demasiados detalles reveladores de la trama, resulta evidente que Potter´s Bluff es un lugar que parece haberse congelado en el tiempo. No solo el pueblo presenta una apariencia sucia, derruida y descuidada, sino que además sus habitantes parecen pertenecer a épocas completamente distintas, lo que evidentemente provoca que tanto la diversa arquitectura del lugar como el errático comportamiento de los lugareños, refleje un interesante choque cultural y generacional que enmarca a la pequeña localidad de Nueva Inglaterra en una realidad casi fantástica.
Un aspecto único de “Dead & Buried” es la forma en como el film progresa del humor negro al terror más serio. De manera inteligente, Sherman se preocupa de utilizar el gore no con la intención de simplemente horrorizar al espectador, sino que con el objetivo de obligarlo a preguntarse qué es lo que sucederá después. De hecho, gran parte de las escenas más efectivas del film no involucran ningún tipo de violencia gráfica, sino que se apoyan en una atmósfera dada por la presencia de sonidos inesperados, escenarios escalofriantes, y la aparición de figuras sombrías que se manifiestan sin previo aviso. El gran mérito del director es que fue capaz de fusionar y complementar imágenes tan impactantes como una cuyo centro de atención es una larga aguja hipodérmica que está puncionando un ojo humano, o aquella que sitúa a una familia de aterrorizados turistas al interior de una lúgubre casa, mientras que en el exterior se encuentra un grupo de violentos pueblerinos con pulsiones claramente homicidas, con diversos giros argumentales los cuales están basados tanto en determinados clichés del cine de terror, como en un puñado de ideas originales expuestas por Dan O´Bannon y Ronald Shusset, lo que da como resultado que el aspecto estético del film en todo momento mantenga la misma importancia que el aspecto narrativo del mismo.
En el ámbito de las actuaciones, el elenco en general realiza una labor bastante discreta. Pese a que James Farentino no puede evitar sobreactuar constantemente durante el transcurso del film, de todas formas logra que el Sheriff Gills se convierta en un personaje entrañable que despierta la simpatía del espectador. Y es que básicamente resulta interesante el proceso de evolución que presenta el protagonista, el cual pasa de ser un amigable oficial de la ley, a ser un hombre sumido en la más completa desesperación, el cual se ve obligado a desentrañar algunas verdades incómodas. Jack Albertson en cambio, interpreta de manera encomiable al excéntrico forense y empresario funerario del pueblo, el cual si bien ayuda al protagonista durante el curso de su investigación, exhibe una peculiar obsesión con los muertos que gradualmente va levantando algunas sospechas en torno a su figura. En cuanto al aspecto técnico de la producción, esta cuenta con el estupendo trabajo de fotografía de Steven Poster, la olvidable pero efectiva banda sonora del compositor Joe Renzetti, y los impactantes efectos especiales del ya mencionado Stan Winston.
Reinventar determinados arquetipos siempre se ha presentado como una tarea difícil de realizar, principalmente porque estos suelen representar una idea o un concepto de forma tan contundente, que terminan definiéndolo por completo. Esto es especialmente cierto dentro del cine de terror. Un vampiro nunca va a ser otra cosa más que un vampiro, sin importar la forma en la que esté vestido, lo romántico de su imagen, o incluso si se reconfigura su sed de sangre. Lo mismo sucede con los licántropos, los fantasmas, los asesinos seriales, y en especial con los zombies. Los muertos vivientes suelen tener una gama de limitaciones que los sitúan en un espectro especial dentro del género del horror. Si bien su hambre de carne humana resulta ser definitivamente perturbadora, su falta de agilidad en una gran cantidad de ocasiones resulta ser bastante irrisoria. Desde luego, durante el transcurso de los años han sido varios los realizadores que han intentado cambiar el arquetipo ligado a la figura de los zombies, todos con distintos resultados. Es precisamente en este departamento que Gary Sherman resulta triunfador, en gran medida porque comprende a cabalidad el concepto de que los muertos vivientes no son más que el reflejo de la crisis cultural existente en la sociedad, la cual impulsa al hombre a un egocentrismo tal que necesita apreciarse a sí mismo incluso cuando está sumido en la más completa decadencia biológica. Por todo lo antes mencionado, “Dead & Buried” es una de las pocas producciones que realmente se merece el título de film de culto que ostenta prácticamente desde el momento de su estreno.
por Fantomas.