jueves, 31 de mayo de 2012

Lady in the Lake: Un film noir "navideño" donde tù eres el detective.

“Lady in the Lake” (1947), es un thriller del director Robert Montgomery, el cual está protagonizado por el mismo Montgomery, Audrey Totter, y Lloyd Nolan.

Cuando al detective privado Philip Marlowe (Robert Montgomery) le encargan encontrar a la mujer de un acaudalado publicista, acepta el trabajo pensando que sería un caso como cualquier otro. Sin embargo, cuando comienzan a apilarse los cuerpos y su vida es amenazada por un asesino misterioso, se verá obligado a resolver el caso antes de terminar en la cárcel o bajo tierra.

Cuando la MGM compró los derechos de la novela “Lady in the Lake”, del escritor Raymond Chandler, que narraba la cuarta aventura del detective Philip Marlowe, los ejecutivos le preguntaron al novelista si podía adaptar su obra a la pantalla grande. Esta hubiese sido la primera vez que Chandler habría escrito un guión basado en su propio trabajo. Sin embargo, el guión de 175 páginas que él escribió resultó ser imposible de filmar, por lo que el guionista Steve Fisher terminó por reescribir todo. Pese a esto, el escritor insistió en que su nombre apareciera en los créditos, a lo que los ejecutivos se negaron. Más allá de los problemas del estudio con el novelista, la cinta marcaría el debut como director de Robert Montgomery, quien un par de años antes había tenido que ocupar ese puesto momentáneamente en el film “They Were Expendable” (1945), cuando el director John Ford se fracturó la pierna mientras rodaban en locaciones. Debido al uso constante de la cámara subjetiva, según el mismo Montgomery fue realmente difícil rodar la cinta. Según lo que este le dijo al escritor John Tuska para el libro “The Detective in Hollywood”, la filmación del largometraje requirió mucho ensayo, ya que los actores son entrenados para no mirar a la cámara. Finalmente para ayudar a sus colegas, terminó colocando una canasta bajo la cámara la que ocupaba para sentarse, para que al menos los actores sintieran que le estaban respondiendo a él, aún cuando debían concentrarse para mirar a la cámara.

Luego de la pequeña introducción a la historia que el protagonista le realiza directamente al espectador, el relato se sitúa el día antes de navidad donde el detective Philip Marlowe, quien está cansado de los peligros que implica su profesión, visita las oficinas de las Publicaciones Kingsby con la esperanza de que la historia criminal que ha escrito pueda ser publicada. Sin embargo, la editora en jefe de la revista, Adrienne Fromsett (Audrey Totter), tiene otros planes en mente cuando decide citar a Marlowe para una entrevista. Lo que ella desea es que el detective localice a la esposa de su jefe, Derace Kingsby (Leon Ames), quien se encuentra desaparecida hace ya un buen tiempo, para que así el publicista pueda comenzar el proceso de divorcio. Pese a la desilusión que todo esto le provoca, Marlowe acepta el caso sin imaginarse en los problemas que deberá enfrentar. Cuando algunos de los conocidos de la mujer comienzan a morir y el detective empieza a ser perseguido por la policía, este se embarca en una carrera contra el tiempo para encontrar al responsable de los cruentos crímenes, y para descubrir que es lo que en verdad sucedió con la misteriosa señora Kingsby, cuyo destino parece estar ligado con un crimen que ocurrió varios años antes y que parece no tener solución.


Con su cinismo habitual, Marlowe se enfrenta a un caso que presenta como principal sospechosa a la mujer que lo contrata. Adrienne Fromsett tiene la particularidad de interpretar el rol de mujer fatal e interés amoroso del protagonista, sembrando la duda sobre sus verdaderas intenciones, las cuales solo serán reveladas en el último tramo del film. La relación de este personaje con el protagonista es básicamente una relación de amor/odio, que en un momento lleva a Marlowe a renunciar a su tarea solo para ser nuevamente contratado minutos después por Kingsby. Siempre con un dejo de desconfianza, la percepción del protagonista con respecto a la mujer va a ir cambiando a medida que avanza la película, convirtiéndola eventualmente en su única aliada en un caso plagado de mentiras y traiciones. Más allá de esta vertiente romántica, a los pocos minutos de comenzada la cinta se hace evidente el hecho de que el relato intenta conjugar gran parte de los elementos clásicos del film noir. Personas desaparecidas, amantes despechados, policías corruptos, asesinatos, y hombres injustamente acusados, aparecen en una historia que por momentos se complica mucho más de lo esperado, dificultando su seguimiento. Esto obliga a Montgomery a arreglárselas para mantener el interés del espectador, sin entregar demasiada información que puede develar el misterio de forma temprana.

Más allá de los detalles de su trama, la razón principal por la que “Lady in the Lake” se convirtió en uno de los representantes más recordados del film noir, es por el cuestionado uso de la cámara subjetiva, artilugio que fue abiertamente criticado por Raymond Chandler. Corriendo un gran riesgo, Montgomery opta por convertir la cámara en los ojos de la audiencia durante todo el transcurso de la película, invitándola a fusionarse con el protagonista y a experimentar en la medida de lo posible las reacciones de este frente a ciertos escenarios. Es así que cuando Marlowe recibe una cachetada, la cámara se sacude, y cuando el personaje de Audrey Totter se inclina para besarlo, el espectador indirectamente experimenta parte de la sensación de confusión del protagonista, al menos visualmente. Con la intención de darle una mayor consistencia a este efecto, es que será solo a través de un par de espejos situados estratégicamente en algunos de los escenarios que visita el protagonista, que podremos ver su rostro, algunas de sus reacciones, y las consecuencias físicas que le trae el peligroso caso en el que está trabajando. Aunque la decisión del director de filmar en primera persona ha sido ampliamente criticada durante el transcurso de los años, la verdad es que tiene ciertos puntos a su favor. No solo aumenta el suspenso y la paranoia, los cuales son elementos claves del film noir, sino que además requiere de la participación activa del espectador, lo que obviamente termina generando un interés mayor por parte del mismo en una historia más bien genérica.

 

En cuanto a las actuaciones, el mismo tema de la cámara subjetiva atenta contra la correcta interpretación de los involucrados, quienes afortunadamente en su gran mayoría realizan un buen trabajo, evitando que todo el ejercicio se torne irrisorio. Quizás quien más se ve perjudicado con esta decisión artística es el mismo Montgomery, cuyo tono de voz no cambia mucho durante el transcurso del film, aún cuando se ve expuesto a una serie de situaciones límite. Esto combinado con el hecho de que el actor no puede hacer uso de su gestualidad para transmitir las emociones de su personaje, determinan que la labor de guiar las emociones de la historia recaiga en otros personajes, como por ejemplo el interpretado por la actriz Audrey Totter, quien logra destacarse por sobre el resto de sus colegas. En la vereda contraria se encuentra Jayne Meadows, cuya sobreactuación atenta directamente contra la atmósfera de suspenso que presenta el tramo final del film. Por otro lado, la cinta cuenta con el correcto trabajo de fotografía de Paul Vogel, quien junto al director lograr crear una atmósfera cargada de tensión propia de este tipo de películas. En cuanto a la banda sonora, aparte de un par de tonadas navideñas, la producción prácticamente no utiliza composiciones musicales, apoyándose por completo en el apartado visual.

Pese que en general la utilización de la cámara subjetiva funciona bastante mejor de lo esperado, y que la historia de misterio que presenta el film se desarrolla de buena manera, contiene una serie de vueltas de tuerca interesantes, y es relatada por Montgomery a un ritmo narrativo más que adecuado, “Lady in the Lake” es una de las producciones más criticadas por los seguidores de Chandler, Marlowe, y del cine negro en general. Gran parte de esas críticas apuntan a las libertades que se tomó Montgomery tanto con la historia como con el retrato del popular detective, lo que terminó situando a la película como una obra menor del género. Sin embargo, esto no impide que la cinta se ciña a las convenciones narrativas y estilísticas habituales del cine negro, dando vida a un relato que por sobre todo es sumamente entretenido. Curiosamente, este no sería el único largometraje del género que haría uso de la cámara subjetiva para invitar al espectador a participar más activamente del relato; “Dark Passage” (1947), film protagonizado por Humphrey Bogart, también utilizaría el curioso ángulo de cámara aunque solo durante la primera hora de metraje. Pese a las críticas, “Lady in the Lake” es un buen exponente del film noir y una buena demostración de la habilidad como realizador de Robert Montgomery, quien volvería a incursionar como director en el género con la cinta “Ride the Pink Horse” (1947), la cual sería mucho mejor recepcionada tanto por el público como por la crítica.

 

por Fantomas.

lunes, 28 de mayo de 2012

Princess: El oscuro mundo del porno según Anders Morgenthaler.

“Princess” (2006), es un thriller animado del director Anders Morgenthaler, protagonizado por Thure Lindhardt y Mira Hilli Møller Hallund.

August (Thure Lindhardt), un clérigo misionero, regresa a casa. Su hermana Christina (Stine Fischer Christensen), una estrella del porno en decadencia conocida como “La Princesa”, ha muerto de sobredosis dejando a su hija Mia (Mira Hilli Møller Hallund) con Karen, una prostituta. Desde ese momento, August se encargará de cuidar de la pequeña y de limpiar el nombre de su fallecida hermana.

Lo maravilloso del mundo de la animación es que permite desarrollar cualquier tipo de ideas sin importar lo alocadas que estas sean. Esa noción de libertad siempre ha estado plasmada en la obra del realizador y dibujante danés Anders Morgenthaler, quien tras trabajar en un par de series de televisión comenzó a pavimentar su camino dentro del mundo del cine. La idea que daría vida a “Princess”, su proyecto más relevante hasta la fecha, se comenzaría a gestar durante la realización del cortometraje “Araki, the Killing of a Japanese Photographer” (2003), el cual fue presentando por su autor como proyecto de fin de curso para la Danish Film School, y que finalmente fue estrenado en el Festival de Berlín del 2003. Según el mismo Morgenthaler, el guión de dicho cortometraje estaba inspirado en el libro “Tokyo Lucky Hole”, obra del polémico fotógrafo Nobuyoshi Araki, quien ha sido tildado por los entendidos como un “verdadero pornógrafo”. Dicho libro documenta con imágenes explícitas la voracidad de la industria del sexo en Japón, centrándose en el barrio de Kabukicho de Shinjuku en el Tokio de la década de los ochenta. Tres años después del estreno del cortometraje, Morgenthaler junto con la guionista Mette Heeno deciden adentrarse de lleno al mundo de la pornografía para contar la trágica historia de una estrella porno, su hija, y su hermano. 

“Princess” se centra en August, un joven de 32 años que como consecuencia de la repentina muerte de su hermana Christina, quien durante años ha estado trabajando en la industria del porno bajo el seudónimo de “Princesa”, abandona su profesión de misionero para hacerse responsable de la hija de esta, Mia, una pequeña de cinco años. Cegado por la ira provocada por el trágico destino de su hermana, August se embarca en un violento viaje en compañía de la niña con la intención de vengar la muerte Christina, y borrar toda la evidencia de su cuestionada obra. Si bien esta es la base del relato, durante el transcurso del film es posible distinguir una serie de aristas que ayudan a que la historia sea mucho más profunda y rica en matices. A través de flashbacks que consisten en filmaciones realizadas por August cuando pequeño, en las que participan actores de carne y hueso, se repasan algunos de los acontecimientos que llevaron a Christina a convertirse en una estrella del cine para adultos, y a su hermano en una persona reprimida que ha decidido volcar su frustración en el cristianismo. Es en estos flashbacks que el espectador descubre que el detonador del declive psicológico de la pareja de hermanos es la muerte prematura de sus padres en un accidente automovilístico, lo que los obliga a vivir en una residencia bajo el cuidado de un tutor ausente.


En parte, Morgenthaler da a entender que el sentimiento de culpa de Christina, quien se atribuye la muerte de sus padres, y la mala influencia del novio de esta, son los factores que la empujan hacia el mundo del porno, el cual inevitablemente termina exacerbando sus problemas, arrastrándola a ella y a su entorno al mismísimo infierno. Está satanización de la pornografía, le trajo una serie de problemas al director el cual se vio envuelto en una fuerte polémica durante la presentación de la cinta en el Festival de Cannes. Para Morgenthaler, la industria del porno se aprovecha sin ningún remordimiento de las mujeres que participan en el negocio, explotando su imagen y su físico con la intención de obtener las ganancias esperadas. Es por este mismo motivo que August (que en ciertos puntos no es más que la extensión del realizador) arremete con una violencia desmedida contra aquellos que responsabiliza de los excesos que terminaron por destruir a su hermana. Para Morgenthaler, el porno es una suerte de imán que atrae a un grupo de personas que bien pueden tener alguna especie de trauma, o que necesitan reafirmar su baja autoestima, por lo que es un caldo de cultivo para la explotación humana. Considerando el perfil psicológico de los profesionales del porno que propone el realizador, no es de extrañar que a Christina le resulte tan atractivo aquel mundo en primer lugar.

Esta visión incendiaria de la pornografía, provocó que muchos profesionales de la industria alzaran su voz en contra del director. Entre ellos se encontraba el actor y productor de cine porno Jeppe Severin, quien junto al realizador protagonizan el documental “Jeppe vs. Morgenthaler: Luces y sombras del porno”, en el cual ambos exponen sus ideas con respecto a la industria y al mismo film. Si bien en dicho documental Morgenthaler reafirma algunas de sus polémicas declaraciones, también deja en claro que uno de los objetivos centrales de la cinta es demostrar como la industria de la pornografía ha venido arruinando vidas de un modo miserable, al mismo tiempo que ejerce su control audiovisual sobre nuestra sexualidad a través de sus códigos de género. Esto es sumamente importante, porque si bien la vida de Christina termina de forma abrupta y trágica, quienes más sufren con su accionar son su hermano y su hija. August es claramente un personaje frustrado y reprimido, que se culpa por no haber podido salvar a su hermana del mundo “demoniaco” en el que se involucró. Al mismo tiempo, su ira no hace más que aumentar al ver el daño físico y psicológico que ha sufrido la pequeña Mia al estar expuesta a un entorno tan nefasto. La niña no solo es víctima de abandono, sino que además ha sido víctima de abuso y expresa una sexualización prematura que desencadena una de las escenas más perturbadoras del film la cual incluye un intento de violación.


Si bien la salvaje reacción de August puede ser comprendida hasta cierto punto por el espectador, esta en ningún momento es justificable. Debido a su incapacidad de expresarse por otro medio que no sea la violencia, inevitablemente arrastra a Mia en su cruzada de venganza, invitándola a entrar a un mundo que no dista mucho del que él la quiere alejar. August pasa a ser víctima de sus emociones, convirtiéndose en un verdadero terrorista dispuesto a asesinar, extorsionar, y destruir media ciudad si es necesario con tal llevar a cabo la purificación de su entorno, salvando de esta forma a Mia de un futuro similar al de su madre. Viéndolo desde ese prisma, el trágico final de esta fábula brutal parece tener más sentido. Solo huyendo de este mundo insensible y cruel podemos encontrar la paz que nos ha sido tan esquiva durante tanto tiempo. Quizás con la intención de recalcar que esta impactante historia animada se trata de una fábula, Morgenthaler introduce un elemento fantástico encarnado en Multe, el muñeco de peluche de la niña, quien por momentos adquiere vida propia e interactúa con ella y con August. Si bien está claro que las escenas que implican a estos tres personajes tienen por objetivo insistir en la idea de que los protagonistas ansían encontrar un lugar en el que puedan estar a salvo de la influencia negativa de la sociedad, el elemento fantástico no termina de convencer por lo que es uno de los puntos bajos del film.

En cuanto al aspecto estético de la cinta, mientras que el diseño de personajes es llamativo al igual que la paleta de colores utilizada por el director, la cual es complementada con una buena utilización de CGI, la animación no es tan fluida como uno quisiera, por lo que cuesta un poco acostumbrarse a los movimientos algo robóticos que exhiben los personajes. Sin embargo, como mencionaba anteriormente, lo que resulta más novedoso es la inclusión de escenas con actores de carne y hueso, las que no solo sirven para darles una mayor profundidad a los personajes, sino que además los hace ver más reales. “Princess” es una película animada atípica tanto en su aspecto estético como narrativo, cuya historia difícilmente podrá dejar a alguien indiferente. En cierta forma, se trata de una paradoja cinematográfica al tratarse de un film de explotación que presenta un discurso anti-explotación. Afortunadamente, Anders Morgenthaler no se conforma solo con desarrollar el aspecto discursivo/controversial de su relato, sino que también se preocupa de cada detalle de su obra convirtiéndola en una de las películas de animación más interesantes de los últimos años. “Princess” es violenta, controversial, perturbadora, entretenida, extrañamente hermosa, y real como la vida misma.

 

por Fantomas.

viernes, 25 de mayo de 2012

The Big Clock: El tiempo lo es todo.

“The Big Clock” (1948), es un thriller del director John Farrow, el cual está protagonizado por Ray Milland, Charles Laughton, y Maureen O´Sullivan.

George Stroud (Ray Milland), es el exitoso editor de una revista de crímenes que goza de gran popularidad. Sin embargo, luego de una noche de borrachera, Stroud se ve implicado en el asesinato de una modelo (Rita Johnson), quien coincidentemente es la amante de su jefe (Charles Laughton). Con la policía y los numerosos periodistas de la editorial tras la pista del asesino, Stroud tendrá que probar su inocencia antes de que sea demasiado tarde.

A mediados de los cuarenta, el escritor Jonathan Latimer, conocido principalmente por sus novelas policiales protagonizadas por el detective privado William Crane y por su trabajo como guionista en algunas producciones de cine negro hollywoodense, se asoció con el director John Farrow en la realización de diez largometrajes al interior de los estudios Paramount. Entre las novelas que le tocó adaptar durante este periodo, se encuentra “The Big Clock”, la cual fue escrita en 1946 por Kenneth Fearing, quien hizo carrera como escritor de poesías durante la década del treinta, para luego volcarse de lleno a las novelas de detectives. El escrito más importante de Fearing, fusionaba de manera bastante llamativa algunos elementos típicos de la novela negra, con un número importante de observaciones satíricas acerca de la sociedad norteamericana de aquel entonces. Una vez terminado el guión, Farrow y compañía se lanzaron a la tarea de escoger al encargado de interpretar el rol protagónico. Ray Milland, quien en ese entonces gozaba de gran popularidad debido al Oscar que recibió por su actuación en el film “The Lost Weekend” (1945), donde interpretaba a un alcohólico, parecería ser la elección perfecta para dar vida a un hombre que debido a la ingesta desmedida de alcohol, se mete en un problema que puede destruir su vida.

En “The Big Clock”, Milland interpreta a George Stroud, el editor de una popular revista titulada Crimeways, cuyas oficinas se encuentra al interior de un moderno edificio en cuya cima se erige un inmenso reloj, que no hace más que reflejar la importancia que tiene el tiempo para Earl Janoth, el millonario dueño del edificio. “El tiempo es dinero”, es la frase preferida del magnate, cuya ambición sin límites durante años no le ha permitido a Stroud tomarse vacaciones junto a su familia, lo que ha provocado que su relación matrimonial se encuentre en un punto álgido. Y es que la importancia del editor dentro de la compañía reside en su habilidad para encontrar a peligrosos fugitivos de la justicia antes que las mismas autoridades, gracias a un método llamado “el sistema de las pistas irrelevantes”, que le permite realizar un perfil del sospechoso lo que facilita su aprehensión. Como sucede en gran parte de los “relatos negros”, la mayoría de los problemas que debe afrontar el protagonista serán generados por una mujer que irrumpe de improviso en su vida. Dicha mujer es Pauline York, una joven modelo que ha mantenido durante un buen tiempo una relación sentimental oculta con Janoth, a quien ahora desea chantajear con información de su pasado, la cual espera que pueda ser conseguida por Stroud.


Esta la primera de una cadena de acontecimientos que terminan situando al protagonista en un problema del que le será difícil escapar. Y que pese a ser un hombre íntegro, tras perder su empleo y discutir con su esposa, este decide reunirse con York para escuchar su plan. Mal aconsejado por el alcohol y su creciente frustración, Stroud y su nueva amiga terminaran recorriendo varios lugares de la ciudad antes de terminar en el departamento de la mujer. Contrario a lo que se podría pensar, y escapando al prototipo de la mujer fatal, York parece entablar una relación de complicidad con el protagonista, la cual lamentablemente será bastante fugaz. Ante la sorpresiva llegada de Janoth al edificio, a Stroud no le queda más remedio que escapar entre las sombras, convirtiéndose en la única persona capaz de ligar al magnate con la mujer, quien termina muerta tras una fuerte discusión con él. Con el fin de borrar todas las pistas que puedan incriminarlo, Janoth le pide a Stroud que utilice su sistema para encontrar a quien lo vio llegar al lugar, colocando al protagonista en una situación imposible. Con el temor de ser culpado de un crimen que no cometió, Stroud no tendrá más remedio que ocupar su ingenio para encontrar pruebas que lo exculpen antes que la policía, algunos testigos de su noche de juerga, y su propio equipo de periodistas, lo señalen como el hombre que están buscando. 

Como ya había mencionado antes, bajo esta intrincada trama de dimes y diretes, donde se desarrolla un complejo juego del gato y el ratón que está repleto de inesperadas vueltas de tuerca, se encuentra una fuerte crítica a la maquinaría empresarial. Tras el término de la Segunda Guerra Mundial, la sociedad norteamericana fue testigo de cómo se empezaron a erigir enormes edificios de los gigantes corporativos, que no eran más que el reflejo del ego de sus dueños, y de las complicaciones que todo este progreso trajo consigo. La situación familiar de Stroud es un buen ejemplo de los problemas ligados a las políticas empresariales. Las exigencias de producción de las grandes compañías inevitablemente terminan atentando contra los derechos de los trabajadores, al tratarlos como simples engranajes de un gran reloj que está diseñando a funcionar sin descanso, con el fin de obtener las ganancias deseadas. Es dentro de la ambición desmedida de la que son “víctimas” algunos empresarios, que estos terminan cruzando ciertos límites morales cuyas consecuencias son nefastas tanto para ellos, como para sus trabajadores, y para la misma sociedad. Esto queda plenamente demostrado con el accionar del personaje interpretado por Charles Laughton, quien es capaz de utilizar la plataforma comunicacional que posee para mentirle a las autoridades, a sus trabajadores y a la sociedad, no solo con el fin de evitar ir a prisión, sino que también con la intención de no perder todo su patrimonio.


En cuanto a las actuaciones, Ray Milland hace un estupendo trabajo interpretando a un personaje bien intencionado cuyas malas decisiones laborales y personales lo llevan a involucrarse en una complicada situación, que no hará más que aumentar sus niveles de ansiedad a medida que el cerco se cierra en torno a él. Charles Laughton por su parte, está sencillamente genial como este detestable magnate que sin saberlo, se convertirá en la némesis del protagonista. También es destacable la participación de Elsa Lanchaster (la esposa en la vida real de Laughton), quien interpreta a una excéntrica artista que participa en el caso como testigo, aportando un par de momentos bastante cargados a la comedia, y la actuación de George Macready, quien interpreta al fiel empleado de Janoth, que asume la responsabilidad de eliminar todas las pistas que puedan ligar a su jefe con el crimen. Respecto a la relación que se da entre este personaje y el interpretado por Laughton, existe una cierta tensión homosexual que también puede detectarse entre Janoth y Bill Womack (Harry Morgan), quien hace las veces de guardaespaldas/masajista/matón del empresario. Ambos hombres parecen estar dispuestos a hacer lo que sea por su jefe, incluso inmolar su libertad o su vida si es necesario, por lo que en cierta forma Janoth ocupa el rol de "mujer fatal" tan propio de los relatos negros. El elenco lo completa Maureen O´Sullivan (esposa en la vida real de John Farrow), cuyo rol si bien es pequeño cobra cierta importancia en el tramo final del film.

En cuanto al aspecto técnico de la cinta, esta cuenta con el estupendo trabajo de fotografía de Daniel L. Fapp y John F. Seitz, y la atmosférica banda sonora de Victor Young. Igualmente destacable es el diseño de producción, en especial el de la laberíntica fortaleza de Janoth, que en cierta forma ha pasado a convertirse en una prisión para el protagonista, quien primero no puede escapar de ella a causa de su trabajo, y luego no puede permitirse el lujo de abandonar su oficina por temor a ser señalado como un asesino. “The Big Clock” es un excelente exponente del film noir, que mezcla de manera exitosa suspenso, humor, acción y una buena cantidad de giros dramáticos inesperados, que son más que suficientes para capturar la atención del espectador durante todo el transcurso del metraje. Además cuenta con un elenco que en su totalidad realiza un estupendo trabajo, y con un protagonista lo suficientemente querible como para que el espectador empatice con su situación. En la década de los ochenta, el director Roger Donaldson filmaría un remake titulado “No Way Out” (1987), el cual trasladaría la acción de una importante editorial al escenario político de Washington en plena Guerra Fría.

        

por Fantomas.

martes, 22 de mayo de 2012

Scorpio: El lado decadente del mundo del espionaje.

“Scorpio” (1973), es un thriller del director Michael Winner, el cual está protagonizado por Burt Lancaster, Alain Delon, y Paul Scofield

Cross (Burt Lancaster), un agente de la CIA, y Scorpio (Alain Delon), un asesino a sueldo, han trabajado mucho tiempo juntos resolviendo algunos conflictos internacionales con el fin de inclinar la balanza a favor de los Estados Unidos. Sin embargo, cuando la agencia decide asesinar a Cross, la dupla se verá envuelta en un juego del gato y el ratón del que solo uno podrá salir con vida.

Durante la década del sesenta, el cine de espionaje experimentó un alza en su popularidad debido a la aparición del espía británico James Bond, lo que provocó la realización de una buena cantidad de producciones similares, en las que un determinado espía estaba llamado a eliminar cualquier amenaza que desafiara el orden mundial. Sin embargo, la visión del mundo del espionaje cambió bruscamente durante la década del setenta en Hollywood, debido a la influencia que el fracaso de la guerra de Vietnam y el bullado escándalo de Watergate habían tenido en la sociedad norteamericana. La paranoia y el cinismo reinante se traspasaron al cine de espionaje, el cual se convirtió en el mejor vehículo para reflejar el sentir de la población. Fue así como de pronto las coloridas historias de espías como el mismo Bond o Derek Flint (Our Man Flint, 1966), se convirtieron en relatos oscuros, donde la traición estaba a la orden del día, y cuyos protagonistas solían ser hombres atormentados cuyas lealtades estaban trastocadas. Fue en este clima de desconfianza que David W. Rintels en compañía de Gerald Wilson escribieron el guión de “Scorpio”, cinta que pretendía relanzar la carrera de un Burt Lancaster que en ese entonces tenía 59 años.

En esta ocasión, Lancaster interpreta a Cross, un veterano agente de la CIA que junto a Scorpio, un asesino a sueldo francés, durante el último tiempo han estado encargándose de eliminar algunos de los objetivos de la agencia, con el fin de inclinar la balanza política a favor de los Estados Unidos. Y es que el mundo se encuentra en medio del conflicto entre los bloques capitalista y comunista, donde los involucrados son meros peones en un juego que no parece tener límites. A su llegada de su última misión, nos enteramos que la CIA quiere a Cross muerto, y que el encargado de asesinarlo es nada menos que Scorpio, a quien le han ofrecido una suculenta suma de dinero y el puesto de su otrora mentor en la agencia. Acusado de ser un doble agente y con el implacable asesino tras sus pasos, Cross huye a Viena esperando que Zharkov (Paul Scofield), un agente soviético con quien él ha entablado una duradera amistad pese a estar en bandos contrarios, lo ayude a vivir lo suficiente como para poder sacar a su esposa (Joanne Linville) del país para el que alguna vez trabajó y que ahora quiere verlo muerto.


Esta es básicamente la trama de un film que durante su primera hora, no solo nos sitúa en el contexto histórico en el que transcurre la historia, sino que además nos explica a grandes rasgos las características del trabajo de Cross y Scorpio, la relación que existe entre ellos, y la vida que estos mantienen fuera de su trabajo. Al mismo tiempo, Cross es retratado como un hombre que está cansado del trabajo que realiza, específicamente debido a que está plenamente consciente de lo vacuo de su accionar, y que cuya única preocupación es su esposa quien pacientemente lo espera en casa cada vez que sale de viaje. Por otro lado, Scorpio es descrito como un joven ambicioso, cuya lealtad no es más que un bien que le ofrece al mejor postor, y que cuya desconexión con el mundo lo ha llevado a identificarse con los gatos callejeros, a los que parece tenerles más cariño que a los mismos humanos. Si bien es cierto que él muestra un cierto respeto por Cross, que lo lleva a dudar de las acusaciones que se le imputan, y que en un determinado momento del film baraja la idea de abandonar su trabajo para comenzar una nueva vida con la mujer que ama, durante gran parte del relato exhibe una frialdad sin límites. Y es que desde el primer minuto es evidente que ambos hombres se desenvuelven en un mundo completamente ambiguo, donde nada es lo que parece y donde todos intentan resolver las situaciones que se van presentando para su propio beneficio. 

Es debido a esta misma ambigüedad que cuesta identificarse con alguno de los protagonistas, ya que ninguno de los dos logra alzarse como un personaje moralmente aceptable. De la misma forma, la cinta tampoco toma partido por uno de los dos bloques en conflicto. Mientras que se cuestionan duramente las políticas norteamericanas concernientes a la erradicación del comunismo en el mundo, también se expone la idea de que el comunismo como doctrina está lleno de fallos que no permiten que su aplicación solucione los problemas sociales que está llamado a solventar. En ese sentido, tanto Cross como Zharkov, que no son más que las dos caras de la misma moneda, en una de las tantas conversaciones que mantienen durante el transcurso del film expresan su malestar con las ideologías que alguna vez juraron seguir y proteger, y que eventualmente los han arrastrado a un conflicto que no parece tener solución ni sentido. Sus conversaciones también sirven para poner sobre el tapete el tema de lo viejo versus lo nuevo. Tanto Cross como Zharkov pertenecen a una especie en extinción, que era capaz de cuestionar las órdenes de sus superiores, lo que con el tiempo los ha convertido en una amenaza para estos últimos, quienes ahora prefieren delegar el trabajo sucio a tipos como Scorpio, que pertenece a nueva camada de espías que se caracteriza por su eficiencia y por un accionar exento de cuestionamientos morales.


Con el fin de mantener un ritmo narrativo ágil y romper la pasividad en la que cae por momentos el film, el director inserta algunas escenas de acción bastante bien coreografiadas, en las cuales llama la atención la participación de Burt Lancaster, cuyo pasado como artista de circense le permitió realizar todas las acrobacias que requerían dichas escenas. De la misma forma, la trama contiene algunas vueltas de tuerca que si bien son interesantes, también exponen uno de los grandes problemas del film, que es la inverosimilitud de algunas situaciones. Gran parte del tiempo los personajes son omniscientes en extremo, lo que provoca que algunos conflictos se solucionen con una rapidez abismante. Por ese mismo motivo, cuesta entender que Cross tenga tantos problemas para esconderse en Viena, pero que le resulte tan sencillo regresar a los Estados Unidos para asesinar a quien antes era su jefe (John Colicos). En cuanto al desempeño del elenco, este es algo dispar. Mientras que Delon realiza un buen trabajo interpretando a este asesino enigmático y ambicioso, Paul Scofield se luce como el reposado agente soviético que pese a su marcado patriotismo, no duda en tenderle una mano a su amigo a sabiendas de los problemas que esto le puede ocasionar. Burt Lancaster en cambio, a ratos no puede evitar reflejar el tedio que le provocó interpretar este papel (el cual se dice que no aceptó de buena gana), lo que inevitablemente le quita dramatismo a algunas de las escenas en las que participa. 

Por otro lado, la cinta cuenta con el correcto trabajo de fotografía de Robert Paynter, y con la nostálgica banda sonora del compositor Jerry Fielding, que realza el tono pesimista de la historia. Así mismo, es destacable la adecuada utilización de los escenarios en los que transcurre el film, al punto que estos terminan convirtiéndose en elementos clave a la hora de construir una atmósfera de suspenso propia de un relato de espías. Pese a tener un par de largometrajes destacables dentro de su filmografía, Michael Winner siempre ha sido considerado como un director mediocre. Esto queda absolutamente patente durante la primera media hora del film, la cual presenta un estilo narrativo algo caótico que no solo dificulta la comprensión de la historia, sino que además pone en peligro el grado de interés del espectador en la misma. Solo una vez que Cross emprende su huída, la cinta se torna bastante más interesante y entretenida, sin llegar a convertirse en una experiencia completamente satisfactoria. Lamentablemente, “Scorpio” no cuenta con los atributos suficientes como para convertirse en una de las joyas del cine de espionaje, pero de todas formas es una película recomendable para quienes tienen cierta debilidad por este tipo de relatos.

                 

por Fantomas.

viernes, 18 de mayo de 2012

Investigation of a Citizen Above Suspicion: El corrupto brazo de la ley.

“Indagine su un cittadino al di sopra di ogni sospetto” (1970), es un drama criminal del director Elio Petri, el cual está protagonizado por Gian Maria Volonté y Florinda Bolkan.

Un importante funcionario de la policía (Gian Maria Volonté) asesina a su amante (Florinda Bolkan) y siembra un montón de pruebas en su contra en la escena del crimen, con el único fin de probar los límites de su propia inmunidad.

El 13 de febrero de 1970, el director Elio Petri, quien en ese entonces tenía 40 años de edad, declaró en una entrevista: “Uno de los grandes errores de mi generación fue no haber contribuido lo suficiente en la construcción de una sociedad realmente democrática”. Quizás es por esto que la obra del director parecía estar comprometida con la causa que su generación no fue capaz de asumir a cabalidad. Con el transcurso de los años, se hizo evidente que el leitmotiv del cine de Elio Petri era la denuncia de las fallas y los vicios de los distintos estamentos existentes en la sociedad, cuya interacción de una u otra forma terminaba influyendo directamente en el comportamiento de la ciudadanía. Fue así como a través de cintas como “L´assassino” (1961) y “La decima vittima” (1965), criticó sin pudor al sistema judicial y a los medios de comunicación respectivamente, siempre mostrando su compromiso con las libertades sociales y con las ideas de izquierda. Con la intención de examinar el concepto de libertad que permite el principio de autoridad, y el miedo que experimentaban los ciudadanos ante los encargados de impartir la ley, Petri junto al guionista Ugo Pirro se lanzaron a la tarea de escribir una historia con tintes kafkianos, cuyo protagonista es nada menos que un importante funcionario de la policía romana.

Dicho policía, a quien todos llaman “el Doctor”, es el flamante jefe de homicidios, quien recientemente ha sido promocionado a la atareada sección de asuntos políticos, donde es admirado por sus pares debido a sus métodos represivos. Embriagado por su propio poder y enceguecido por los constantes insultos que recibe de su amante, Augusta Terzi, este decide asesinarla a sangre fría en el departamento de ella. No contento con eso, luego procede a plantar una serie de evidencias en el lugar, que eventualmente lo ubicarán dentro de la línea investigativa como el posible culpable del crimen. Para el Doctor, quien se considera a sí mismo como la vacuna represiva capaz de detener la enfermedad existente en Italia, la cual está representada por el creciente descontento de la población, su crimen funciona como una suerte de experimento, cuyo único fin es probar la impunidad del poder que le proporciona su asiento en el departamento de policía. Es precisamente con la escena del asesinato que comienza el film, que durante su transcurso no solo nos irá revelando el extraño plan del Doctor, sino que además irá ensamblando mediante flashbacks la relación que este tenía con la que era su amante, al mismo tiempo que se exhibe sin pudores la ideología represiva de la policía que en esa época estaba lidiando con un sinnúmero de manifestaciones estudiantiles.


La cinta perfectamente podría dividirse en dos partes. En la primera parte puede verse como el Doctor y sus colegas encarnan el poder prácticamente absoluto y discriminador de la ley, por lo menos en lo que respecta al contexto histórico y social en el que transcurre la historia (aunque esto fácilmente podría extrapolarse al presente de cualquier país). Esto no solo queda demostrado en el curioso accionar del protagonista a la hora de asesinar a la mujer, sino que además queda explicitado en el discurso que éste da cuando recibe la tan añorada promoción: “¿Cuál es la diferencia entre un asalto a un banco y una protesta organizada y legalizada? Ninguna. Ambas manifestaciones tienden a romper el status quo. Nosotros por otro lado, somos los guardianes de la Ley, y queremos que esta se mantenga inmutable grabada en el tiempo. La gente es inmadura, la ciudad está enferma. Otros son los encargados de educar a la gente, nosotros debemos reprimir. La represión es nuestra vacuna. La represión y la civilización”. Y es que para el Doctor, una vez que la autoridad logra imponerse como la verdad absoluta dentro de una sociedad, todo lo que atenta contra ella de inmediato pasa a ser calificado como un crimen o una anormalidad del sistema. Es así como principalmente en el primer segmento del film y en la surrealista secuencia final, Petri arremete con todo contra la concepción deformada de un Estado autoritario y todopoderoso, que cree estar por encima del Bien y el Mal, y cuya soberbia termina dinamitando el sistema que ha intentado construir con tanto ahincó. 

En gran medida esto es lo que le sucede al protagonista durante el segundo segmento del film. Gradualmente ve como su posición dentro del departamento de policía no le servirá de mucho para ocultar su crimen ni sus verdaderos sentimientos, lo que inevitablemente sacará a relucir sus miedos y su verdadera personalidad. Y es que durante los flashbacks en los que se examina su relación con Augusta, se ve como ella no solo disfrutaba con la realización de rituales sadomasoquistas en los que junto al protagonista, repasaban algunos de los casos de homicidios en los que él había participado, sino que además se observa como ella constantemente humilla a quien dentro de su departamento no goza de ninguna autoridad. Respecto al tema del sadomasoquismo que experimenta la pareja, bien lo explicaba Pier Paolo Pasolini en algunos de sus films; lo único que se ha probado que es realmente frustrante para un sádico, es la posibilidad de que su víctima disfrute ser castigada. Entendiendo esto, podemos ver como el personaje de Florinda Bolkan se convierte en la metáfora de una ciudadanía que canaliza sus impulsos revolucionarios en la atracción morbosa por el crimen y la dominación moral. Es el accionar de la mujer el que termina convirtiendo al representante de la ley en un criminal, quien eventualmente termina por sucumbir cuando se percata de lo paradojal de su plan.


La cinta cuenta con un elenco estupendo, que está comandado por un Gian Maria Volonté que en esta ocasión realiza un trabajo brillante. El actor logra con éxito construir a un personaje que si bien intenta ser una caricatura de los representantes de la ley, se ve increíblemente real. Es un “monstruo” cuyo magnetismo traspasa la pantalla, y que ostenta un autocontrol y una seguridad que no solo le permite burlarse de sus colegas y superiores, sino que además contribuye a que este siempre vaya un paso delante de ellos y del espectador. Por su parte, Florinda Bolkan interpreta de buena manera a esta mujer manipuladora y enigmática, que exuda sensualidad en cada una de las escenas en las cuales participa. Por otro lado, el film cuenta con el estupendo trabajo de fotografía de Luigi Kuveiller, y la magnífica banda sonora del compositor Ennio Morricone, que no solo dota al film de una atmósfera misteriosa, sino que además complementa de buena manera el actuar esquizofrénico del protagonista. Por último cabe destacar la dirección de Elio Petri, quien a mi gusto es uno de los grandes artesanos del cine italiano, y que en esta ocasión utiliza una serie de efectos y ángulos de cámara que no hacen más que realzar el tono satírico y a ratos surrealista de la historia.

Resulta increíblemente curioso el hecho de que pese a que la película recibió el premio Oscar a la mejor película extranjera en 1971, esta ha pasado casi desapercibida durante una buena cantidad de años. Es muy probable que la cinta haya decepcionado a mucha gente que esperaba encontrarse con una trama más cercana al giallo, y que finalmente terminó viendo un largometraje que utiliza un crimen como el canalizador de un discurso político altamente controversial que está plagado de metáforas. Sin embargo, esto no significa que no se trate de una película entretenida. A través de una serie de actos estrambóticos, diálogos y situaciones ácidas, y vueltas de tuerca inesperadas, Petri logra mantener el interés del espectador durante todo el transcurso del film. “Indagine su un cittadino al di sopra di ogni sospetto” es una de las grandes obras olvidadas del cine italiano, y una de las mejores películas con tintes kafkianos de las que tenga memoria. De hecho, el mensaje que intenta transmitir Petri bien lo resume la frase del mismo Kafka que aparece al final de la cinta: “Independiente de la impresión que él pueda dejar en nosotros, él es un servidor de la ley y por lo tanto, él es parte de la ley y elude el juicio humano”.

 

por Fantomas.

lunes, 14 de mayo de 2012

Taste the Blood of Dracula: El Conde Drácula y su curiosa cruzada de venganza.

“Taste the Blood of Dracula” (1970), es una cinta de terror del director Peter Sasdy, la cual está protagonizada por Christopher Lee, Geoffrey Keen y Linda Hayden.

Lord Courtley (Ralph Bates), un depravado satanista obsesionado con la idea de resucitar a Drácula (Christopher Lee), convence a tres caballeros para comprar unas reliquias pertenecientes al mismísimo Príncipe de las Tinieblas: su capa, una cadena y un frasco de sangre pulverizada. Reunidos en una vieja iglesia, el grupo practicará un extraño ritual cuyas consecuencias serán más terribles de lo que imaginaban.
A principios de la década del setenta, las producciones de la compañía británica Hammer Films comenzaron a exhibir la carencia de ideas de los profesionales a cargo del estudio. Esto eventualmente provocaría que existieran algunos roces entre productores, directores, guionistas y actores, generando un tenso ambiente laboral. Esto fue precisamente lo que ocurriría durante la producción de “Taste the Blood of Dracula”, que sería la quinta entrada de la saga del famoso vampiro que realizó la llamada Casa del Martillo. Algunos de los problemas que experimentaría la producción se arrastraban del rodaje del film “Dracula has Risen from the Grave” (1968), donde Christopher Lee tuvo que ser persuadido por James Carreras para interpretar al Conde. Por este mismo motivo, el actor reaccionó de mala manera cuando el productor le pidió protagonizar “Taste the Blood of Dracula”, puntualmente porque sentía que su sueldo era demasiado bajo en relación a las ganancias que estaba obteniendo el estudio fuera de Inglaterra con sus producciones. Cuando Lee se negó a participar en el proyecto, los creativos de la Hammer se lanzaron a la tarea de encontrar a un actor más joven para darle una nueva imagen a Drácula. El actor seleccionado para llevar a cabo dicha labor sería un joven de 29 años llamado Ralph Bates, cuya experiencia profesional solo se limitaba a una participación en una miniserie basada en la vida de Calígula. 

Lamentablemente, este intento de renovación por parte de la Hammer no fue visto con buenos ojos por sus asociados norteamericanos, la productora Warner-Seven Arts, quienes habían accedido a financiar la cinta solo si esta era protagonizada por Christopher Lee. A raíz de esto, la productora Aida Young se vio obligada a convencer al complicado actor de reintegrarse al proyecto, quien tras una serie de conversaciones finalmente aceptó participar en el film. Sin embargo, su tardía inclusión no le dejaría mucho tiempo al productor y guionista Anthony Hinds, quien como de costumbre fue acreditado bajo el seudónimo de John Elder, para cambiar algunos aspectos del guión ya terminado, por lo que no solo Drácula aparece recién durante la segunda mitad de la cinta, sino que además Ralph Bates tuvo que resignarse a interpretar a un súbdito del vampiro cuya participación en pantalla es bastante reducida. Una vez finalizado el rodaje y cuando todo el mundo pensaba que los problemas se habían acabado, surgió otro inconveniente que generaría una nueva polémica al interior del estudio. Durante la primavera de 1969, el hijo del director Freddie Francis, Kevin Francis, le entregó a Brian Lawrence y James Carreras un guión titulado “Dracula´s Feast of Blood”, el cual servía de secuela a la ya mencionada “Dracula Has Risen From the Grave”. Si bien el guión fue rápidamente rechazado, tras el estreno de “Taste the Blood of Dracula” Francis se percató que varios elementos presentes en su guión habían sido plasmados en el film por el director Peter Sasdy. Aunque el asunto no llegó a mayores, la acusación de plagio llevaría a Anthony Hinds, quien hacía un tiempo que estaba desencantado con su rol al interior de la Hammer, a presentar su renuncia justo un año después del estreno de la cinta.

“Taste the Blood of Dracula” comienza exactamente donde termina “Dracula Has Risen From the Grave”, con el fallecimiento del vampiro luego de haber sido atravesado por una cruz gigantesca. Aprovechando la curiosa oportunidad que se le presenta, un vendedor ambulante que justo pasaba por el lugar, decide recoger parte de los restos de Drácula con la intención de comercializarlos en algún momento. Luego de esta breve introducción, la cinta se sumerge de lleno en las andanzas de William Hargood (Geoffrey Keen), Samuel Paxton (Peter Sallis) y Jeremy Secker (John Carson), los cuales son tres caballeros victorianos que bajo la apariencia honorable que intentan proyectarle al resto de los miembros de la comunidad en la que residen, esconden una serie de oscuros deseos que los llevan a asistir de forma regular a diversos burdeles ubicados en los barrios más peligrosos de la región. Es en una de sus tantas visitas a estos burdeles que conocen a un hombre llamado Lord Courtley, quien los convence de comprar ciertos artefactos que son necesarios para realizar un ritual que les asegurará placer eterno. Lamentablemente, durante la realización del ritual satánico que consistía en beber una copa de la sangre de Drácula, los tres hombres entran en pánico y terminan asesinando a Courtley. Debido a este trágico acontecimiento, el mítico vampiro volverá a la vida utilizando el cuerpo de su lacayo, con la única intención de vengarse de los hombres que lo asesinaron y de sus respectivas familias.

La temprana muerte de Lord Courtley y la posterior utilización de su cuerpo como contenedor del espíritu de Drácula, es el primero de una serie de acontecimientos que terminan relegando al vampiro a un papel secundario dentro de una historia que estaba llamado a protagonizar. Reforzando esta idea de que el Conde no es más que un adorno en la trama, se encuentra el hecho de que Drácula utiliza a los hijos de los tres hombres involucrados en el ritual, como verdaderos peones de su venganza, en especial a la hija de Hargood, Alice (Linda Hayden). Con respecto a esto, cabe mencionar que la vampirización de los integrantes más jóvenes de familias de los caballeros victorianos oculta un significado mucho más profundo de lo que parece. El trío conformado por Hargood, Paxton y Secker, en su afán de mantener las apariencias, han forzado a sus hijos a vivir bajo ciertos códigos morales bastantes estrictos, lo que inevitablemente ha provocado en los jóvenes un fuerte sentimiento de frustración que eventualmente terminarán volcando sobre quienes los reprimen. En el caso puntual de Alice Hargood, debido a que su padre no solo reprueba su relación con Paul Paxton (Anthony Higgins), sino que además es violento con ella y con su madre, no resulta extraño que ella sea en la primera víctima en caer bajo el influjo de Drácula, y que termine convirtiéndose en una pieza importante del siniestro plan del vampiro.

En el ámbito de las actuaciones, Christopher Lee logra con éxito que Drácula se presente como un personaje intimidante pese a lo pobre de sus diálogos y a lo breve de su participación. Geoffrey Keen por su parte, interpreta de manera perfecta a un hombre reprimido que cree controlar el mundo que lo rodea, hasta que se involucra con cosas que van más allá de su comprensión. En gran medida, William Hargood es el verdadero villano de una historia que presenta como tema central la influencia de los pecados de los padres sobre sus hijos, y como estos eventualmente se vuelven en su contra. En cuanto al resto del elenco, si bien la mayoría realiza un trabajo correcto, lamentablemente tanto Linda Hayden como Anthony Higgins no logran que el espectador empatice con la situación en la que se ven envueltos sus personajes, lo que obviamente influye en capacidad de impacto de la subtrama que protagonizan. En lo que al aspecto técnico de la producción se refiere, se destaca el estupendo trabajo de fotografía de Arthur Grant, el maravilloso diseño de producción de Scott MacGregor, y la efectiva banda sonora del compositor James Bernard, la cual curiosamente se parece bastante a la que el músico escribió para la cinta “The Devil Rides Out” (1968). Por último, es necesario mencionar el buen trabajo de Peter Sasdy, quien no solo utiliza una serie de interesantes ángulos de cámara para contrastar la inmensidad del poder de Drácula con la fragilidad del resto de los personajes, sino que además consigue que la escena de la resurrección del vampiro se convierta en una de las más memorables del film, debido a que incluso utiliza algunos efectos en stop-motion en su intento por sorprender al espectador. 

La mayoría de los problemas de “Taste the Blood of Dracula” se desprenden de los cambios en el guión que tuvo que realizar de manera apresurada Anthony Hinds. Mientras que por un lado resulta poco creíble que Drácula vuelva a la vida solo con la intención de vengar la muerte de un seguidor que jamás conoció, por otra parte resulta bastante curioso el hecho de que por momentos la trama tome distancia del tema del vampirismo, considerando que se trata de una cinta que tiene al famoso Conde como protagonista. En la vereda contraria, el film se beneficia enormemente del impresionante trabajo de locaciones realizado en la campiña de Hertfordshire, y de las escenas filmadas en el atmosférico Cementerio Highgate. Pese a todas sus falencias, “Taste the Blood of Dracula” es una película entretenida que tiene la virtud de presentar algunas ideas interesantes, un puñado de buenas actuaciones, y un llamativo aspecto técnico. Solo algunos meses después del estreno de esta cinta, la Hammer produciría su sexto largometraje de Drácula titulado “Scars of Dracula” (1970), el cual presentaría una estética muy distinta a la exhibida en las producciones clásicas del estudio. Es a raíz de esto que la cinta de Peter Sasdy sigue siendo considerada por muchos estudiosos como el último gran film de horror gótico de la Hammer, compañía que durante años dominó completamente el mercado del cine de terror mundial.



por Fantomas.

jueves, 10 de mayo de 2012

Especial: ¿Qué es el cine de culto?

Entre los aficionados al cine es habitual escuchar el término “film de culto”, pero muy pocas veces nos detenemos a pensar en lo que esto realmente significa y en las características que debe presentar una producción para ser catalogada como tal. Comúnmente, se denomina a un film como de culto cuando este ha adquirido un grupo muy específico de fanáticos. Y es que estas usualmente se caracterizan por escapar de los cánones establecidos por el cine mainstream, ya sea en el ámbito narrativo, técnico o argumental, llegando incluso a ser tildadas en ocasiones como obras controversiales. Por este mismo motivo, estas películas fallan en lograr cierto éxito fuera de su grupo de seguidores. Sin embargo, en ocasiones con el paso del tiempo, algunas de estas producciones logran un cierto reconocimiento masivo, llegando incluso a ser consideradas como verdaderos clásicos del cine. Con el correr de los años, los estudiosos han establecido que son cuatro los elementos cuya compresión es clave para entender a cabalidad el llamado cine de culto. Estos son; Anatomía: que se refiere básicamente al contenido, el estilo y el formato de cada producción; Consumo: hace referencia a como la cinta es recibida por el público y la crítica; Política económica: tiene relación con las políticas de distribución y promoción del estudio encargado de las películas, y los lugares en los cuales esta fue exhibida; y Estatus Cultural: que habla de cómo una determinada película se relaciona con una época y una región establecida. Si bien no es necesario que todos estos elementos se combinen para dar vida a un film de culto, cada uno tiene una especial significancia a la hora de elevar una película a un estatus que la separa del resto.

- La Anatomía de un Film de Culto: Existen algunas características que suelen ser asociadas con mayor frecuencia a las cintas de culto que otras. Una de ellas es la Innovación. Los films de culto frecuentemente contienen un elemento innovador ya sea en el ámbito estético o temático. Esto se debe a que básicamente los realizadores tras estas producciones buscan generar un remezón dentro de un sistema que consideran rígido y conservador. Ejemplos de este tipo de ejercicio rupturista, son las cintas “Un chien andalou” (1928), “Salo” (1975), y “In the Realm of the Senses” (1976). Otra cualidad que suele estar asociada a los films de culto, es su “Mala Calidad”. Curiosamente, algunas películas terminan siendo situadas en esta especie de pedestal cultural únicamente por la ineptitud de sus participantes (directores, actores, músicos, etc.), lo cual atenta directamente con las normas del cine comercial. Sin embargo, esto no significa que todas las películas pobremente realizadas alcanzan el estatus de culto. Para ello, estás cintas deben presentar otras características que sumadas a su ineptitud, las transforman en obras que transcienden en el tiempo (una de estas es que sus defectos se conviertan en virtudes, dotando a estas producciones de un cariz humorístico involuntario). Buenos ejemplos de esto son los films “Reefer Madness” (1934), y “Plan 9 From Outer Space” (1959), entre otras
.

La Transgresión por su parte, podría considerarse como un nivel más elevado de innovación. Muchos films de culto han logrado ese estatus porque los elementos que los conforman obliteran cualquier intento de comparación con otras películas. Esto no significa que estas sean mejores o peores que otras producciones, sino que sencillamente son diferentes o únicas si se quiere. De esta forma, los realizadores en su afán por crear una obra trasgresora, ignoran por completo las convenciones clásicas o contemporáneas del cine, incluyendo los aspectos estilísticos, morales o políticos. Ejemplos de esto son las cintas “Eraserhead” (1977), “El Topo” (1970), “The Rocky Horror Picture Show” (1975), y la totalidad de la obra de Kenneth Anger, solo por nombrar algunas. Los films de culto también suelen ser Intertextuales. Invitan a hacer comparaciones y conexiones con otras películas o con otras expresiones culturales. Por ende, esto hace alusión no solo la inclusión de referencias de otras producciones, ya sea en la forma de diálogos, situaciones o cameos, sino que además existe un llamado a reflexionar sobre los mitos, la historia, y los arquetipos de diversas culturas. Dentro de esto último, podemos encontrar cintas como “Blow Up” (1966), “Easy Rider” (1969), y “Videodrome” (1983), las cuales podrían ser fácilmente consideradas como verdaderos testimonios de una época determinada, o como una cruda crítica a las tendencias que terminaron por definir ciertos periodos históricos.

Un elemento esencial de muchas películas que alcanzan el estatus de culto, es su habilidad para apelar a la Nostalgia del espectador, llevándolo a idealizar una época pasada. Mucha de la reputación de culto que posee la cinta “The Sound of Music” (1965), tiene relación con la capacidad que tiene esta para provocar nostalgia por el glamur de los parajes de Austria. Algo similar sucede con los films “Roman Holiday” (1953) y “Don´t Look Now” (1973), que convierten a las ciudades de Roma y Venecia respectivamente, en un personaje más del relato. Esta añoranza por un “mundo pasado” que existe al interior del cine de culto, suele estar ligada a temáticas que incluyen viajes temporales. El encanto especial que presenta este mecanismo narrativo, reside en el hecho de que este desafía la lógica, la cohesión de la narración, y la continuidad temporo-espacial de las historias en las que es utilizado. La simple generación de imágenes que representan el pasado, el futuro, o un presente paralelo de los personajes involucrados, sirven para que el espectador genere especulaciones con respecto a cómo interpretar la historia. Algunas cintas de culto que cumplen este parámetro son “Donnie Darko” (2001), “Back to the Future” (1985), y “It´s a Wonderful Life” (1946). Por último, existe otro aspecto enmarcado dentro de la anatomía de un film que puede elevarlo al estatus de obra culto, y este es el Gore. Una buena porción de películas que se caracterizan por su extrema violencia, la cual logra incomodar al espectador, con el transcurso de los años han sido encasilladas dentro del cine de culto, como por ejemplo “The Texas Chainsaw Massacre” (1974), “Evil Dead” (1982), “Re-Animator” (1985), y “The Thing” (1982), entre otras.


- El Consumo de un Film de Culto: En la mayoría de las ocasiones, una película no se convierte en objeto de culto debido al éxito comercial que obtuvo al momento de su estreno, o a la aceptación de esta por parte de la crítica, sino que su cambio de estatus descansa en la activa participación de un grupo de fanáticos que venera a aquellas producciones que se presentan como respuesta al cine “normal y aburrido”. Para ahondar aún más en el tema, corresponde mencionar que la Celebración Activa es esencial en el “nacimiento” de un film de culto. Y es que como sucede en el cultismo tradicional, el cine de culto involucra rituales de celebración, en los que usualmente un grupo de seguidores establece roles y obligaciones con el fin de recordar una determinada obra y su impacto cultural. Bastante ligado a esto se encuentra la sensación de Comunión y Comunidad que se experimenta en ciertas exhibiciones de cintas de culto. Si bien la gran mayoría de estas exhibiciones son preconcebidas por un grupo de seguidores, en ocasiones se producen expresiones de camaradería espontanea entre los asistentes, que se explica por el sentimiento de pertenencia que estos sienten cuando se ven inmersos al interior de un grupo de personas desconocidas que sorpresivamente comparten sus gustos e intereses.

Algo que la mayoría de los films de culto tienen en común es que estos están ligados a “Experiencias de Vida” de los espectadores. La sensación de haber participado en algo, ya sean festivales, proyecciones nocturnas (las míticas “midnight movies”), o incluso en reuniones de amigos, colaboran a elevar a ciertas cintas al nivel de objetos de culto. Sin lugar a dudas, las circunstancias que rodean el visionado de una película colaboran a que esta sea recordada de forma especial. Por otro lado, el consumo del cine de culto implica un nivel importante de Compromiso. Este no responde sencillamente a una moda pasajera, sino que su estatus se mantiene a través del tiempo, esencialmente porque los seguidores de una determinada cinta de culto, mantienen una actitud de respeto hacia la obra, que los lleva incluso a desafiar cualquier interpretación que se le quiera dar al objeto de su fascinación, que diste de la que ellos ya han preconcebido. En relación a esto, en más de una ocasión se ha sugerido que los consumidores de cine de culto están divididos en dos grandes grupos: unos son los llamados Cinéfilos, quienes básicamente son los espectadores que se enorgullecen de poder dar opiniones expertas en lo que se refiere al tópico del cine. Por lo general, prefieren las películas que los desafíen en algún nivel o que dentro de su temática contengan una suerte de “viaje filosófico” que les otorgue un mayor grado de profundidad. Algunos ejemplos de las películas que atraen a los cinéfilos son: “A Clockwork Orange” (1971), “The Holy Mountain” (1973), y “Fight Club” (1999).


El segundo grupo serian los llamados Aficionados, quienes no solo poseen un conocimiento trivial de un gran número de cintas, sino que además no dudan en demostrar su apreciación por el cine en general. Cinéfilos y aficionados suelen estar ligados al consumo del cine de culto debido a que la forma en cómo afrontan una determinada película, va más allá de la aprobación o la desaprobación de la misma. Por último, existe otra característica que los consumidores del cine de culto suelen presentar, y esta es su afición por construir Cánones Alternativos, que buscan desafiar a los cánones “oficiales”, los cuales frecuentemente son diseñados por la crítica. Los aficionados no solo consumen cierta clase de films, sino que además se preocupan de elevarlos por sobre otras obras cinematográficas. Esta práctica usualmente queda demostrada mediante la construcción de listas, en las que se enumera un grupo de producciones con el afán de que otros les presten la atención que “merecen”. Si bien algunas de estas son construidas por revistas como por ejemplo “Fangoria”, que estableció los “cánones alternativos” en la década del ochenta, hoy en día los grandes responsables de la canonización de ciertos films son fanáticos comunes y corrientes, quienes aprovechan los medios de comunicación como el internet, para expresar sus gustos y sus opiniones con respecto a ciertas películas.

- La Política Económica de un Film de Culto: Si bien hoy en día es bastante común la construcción consciente de cintas de culto por parte de algunos cineastas, por lo general es gracias a un cúmulo de circunstancias involuntarias que puede ocurrir en uno de los niveles de producción, promoción, o recepción, que una determinada película se convierte en una obra de culto. Los films de culto generalmente son el resultado de algún “accidente”. Esto se refiere a que en ocasiones la gestación compleja, controversial, o dificultosa de una película que bien puede tener una trama profunda o superficial, tiene como resultado que esta adquiera otro cariz. Los detalles de cómo fueron realizadas cintas como “Caged Heat” (1974), “The Terror” (1963), “Psycho” (1960) o “Rope” (1948), se convierten en verdaderas leyendas, lo que eventualmente termina llamando la atención de un grupo de espectadores que las convierten en objetos de su afición. Sucede algo similar con las obras que están asociadas a realizadores y actores cuyas carreras han estado marcadas por infortunadas o curiosas situaciones. Es por esto que no es de extrañar que gran parte de la filmografía de Orson Welles, Bela Lugosi, o Terry Gilliam, sea encasillada dentro del cine de culto. Por último, dentro de lo que se refiere a los “accidentes” cinematográficos, cintas como “Waterworld” (1995), que han pasado a la historia como fracasos comerciales sin precedentes, también tienen una buena posibilidad de obtener credenciales de film de culto.


La promoción por otro lado, juega parte importante a la hora de presentar una película como digna de culto. Las artimañas o “gimmicks” que utilizó el director William Castle para promocionar gran parte de sus cintas, son parte del encanto de las mismas. En algunos casos, ciertas películas pasan a ser de culto debido a errores que tienen relación con escándalos al momento de su estreno, o a malas decisiones por parte de los distribuidores. Un buen ejemplo de esto fue lo que sucedió con “The Texas Chainsaw Massacre”, la cual en 1970 por algún extraño motivo, fue seleccionada para ser exhibida como un film de matiné para niños. Dentro de todo este proceso, juegan un papel importante los festivales y las exhibiciones especiales, como las ya mencionadas proyecciones de medianoche. En cierta forma, la poca disponibilidad de ciertas películas suele acarrearles cierto nivel de culto. En otras ocasiones, es la misma censura la que les otorga un estatus diferente. Los llamados “video nasties” han ganado la reputación de films de culto debido a que la distribución de estos fue prohibida en Inglaterra durante la década del ochenta. Dentro de este grupo se encuentran “Antropophagus” (1980), “The House by the Cementery” (1981), y “The Driller Killer” (1979), entre otras. Por último, existe una relación directa entre la recepción que tiene una cinta y el cine de culto. En la medida que un film determinado o un género en específico se mantenga en constante demanda a través de los años, los productores van a explorar las posibilidades de serializar algunas franquicias a través de secuelas o remakes, los cuales de una forma u otra, generan un mayor interés por la obra original. Las numerosas secuelas de “Friday the 13th” (1980), o la oleada de remakes hollywoodenses de producciones japonesas como “Ringu” (1998) o “Dark Water” (2002), le han otorgado a las cintas originales un nivel de atención prácticamente incombustible. Cumplen está misma función las retrospectivas, las restauraciones, las “ediciones especiales”, los spin-off, las sátiras y las “malas copias”, todas las cuales realzan la importancia de la obra original.

- El Estatus Cultural de un Film de Culto: Es común encontrarse con que los tópicos tocados por algunas de las llamadas cintas de culto, son por muchos considerados como inusuales o inapropiados. Si bien esto en ocasiones lleva a que dichos trabajos se califiquen como “extraños”, en algunos casos estos pueden llegar a herir las sensibilidades culturales de determinados grupos de personas, lo que tendrá como consecuencia que tanto los films como los involucrados en el mismo terminen siendo condenados o incluso perseguidos. Esto también tiene estricta relación con la distribución global que tienen dichas películas. Mientras que en su lugar de origen son consideradas como expresiones culturales que responden a los parámetros de “normalidad”, una vez que cruzan sus fronteras son consideradas como “Objetos Curiosos” que pueden llegar a provocar distintas reacciones dependiendo del lugar donde son exhibidos. Los thrillers policiales hongkoneses (“The Killer”, 1988), el manga japonés (“Akira”, 1988), el horror realista belga (“Man Bites Dog”, 1992), o el blaxploitation (“Shaft”, 1971), son buenos ejemplos de esto. De la misma forma, aquellas cintas filmadas en locaciones exóticas también provocan la curiosidad del espectador. Este es uno de los motivos por lo cual los largometrajes de Werner Herzog filmados en el Amazonas (“Aguirre, der Zorn Gottes”, 1972, y “Fitzcarraldo”, 1981) han logrado destacarse del resto de las historias fílmicas de exploración.


Por otro lado, la Sensibilidad Cultural de una cinta suele estar bastante relacionada con su reputación de objeto de culto. A menudo las cintas de culto deambulan en la delgada línea que está entre la exposición y la explotación de estas sensibilidades, dando la impresión que no solo abre un debate con respecto a ciertos prejuicios, sino que además los refuerzan. Por ejemplo, mientras que “Le sang des bêtes” (1949) ha ganado cierta reputación por plantear el tema de la crueldad animal, otros films como “Cannibal Holocaust” (1980) han sido nombrados de culto por haber sido censurados en varios países por contener escenas reales de crueldad animal. Y es que precisamente este es uno de los tópicos que junto a la misoginia, la mentalidad prejuiciosa de los pueblos pequeños, y las costumbres y ritos de las etnias no occidentales, parecieran repetirse a menudo en el cine de culto. Cintas como “Straw Dogs” (1971), “I Spit on Your Grave” (1978), o “Baise-moi” (2000), no tienen tapujos a la hora de retratar a las mujeres como meros objetos que están inexorablemente ligados a actos de violencia, lo cual les ha valido la atención de un grupo no menor de espectadores. Por otro lado, la representación de etnias no occidentales bajo un halo de misterio, seducción, inmoralidad, y salvajismo, también suele ser parte del estatus cultural del cine de culto. Los films de Tarzán, el cine mondo (cuyo mayor representante es “Mondo Cane”, 1962), o el soft-porn exótico (“Emmanuelle”, 1972), son ejemplos prototípicos de esto.

Pese a que estas producciones suelen ser denominadas como racistas, es destacable como algunas de ellas también presentan una actitud liberal acerca del rompimiento de tabúes, especialmente en lo que respecta a aquellos de índole sexual, mediante la promoción de “deseos ocultos” y fetiches. Y es que entre menos “políticamente correcta” sea una cinta, más posibilidades tiene de convertirse en una obra de culto. En ese sentido, “The Trip” (1967), “Le weekend” (1967), y “Zabriskie Point” (1970), son buenos ejemplos de cómo algunos films que celebran el uso de drogas, comportamientos “desviados”, o ideales políticos incendiarios, logran obtener un grupo fiel de seguidores. Como ha quedado establecido en este artículo, son varios los elementos que pueden definir que es un film de culto, como este ha llegado a obtener ese estatus, y como se comporta el público que suele seguir este tipo de producciones. La verdad es que no existen reglas definidas para que una película alcance ese estatus, a veces tan sobrevalorado por los fanáticos del cine, y con el correr de los años, de la impresión de que cada vez aparecen más cintas que terminan siendo encasilladas dentro del cine de culto. Y es que pareciera que eventualmente todo se reduce a los gustos de cada persona, y a la impresión que una determinada película deja en ella.


por Fantomas.
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