“The Final Countdown” (1980), es un film de ciencia ficción del director Don Taylor, el cual está protagonizado por Kirk Douglas, Martin Sheen, Katharine Ross y James Farentino.
Un moderno y enorme portaviones de la marina norteamericana se ve envuelto en una gigantesca tormenta en las costas de Hawái. El extraño y misterioso fenómeno meteorológico termina enviando a la nave y a la totalidad de su tripulación al pasado, justo unas horas antes de que ocurra el infame bombardeo de Pearl Harbor, otorgándole al Capitán Matthew Yelland (Kirk Douglas) y compañía la oportunidad de reescribir el pasado y alterar de manera incontrolable el futuro.
Dentro del género de la ciencia ficción nos encontramos a menudo con historias que se centran en el deseo del hombre de poder manejar el tiempo y el espacio a su antojo, sin detenerse en ocasiones en las consecuencias que pueden tener sus actos. Con esto en mente, Thomas Hunter, Peter Powell y David Ambrose comenzarían a escribir un guión donde un viaje temporal accidental les ofrecería a un grupo de marinos del ejército norteamericano la oportunidad de borrar uno de sus acontecimientos históricos más dolorosos: el bombardeo de Pearl Harbor. Encantado con la idea, el productor Peter Douglas no solo consiguió que su padre, el mítico actor Kirk Douglas, participara en la cinta, sino que además logró despertar el interés de la Marina de los Estados Unidos, institución que se mostró dispuesta a facilitar algunas de sus instalaciones y a dar asesoría técnica, con el fin de sacar adelante esta modesta producción que les serviría en cierta medida para reclutar nuevos soldados. Con la condición de rodar solo bajo la autorización del personal de marina que se encontrase en el lugar, el equipo de filmación liderado por el director Don Taylor pasó alrededor de diez semanas rodando la cinta en la Estación Naval Norlfolk y en la Estación Naval Aérea de Key West.
Lamentablemente para el director, la irresponsabilidad de algunos de sus técnicos y la intervención constante de la Marina, terminó retrasando el calendario de filmación, lo que dañó su hasta entonces intachable reputación. Más allá de estos detalles, la historia se centra en el curioso e inexplicable viaje temporal del portaaviones U.S.S. Nimitz y su tripulación, quienes durante un ejercicio de entrenamiento son transportados por una suerte de vórtice al 6 de diciembre de 1941, exactamente un día antes de que los aviones japoneses bombardearan la base de Pearl Harbor. Mientras intentan descubrir que fue lo que sucedió y como pueden volver a su época de origen, el Capitán Matthew Yelland, el Comandante Richard Owens (James Farentino), y el consejero del Ministerio de Defensa Warren Lasky (Martin Sheen), tendrán que debatir en un breve periodo de tiempo si van a actuar en contra de las fuerzas de combate japonesas, reescribiendo por completo la historia, o van a evitar intervenir en la sucesión de acontecimientos de aquel fatídico día, a sabiendas de las terribles consecuencias que eso puede tener.
Más de alguno habrá escuchado alguna vez el concepto del efecto mariposa, que postula que dadas ciertas condiciones iniciales en un determinado sistema caótico, la más mínima variación de ellas puede provocar que el sistema evolucione de forma diferente. Esto quiere decir que basta una pequeña perturbación inicial, para generar un efecto considerablemente grande a mediano o corto plazo. Evidentemente, la cinta coquetea con este concepto, y digo coquetea porque jamás se mete de lleno a analizar las potenciales consecuencias de la intervención de los protagonistas en un hecho histórico por todos conocido. El único que menciona algunos de los alcances del concepto del efecto mariposa, es el personaje interpretado por Martin Sheen, quien se atreve a teorizar que la alteración de cualquier evento del pasado, por más pequeño o irrelevante que este pueda parecer, puede alterar por completo la cadena de acontecimientos históricos que dieron como resultado su propia existencia y la de sus compañeros en esta peculiar aventura. El hecho de que los guionistas intenten evadir por todos los medios cualquier profundización del tema, tiene dos consecuencias claramente tangibles. La primera tiene relación con el accionar de los protagonistas, en especial con las decisiones que toma el Capitán Yelland, mientras que la segunda resulta ser una paradoja temporal que atenta contra la inteligencia del guión.
En lo que a la primera consecuencia se refiere, los militares dejan en claro su postura tan pronto como se percatan que han viajado en el tiempo; su deber es proteger al país de cualquier ataque, por lo que lo único correcto es derribar a las tropas japonesas antes de que estás logren su objetivo. Pese a las advertencias de Warren Lasky, quien es el único que por momentos parece tener algo de cordura, Yelland decide seguir adelante con su plan sin importarle las nefastas consecuencias que este pueda tener. Lo que dificulta la comprensión del accionar de estos personajes, es el hecho de que durante el transcurso del film comienzan a caer en pequeñas contradicciones, lo que impide que el espectador se identifique con algunos de ellos. Mientras que Lasky teoriza con la posible desaparición de todos los tripulantes del U.S.S. Nimitz en caso de que estos lleguen a atacar a los invasores japoneses, por otro lado este no oculta su entusiasmo con la idea de reescribir la historia. Yelland en cambio, si bien no tiene problemas para ocupar los hombres y las armas que tiene a su disposición para impedir el inminente ataque extranjero a tierras norteamericanas, por momentos se muestra sumamente cauteloso a la hora de intervenir con su entorno, confundiendo tanto a quienes están bajo sus órdenes como al mismo espectador.
En cuanto a la paradoja temporal que mencionaba anteriormente, Yelland y compañía terminan viéndose involucrados en el ataque de un par de aviones japoneses a un yate propiedad del senador Samuel Chapman (Charles Durning), quien junto a su asistente Laurel Scott (Katharine Ross), logran ser rescatados por el Coronel Owens. Indudablemente, el rescate de estas dos personas quienes debiesen haber muerto en ese ataque, significa una grave alteración en la continuidad temporal, lo que inevitablemente debiese traer algunas consecuencias. Si bien parte de esta alteración es solucionada mediante un lamentable accidente, de todas formas termina produciéndose una paradoja temporal que escapa a toda lógica (aunque esta sea un arma de doble filo en lo que se refiere al cine de ciencia ficción). Y es que los guionistas en todo momento apelan a que el espectador no se cuestione demasiado que es lo que está sucediendo. Tal y como los protagonistas aceptan rápidamente que han sido transportados en el tiempo por un suerte de agujero negro, el espectador debe aceptar sin cuestionamientos los giros imposibles que da la historia, y hacer a un lado cualquier tipo de noción existente concerniente al concepto del efecto mariposa. Durante el transcurso del film, Yelland y su equipo producen más de un cambio significativo en el pasado, lo que curiosamente no provoca ninguna consecuencia tangible para ellos, ni para el espectador.
Más allá de los aspectos temáticos del film, este tiene la virtud de contar con un gran elenco que en general realiza una buena labor, además de presentar un correcto apartado técnico, donde obviamente se destacan los efectos especiales los cuales pese a ser bastante simples, resultan ser efectivos. Gran parte del encanto de la cinta reside en el suspenso que provoca la posibilidad de que la tripulación del U.S.S. Nimitz altere el pasado de manera considerable, y en la descripción que realiza el director de lo que es la vida a bordo de un barco. Además de esto, el film incluye un par de escenas de acción que ayudan a agilizar un relato que por momentos tiende a caer en algunas lagunas. Si bien puede resultar criticable la forma en cómo Don Taylor y compañía optan por elegir una salida fácil para evitar ahondar en las consecuencias del conflicto principal, no se puede negar que pese a sus falencias narrativas y temáticas, “The Final Countdown” resulta ser una película entretenida que por momentos se asemeja al cine de ciencia ficción de la década del cincuenta, lo que le da un encanto especial. Aunque obviamente se trata de una producción que está a años luz de la brillante “Back to the Future” (1985), que trata de mejor manera el concepto del efecto mariposa, de todas formas el film de Taylor sigue siendo considerado por muchos espectadores como una pequeña joya del cine de ciencia ficción ochentero.
por Fantomas.