viernes, 24 de agosto de 2012

The Final Countdown: ¿Y si pudiésemos reescribir la historia?

“The Final Countdown” (1980), es un film de ciencia ficción del director Don Taylor, el cual está protagonizado por Kirk Douglas, Martin Sheen, Katharine Ross y James Farentino

Un moderno y enorme portaviones de la marina norteamericana se ve envuelto en una gigantesca tormenta en las costas de Hawái. El extraño y misterioso fenómeno meteorológico termina enviando a la nave y a la totalidad de su tripulación al pasado, justo unas horas antes de que ocurra el infame bombardeo de Pearl Harbor, otorgándole al Capitán Matthew Yelland (Kirk Douglas) y compañía la oportunidad de reescribir el pasado y alterar de manera incontrolable el futuro.



Dentro del género de la ciencia ficción nos encontramos a menudo con historias que se centran en el deseo del hombre de poder manejar el tiempo y el espacio a su antojo, sin detenerse en ocasiones en las consecuencias que pueden tener sus actos. Con esto en mente, Thomas Hunter, Peter Powell y David Ambrose comenzarían a escribir un guión donde un viaje temporal accidental les ofrecería a un grupo de marinos del ejército norteamericano la oportunidad de borrar uno de sus acontecimientos históricos más dolorosos: el bombardeo de Pearl Harbor. Encantado con la idea, el productor Peter Douglas no solo consiguió que su padre, el mítico actor Kirk Douglas, participara en la cinta, sino que además logró despertar el interés de la Marina de los Estados Unidos, institución que se mostró dispuesta a facilitar algunas de sus instalaciones y a dar asesoría técnica, con el fin de sacar adelante esta modesta producción que les serviría en cierta medida para reclutar nuevos soldados. Con la condición de rodar solo bajo la autorización del personal de marina que se encontrase en el lugar, el equipo de filmación liderado por el director Don Taylor pasó alrededor de diez semanas rodando la cinta en la Estación Naval Norlfolk y en la Estación Naval Aérea de Key West.

Lamentablemente para el director, la irresponsabilidad de algunos de sus técnicos y la intervención constante de la Marina, terminó retrasando el calendario de filmación, lo que dañó su hasta entonces intachable reputación. Más allá de estos detalles, la historia se centra en el curioso e inexplicable viaje temporal del portaaviones U.S.S. Nimitz y su tripulación, quienes durante un ejercicio de entrenamiento son transportados por una suerte de vórtice al 6 de diciembre de 1941, exactamente un día antes de que los aviones japoneses bombardearan la base de Pearl Harbor. Mientras intentan descubrir que fue lo que sucedió y como pueden volver a su época de origen, el Capitán Matthew Yelland, el Comandante Richard Owens (James Farentino), y el consejero del Ministerio de Defensa Warren Lasky (Martin Sheen), tendrán que debatir en un breve periodo de tiempo si van a actuar en contra de las fuerzas de combate japonesas, reescribiendo por completo la historia, o van a evitar intervenir en la sucesión de acontecimientos de aquel fatídico día, a sabiendas de las terribles consecuencias que eso puede tener.


Más de alguno habrá escuchado alguna vez el concepto del efecto mariposa, que postula que dadas ciertas condiciones iniciales en un determinado sistema caótico, la más mínima variación de ellas puede provocar que el sistema evolucione de forma diferente. Esto quiere decir que basta una pequeña perturbación inicial, para generar un efecto considerablemente grande a mediano o corto plazo. Evidentemente, la cinta coquetea con este concepto, y digo coquetea porque jamás se mete de lleno a analizar las potenciales consecuencias de la intervención de los protagonistas en un hecho histórico por todos conocido. El único que menciona algunos de los alcances del concepto del efecto mariposa, es el personaje interpretado por Martin Sheen, quien se atreve a teorizar que la alteración de cualquier evento del pasado, por más pequeño o irrelevante que este pueda parecer, puede alterar por completo la cadena de acontecimientos históricos que dieron como resultado su propia existencia y la de sus compañeros en esta peculiar aventura. El hecho de que los guionistas intenten evadir por todos los medios cualquier profundización del tema, tiene dos consecuencias claramente tangibles. La primera tiene relación con el accionar de los protagonistas, en especial con las decisiones que toma el Capitán Yelland, mientras que la segunda resulta ser una paradoja temporal que atenta contra la inteligencia del guión.

En lo que a la primera consecuencia se refiere, los militares dejan en claro su postura tan pronto como se percatan que han viajado en el tiempo; su deber es proteger al país de cualquier ataque, por lo que lo único correcto es derribar a las tropas japonesas antes de que estás logren su objetivo. Pese a las advertencias de Warren Lasky, quien es el único que por momentos parece tener algo de cordura, Yelland decide seguir adelante con su plan sin importarle las nefastas consecuencias que este pueda tener. Lo que dificulta la comprensión del accionar de estos personajes, es el hecho de que durante el transcurso del film comienzan a caer en pequeñas contradicciones, lo que impide que el espectador se identifique con algunos de ellos. Mientras que Lasky teoriza con la posible desaparición de todos los tripulantes del U.S.S. Nimitz en caso de que estos lleguen a atacar a los invasores japoneses, por otro lado este no oculta su entusiasmo con la idea de reescribir la historia. Yelland en cambio, si bien no tiene problemas para ocupar los hombres y las armas que tiene a su disposición para impedir el inminente ataque extranjero a tierras norteamericanas, por momentos se muestra sumamente cauteloso a la hora de intervenir con su entorno, confundiendo tanto a quienes están bajo sus órdenes como al mismo espectador.


En cuanto a la paradoja temporal que mencionaba anteriormente, Yelland y compañía terminan viéndose involucrados en el ataque de un par de aviones japoneses a un yate propiedad del senador Samuel Chapman (Charles Durning), quien junto a su asistente Laurel Scott (Katharine Ross), logran ser rescatados por el Coronel Owens. Indudablemente, el rescate de estas dos personas quienes debiesen haber muerto en ese ataque, significa una grave alteración en la continuidad temporal, lo que inevitablemente debiese traer algunas consecuencias. Si bien parte de esta alteración es solucionada mediante un lamentable accidente, de todas formas termina produciéndose una paradoja temporal que escapa a toda lógica (aunque esta sea un arma de doble filo en lo que se refiere al cine de ciencia ficción). Y es que los guionistas en todo momento apelan a que el espectador no se cuestione demasiado que es lo que está sucediendo. Tal y como los protagonistas aceptan rápidamente que han sido transportados en el tiempo por un suerte de agujero negro, el espectador debe aceptar sin cuestionamientos los giros imposibles que da la historia, y hacer a un lado cualquier tipo de noción existente concerniente al concepto del efecto mariposa. Durante el transcurso del film, Yelland y su equipo producen más de un cambio significativo en el pasado, lo que curiosamente no provoca ninguna consecuencia tangible para ellos, ni para el espectador.

Más allá de los aspectos temáticos del film, este tiene la virtud de contar con un gran elenco que en general realiza una buena labor, además de presentar un correcto apartado técnico, donde obviamente se destacan los efectos especiales los cuales pese a ser bastante simples, resultan ser efectivos. Gran parte del encanto de la cinta reside en el suspenso que provoca la posibilidad de que la tripulación del U.S.S. Nimitz altere el pasado de manera considerable, y en la descripción que realiza el director de lo que es la vida a bordo de un barco. Además de esto, el film incluye un par de escenas de acción que ayudan a agilizar un relato que por momentos tiende a caer en algunas lagunas. Si bien puede resultar criticable la forma en cómo Don Taylor y compañía optan por elegir una salida fácil para evitar ahondar en las consecuencias del conflicto principal, no se puede negar que pese a sus falencias narrativas y temáticas, “The Final Countdown” resulta ser una película entretenida que por momentos se asemeja al cine de ciencia ficción de la década del cincuenta, lo que le da un encanto especial. Aunque obviamente se trata de una producción que está a años luz de la brillante “Back to the Future” (1985), que trata de mejor manera el concepto del efecto mariposa, de todas formas el film de Taylor sigue siendo considerado por muchos espectadores como una pequeña joya del cine de ciencia ficción ochentero.

 

por Fantomas.

jueves, 2 de agosto de 2012

I Deal in Danger: Como reciclar una serie de televisión para convertirla en un largometraje.

“I Deal in Danger” (1966), es un thriller bélico del director Walter Grauman, el cual está protagonizado por Robert Goulet, Christine Carère, y Eva Pflug.

David March (Robert Goulet) es un agente secreto norteamericano que logra infiltrarse en el alto mando alemán a principios de la Segunda Guerra Mundial, con el pretexto de que es un traidor. Ahora con la ayuda de Gretchen Hoffmann (Eva Pflug), una científica germana, tendrá que encontrar la forma de sabotear un peligroso proyecto secreto nazi, el cual puede cambiar el curso del conflicto bélico.

A principios de los sesenta, el cantante y actor Robert Goulet alcanzaría cierta fama en los Estados Unidos principalmente por su participación en varias obras de Broadway. Esto eventualmente lo llevó a probar suerte como actor en otros medios como el cine y la televisión, siendo en este último donde obtendría una mayor cantidad de roles durante el transcurso de su carrera. En 1965, Goulet sería escogido para protagonizar una serie de televisión producida por la 20th Century Fox titulada “Blue Light” (1966), la cual había sido creada por Larry Cohen y Walter Grauman. El show, el cual estuvo constituido por 17 episodios, presentaba al personaje de Goulet como un supuesto corresponsal norteamericano que al percatarse de la hegemonía nazi a principios de la Segunda Guerra Mundial, decide traicionar a su país y unirse a los servicios de inteligencia germanos. Sin embargo, pronto se descubre que él pertenece a un grupo de espías llamado “Blue Light”, cuyo objetivo principal es desmantelar la maquinaría nazi desde dentro. Debido a que a la serie no obtuvo los resultados esperados, el estudio optó por reciclar los cuatro primeros episodios, y editarlos de manera tal que pudieran ser utilizados para realizar un largometraje pensado para ser estrenado en las salas de cine del país, dando vida de esta forma a “I Deal in Danger”.

La cinta comienza con el asesinato del miembro número 16 del grupo de espías denominado “Blue Light”, estableciendo que solo queda un integrante vivo de dicho grupo, David March, quien se encuentra cómodamente infiltrado en la Alemania nazi. Como es de esperarse, su posición no solo le permite codearse con oficiales de la Gestapo y con miembros de la alta sociedad germana, sino que además le facilita la obtención de información confidencial que puede resultar crucial para el desarrollo de la guerra. En la actualidad, su principal objetivo es encontrar la manera de sabotear un proyecto secreto que se conoce bajo el nombre de “Grossmunchen”, el cual consiste en la fabricación de un nuevo tipo de armamento, con el cual los alemanes pretenden invadir Norteamérica y por ende ganar la guerra. Durante el transcurso de su difícil misión, March será ayudado por otra supuesta traidora llamada Suzanne Duchard (Christine Carère), cuyo padre fue ejecutado por la Resistencia Francesa por colaborar con los nazis, y por Gretchen Hoffmann, una de las científicas germanas a cargo del temido proyecto secreto, quien tras un trágico episodio se percata que desea enmendar lo que su país le ha hecho a tanta gente inocente.


Debido a su origen multiepisódico, “I Deal in Danger” presenta dos líneas dramáticas claramente marcadas. Durante su primera mitad, la cinta se centra en el juego del gato y el ratón que se produce entre el protagonista y Elm (Werner Peters), un oficial de la SS que desconfía de la lealtad de March, al punto que logra conseguir una orden judicial para asesinarlo al más mínimo indicio de que es un traidor. Y es que el oficial alemán sospecha que March es nada menos que el último miembro vivo de “Blue Light”, lo que lo convierte en un hombre muy peligroso. La prueba de fuego a la que será sometido el protagonista, consistirá en la validación de las intenciones de un doble agente británico (Donald Harron), quien siguiendo el ejemplo de March, supuestamente quiere comenzar a trabajar para la Alemania nazi. Lo que March no sabe, es que los alemanes están en conocimiento de las verdaderas intenciones del espía inglés, por lo que si este confirma que las palabras de su colega son sinceras, terminará cavando su propia tumba. Ya durante la segunda mitad del film, la  acción se centra en el traslado del protagonista a una planta subterránea de armamento, lugar en el cual conocerá a la científica Gretchen Hoffmann, quien parece ser su mejor opción para poder destruir la tan temida arma secreta de los alemanes, por lo que tendrá que convencerla de ayudarlo a cumplir su misión.

Teniendo en cuenta el escenario y las circunstancias en las que se desarrolla la historia, es evidente que gran parte del encanto de la cinta reside en la posibilidad de que el plan del protagonista sea expuesto por los nazis, poniendo en riesgo no solo su vida y la de sus asociados, sino que también toda la operación de la que forma parte, lo que significaría un golpe tremendo para las fuerzas aliadas. Sin embargo, hay una serie de elementos que atentan contra la construcción de una trama verosímil, los cuales en su mayoría tienen relación con la forma en la que son representados los oficiales nazis. En su gran mayoría, con la excepción del villano interpretado por Werner Peters, los nazis resultan ser personajes caricaturizados, que no solo se dejan engañar fácilmente por March y Suzanne Duchard, sino que además presentan un grado de sadismo y frialdad bastante menor al que usualmente exhiben en las producciones de estas características, lo que inevitablemente disminuye el nivel de tensión de algunas escenas que dependen del accionar del oficial nazi de turno. Y es que por momentos, los alemanes parecen ser tan solo una tropa de ineptos, cuya soberbia los ha llevado a confiarse demasiado, al punto que dejan que un supuesto traidor norteamericano deambule libremente incluso por sus fábricas de armamento más celosamente cuidadas.


Afortunadamente, el film se ve bastante beneficiado con la participación de Robert Goulet, quien interpreta de buena manera a este espía sofisticado, seductor y temerario, que siempre se las arregla para lograr su objetivo con una sonrisa en su rostro. Quienes también realizan un buen trabajo son el ya mencionado Werner Peters y Horst Frank, quienes interpretan de manera creíble a los principales villanos de la cinta (que dicho sea de paso, son los únicos dos personajes que dudan de la lealtad del protagonista), lo que los convierte no solo en personajes atractivos, sino que también en los principales generadores de tensión del relato. Por último cabe mencionar la labor tanto de Christine Carère como de Eva Pflug, quienes si bien realizan un trabajo correcto, por momentos sus interpretaciones se ven algo mermadas por lo pobre de sus diálogos. En el aspecto técnico, probablemente lo que más se destaca es la banda sonora compuesta por Joseph Mullendore y Lalo Schifrin, la cual de todas formas presenta algunos pasajes bastante planos que no permiten crear la atmósfera deseada. Por razones obvias, la fotografía por momentos deja bastante que desear, al igual que algunos de los sets en los cuales se desarrolla la historia, los cuales no pueden evitar exhibir la escasez de presupuesto con la que contaba la serie.

En términos narrativos, la cinta se ve tanto beneficiada como perjudicada por el collage de episodios que Cohen y Grauman utilizaron para construir el guión del film. Si bien por un lado la edición de los capítulos ayudó a que los ripios narrativos que presentaba la serie fueran eliminados, dando como resultado que la producción presente un ritmo bastante dinámico, por otra parte también provocó que muchas de las situaciones que se exploran durante el transcurso de la historia se resuelvan de manera apresurada, simplificando demasiado el trabajo de March y compañía. De la misma forma, durante los casi noventa minutos que dura el film, es imposible no percatarse de las secuelas directas del origen televisivo de la película, entre las que se encuentran las transiciones entre escenas tan típicas de las series de la época, y la secuencia de títulos inicial, la cual contiene varios extractos de los episodios de la serie, los cuales no necesariamente aparecen en el film. Pese a sus problemas narrativos y técnicos, “I Deal in Danger” resulta ser una “película” entretenida, que se ve ampliamente beneficiada por la presencia de un protagonista lo suficientemente interesante y querible, como para que el espectador haga caso omiso a varios de los elementos que atentan directamente contra la verosimilitud de una historia cuya concepción es por lo menos curiosa.


por Fantomas.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...