“The Paradine Case” (1947), es un drama judicial del director Alfred Hitchcock, el cual está protagonizado por Gregory Peck, Ann Todd, Charles Laughton y Alida Valli.
Cuando la hermosa y elegante señora Paradine (Alida Valli) es acusada de haber asesinado a su marido ciego, ella contrata al prestigioso abogado Anthony Keane (Gregory Peck) para que se encargue de su defensa. Es así como Keane comienza a familiarizarse con el exótico pasado de su clienta, lo que gradualmente provoca que el abogado exprese una incontrolable atracción hacia ella. Ahora que ha permitido que el corazón domine a la razón, la obsesión ciega de Keane no solo puede costarle el caso, sino que también su hasta entonces feliz matrimonio.
Desde que el escritor Robert Hickens publicó su novela “The Paradine Case” en el año 1933, el productor David O. Selznick se mostró interesado en llevarla a la pantalla grande. Tras varios intentos fallidos de producir la adaptación al interior de los estudios MGM, Selznick optó por llevar a cabo el proyecto junto a Alfred Hitchcock bajo el alero de los estudios RKO, marcando lo que sería su último trabajo en conjunto. Lamentablemente, el proyecto se desarrolló de forma caótica desde el inicio, lo que provocó que nadie se interesara demasiado por participar en el mismo. Aun cuando Gregory Peck aceptó interpretar el rol protagónico del film, el hecho que Hitchcock estaba más preocupado del término de su contrato con Selznick, y que el productor se mostraba cada vez más neurótico e inseguro de sí mismo, produjo una compleja atmósfera laboral de la cual era difícil abstraerse. Algunas semanas después del inicio del proceso de pre-producción, Hitchcock se reunió con su esposa Alma y con Ben Hecht para trabajar en el guión desarrollado por Selznick, lo que probaría ser una tarea extremadamente difícil. Al hecho de que Hitchcock, Hecht y Selznick tuvieron numerosas dificultadas para ponerse de acuerdo sobre la trama y el desarrollo de los personajes, se sumó la intervención de Joseph O. Breen, administrador del Código de Producción Cinematográfica, quien le estampó una serie de puritanas objeciones a los distintos borradores del guión.
Tras un año de problemas con el guión, el film comenzó a rodarse el 19 de diciembre de 1946, aun cuando la participación de la actriz italiana Alida Valli, quien se suponía que iba a interpretar a la señora Paradine, todavía no estaba asegurada. Si antes Selznick se mostraba inquieto por el destino del proyecto, ahora era presa de un pánico incontrolable que lo llevó a reescribir el guión por completo, sobre la base del día a día, enviando así nuevas líneas de diálogo al plató cada mañana justo antes de que los actores comenzaran a situarse frente a las cámaras. “Esto, por supuesto, hacía que Hitchcock se distrajera”, recordaría Gregory Peck, quien también señalaría en su momento que el director estaba tan aburrido con el proyecto y con la desorganización de Selznick, que a menudo cuando terminaban una toma, los actores solían mirar la silla del director solo para descubrir que este estaba durmiendo o al menos fingía estarlo. De manera simultánea, por aquel entonces la hipocondría de Hitchcock parecía ir en aumento, al igual que su peso, ya que como lo había hecho en ocasiones anteriores, el director optó por refugiarse de las presiones en la comida y la bebida. Para colmo, cuando Hitchcock le entregó a Selznick el film terminado, el que originalmente tenía una duración aproximada de tres horas, el productor redujo drásticamente su duración a 115 minutos, lo que le provocó un daño irreparable a la cinta que fue percibido por la crítica especializada. Y es que la pérdida de peso temático y narrativo es claramente percibible, aun cuando la producción presenta una serie de elementos que refuerzan la idea de que su infame reputación no es del todo merecida.
Pese a que se podría argumentar que “The Paradine Case” es más un film de Selznick que de Hitchcock, de todas formas posee elementos característicos de las cintas del director británico, como por ejemplo la exploración de temas como la obsesión, el amor y el sacrificio, los cuales serían revisados con mayor profundidad en gran parte de las películas que Hitchcock realizó durante la segunda mitad de la década del cincuenta. En esta ocasión, el abogado británico Anthony Keane se enamora de su atractiva y enigmática clienta, a quien la están enjuiciando por el asesinato de su esposo. Los sentimientos del abogado son evidentes incluso para su propia esposa (Ann Todd), quien pese a eso lo motiva a ganar el caso para que así el abogado pueda volver a ella con su psiquis intacta. Y es que ella puede ver con toda claridad, que si bien Keane no da señales de querer abandonarla por su clienta, él nunca volverá a ser el mismo hombre si la mujer de la cual se ha enamorado es sentenciada a morir en la horca. El conflicto amoroso en el que se ve involucrado el trío protagónico refleja en gran medida uno de los temas favoritos del director: la caída de un hombre que no puede evitar sucumbir a sus más oscuros impulsos, lo que lo lleva a caer en una trampa de la cual debe salir para salvarse mental y emocionalmente. Obviamente esto no será tarea sencilla, ya que el abogado no solo tendrá que lidiar con sus propios sentimientos, sino que también con sus celos, con su ego, y con la posibilidad de que su carrera se vea destruida por un fallo desfavorable en el juicio.
Si hay algo que resulta interesante con respecto a “The Paradine Case”, es el hecho que el film presenta una perspectiva única, la cual unifica los puntos de vista de todos los personajes femeninos del relato, gracias a que no pierden el tiempo peleándose entre sí a causa de sus celos o de su relación con los hombres. Es por este motivo que si bien el punto de vista de los hombres en relación a la figura de la Sra. Paradine es parte central de la trama, este queda relegado a un segundo plano cuando se hace evidente que la historia es relatada desde una perspectiva femenina. Por ejemplo, los hombres no son idealizados ni tampoco son tratados como un objeto; muy por el contrario, son comprendidos, compadecidos y amados. Gay Keane observa a su marido constantemente, y está consciente que él está pendiente de la Sra. Paradine. Esto le permite reconocer la fascinación del abogado por la acusada prácticamente desde el momento en el que se desarrolla. Por otro lado, tanto Gay como su amiga Judy (Joan Tetzel), y la esposa del Juez Horfield (Charles Laughton), Sophie Horfield (Ethel Barrymore), asisten al juicio como espectadoras, específicamente para ver el accionar de Keane y de Horfield. Y es que el foco de ambos es la Sra. Paradine, y su lucha por determinar si se trata de una santa o una asesina. Mientras que Horfield no duda en demostrar la satisfacción sádica que le provoca enjuiciar a una mujer hermosa, Keane defiende apasionadamente su visión idealizada de la acusada, aun cuando esta lo desprecia por tratar de involucrar a un criado llamado Andre Latour (Louis Jourdan) en el crimen, con quien ella al parecer mantiene una relación que va más allá de lo estrictamente laboral.
En lo que respecta al ámbito de las interpretaciones, el elenco realiza un trabajo bastante dispar. Mientras que Gregory Peck no realiza esfuerzo alguno por parecer británico, la actuación de Alida Valli provoca que el espectador se cuestione que es lo que tanto le atrae al protagonista de la gélida e inexpresiva Sra. Paradine. En la vereda contraria se encuentra Ann Todd, quien interpreta de manera correcta a la abnegada y sacrificada esposa del protagonista; Charles Laughton, quien logra que el Juez Horfield no solo resulte ser un personaje detestable, sino que además se eleve como la encarnación de la indolencia provocada por la sobreexposición a casos como el de la Sra. Paradine; y por último Ethel Barrymore, quien interpreta de manera sobresaliente a la compasiva y a menudo humillada esposa de Horfield, al punto que le significó una nominación al Oscar como mejor actriz de reparto. En cuanto al aspecto técnico de la producción, junto al trabajo de fotografía de Lee Garmes, es necesario destacar la ingeniosa forma en como Hitchcock filmó los dramáticos detalles del juicio: utilizando cuatro cámaras, cada una posicionada para filmar a los cuatro personajes principales que participan en las escenas que conforman el juicio, el director se aseguró de captar cada una de las reacciones de los involucrados, en un intento de otorgarle una mayor profundidad a todo el proceso. Por último, la banda sonora compuesta por Franz Waxman no funciona del todo bien, ya que es más propia de un melodrama que de una cinta que por momentos pretende sumergirse en los terrenos del suspenso, específicamente cuando intenta plantar un dejo de duda acerca de la real culpabilidad de la Sra. Paradine.
Viendo la progresión de la sociedad conformada por Hitchcock y Selznick en perspectiva, se podría afirmar que la calidad de los films realizados por la dupla mostró un evidente declive con el paso de los años. Y es que mientras que su primer trabajo en conjunto, “Rebecca” (1940), es sin duda el punto más alto de su compleja sociedad, “The Paradine Case” terminó siendo una de las películas menos memorables y más criticadas del admirado director británico, pese al interesante trasfondo temático que se esconde tras un drama judicial que carece de real suspenso, y cuyos protagonistas palidecen ante la participación de los personajes secundarios. Más allá de si se trata de una fábula acerca de los peligros de la participación de los productores en el proceso creativo cinematográfico, o de un ejemplo de cómo puede verse afectada una producción debido a la falta de interés del director, la mejor manera de ver “The Paradine Case” es considerándola como un producto transicional dentro de la carrera de Hitchcock, situado entre el éxito comercial que resultó ser “Notorious” (1946) y sus trabajos posteriores que comenzarían a presentar rasgos más experimentales y personales. Pese a sus innovaciones técnicas, a los ocasionales momentos de brillantez que tiene la cinta, y a lo interesante que resulta ser el prisma femenino desde el cual es relatada la historia, “The Paradine Case” tal como ocurre con su protagonista, resulta difícil no otorgarle un fallo desfavorable.
por Fantomas.
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