lunes, 12 de enero de 2015

Nothing But The Night: La breve aventura de Christopher Lee como productor.

“Nothing But The Night” (1973), es un film de misterio y terror del director Peter Sasdy, el cual está protagonizado por Christopher Lee, Peter Cushing y Georgia Brown.

Tres administradores de la fundación Van Traylen, la cual se dedica a acoger niños huérfanos, han sido hallados muertos en el último tiempo. Aunque las muertes parecen suicidios, el Coronel Charles Bingham (Christopher Lee), quien está a cargo de la investigación, cree que han sido asesinados por motivos económicos. Con la ayuda del médico patólogo, Sir Mark Ashley (Peter Cushing), Bingham pronto descubrirá que su curiosidad puede costarle muy caro.

 

Desde el momento que compartieron escena en las recordadas “The Curse of Frankenstein” (1957) y “Horror of Dracula” (1958), los actores británicos Christopher Lee y Peter Cushing entablaron una amistad que se extendería durante décadas, y que finalizaría con la muerte de Cushing en 1994, a causa de un cáncer a la próstata. Ambos de rostros angulosos y siluetas alargadas, trabajarían juntos en numerosas ocasiones durante su carrera, en gran medida porque durante las décadas del sesenta y del setenta su sola presencia era sinónimo de éxito comercial, y porque como el mismo Christopher Lee se ha encargado de declarar en incontables oportunidades, disfrutaban trabajar juntos al punto que buscaban guiones que les permitieran interpretar personajes antagónicos. Una de las tantas películas en las que coincidirían sería “Nothing But The Night”, la cual estaba basada en la novela del mismo nombre del escritor John Blackburn, y que sería producida por la compañía Charlemagne Productions, la que había sido fundada por Christopher Lee y Anthony Nelson-Keys con la intención de realizar films de terror más maduros que los producidos por la Hammer. Originalmente, la adaptación de la novela de Blackburn era la primera parte de un plan mucho más ambicioso por parte de Lee, quien deseaba adaptar otras dos novelas del escritor tituladas “Portrait of Barbara” y “Bury Him Darkly”, para así formar una trilogía cuyo protagonista sería el Coronel Charles Bingham, personaje que en esta oportunidad está a cargo de la investigación de las muertes de un grupo de administradores de la poderosa fundación Van Traylen. Sin embargo, algunos desacuerdos con el escritor y los exiguos resultados de taquilla del film, eventualmente tiraron por la borda las intenciones de Lee.

“Nothing But The Night” comienza con los asesinatos de tres administradores de la fundación Van Traylen, cada uno de los cuales se caracterizaba por ser personas de avanzada edad sumamente influyentes y acaudaladas. De manera casi simultánea, un bus que transporta a treinta huérfanos que están bajo el cuidado de la fundación, sufre un grave accidente de tránsito. Si bien ninguno de los niños termina con lesiones graves, la pequeña Mary Valley (Gwyneth Strong) ha quedado hospitalizada a petición del doctor Haynes (Keith Barron), debido a que la niña ha experimentado una serie de vívidas pesadillas en las que se ve envuelta en llamas luego del accidente. En el intertanto, el Coronel Bingham, quien desde hace ya un tiempo no trabaja como policía, se acerca al hospital donde está internada Mary para convencer a su viejo amigo, el patólogo Mark Ashley, que lo ayude a investigar la muerte de los administradores, ya que sospecha que algo se esconde tras lo que la policía ha catalogado como suicidios. Para complicar aún más el asunto, una reportera llamada Joan Foster (Georgia Brown) descubre que la niña no es realmente huérfana; su madre, una supuesta vidente llamada Anna Harb (Diana Dors), la cual ha estado diez años en prisión por asesinar a tres personas, ha aparecido para reclamar a la pequeña. Desde sus respectivas trincheras, Bingham, Ashley, Haynes y Foster, intentarán descubrir que se esconde tras las misteriosas muertes, y cuál es el secreto que parece residir en el subconsciente de Mary, cuya revelación puede ser la clave que solucione este complejo rompecabezas.

 

El gran motor de “Nothing But The Night” es el misterio que se esconde tras los asesinatos y el extraño comportamiento de la pequeña Mary, razón por la cual durante gran parte del metraje este funciona más como un thriller policial que como una cinta de terror. Si bien en un inicio la trama se presenta de manera atractiva atrapando rápidamente el interés del espectador, lamentablemente a medida que avanza el relato, el director pierde el rumbo con la inclusión de diversas subtramas que lo único que hacen es que el núcleo de la historia pase a segundo plano, y que el ritmo narrativo del film decaiga de manera considerable. Entre otras cosas, se explora el frenético escape de la en apariencia desequilibrada Anna Harb, quien rápidamente se convierte en la principal sospechosa de los crímenes, hasta la isla escocesa de Bala, lugar en el cual se encuentra el orfanato de la fundación Van Traylen y donde se desarrolla el último tramo de la película; la breve pero intensa relación amorosa que surge entre el Doctor Haynes y Joan Foster cuando ambos se involucran en el proceso de recuperación de Mary, y comienzan a investigar las verdaderas razones de la sorpresiva aparición de Anna Harb; y la desaparición y posterior búsqueda de un pequeño que también reside en el ya mencionado orfanato. Estos saltos constantes entre una subtrama y otra, complejizan de sobremanera una historia repleta de giros de tuerca, y provocan que muchas situaciones luzcan forzadas y poco creíbles, debido al torpe desarrollo de las mismas.

El principal problema con “Nothing But The Night”, es que sufre de una indefinición temática y narrativa constante, que le impide convertirse en una obra del todo coherente. Para comenzar, el film presenta una total carencia de un verdadero protagonista. Si bien en un inicio todo parece indicar que los personajes de Lee y Cushing son los protagonistas, la cinta pasa gran parte de su primera mitad explorando la investigación médica y periodística del Doctor Haynes y Joan Foster, para luego centrarse nuevamente en el Coronel Bingham y Mark Ashley, aunque siempre de manera intermitente, cuando estos son testigos de un nuevo atentado contra otro grupo de miembros de la fundación Van Traylen, quienes se encontraban a bordo de una embarcación en las costas de la isla de Bala. Todo esto, que es una consecuencia directa de la rotación constante de subtramas, provoca que al espectador le resulte virtualmente imposible identificarse con alguno de los cuatro personajes principales, aún es posible empatizar con sus motivaciones y creencias. Por otra parte, el guión intenta combinar ciertos elementos sobrenaturales con otros más cercanos a la ciencia, lo que resulta contradictorio en distintos niveles. Mientras que la inclusión de guiños al ocultismo paradójicamente acercan a la cinta al tipo de horror que tanto Christopher Lee como Anthony Nelson-Keys intentaban dejar de lado, la inverosímil explicación científica que se le intenta dar a los crímenes parece que solo busca justificar la participación del patólogo interpretado por Cushing.

 

Como es de esperarse, uno de los puntos altos de la cinta son las actuaciones de Christopher Lee y Peter Cushing, cuyas escenas en conjunto reflejan en gran medida la relación de amistad existente entre ambos actores. Mientras que Lee interpreta a un hombre algo serio y autoritario, que solo demuestra su faceta más apacible cuando está en compañía de su viejo amigo, Cushing le da vida a un médico que se muestra dispuesto a investigar incluso aquello que va en contra de su formación científica, y que de vez en cuando tiene pequeños estallidos de ira provocados principalmente por desavenencias con el Doctor Haynes y Joan Foster. Georgia Brown por su parte, realiza una labor correcta mermada únicamente por algunas líneas de diálogo bastante mediocres, y por la torpe escena romántica que tiene con el personaje interpretado por Keith Barron. Por último, tanto Gwyneth Strong como Diana Dors no pueden evitar caer en la sobreactuación, lo que causa por ejemplo que algunas de las escenas que muestran a una fugitiva Anna Harb refugiándose en el bosque de la isla de Bala, caigan en la comedia involuntaria. En relación al aspecto técnico de la cinta, mientras que el trabajo de fotografía de Kenneth Talbot resulta ser bastante mediocre, en especial en aquellas escenas que supuestamente transcurren de noche, la banda sonora compuesta por Malcolm Williamson es altamente irregular, por lo que en contadas ocasiones complementa de manera efectiva lo que buscan transmitir las imágenes.

Si algo hay que reconocerle a Peter Sasdy con respecto a su trabajo en “Nothing But The Night”, es su notoria preocupación por construir una atmósfera malsana y opresiva, que en cierta medida compensa algunas de las debilidades de un guión incapaz de explotar el potencial presente en una historia que en el papel prometía mucho más. De la misma forma, resulta necesario destacar lo sorprendente de la vuelta de tuerca final, la cual es coronada con una escena sumamente perturbadora que rápidamente queda grabada a fuego en la memoria del espectador. Curiosamente, el hecho de que la secuencia final involucre una hoguera, y que la clave del misterio que se proponen resolver los protagonistas se encuentre en una alejada isla, entre otras cosas, acercan a esta producción al film “The Wicker Man” (1973), el cual también contó con la participación de Christopher Lee. Como se menciona anteriormente, el magro resultado de taquilla de “Nothing But The Night” significó que la compañía Charlemagne Productions cerrara prontamente sus puertas, lo que le otorga una importancia histórica especial a esta modesta producción. “Nothing But The Night” es claramente una cinta fallida, pero presenta varios elementos interesantes que merece la pena considerar, como por ejemplo la mencionada participación de Lee y Cushing, lo peculiar de la solución final, y el curioso comentario que realiza acerca de la obsesión de la sociedad con la efímera juventud.


por Fantomas.

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