jueves, 19 de abril de 2012

Warlock: La batalla temporal de un brujo y su cazador.

“Warlock” (1989), es una cinta de terror del director Steve Miner, la cual está protagonizada por Julian Sands, Lori Singer y Richard E. Grant.

En el año 1691, un hombre (Julian Sands) es condenado a morir en la hoguera debido a que practica la brujería. Gracias a una fuerza misteriosa, el brujo y Redferne (Richard E. Grant), el hombre que había logrado capturarlo, son transportados trescientos años hacia el futuro. Ahora, con la ayuda de una joven llamada Kassandra (Lori Singer), Redferne tendrá que evitar que el brujo consiga la llamada Biblia del Diablo, con la cual planea destruir el mundo.
Durante la década de los ochenta, el cine de terror se convirtió en una importante fuente de ingresos para los diferentes estudios hollywoodenses. Sin embargo, la sobreexplotación del género durante este periodo, provocó que a fines de la década los directores se empezaran a quedar sin ideas. Dentro de la constante reutilización de las fórmulas que ya habían sido probadas con éxito anteriormente, algunos directores se atrevieron a plantear ideas originales aunque claramente riesgosas, con distintos resultados. Este es precisamente el caso de David Miner y su cinta “Warlock”, cuyo guión estuvo a cargo de David Twohy. Si bien la historia no es precisamente rupturista, era lo suficientemente llamativa y novedosa como para que Roger Corman y su compañía New World Pictures decidieran producir la cinta (la cual dicho sea de paso, fue una de las últimas películas que la productora realizó antes de ser declarada en bancarrota). La extraña mezcla de terror, ciencia ficción y comedia, no solo lograría llamar la atención del famoso productor y director, sino que además transformaría a este modesto film en un inesperado éxito.

“Warlock” es la historia del villano del mismo nombre (o a quien vamos a identificar con dicho nombre), el cual se ve involucrado en una batalla que traspasa las barreras del tiempo y el espacio con Giles Redferne, un cazador de brujas que culpa al hechicero de la muerte de su amada. El film comienza en el año 1961 en Boston, donde Redferne finalmente ha logrado capturar a Warlock, quien se encuentra prisionero en una torre a la espera de su sentencia. Cuando están a punto de quemarlo en la hoguera, el brujo invoca el poder de Satán para abrir un portal que le permite transportarse hacia la libertad. Sin embargo, segundos antes de que se cierre el portal, Redferne logra saltar adentro en su afán por acabar con su némesis. Lo que ninguno de los dos espera, es que la puerta mística que han utilizado para transportarse los llevará a un lugar más distante del que pudiesen haberse imaginado. Es así como ambos aterrizan en el año 1989, en medio de la ciudad de Los Ángeles, donde el mismísimo Diablo enviará al hechicero a recolectar las piezas de un libro conocido como el “Gran Grimoire”, también llamado la Biblia de Demonio, el cual contiene el verdadero nombre de Dios, que paradójicamente posee el poder para destruir toda su creación.

Cuando Redferne se entera de las intenciones de Warlock, se ve obligado a pedirle ayuda a una joven llamada Kassandra, la cual ha sido hechizada por el brujo, provocando que esta envejezca de forma acelerada. Con la presión de evitar el fin del mundo y la muerte de la joven quien tiene solo tres días de vida, la improvisada pareja tendrá que ingeniárselas para detener al cada vez más poderoso y sanguinario brujo. Si bien esta es a grandes rasgos la historia del film, son varios los elementos que la convierten en una producción destacable, lo que no significa que esté exenta de fallos. Por un lado, nos encontramos con las posibilidades narrativas que ofrece el viaje en el tiempo que realizan los protagonistas. Mientras que esta es una idea interesante, la cual está claramente inspirada por la cinta "The Terminator" (1984), lamentablemente no es del todo aprovechada por el director. Al mismo tiempo, tanto Warlock como Redferne parecen no tener demasiados problemas para aceptar que han sido transportados al futuro, ni para utilizar las innovaciones tecnológicas realizadas por el hombre durante los últimos trescientos años, las cuales para alguien del siglo XVII perfectamente podrían haber sido interpretadas como obras de brujería. Si bien es Redferne quien se ve un poco más afectado con la situación, de todas forma se adapta rápidamente a todas las comodidades que ofrece el siglo XX, echando por la borda la explotación de una situación que perfectamente pudo haber presentado tintes cómicos.

Por otro lado, la cinta a ratos se comporta como una “road movie”, especialmente cuando profundiza en la relación que se establece entre Redferne y Kassandra, quienes se ven obligados a perseguir al brujo a través de los Estados Unidos. Lo que comienza como una relación basada en la desconfianza y la incredulidad, se convierte gradualmente en una relación amorosa que nunca se llega a concretar del todo. Es en este tramo del film que el director juega un poco con la comedía, sometiendo a la dupla a situaciones en las que tendrán que improvisar para seguir con vida. Lamentablemente, Steve Miner no siempre logra su cometido en lo que a la comedia se refiere. Resulta curioso que lo que más risa provoca de todo el film, sean sus artesanales efectos especiales, los que obviamente no pretendían generar risas en el espectador. Y es que resulta imposible no reírse con las escenas en las que el brujo vuela al más puro estilo de Superman, las cuales perfectamente pudieron haberse omitido para evitar que la cinta cayera en la comedia involuntaria. También resulta hilarante la feroz batalla que sostiene la dupla protagónica al interior de un viejo granero, donde incluso terminan utilizando una veleta como arma.

Tras revisar todos estos factores, resulta extraño que “Warlock” sea habitualmente encasillada dentro del género del horror. En gran medida, esto se debe principalmente a la temática sobrenatural del film y a un par de escenas que exhiben ciertas dosis de violencia gráfica, las cuales pese a su sencillez resultan ser bastante efectivas. Junto con esto, la cinta incluye el asesinato de un niño fuera de pantalla, cuya sangre es utilizada por el brujo para poder volar. En este sentido, probablemente la secuencia que presenta la atmósfera más inquietante es aquella que transcurre en el Boston del 1600. Es ahí cuando el villano se ve más aterrador, imagen que se va diluyendo a medida que transcurre la historia. En cuanto al ámbito de las actuaciones, cabe mencionar que la labor del trío protagónico es resulta correcta. Julian Sands logra con éxito darle vida a un hechicero implacable y codicioso que busca ser el amo y señor del mundo, el cual por momentos se ve realmente intimidante. Sin embargo, termina siendo víctima de las circunstancias a las que se ve envuelto, perdiendo su capacidad de impacto. Richard E. Grant por su parte, realiza un buen trabajo interpretando al héroe de turno, el cual logra ser lo suficientemente carismático como para que el espectador logre empatizar con su causa. Afortunadamente, este logra tener bastante quimica con el personaje de Lori Singer, en quién recae el tono cómico de la cinta.

En lo que al aspecto técnico de la producción se refiere, lo más destacable es la banda sonora compuesta por Jerry Goldsmith, la cual por momentos logra imprimirle una atmósfera de suspenso al film. En relación a los efectos especiales realizados por Ken Pepiot, van desde lo absolutamente irrisorio hasta lo efectivo dentro de sus posibilidades. Si bien Steve Miner logra construir una cinta bastante entretenida, el hecho de que sea más bien episódica repercute directamente en la continuidad de la trama y en el ritmo narrativo de la misma. Al mismo tiempo, todo esto provoca que el guión presente una serie de agujeros que terminan generando más preguntas que respuestas. Pese a la gran cantidad de falencias que presenta “Warlock”, de todas formas se alza como una producción interesante que ha soportado de buena manera el paso del tiempo, en gran medida gracias a su curiosa fusión de géneros y temáticas, lo que terminó imprimiéndole un sello distintivo que fue reconocido por el público al momento de su estreno. Por este motivo no resulta extraño que la cinta de Miner generara dos secuelas, las que lamentablemente no podrían repetir lo logrado por el film original.



por Fantomas.

1 comentario:

Lucifer, Becario del Mal dijo...

SI, para ser un derivado de Terminator - con reminiscencias de Los Immortales también- tenía su punto. No me importaría repescarla algún día.

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