lunes, 5 de mayo de 2014

Eyewitness: La información es poder.

“Eyewitness” (1981), es un thriller del director Peter Yates, el cual está protagonizado por William Hurt, Sigourney Weaver y Christopher Plummer.

El introvertido Darryl Deever (William Hurt) consigue el empleo de conserje en un bloque de edificios. Durante el día, tiene por costumbre grabar las noticias de televisión en las que aparece Tony Sokolow (Sigourney Weaver), una bella reportera por la que siente una atracción irresistible. Cuando en el edificio donde trabaja se comete el asesinato de un individuo de nacionalidad vietnamita, ella acude a cubrir la noticia y Darryll, para despertar su interés, inventa la historia de que él lo ha visto todo, lo que le traerá pésimas consecuencias y pondrá el peligro el curso de la investigación.

 

Tras el rodaje del celebrado drama deportivo “Breaking Away” (1979), el director Peter Yates nuevamente se asoció con el guionista Steve Tesich, esta vez para desarrollar un thriller que tendría como fuentes de inspiración las consecuencias de la Guerra de Vietnam en la sociedad norteamericana, y la atracción que el mismo Tesich sentía por una periodista que trabajaba como lectora de noticias en un canal de televisión de la ciudad de Washington. Según Peter Yates, esta inusual fusión de temáticas se debía a que el guión del film era básicamente un híbrido de dos guiones que Tesich había estado escribiendo, los cuales no parecían ir a ninguna parte. Pese a que en un principio el escritor se rehusó a aceptar la idea de Yates de fusionar los guiones, eventualmente aceptó el desafío e hizo todo lo posible por otorgarle un cierto grado de coherencia a una historia con dos temáticas que tenían muy poco en común. Lo que dificultaba aún más su tarea, era el hecho de que Tesich siempre se caracterizó por ser un guionista más interesado en los personajes que en las tramas en las que estos se ven envueltos, por lo que el proceso de incluir vueltas de tuerca coherentes con el misterio central del relato, se convirtió en todo un dolor de cabeza para él.

En un thriller normal, la policía por lo general se dedica a seguir a los sospechosos de un determinado crimen, actividad que complementan con su aparente afición por el café. En “Eyewitness”, la interacción más memorable de los policías a cargo de la investigación del asesinato de un ciudadano vietnamita, tiene relación con una conversación en la que uno de ellos expresa su deseo de jubilarse sin haberle disparado a nadie, mientras que el otro le comenta que junto a su esposa van a adoptar a un niño, pese a no estar seguro de ser capaz de amar a un niño que no es suyo. Ninguno de estos personajes son realmente importantes para el desarrollo de la trama, pero son lo suficientemente reales como para despertar el interés del espectador. En gran medida, lo que convierte al film de Yates en una película entretenida, es el tiempo que el director le dedica al desarrollo de las personalidades de los distintos personajes que interactúan en la historia, los cuales en la mayoría de los casos superan las expectativas de un espectador preparado para ver un desfile de estereotipos. Por ejemplo, Tony Sokolow no es solo una reportera que aparece en televisión, sino que además oficia como pianista de medio tiempo y es la infeliz hija de unos padres dominantes. Darryl Deever por su parte, no es solo el conserje de un edificio, sino que también es un alma sensible capaz de conquistar al objeto de su obsesión; Aldo Mercer (James Woods) no solo es el mejor amigo del protagonista, sino que también es el entusiasta promotor de la boda entre Darryl y su hermana Linda (Pamela Reed), quien a su vez sigue con la relación solo porque le avergüenza decirle a Darryl que no está enamorada de él. Por último, Joseph (Christopher Plummer), quien en apariencia solo es el novio de Tony, es probablemente el personaje más complejo del film, ya que sus acciones están sujetas a la propia moralidad del espectador.

 

Más allá de lo relevante que son las personalidades de los protagonistas en el film, “Eyewitness” en el fondo es un thriller: Una noche, el conserje Darryl Deever descubre un cadáver en el lugar donde trabaja. Cuando el crimen adquiere la atención de los medios, Deever se ilusiona con la posibilidad de ser entrevistado por la hermosa reportera Tony Sokolow, por quien siente una atracción que raya en lo obsesivo. Sin pensarlo demasiado, él afirma conocer una gran cantidad de detalles acerca del crimen, por lo que está dispuesto a entregarle información a la periodista a cambio de una cita. Motivada por su ambición, Tony acepta la propuesta de Deever, lo que le traerá una serie de inesperados problemas a ambos. Por un lado, Deever sospecha que su mejor amigo, Aldo Mercer, con quien compartió filas en la Guerra de Vietnam, es el responsable de la muerte del Sr. Long (Chao Li Chi), un empresario vietnamita que se creía que vendía información durante la guerra. Dichas sospechas también son compartidas por los detectives a cargo del caso, quienes no se explican de donde Mercer ha sacado el dinero que últimamente ha estado gastando sin control. Tony Sokolow por su parte, comienza a ser perseguida por una dupla de vietnamitas sin motivo aparente, y debe lidiar con la creciente atracción que comienza a sentir por Darryl, la cual supone que no será aprobada por sus acaudalados y conservadores padres, ni mucho menos por su novio Joseph, quién últimamente ha estado actuando de forma sospechosa.

Es justo mencionar que la subtrama romántica que presenta el film es precisamente uno de sus puntos más fuertes. Desde su primer encuentro, cuando Tony intenta entrevistar a Darryl con respecto al crimen, y este solo se limita a decirle lo hermosa que es y lo mucho que le atrae, se forma una relación especial entre ambos personajes. Resulta curioso que ante la declaración de un hombre que afirma estar abiertamente obsesionado con ella, la periodista no lo reconozca como un acosador, sino que muy por el contrario, sienta un cierto grado de empatía hacia él. Aun cuando el director juega con la posibilidad de que la relación que se forma entre la dupla protagónica solo está basada en el mero interés, el espectador no puede evitar pensar que el simple hecho de que tanto Darryl como Tony sean dos personas encantadoras, las cuales son poseedoras de personalidades e historias de vida en extremo contrastantes, le otorga un cierto grado de interés a su potencial relación amorosa. El gran mérito de Yates es que el director juega hasta el final con la verdadera naturaleza de los sentimientos que la periodista siente por el conserje. Fuertemente influenciada por sus padres y por su propio entorno, la mirada de Tony en la escena final del film es claramente agridulce, ya que por un momento parece pensar que ha tomado la decisión equivocada, aun cuando nadie puede negar que ella ha hecho lo correcto.

 

La arriesgada apuesta hecha por Yates y Tesich no resultaría de no ser por la espléndida actuación del elenco participante, en especial de William Hurt, quien impide que el protagonista sea visto por el espectador como un hombre aburrido el cual repite la misma rutina día tras día, o como un depredador sexual cuya obsesión es indudablemente malsana. Sigourney Weaver por su parte, también interpreta su rol con un encomiable profesionalismo, lo que permite que las escenas que ambos protagonizan estén imbuidas de una cierta cuota de inocencia y dulzura. En cuanto al elenco secundario, es posible encontrar un buen número de rostros conocidos los que lamentablemente son desaprovechados. Mientras que la participación de Morgan Freeman y Steven Hill como los detectives a cargo de la investigación no aporta nada interesante a la trama, el rol de Kenneth McMillan como el padre discapacitado de Darryl, aun cuando se caracteriza por su marcado dramatismo, a fin de cuentas su inclusión no afecta en lo absoluto el desarrollo de la historia. Por otro lado, en lo que al aspecto técnico de la producción se refiere, esta cuenta con el correcto trabajo de fotografía de Matthew F. Leonetti, y con la prácticamente inexistente banda sonora de Stanley Silverman, lo que inevitablemente le resta algo de dinamismo a todo el asunto.

El desarrollo y la solución del misterio central del film son manejados con profesionalismo por el director y su guionista, especialmente el clímax de la historia el cual se desarrolla al interior de un establo y se caracteriza por ser poseedor de una clara influencia hitchcockiana, ya que Yates intenta honrar la inclinación del maestro del suspenso por mezcla la violencia con escenarios inapropiados. Cuando un guión cuenta con el suficiente nivel de desarrollo, en ocasiones es posible incluso seguir a los personajes secundarios de una historia hasta el cuarto de al lado, lejos del lente de la cámara, e imaginar cómo viven sus vidas alejados de la trama central de una determinada historia. Ese es precisamente el caso de “Eyewitness”, producción que bajo la promesa de un thriller policial, esconde un peculiar estudio de personajes influenciados por conflictos tales como la Guerra de Vietnam y el tráfico de ciudadanos judíos desde la entonces Unión Soviética. Aunque para muchos pueda resultar decepcionante la forma en cómo se desarrolla la trama de misterio, o el hecho de que esta en ocasiones quede relegada a un segundo plano, resulta refrescante encontrarse con producciones que deciden invertir tiempo en el desarrollo de los personajes, al punto de convencer al espectador que las situaciones reflejadas en la pantalla perfectamente son reproducibles en la vida real.



por Fantomas.

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