“The Believers” (1987), es un thriller de horror del director John Schlesinger, el cual está protagonizado por Martin Sheen, Helen Shaver y Robert Loggia.
Después de la muerte de su esposa, el psiquiatra Cal Jamison (Martin Sheen) decide mudarse a Nueva York junto a su hijo Chris (Harley Cross). En dicha ciudad, se le pide que participe en la investigación de los asesinatos de dos niños, los cuales parecen haber sido sacrificados durante una especie de ritual. Lamentablemente para él, su escepticismo lo llevará a acercase más de la cuenta a los responsables de los crímenes, quienes aparentemente han seleccionado a su hijo como su próxima víctima.
Existe un miedo transversal que ha sido retratado en un número no menor de cintas de horror durante el transcurso de los años, y que tiene que ver con los peligros que esconden las fuerzas siniestras que se encuentran merodeando en distintas partes del globo, ya sean terrenales o espirituales. Dentro de este subgrupo de cintas, existe un puñado de producciones que se ha centrado específicamente en diversas sectas dedicadas a la adoración de Satán o de dioses paganos. ¿Cómo es posible verse involucrado en una secta? Si se logra formar parte de una sociedad secreta, ¿es necesario estar buscando nuevos miembros de manera activa? Preguntas como estás suelen surgir cada vez que se está ante una película que intenta retratar la existencia y el funcionamiento de un determinado culto satánico, que es precisamente el caso de “The Believers”, cinta del director John Schlesinger, responsable de clásicos como “Midnight Cowboy” (1969) y Marathon Man” (1976), la cual está basada en el libro de Nicholas Conde titulado “The Religion”. A primera vista, el guion escrito por Mark Frost guarda una serie de similitudes con algunas de las películas de temáticas satánicas que se filmaron durante las décadas del sesenta y el setenta, como por ejemplo “Rosemary Baby” (1968), en la cual un grupo de personajes adinerados residentes en la ciudad de Nueva York, se ven involucrados en prácticas moralmente cuestionables, cuyo objetivo central es hacerse con el alma de un inocente.
En “The Believers”, luego de que Cal Jamison y su pequeño hijo Chris presencian el terrible accidente que terminó con la vida de su esposa/madre, el cual involucró el malfuncionamiento de una cafetera, ambos buscan dejar el pasado atrás mudándose desde Minnesota a Nueva York. A su llegada a la Gran Manzana, los Jamison se instalan en un bonito vecindario en el cual también vive su inquilina, una atractiva mujer llamada Jessica Halliday (Helen Shaver), todo gracias a la gestión del amigo y abogado de Cal, Marty Wertheimer (Richard Masur), quien lo ha estado presionando para que persista con la demanda contra de la empresa fabricante de la cafetera. Una vez establecidos en su nuevo domicilio, Cal comienza a trabajar como psiquiatra para el Departamento de Policía de Nueva York, donde ayuda a oficiales que han pasado por situaciones traumáticas. Es así como conoce a Tom Lopez (Jimmy Smits), un ex-policía encubierto que aparentemente ha perdido la cordura, el cual está convencido que una nefasta secta está tras sus pasos. Según el perturbado oficial, los integrantes de la secta a la que tanto teme, son también los responsables de una serie de brutales crímenes rituales que se han estado cometiendo últimamente en la ciudad, cuyas víctimas son niños que no parecen tener nada en común. Ayudado por el Teniente Sean McTaggert (Robert Loggia), Cal se sumergirá en el mundo de la Santería, solo para descubrir con horror que existen cosas que ni la ciencia ni su mente racional pueden explicar.
“The Believers” se sumerge en la rica e inquietante mitología de la Santería, que básicamente es un conjunto de sistemas religiosos que funden creencias católicas con elementos propios de ciertas culturas africanas. Ya sea por ignorancia o por exigencias del guion, Schlesinger se preocupa de retratar a la Santería como una extraña fuerza mística de naturaleza poco definida, la cual en ocasiones se fusiona sin previo aviso con prácticas propias de la Brujería y el Vudú, y cuyo alcance cuasi omnipresente es revelado tanto de manera sutil como gráfica. Si algo se le ha criticado a “The Believers”, es que al igual que otras películas que se centran en algún tipo de religión caribeña, esta insiste en la noción de que los practicantes de este tipo de religiones son hombres sedientos de sangre, que buscan complacer a sus dioses y a su propia codicia a través de sacrificios de personas inocentes. Junto a este estereotipo negativo que históricamente han cargado las creencias menos tradicionales en el cine, la cinta hasta cierto punto promueve la práctica del catolicismo de manera casi panfletaria. ¿Es usted católico?, le preguntan de manera insistente al protagonista en varios pasajes del film, insinuando que su afiliación a la Iglesia católica puede protegerlo del mal que amenaza con destruir su vida y la de su hijo, y que su escepticismo no es otra cosa más que un boleto directo a su perdición.
En gran medida, la trama de “The Believers” se desenvuelve dentro de los parámetros del género policial. El misterio central de la historia es interesante, pero una vez que se revela quien está detrás del mal que se esconde en la ciudad de Nueva York, la cinta pierde algo de fuerza y el espectador termina con más preguntas que respuestas. Al mismo tiempo, la película intenta funcionar como un drama acerca de una familia fracturada que está intentando reconstruirse, y como un relato de horror sobrenatural. Son precisamente las escenas que se encasillan dentro del género del horror las que resultan ser las más efectivas del film. Estas escenas incluyen a un hombre con un cuchillo intentando remover unas serpientes que supuestamente se han albergado en su estómago, o la evolución de una especie de tumor que comienza a crecer en el rostro de Jessica Halliday, el cual eventualmente explota solo para permitir que decenas de arañas surjan de su interior. Mientras que la inclusión de este tipo de escenas ayuda a establecer el tono enfermizo que rodea a los actos realizados por los miembros de la secta, la decisión por parte del director de incluir otras escenas que poco tienen que ver con la trama, y que cuyo objetivo principal es retratar parte de la cotidianidad de determinados personajes, finalmente funcionan solo como una distracción y su adición resulta a lo menos cuestionable.
En general, el elenco realiza un buen trabajo considerando que el material del que disponían no es precisamente de lo mejor. Martin Sheen interpreta de buena manera a un personaje a ratos demasiado racional, el cual se encuentra en una encrucijada emocional y espiritual que por momentos escapa de su comprensión. Helen Shaver por su parte, realiza una labor algo irregular, aunque es innegable que tiene una gran química con su coprotagonista. Con respecto a la relación que se establece entre ambos, el hecho de que sea tan repentina no solo provoca que se sienta algo forzada, sino que además entorpece la interacción entre ambos y el pequeño hijo de Cal, a quien obviamente le cuesta aceptar a la nueva novia de su padre. Probablemente sea justo decir que la interpretación más efectiva de la cinta sea la de Jimmy Smits, como el policía que sabe más de lo que debería de la peligrosa secta. El actor hace un buen trabajo transmitiendo el horror que se esconde tras los infanticidios, y al mismo tiempo se encarga de establecer que el alcance de los poderes sobrenaturales de la secta no conoce límites. Quien viene a reforzar esta idea es Malick Bowens, quien interpreta al médico brujo Palo, el villano más aterrorizante del film. Por otro lado, en lo que se refiere a los aspectos técnicos destacables de la producción, se encuentra el atractivo trabajo de fotografía de Robby Müller, y la peculiar pero atmosférica banda sonora del compositor J. Peter Robinson.
Pese a la utilización de algunos artificios poco acertados, los dos primeros tercios de “The Believers” poseen un ritmo narrativo dinámico y una cantidad no menor de sordidez, en especial cuando se vuelve evidente que Chris puede convertirse en la próxima víctima de la secta. Sin embargo, el film pierde gran parte de su impacto durante su acto final, sobre todo cuando los miembros de la secta llevan a cabo un plan absurdo no solo para secuestrar a Chris, sino que también para que Cal se encargue de realizar el trabajo sucio. Es así como lo que en un principio comienza como un sutil estudio de ciertas creencias primitivas versus el racionalismo a toda prueba, termina convirtiéndose en un espectáculo granguiñolesco, adornado con algunas escenas de lucha pobremente coreografiadas, las que probablemente pueden provocarle alguna risotada a aquellos espectadores de mentalidad más cínica. Algo similar ocurre con la supuestamente perturbadora escena final de la película, la que deja abierta la posibilidad de que las fuerzas del mal vuelvan a acechar en un futuro a la familia Jamison. Aun cuando el guion de “The Believers” presenta algunos problemas evidentes, es un interesante relato urbano de misterio, que se las arregla para tocar temas como la fe, las creencias, y el amor tras la viudez, todo bajo un manto emocional y perturbador por partes iguales, lo que finalmente alza al film de Schlesinger como una de las buenas entradas del cine demoniaco de la década del ochenta.
por Fantomas.
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