domingo, 17 de febrero de 2013

The Taking of Pelham One Two Three: Terror en el metro de Nueva York.

“The Taking of Pelham One Two Three” (1974), es un thriller del director Joseph Sargent, el cual está protagonizado por Walter Matthau, Robert Shaw y Martin Balsam.

Una banda de hombres armados secuestra un tren subterráneo de la ciudad de Nueva York, y amenaza con asesinar a un rehén por minuto a no ser que se cumplan sus demandas. Forzado a negociar con los criminales hasta que se efectúe un rescate, el Teniente Zachary Garber (Walter Matthau) se verá inmerso en una lucha de ingenios la cual podría tener trágicas consecuencias.


En el año 1973, el escritor Morton Freedgood publicó bajo el seudónimo de John Godey la novela “The Taking of Pelham One Two Three”, la cual rápidamente llamó la atención de algunos productores de Hollywood, entre los que se encontraba Edgar J. Scherick, quien se apresuró a comprar los derechos del escrito con la intención de llevarlo a la pantalla grande. Eventualmente, la dirección de la adaptación recaería en las manos de Joseph Sargent, la cual además contaría con un guión de Peter Stone y con las actuaciones de Walter Matthau y Robert Shaw, quienes se encontraban en el punto más alto de sus respectivas carreras. Aunque el proceso de preproducción comenzaba de manera auspiciosa, no tardarían en aparecer algunos problemas, los cuales en su mayoría estaban asociados a las locaciones en las cuales se desarrollaba el film. En un principio, la Autoridad de Tránsito de Nueva York se negó a facilitar las instalaciones del tren subterráneo de la ciudad, porque pensaban que la cinta instigaría a algunos criminales a imitar el atraco en el que se centra el relato. Eventualmente, tras la intervención de John V. Lindsay, quien era el alcalde de Nueva York en ese momento, y el pago de 350.000 dólares por parte de la productora United Artist, el cual incluía la compra de un seguro anti-secuestro, Sargent y su equipo de filmación pudieron utilizar el tren subterráneo de la ciudad sin mayores contratiempos.

En “The Taking of Pelham One Two Three”, cuatro hombres de apariencia similar pero sin ninguna relación aparente, abordan el tren subterráneo Pelham 123 en estaciones consecutivas. En un determinado momento, los cuatro individuos actúan en forma colectiva para secuestrar el tren con un objetivo claro: pedir una recompensa de un millón de dólares por la liberación de un grupo de pasajeros que ahora se encuentran bajo su poder. Lo que es aún peor, el grupo conformado por el metódico Sr. Azul (Robert Shaw), el agripado y temeroso Sr. Verde (Martin Balsam), el tartamudo Sr. Café (Earl Hindman), y el psicopático Sr. Gris (Héctor Elizondo), le han advertido a las autoridades que de no cumplirse sus demandas en el plazo de una hora, asesinarán a un rehén por cada minuto que se retrasen en la entrega del dinero. Es por este motivo que el policía de tránsito Zachary Garber, quien ha estado comunicándose con los secuestradores, no solo tendrá que preocuparse de que sus colegas no comentan un error fatal, sino que además deberá intentar determinar cuál será el próximo movimiento del cuarteto de criminales, los cuales en todo momento han demostrado ir dos pasos adelante de las autoridades que desesperadamente intentan apresarlos.



Bajo la trama del secuestro del tren subterráneo, se esconde un estudio no solo de la mentalidad de la sociedad norteamericana de la década del setenta, sino que también de la idiosincrasia del neoyorkino promedio. Básicamente, el film de Joseph Sargent toma a un microcosmos de la sociedad neoyorkina (razón por la cual los rehenes son acreditados según el estereotipo que representan, como por ejemplo el proxeneta, el homosexual, el alcohólico y el hippie, entre otros), lo aparta del resto del mundo mediante el accionar de un grupo de peligrosos criminales, y luego utiliza diversas subtramas para exhibir el malestar reinante en Norteamérica durante aquella época, debido al escándalo de Watergate, la Guerra de Vietnam, la crisis energética y la creciente aparición de secuestros aéreos. Esto en gran medida queda explicitado en la subtrama que involucra al agripado alcalde de Nueva York (Lee Wallace), quien es visto como un inútil incluso por su propio asesor (Tony Roberts), razón por la cual no resulta extraño que se mencione que su nivel de aprobación se encuentra en su punto más bajo. Lo que deja aún más claro el deficiente funcionamiento de la maquinaría política, es el hecho de que el alcalde solo accede pagar el rescate de los rehenes, una vez que su círculo interno lo convence de que la medida lo ayudará a salir reelecto, e indirectamente le ayudará a aumentar su ya considerable fortuna.

Por otro lado, algo que sin duda llama la atención, es el hecho de que aún cuando cada una de las subtramas es un mundo en sí mismo, estas se fusionan de manera coherente para dar vida a una historia que es más compleja de lo que aparenta. La investigación policíaca, el drama vivido por los rehenes, y el manejo político de la situación, adquieren la misma importancia durante el transcurso del film, lo que deriva en que este exhiba un especial cuidado por los detalles. Al mismo tiempo, si bien el guión incluye una serie de momentos inclinados a la comedia, los cuales en su gran mayoría están a cargo del personaje de Matthau, estos en ningún momento le restan seriedad a un relato en el que predomina el drama y el suspenso. Lo que en gran medida ayuda a que la película funcione de buena manera, es la inclusión de una serie de elementos dramáticos cuya función no es otra más que atrapar el interés del espectador hasta la conclusión de la cinta. Es así como la agilidad mental de los protagonistas, algunas vueltas de tuerca totalmente inesperadas, y las interrogantes que rodean al plan de escape de los criminales, contribuyen activamente en los esfuerzos del director por dotar a la historia de un ritmo narrativo dinámico, hecho que afortunadamente logra con creces.


El film además se ve favorecido por el estupendo trabajo del elenco participante. Walter Matthau, quien venía de trabajar en un par de thrillers de corte similar, hace un estupendo trabajo personificando a un policía que no solo se caracteriza por su particular sentido del humor, sino que además por su tenacidad a toda prueba, la cual lo lleva incluso a enfrentarse con un testarudo operador del sistema de metro (Dick O´Neill), cuya mayor preocupación es el funcionamiento correcto de los trenes. En la vereda de los criminales, Robert Shaw se luce como el frío y calculador líder de los secuestradores, mientras que Martin Balsam interpreta de buena manera al hombre de confianza del personaje interpretado por Shaw, cuyo conocimiento del funcionamiento de los trenes resulta ser parte crucial del plan. Por último, cabe destacar la labor de Héctor Elizondo, quien interpreta de manera creíble a quien probablemente es el criminal más peligroso del grupo, debido a que básicamente es un psicópata que solo busca una excusa para utilizar su arma y saciar su sed de violencia. En lo que al aspecto técnico de la producción se refiere, esta cuenta con el espléndido trabajo de fotografía de Owen Roizman, y con la palpitante banda sonora de David Shire, que sin duda es uno de los puntos altos del film.

“The Taking of Pelham One Two Three” es considerada por muchos como una película extremadamente influenciadora (la selección de los nombres de los protagonistas del film “Reservoir Dogs”, del director Quentin Tarantino, es una clara alusión a esta producción), básicamente porque Joseph Sargent hace gala de la simpleza del guión para forjar una historia sólida e interesante. El realizador no pierde tiempo explorando los motivos o el trasfondo personal de los protagonistas, sino que se mete de lleno en la acción desde prácticamente el principio del relato, lo que a la larga prueba ser una buena decisión ya que al centrarse por completo en la esencia del thriller, este fluye de manera más dinámica. Lamentablemente no sucede lo mismo en el remake realizado por el director Tony Scott en el año 2009 (cabe mencionar que existe otro remake hecho para la televisión que data del año 1988), el cual pese a presentar una estética y un juego de cámaras más atractivo que el de la cinta original, pierde demasiado tiempo en el intercambio de ideas entre los protagonistas, lo que atenta directamente contra el ritmo narrativo de la producción. En definitiva, aunque no está exenta de fallas, las cuales en su mayoría están relacionadas con algunas subtramas que no llegan a ninguna parte, la cinta de Sargent hoy es recordada como uno de los mejores thrillers policiales de la década del setenta, y como la mejor adaptación del relato de Morton Freedgood.

 

por Fantomas.

domingo, 10 de febrero de 2013

Manhunter: La primera aparición cinematográfica de Hannibal Lecter.

“Manhunter” (1986), es un thriller del director Michael Mann, el cual está protagonizado por William Petersen, Kim Greist, Joan Allen y Brian Cox.

Debido a la aparición de un asesino serial conocido como el “Hada de los Dientes” (Tom Noonan), un ex agente del FBI llamado Will Graham (William Petersen) es persuadido para ayudar en la búsqueda del homicida. Sin embargo, para poder encontrar al maníaco, Graham tendrá que enfrentarse a otro mucho peor; el doctor Hannibal Lecktor (Brian Cox), un psiquiatra condenado a prisión con un pasado en común con el agente del FBI. Es por esto que durante el curso de la investigación, las ideas de Lecktor demostrarán ser tan peligrosas para Graham como el asesino que intenta atrapar.


Tras comprar los derechos de la novela “Red Dragon”, del escritor Thomas Harris, el productor Dino De Laurentiis contrató al director y guionista Michael Mann para que se hiciera cargo de la adaptación del relato. Tras escribir el guión y cambiar a regañadientes el título de la adaptación a “Manhunter”, básicamente para evitar que la cinta fuese relacionada con la producción “Year of the Dragon” (1985), en la cual también estuvo involucrado De Laurentiis, Mann rápidamente contrató a William Petersen para interpretar el rol protagónico del film, quien a su vez pasaría una buena cantidad de tiempo trabajando con el Departamento de Policía de Chicago y con la Unidad de Crímenes Violentos del FBI, con el fin de preparar de mejor forma el papel del complejo agente Will Graham. Por otra parte, para interpretar al manipulador, calculador y retorcidamente carismático Hannibal Lecktor, cuyo apellido cambiaría a Lecter en sus siguientes apariciones cinematográficas, Mann pensó en John Lighgow, Mandy Patinkin, Brian Dennehy e incluso en el director William Friedkin, antes de decidirse por el actor Brian Cox, quien fue sugerido por Dennehy una vez que este rechazó el rol.

A poco de comenzada la cinta, el espectador se entera de que un asesino serial está suelto, el cual ha acabado con la vida de dos familias que aparentemente no tenían nada en común. Francis Dollarhyde, quien es conocido por la policía como el “Hada de los Dientes”, no solo entra a las casas de sus víctimas y asesina brutalmente a todas las personas que residen en ellas, sino que además se toma el tiempo de colocar pedazos de vidrio en sus ojos para que puedan presenciar la supuesta transformación que sufre cada vez que comete un crimen. Debido a lo macabro de las circunstancias, Jack Crawford (Dennis Farina), quien es el director del FBI, decide contactar a Will Graham, un ex agente federal conocido por su habilidad para realizar perfiles criminales, para que colabore en la captura del psicópata. Con la ayuda del doctor Hannibal Lecktor, con quien Graham ya tuvo un encuentro en el pasado que no terminó de buena manera, el agente comenzará a construir el perfil psicológico de Dollarhyde, lo que inevitablemente lo sumergirá en una vorágine de locura de la cual no le será tan fácil escapar, y que amenazará con acabar con su propia sanidad mental.


Desde prácticamente el inicio del film, resulta evidente que la intención de Mann es centrarse en el accionar de Graham y en los efectos que la investigación tiene en su persona. El protagonista se presenta como un hombre cuya psiquis se encuentra fracturada por ciertos hechos de su pasado, razón por la cual ha decidido renunciar a su trabajo e irse con su familia a un lugar lo más alejado posible del sórdido mundo en el que solía desenvolverse. Es por este motivo que todo el proceso investigativo en el que de pronto se ve envuelto, inevitablemente comienza a consumirlo y a reabrir ciertas heridas que supuestamente habían cicatrizado. Privado de sueño y usualmente solo, Graham comienza a repasar de manera obsesiva cada uno de los hechos y las pistas del caso, con el fin de introducirse en la mente del criminal al punto de mimetizarse con él, y así entender sus motivaciones y su modus operandi. Es en el marco de la dinámica investigativa que lleva a cabo el protagonista, que son apreciables las similitudes y los contrastes de quienes en esta ocasión funcionan como el cazador y la presa. Por ejemplo, Graham constantemente menciona que el psicópata es un soñador que a través de los asesinatos que comete, intenta satisfacer sus retorcidas fantasías. Al mismo tiempo, el protagonista también es un soñador, y aún cuando sus sueños se centran en su hogar y en su familia, son igual de intoxicantes que los sueños que ocupan la mente de Dollarhyde.

La conexión que se establece entre Graham y los psicópatas que persigue es innegable. Esto es bien conocido por Lecktor, quien no tarda en recordárselo al protagonista, a sabiendas de que la sola idea de que comparte algo con los maníacos que busca poner tras las rejas, desestabiliza su frágil estado mental. Por otro lado, Dollarhyde, quien recién aparece durante la segunda mitad de la cinta, dista de ser un personaje unidimensional. En esencia, es un hombre atormentado que está en conflicto con su propia identidad, hecho que amenaza con destruirlo constantemente. Él es un monstruo, pero al mismo presenta algunos rasgos de humanidad (en especial cuando comienza una relación amorosa con el personaje interpretado por Joan Allen), lo que establece que quizás tiene alguna posibilidad de redimir sus pecados, aún cuando sus actos indican lo contrario. El errático comportamiento del protagonista y el psicópata terminan desafiando gran parte de las convenciones del género del thriller policíaco, provocando que el espectador se cuestione si el desenlace del relato será el esperado. ¿Graham logrará mantener intacta su sanidad mental hasta el final?, ¿La policía será capaz de reunir la evidencia suficiente como para dar con el paradero del maníaco? y ¿Dollarhyde será capaz de redimir sus pecados? Estas son algunas de las preguntas que surgen durante el transcurso del film, las cuales en gran medida actúan como el motor de una historia cruda y por sobre todo oscura, cuyo impacto es innegable.


En el ámbito de las actuaciones, el elenco en su totalidad realiza un trabajo encomiable. William Petersen interpreta de manera creíble a un hombre complejo, cuya especial conexión con los criminales resulta ser más peligrosa de lo que aparenta. Tom Noonan por su parte, logra que Dollarhyde no solo resulte ser un personaje en extremo amenazante, sino que además logra proyectar la idea de que en el fondo, los horribles crímenes que comete nacen de una retorcida noción de lo que es el amor, y no de la simple búsqueda de placer mediante la ejecución de actos violentos. Por último, cabe destacar la interpretación de Brian Cox como el siniestro, calculador y siempre interesante Hannibal Lecktor. A diferencia de Anthony Hopkins, Cox decide interpretar al conocido sociópata como un hombre que aún cuando es poseedor de una mente retorcida, por momentos da la impresión de estar completamente cuerdo, lo que lo hace aún más amenazante. El simple hecho de que bajo su aparente pasividad y autocontrol, se esconda un hombre capaz de dar rienda suelta a sus más oscuros deseos sin siquiera pestañear, lo convierte en una figura mucho más temible que la personificada por Hopkins, cuya agresividad es mucho más evidente.  

En lo que al aspecto técnico se refiere, el trabajo de fotografía de Dante Spinotti es sin duda uno de los puntos altos del film. De forma brillante, Spinotti utiliza ciertos colores para definir los estados de ánimo de los personajes involucrados en determinadas escenas. Es así como en las escenas en las que vemos a Graham junto a su esposa (Kim Greist), predominan las tonalidades azules, las cuales expresan una cierta tranquilidad. En las que aparece Dollarhyde en cambio, predominan los tonos rojos y verdes, los cuales tienen estrecha relación con el infierno personal que experimenta el asesino, el cual está marcado por la búsqueda constante de su identidad. Por último, en aquellas escenas en las que aparece Lecktor predomina el blanco, el cual se contrasta con la oscuridad inherente al alma del buen doctor. Por otro lado, si bien la banda sonora cumple con reflejar la intensidad de las escenas en las cuales es utilizada, el hecho de que esté constituida por canciones de bandas setenteras y ochenteras, como por ejemplo la desaparecida The Reds o Iron Butterfly, inevitablemente encasilla al film en una época determinada, lo que en cierta medida juega en contra de la atemporalidad del relato. Más allá de determinados detalles, hoy en día “Manhunter” es considerada como un clásico moderno, no solo por ser un thriller hipnótico y crudo al cual Mann le otorgó un sello estilístico y temático distintivo, sino porque además la descripción realista que realiza del proceso investigativo policíaco, ha servido de influencia para la gran mayoría de las series de televisión actuales que se centran precisamente en ese aspecto de las fuerzas encargadas de impartir la ley.

 

por Fantomas.

lunes, 4 de febrero de 2013

Close Your Eyes: La respuesta yace en tu subconsciente.

“Close Your Eyes” (2002), es un film de suspenso del director Nick Willing, el cual está protagonizado por Goran Visnjic, Shirley Henderson y Miranda Otto.

El hipnoterapeuta Michael Strother (Goran Visnjic) tiene un peligroso don; es capaz de ver el interior de la mente de sus pacientes. Debido a esto, es reclutado por Janet Losey (Shirley Henderson), una detective que está tras la pista de un peligroso asesino ritualista, al que debe detener antes de que continúe asesinando a niñas pequeñas.
Durante años, los thrillers policiales han despertado el interés de un gran número de personas deseosas de sumergirse en historias centradas en peligrosos criminales que por un motivo u otro, amenazan a un determinado grupo social. Con esto en mente, en el año 1991 el escritor Madison Smartt Bell, más conocido por su trilogía sobre el líder de la revolución haitiana, François-Dominique Toussaint L'Ouverture, escribió la novela “Doctor Sleep”, la cual diez años después de su publicación fue rescatada por el director y guionista Nick Willing, quien decidió llevarla a la pantalla grande bajo el alero de la productora BBC Films. Lo que más le llamó la atención a Willing del escrito de Bell, fue que los protagonistas no solo debían enfrentarse a un peligroso asesino que parece superarlos en ingenio, sino que además los asesinatos que comete parecen tener un trasfondo sobrenatural, lo que de inmediato le otorgaba un cariz distintivo a la historia.

El protagonista de la cinta es un hipnoterapeuta de pasado misterioso llamado Michael Strother, quien recientemente se ha mudado a Londres junto con su hija y su esposa Clara (Miranda Otto), quien está embarazada. Mientras se encuentra ayudando a una paciente llamada Janet a dejar el cigarrillo, esta se da cuenta de que Strother es capaz de introducirse en la mente de sus pacientes durante las sesiones de hipnosis a las que los somete. Es entonces cuando ella le revela que es policía, y le pide que la ayude a encontrar a un hombre que ha estado secuestrando y asesinando niñas, a las cuales les tatúa extraños símbolos en los brazos, razón por la cual lo conocen como el “asesino del tatuaje”. Para suerte de las autoridades, una niña llamada Heather (Sophie Stuckey) logró escapar de las garras del asesino, pero lamentablemente debido a lo traumático de la experiencia, desde que regresó a su hogar no ha pronunciado ninguna palabra. Es básicamente por este motivo que Janet le pide ayuda a Michael, ya que piensa que él es la única persona capaz de extraer de la mente de la niña información suficiente como para atrapar al peligroso criminal, que hace ya algún tiempo tiene aterrorizada a toda la ciudad.

Si bien la improvisada dupla de detectives logra algunos avances, no pueden evitar meterse en algunos problemas que terminan afectándolos en distintos ámbitos, y que eventualmente ponen en riesgo sus vidas y las de sus seres queridos. Mientras que Janet debe soportar las duras y constantes recriminaciones de sus superiores, quienes critican sus métodos y su decisión de involucrar a un civil con supuestos poderes psíquicos en la investigación, Michael comienza a tener una serie de pesadillas que no lo dejan dormir, y que aparentemente vienen a recordarle un trágico error de su pasado. El protagonista además deberá lidiar con la posibilidad de que el asesino cobre la vida de su pequeña hija, razón por la cual tendrá que ingeniárselas para mantener a salvo a su familia hasta que logre encontrar al sádico criminal. Para colmo, debido a la ansiedad de la improvisada dupla de detectives, a algunos errores algo pueriles y a la inteligencia del asesino, la investigación se complica más de la cuenta cuando algunos de los involucrados comienzan a ser asesinados, y cuando la vida de Heather nuevamente se ve amenazada por la aparente omnipresencia del villano de turno.

Cabe mencionar que por momentos la historia se acerca bastante a los terrenos del siempre interesante género del giallo. No solo la trama presenta la inclusión de un civil en una investigación policial, sino que además durante el transcurso de la misma ocurren un par de cruentos asesinatos que exhiben algunas dosis de gore, a lo que se suma el hecho de que el rostro y los motivos del asesino solo son revelados en el último tramo del film, razón por la cual existe una sensación de constante peligro durante todo el transcurso del relato. En relación a la trama, Nick Willing básicamente se centra en tres puntos; la investigación en sí, la cual está plagada de elementos esotéricos, los intentos del protagonista por establecer un nexo en algún nivel con Heather, y los problemas personales que debe enfrentar Michael a causa del don/maldición que la ha sido otorgado. En cierta medida, el protagonista espera que el hecho de encontrar al asesino e impedir que este le haga más daño a Heather, le ayude a redimir ciertos errores que cometió en el pasado, y que en la actualidad aún lo atormentan a él y a su familia.

En lo que a las actuaciones respecta, estas son algo irregulares. Si bien tanto Goran Visnjic como Shirley Henderson exhiben una gran química y logran que sus personajes resulten interesantes, por momentos no pueden evitar que estos pierdan credibilidad, lo cual se ve reforzado por lo insulso de algunos diálogos. El resto del elenco realiza un trabajo más bien mediocre, con la sola excepción de Paddy Considine, quien interpreta a un peculiar experto en símbolos esotéricos cuya curiosidad le costará demasiado caro. En lo que al aspecto técnico del film se refiere, lamentablemente el trabajo de fotografía de Peter Sova dista de ser memorable, mientras que la banda sonora compuesta por Simon Boswell sin ser nada especial, resulta efectiva a la hora de aumentar los grados de tensión de ciertos pasajes del film. Lo que sí cabe resaltar son las secuencias surrealistas que tienen relación con la exploración que Michael realiza del subconsciente de sus pacientes, en especial aquellas que corresponden a los escabrosos recuerdos de Heather. Dichas secuencias no solo resultan ser visualmente atractivas, sino que además esconden algunas pistas que son esenciales para comprender los motivos del asesino.

“Close Your Eyes” es una película ambiciosa en el sentido que presenta una historia que abarca elementos sobrenaturales, iconografía esotérica, tesis acerca del contenido del subconsciente humano, y secuencias surrealistas, todo en el marco de una investigación policíaca. Sin embargo, todos estos elementos no siempre logran cohesionarse de la manera esperada, por lo que en su primera mitad el film sufre una crisis de identidad que le impide inclinarse hacia un género en particular, lo que inevitablemente provoca que el relato se torne algo confuso y tedioso. Todo esto mejora considerablemente durante la segunda mitad de la cinta, cuando esta entra de lleno al terreno del thriller y el horror sobrenatural. En líneas generales, pese a sus evidentes deficiencias y al hecho de que la historia se alimenta de otros relatos de corte similar, “Close Your Eyes” se presenta como una producción a lo menos interesante, cuya extraña y atractiva historia no solo logra atrapar el interés del espectador durante gran parte del metraje, sino que además logra sorprenderlo con la inclusión de un par de inesperadas vueltas de tuerca reservadas para el último tramo de este modesto film.

 

por Fantomas.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Deathtrap: El peligroso mundo del teatro.

“Deathtrap” (1982), es un thriller del director Sidney Lumet, el cual está protagonizado por Michael Caine, Christopher Reeve, y Dyan Cannon.

Sidney Bruhl (Michael Caine), quien alguna vez gozó de un gran éxito como autor de obras teatrales de intriga, hace un tiempo se encuentra lidiando con una serie de fracasos profesionales. En su momento de mayor angustia por la falta de ideas y las malas críticas, Bruhl se topa con el manuscrito de un escritor aficionado llamado Clifford Anderson (Christopher Reeve), a quien invita a su casa con la intención de robarle su obra y asesinarlo, sin imaginar que Anderson le tiene algunas sorpresas reservadas.
El 26 de febrero de 1978, el escritor norteamericano Ira Levin, conocido mundialmente por su novela “Rosemary´s Baby”, estrenó en el Music Box Theatre de Broadway la comedia de suspenso “Deathtrap”, sin imaginar el éxito que esta tendría. Para sorpresa de Levin, quien pese a ostentar una brillante carrera como novelista jamás había logrado destacarse como dramaturgo, la obra estaría en cartelera durante casi cuatro años, tiempo en el cual no solo quebró una serie de récords de taquilla, sino que además logró despertar el interés de un puñado de figuras de la industria hollywoodense, entre las que se encontraba la productora y guionista Jay Presson Allen, quien finalmente junto al director Sidney Lumet se encargaría de llevar al cine la curiosa e ingeniosa historia de Levin. El primero en integrarse al proyecto sería el consagrado actor Michael Caine, quien varios años antes había visto truncada la posibilidad de colaborar con Lumet en la cinta “The Hill” (1965), luego de que le ofrecieran protagonizar la comedía “Alfie” (1966), film que eventualmente sería el responsable de convertirlo en una estrella. Posteriormente se sumarían al elenco Dyan Cannon y Christopher Reeve, siendo este último el más interesado en trabajar en la producción, debido a que creía que esta le permitiría demostrar sus dotes actorales, y lo alejaría del tan temido encasillamiento que suponía haber interpretado en dos ocasiones a Superman.

En este film el gran protagonista es Sidney Bruhl, un veterano dramaturgo cuya carrera está a punto de irse por el desagüe. Lamentablemente para él, sus últimas comedias de misterio han resultado ser un completo fracaso, por lo que su desesperación por escribir una nueva obra exitosa se acrecienta con cada día que pasa. La situación de su esposa Myra (Dyan Cannon) no es mucho mejor; al mismo tiempo que debe controlar la enfermedad cardíaca que le aqueja, debe lidiar con la frustración que le provocan sus intentos fallidos por subirle el ánimo a su marido. Sin embargo, el destino le tiene preparada una sorpresa al angustiado autor. Cuando a sus manos llega el borrador una obra titulada “Deathtrap”, el cual le fue enviado por un estudiante llamado Clifford Anderson con la intención de escuchar su opinión experta, Bruhl ve una salida para sus problemas. Deslumbrado por la brillantez del manuscrito y decidido a salvar su carrera a cualquier costo, Sidney invita al joven a una velada en su casa con la intención de asesinarlo, robarle la obra, y deshacerse de cualquier evidencia que pueda indicar la verdadera naturaleza del escrito, sin imaginar que su en apariencia plan perfecto puede no ser tan perfecto después de todo.

Describir la trama de “Deathtrap” sin dar a conocer datos que pueden revelar las múltiples sorpresas que tiene reservada la historia, sin lugar a dudas resulta algo complicado. Básicamente, la cinta es un thriller compuesto por dos actos, un escenario, cinco personajes, algunos toques de comedia negra brillantemente insertados, buenos diálogos y un relato con un gran potencial comercial. Mientras que en el primer acto el espectador es testigo de un asesinato que será crucial para el posterior desarrollo de la trama, en el segundo acto entra en funcionamiento una maraña de hechos inesperados que rápidamente atrapan al espectador hasta la conclusión de la película, la cual ocurre casi en su totalidad al interior de la casa de los protagonistas. En cuanto a los personajes, además de los tres ya mencionados en el párrafo anterior, en el relato participa Helga Ten Dorp (Irene Worth), una psíquica que está visitando los Estados Unidos por el reciente éxito de su libro, y que hace muy poco tiempo se ha mudado a la casa contigua al hogar de los Bruhl. Dicha cercanía provocará que la excéntrica mujer visite con frecuencia a la pareja, con la intención de advertirles sobre los peligros que se ciernen sobre ellos, aunque la forma en como lo hace resulta ser siempre algo críptica. El último personaje en juego es Porter Milgrim (Henry Jones), quien es el abogado y amigo de Sidney, y cuyo rol solo cobrará cierta importancia durante el segundo acto de la historia.

En gran medida, el guión de “Deathtrap” encierra una historia dentro de una historia. En algunas ocasiones es difícil distinguir si el personaje de Caine está describiendo el manuscrito de Anderson, o se está refiriendo a los acontecimientos en los que se ve inmerso. Y es que en ese sentido, durante el transcurso de la película son varios los diálogos que hacen referencia ya sea a las bases narrativas del thriller, o a los profesionales que están ligados de una u otra forma al mundo del teatro, como por ejemplo los productores, los agentes, los críticos e incluso los abogados. La cinta sirve tanto de parodia como de homenaje a las historias de misterio, lo que le permite al director jugar con las expectativas del espectador quien en su búsqueda de clichés, termina absolutamente desconcertado con los constantes giros de la trama. Probablemente uno de los giros más discutidos del film sea la sorpresiva relación homosexual que mantienen Bruhl y Anderson. La escena en que ambos se besan y le revelan al público la verdadera naturaleza de su relación (la cual dicho sea de paso, no aparecía en la obra de Levin), no solo provocó que la producción recibiera una serie de críticas negativas, sino que además le significó un problema mayor a la pareja de actores. A raíz de que ninguno de los dos tenía mayores deseos de llevar a cabo dicha escena, no les quedó más remedio que emborracharse a tal punto que pudieran hacer todo lo que el director les pidiera. Afortunadamente para ambos, su peculiar estrategia funcionó de maravilla.

Independiente de la latente homosexualidad de los protagonistas, el errático accionar de estos se ve inducido mayormente por la ambición que los consume, aunque en el caso de Sidney Bruhl existe una motivación aún más oscura. Según el mismo Caine: “Bruhl es un exitoso escritor de misterio que tiene gustos caros y una esposa enferma, cuya musa macabra lo ha abandonado. Él siempre ha asumido que cometer crímenes en un papel sirve para sublimar las hostilidades personales. Pero ahora, después de una vida llena de asesinatos ficticios, Bruhl se encuentra fantaseando con cometer uno real. Con esto en mente, no puedo evitar preguntarme que es lo que motiva su extraño comportamiento. ¿Algún trauma de la niñez? ¿Una compulsión enterrada en lo más profundo? No, eso sería muy sencillo. La respuesta es que él está loco, completamente loco”. Esa locura de la que habla Caine logra traspasar la pantalla, y se traduce en la impredictibilidad de su personaje, cuya mente está trabajando de manera constante con el fin de buscar la mejor solución a los problemas que se le van presentando durante el transcurso del film. Demás está decir que el actor realiza un estupendo trabajo, al igual que Christopher Reeve, quien logra que su personaje sea lo suficientemente macabro y cínico como para contrarrestar la presencia abrumadora de Bruhl. Por otro lado, mientras que la actuación de Irene Worth resulta ser cómica sin caer en lo caricaturesco, la interpretación de Dyan Cannon está marcada por la sobreactuación y la verdad es que deja bastante que desear.

En cuanto al aspecto técnico de la cinta, esta cuenta con la atmosférica banda sonora del compositor Johnny Mandel, la cual se complementa de buena manera con el correctísimo trabajo de fotografía de Andrzej Bartkowiak, el cual impide que la película se convierta en la mera filmación de una obra teatral. Lamentablemente, a través de los años, “Deathtrap” ha sido injustamente comparada con el exitoso film de Joseph L. Mankiewicz, “Sleuth” (1972), no solo por sus similitudes temáticas, sino porque además ambas producciones fueron protagonizadas por Michael Caine. Aunque las similitudes saltan a la vista, la verdad es que la cinta de Lumet brilla con luces propias como una excelente adaptación de una de las obras teatrales más exitosas que se han exhibido en Broadway. Aunque por momentos el ritmo narrativo tiende a caer en ciertas lagunas, el director se las arregla para impedir que la historia se torne tediosa, ya sea insertando sorpresivos giros dramáticos, o imprimiéndole altos grados de tensión a ciertas escenas en las que los personajes participantes resultan ser por completo impredecibles. “Deathtrap” es un thriller inteligente, pero también es una comedia poblada por personajes con excéntricas personalidades, cuya interacción da como resultado una serie de situaciones inesperadas y descabelladas. Una vez que el espectador comprenda esto, le será más fácil embarcarse en un viaje que de seguro disfrutará.

 

por Fantomas.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

The Fury: El poder destructivo del odio.

“The Fury” (1978), es un thriller de ciencia ficción del director Brian De Palma, el cual está protagonizado por Kirk Douglas, John Cassavetes, y Amy Irving.

Tras ser atacado por un supuesto grupo extremista, el agente del gobierno Peter Sandza (Kirk Douglas) es dado por muerto. Algunos meses más tarde, desesperado por encontrar a su hijo Robin (Andrew Stevens), Sandza recurre a Gillian Bellaver (Amy Irving), una joven que posee poderes psíquicos inexplicables. Ella parece ser la única capaz de revelar donde está retenido Robin, quien está siendo utilizado en peligrosos experimentos mentales, cuyas consecuencias pueden ser devastadoras.

Después de filmar “Carrie” (1976), Brian De Palma se puso a buscar financiamiento para otros de los proyectos que tenía en carpeta. Debido a la escasa recaudación que logró dicho film, esto no sería una tarea fácil. Sin embargo, por esas casualidades de la vida, tras acompañar a la actriz Jill Clayburgh a ver el estreno de la cinta “Silver Streak” (1976), la cual ella protagonizaba, la pareja se encontró con el actor Alan Ladd y el productor Frank Yablans en un restaurante de Nueva York. Este último le mencionó a De Palma que junto al escritor John Farris, se encontraban escribiendo la adaptación de la novela “The Fury”, la que quizás podría interesarle. Al día siguiente, el representante del director, que casualmente también era el representante de Farris, le envío el mentado guión. Para el realizador, el flechazo fue inmediato. En el escrito reconoció elementos de la ya mencionada “Carrie”, y otros tantos de “The French Connection” (1971) y de “Three Days of the Condor” (1975), con los cuales le entusiasmaba trabajar. Fue entonces cuando casi sin pensarlo, De Palma llamó a Yablans para confirmarle su participación en el proyecto. Pese a creer que el guión era lo suficientemente bueno como para atraer a la audiencia, el director quiso asegurarse de no fracasar nuevamente en la taquilla contratando a dos actores consagrados como Kirk Douglas y John Cassavetes, quienes le otorgarían al film el "star-power" suficiente como para obtener una buena recaudación en las salas de cine.

En “The Fury”, Kirk Douglas interpreta a Peter Sandza, un agente del gobierno cuyo hijo Robin es engañado por los superiores de Sandza, quienes convencen al joven que su padre ha muerto en un tiroteo en Israel, con el fin de investigar y manipular las habilidades psíquicas que este posee, y que lo convierten en una potencial arma de destrucción contra los rusos. Sediento de venganza, Sandza regresa a los Estados Unidos con el único fin de encontrar a su hijo y asesinar al responsable de su “secuestro”, el siniestro agente Ben Childress (John Cassavetes). En medio de su cruzada, Sandza se percata de que no es el único que está buscando a su hijo. Una joven llamada Gillian Bellaver no solo ha estado teniendo una serie de problemas a causa de sus poderes paranormales, sino que además se ha estado comunicando telepáticamente con Robin, por lo que ella cree que él es el único que puede ayudarla a comprender su situación y a encontrar un lugar en un mundo que le es ajeno. Es así como eventualmente Peter y Gillian unen fuerzas para encontrar a Robin, sin conocer que tanto el carácter como los poderes del joven se encuentran fuera de control, lo que inevitablemente traerá consecuencias mortales para todos quienes osen interponerse en su camino.


“The Fury” es una película en extremo curiosa. Lo que comienza como una cinta de espionaje, pronto se convierte en una producción que trata acerca del fenómeno psíquico y de los problemas que conlleva el paso por la adolescencia. Durante la primera media hora del film, De Palma se centra en la situación que conlleva a que Peter se aleje involuntariamente de su hijo, y como este regresa un año después de dicho acontecimiento a los Estados Unidos para intentar vengarse de sus antiguos colegas. Como su contraparte nos encontramos con Ben Childress, quien no solo es responsable de todo lo sucedido, sino que además es el encargado de llevar a cabo el proyecto que recluta jóvenes psíquicos para convertirlos en armas del gobierno. Estrictamente ligado con esto, también somos testigos de cómo el grupo liderado por la doctora Susan Charles (Fiona Lewis), intenta despertar el verdadero poder psíquico de Robin, incrementando su ira a través de la filmación del supuesto asesinato de su padre. Sin embargo, lo que más afecta al joven es la relación que este mantiene con la Dra. Charles, cuyos tintes edípicos tendrán macabras consecuencias en un joven cada vez más emborrachado con su poder y su incontrolable ira.

Ya en la segunda mitad del film, el director explora los problemas que sufre Gillian a causa de su poder, específicamente como es apartada por sus compañeras de colegio, quienes piensan que es un fenómeno, y como esta termina siendo internada por su propia voluntad en un instituto que se dedica a trabajar con jóvenes como ella, el cual está a cargo del aparentemente bienintencionado doctor Jim McKeever (Charles Durning). Y es que el mayor temor de la joven es que su poder (o su maldición como ella lo ve), la lleve a dañar a aquellos a quienes ama, situación que ya ha experimentado en un par de ocasiones cuando sin quererlo, le ha provocado hemorragias a quienes tienen contacto con ella. Para alegría de Gillian, será en este lugar donde por fin se sienta a gusto, aunque lamentablemente no podrá disfrutar de aquello por mucho tiempo. Pronto la joven comenzará a fortalecer su nexo psíquico con Robin, quien también estuvo un tiempo en el instituto, lo que no solo la llevará a intentar dar con el paradero de aquel que comparte y entiende su don, sino que además la pone en la mira de Childress, quien hace ya un tiempo está buscando otro conejillo de indias capaz de convertirse en un arma efectiva y moldeable a sus más oscuros deseos.


Como es de esperarse por la talla de los actores que participan en esta producción, el elenco completo realiza un estupendo trabajo interpretando sus respectivos papeles. Se destaca la actuación de Kirk Douglas, quien personifica a este padre vengativo de energía contenida, la cual por momentos se libera de manera violenta y brutal. Amy Irving por su parte, refleja de buena manera la evolución de su personaje, que pasa de ser una joven frágil y algo asustadiza, a ser una mujer fuerte capaz de enfrentarse a cualquier situación. Por último cabe mencionar la labor de John Cassavetes, que logra que su personaje se muestre como un hombre realmente siniestro capaz de todo por alcanzar sus objetivos, lo que lo sitúa como un villano a la altura de las circunstancias. En el aspecto técnico del film, este cuenta con la atmosférica banda sonora compuesta por el siempre confiable John Williams, y con el correcto trabajo de fotografía de Richard H. Kline, que permite que en ciertos pasajes la cinta adquiera un cariz onírico. Cabe destacar que la producción también presenta una buena cantidad de bien logrados efectos especiales, los cuales resultan ser en su mayoría bastante viscerales y vienen a coronar el último tramo del relato.

En “The Fury” De Palma opta por no utilizar una estructura lógica para narrar una historia compleja y trágica, que no solo intenta fusionar géneros que rara vez suelen ir de la mano, sino que además juega a confundir y manipular al espectador para facilitar la entrada de este al mundo surrealista y onírico en el que se desarrollan los acontecimientos. Sin embargo, esta maniobra del director termina siendo un arma de doble filo. Mientras que logra con éxito capturar la atención del espectador, al mismo tiempo provoca que la cinta sufra una curiosa dicotomía que impide que las dos subtramas principales se fusionen de buena manera, hecho que solo ocurrirá en el último tramo del film. Claramente “The Fury” no es de lo mejor que podemos encontrar dentro de la filmografía del siempre interesante Brian De Palma, pero tampoco es uno de sus peores trabajos. Pese a que su carencia de definición narrativa arrastra consigo algunos agujeros en la trama, la cinta presenta un buen número de escenas visualmente atrayentes, las cuales en su mayoría son bastante viscerales, además de un par de momentos realmente destacables que han soportado bien el paso del tiempo, manteniendo intacta su capacidad de sorprender al espectador. Es precisamente por sus virtudes que "The Fury" se alza como una producción interesante, que al menos merece ser rescatada de los anales del cine setentero.

 

por Fantomas.

jueves, 6 de septiembre de 2012

The Big Heat: Una de las últimas joyas de Fritz Lang en suelo norteamericano.

“The Big Heat” (1953), es un thriller del director Fritz Lang, el cual está protagonizado por Glenn Ford, Gloria Grahame y Lee Marvin.

Cuando al sargento de policía Dave Bannion (Glenn Ford) le ordenan investigar el aparente suicidio de un colega, este se ve enfrentado a un mundo dominado por la corrupción el cual termina cobrando la vida de su esposa (Jocelyn Brando). Ahora motivado por el dolor y la ira, Bannion hará hasta lo imposible por vengarse de los responsables de la muerte de su esposa, aunque esto le cueste la vida.

Durante gran parte de su carrera cinematográfica, el director alemán Fritz Lang se dedicó a retratar el submundo criminal y todas sus aristas. Tras su escape de la Alemania nazi, sus trabajos adquirieron un tono más oscuro y la venganza pasó a convertirse en uno de los temas primarios de sus obras. Teniendo esto en cuenta, la Columbia contrató al realizador para filmar la adaptación del serial “The Big Heat”, escrito por Willian P. McGivern y publicado por la revista Saturday Evening Post, el cual era una historia de venganza que gozó de gran popularidad entre los lectores de la época. El encargado de escribir el guión sería un reportero llamado Sydney Boehm, cuyo mayor cambio a la historia original consistiría en transformar al protagonista de un detective con educación universitaria, a un tipo común y corriente con quien la audiencia pudiera identificarse fácilmente. Para interpretar a este personaje, el estudio escogió a Glenn Ford, quien en aquel entonces era una de las estrellas más populares y confiables de Hollywood, lo que aseguraba el éxito del film. En lo que respecta al resto de elenco, los ejecutivos de la Columbia optaron por utilizar a una serie de actores que estaban bajo contrato con el estudio, entre los que se destacaban un joven Lee Marvin y la ganadora del Oscar, Gloria Grahame. Sería con esta última con quien Lang tendría una serie de diferencias creativas durante el rodaje, las cuales tuvo que solucionar a punta de amenazas (de hecho, en una ocasión le dijo: “o haces lo que te digo, o solo mostraré tu espalda y conseguiré a un loro para que diga tu diálogo”).

A los pocos segundos de comenzado el film, somos testigos de cómo el policía Tom Duncan decide volarse los sesos por motivos desconocidos. A sabiendas de las prácticas ilegales de su marido, Bertha Duncan (Jeanette Nolan) decide ocupar una nota dejada por este para chantajear a Mike Lagana (Alex Scourby), el mafioso más poderoso de la ciudad, y así darse la vida que jamás pudo gozar con el sueldo de su difunto esposo. Es aquí donde entra en escena el sargento Dave Bannion, un honesto policía de homicidios cuya intuición lo empuja a investigar las razones que llevaron a Duncan a suicidarse. Con el cruel asesinato de la amante de este último de por medio, Bannion decide confrontar a Lagana, a quien le promete acabar con su reino de corrupción cueste lo que cueste. Consciente de la amenaza que representa el obstinado policía, Lagana ordena asesinarlo sin imaginarse que un fallido atentado cobrará la vida de la esposa de Bannion. Decepcionado por la nula respuesta de las autoridades y dominado por la ira y el dolor, el ahora ex policía arriesgará su vida para encontrar al responsable de la muerte de su mujer y las pruebas suficientes para encerrar a Lagana, aún cuando esto le cueste su propia vida.


Si bien en la superficie el film de Lang no es más que la historia de un policía honesto, que intenta por todos los medios enfrentarse a un sistema corrupto dominado por criminales sin escrúpulos, la verdad es que en el fondo esconde un mensaje mucho más subversivo que cuestiona los costos personales y profesionales de la cruzada ética del protagonista. Durante la primera mitad de la historia, son dos las mujeres que pierden la vida por el simple hecho de confiar en Bannion, y más tarde una tercera termina corriendo la misma suerte a causa de la información que este último le proporciona. Dentro de su inocencia y su aparente desconexión con el mundo en el que está inmerso, el protagonista parece creer que puede trazar una línea divisoria entre la tranquilidad de su vida doméstica, y el violento entorno en el que se desenvuelve día a día a causa de su trabajo. Lamentablemente para él, serán su ética a prueba de balas y su malentendido heroísmo los grandes responsables de las tragedias que cambiarán su vida. Sin embargo, por la mente de Bannion jamás se vislumbra un dejo de culpabilidad. Esta es la razón por la que el film resulta ser increíblemente insidioso; ¿merecen Lagana y su lacayo Stone (Lee Marvin) pagar por todo lo que han hecho? Por supuesto que sí, pero ¿valía la pena que tres mujeres perdieran la vida a causa de la cruzada de Bannion? Eso es sumamente cuestionable.

Aunque la cinta se centra en la investigación inicial de Bannion y en su posterior sed de venganza, el verdadero motor de la historia resultan ser las mujeres que se cruzan en la vida del protagonista. Durante la primera mitad del film, será el cruento asesinato de la amante de Duncan lo que llevará a Bannion a enfrentarse a Lagana, lo que tendrá como consecuencia la muerte accidental de su esposa a manos de unos de los matones del poderoso e influyente criminal. De la misma forma, durante el segundo tramo de la cinta, otro par de mujeres se convierten en piezas claves de la trama; estás son Bertha Duncan y Debby Marsh (Gloria Grahame). Mientras que la primera se muestra como una verdadera villana y como la guardiana de las pruebas que pueden hundir a Lagana y sus secuaces, la segunda es la seductora pero bien intencionada novia de Vince Stone, el violento hombre de confianza de Mike Lagana. Debby eventualmente termina convirtiéndose en una suerte de interés amoroso del protagonista, y en su nexo más directo con el grupo de criminales, lo que por supuesto le traerá graves consecuencias. En una de las escenas más famosas del film, durante un ataque de celos, Stone quema la mitad de la cara de su chica arrojándole café caliente, por lo que a esta no le queda más remedio que recurrir a Bannion en busca de protección y contención.


En cuanto a las actuaciones, Glenn Ford hace un buen trabajo interpretando a este policía por sobre todo honesto, quien si bien la mayor parte del tiempo se muestra contenido y tranquilo, cuando se enfada es capaz de volverse un hombre sumamente violento que no respeta género ni edad. Lee Marvin por su parte, también realiza una estupenda labor interpretando al gran villano de la cinta, cuya frialdad y crueldad resulta ser realmente atemorizante incluso para su propio jefe, quien parece no poder controlarlo. Sin embargo, quien se roba la película es Gloria Grahame, cuya interpretación de esta mujer inteligente, seductora y desafiante, terminó por convertir a Debby Marsh en el personaje más interesante del film. Era tal el profesionalismo de la joven actriz, que a sabiendas de que su personaje no poseía líneas de dialogo realmente destacables, le pidió ayuda a su novio y futuro esposo, el guionista Cy Howard, quien contribuyó con dos de las líneas de diálogo más famosas de la cinta, que no hacían más que resaltar la sagacidad de su personaje. En lo que al aspecto técnico se refiere, la producción cuenta con el siempre destacable trabajo de fotografía de Charles Lang, y con una más que adecuada banda sonora compuesta principalmente por música de archivo, la cual había sido utilizada anteriormente en otros largometrajes del estudio.

Una de las características más interesantes de “The Big Heat” es su moralidad ambigua, la cual está presente en gran parte de los trabajos de Lang. Si bien el dilema ético del protagonista es un ejemplo perfecto de esto, este probablemente será obviado por el espectador quien no podrá evitar empatizar con un protagonista agobiador por el dolor y la impotencia. Es por esto que el mejor ejemplo de la naturaleza dual de la historia, está encarnado en el personaje de Gloria Grahame. Antes del incidente del café, Debby se muestra abiertamente feliz de estar con Vince Stone, aún cuando sabe a lo que este se dedica y conoce lo violento que puede llegar a ser. Cuando ella conoce a Bannion, sus últimos rasgos de inocencia logran salir a flote, lo que la lleva a intentar convertirse en una mujer acorde a los estándares morales del protagonista. Esta lucha interna es ilustrada con las consecuencias de las quemaduras en su rostro, donde el lado dañado representa todo aquello que Debby quiere dejar atrás, aún cuando en su momento no le molestaba, mientras que el lado sano representa sus ansías de encontrar la tan buscada redención, cuyo costo bien podría ser demasiado alto. Por su interesante contenido temático, su estupendo ritmo narrativo, el excelente trabajo del elenco, y su cuidado aspecto técnico, “The Big Heat” no solo es una de las mejores películas filmadas por Fritz Lang en suelo norteamericano, sino que además es una de las piezas fundamentales del siempre llamativo cine negro.

           

por Fantomas.

viernes, 24 de agosto de 2012

The Final Countdown: ¿Y si pudiésemos reescribir la historia?

“The Final Countdown” (1980), es un film de ciencia ficción del director Don Taylor, el cual está protagonizado por Kirk Douglas, Martin Sheen, Katharine Ross y James Farentino

Un moderno y enorme portaviones de la marina norteamericana se ve envuelto en una gigantesca tormenta en las costas de Hawái. El extraño y misterioso fenómeno meteorológico termina enviando a la nave y a la totalidad de su tripulación al pasado, justo unas horas antes de que ocurra el infame bombardeo de Pearl Harbor, otorgándole al Capitán Matthew Yelland (Kirk Douglas) y compañía la oportunidad de reescribir el pasado y alterar de manera incontrolable el futuro.



Dentro del género de la ciencia ficción nos encontramos a menudo con historias que se centran en el deseo del hombre de poder manejar el tiempo y el espacio a su antojo, sin detenerse en ocasiones en las consecuencias que pueden tener sus actos. Con esto en mente, Thomas Hunter, Peter Powell y David Ambrose comenzarían a escribir un guión donde un viaje temporal accidental les ofrecería a un grupo de marinos del ejército norteamericano la oportunidad de borrar uno de sus acontecimientos históricos más dolorosos: el bombardeo de Pearl Harbor. Encantado con la idea, el productor Peter Douglas no solo consiguió que su padre, el mítico actor Kirk Douglas, participara en la cinta, sino que además logró despertar el interés de la Marina de los Estados Unidos, institución que se mostró dispuesta a facilitar algunas de sus instalaciones y a dar asesoría técnica, con el fin de sacar adelante esta modesta producción que les serviría en cierta medida para reclutar nuevos soldados. Con la condición de rodar solo bajo la autorización del personal de marina que se encontrase en el lugar, el equipo de filmación liderado por el director Don Taylor pasó alrededor de diez semanas rodando la cinta en la Estación Naval Norlfolk y en la Estación Naval Aérea de Key West.

Lamentablemente para el director, la irresponsabilidad de algunos de sus técnicos y la intervención constante de la Marina, terminó retrasando el calendario de filmación, lo que dañó su hasta entonces intachable reputación. Más allá de estos detalles, la historia se centra en el curioso e inexplicable viaje temporal del portaaviones U.S.S. Nimitz y su tripulación, quienes durante un ejercicio de entrenamiento son transportados por una suerte de vórtice al 6 de diciembre de 1941, exactamente un día antes de que los aviones japoneses bombardearan la base de Pearl Harbor. Mientras intentan descubrir que fue lo que sucedió y como pueden volver a su época de origen, el Capitán Matthew Yelland, el Comandante Richard Owens (James Farentino), y el consejero del Ministerio de Defensa Warren Lasky (Martin Sheen), tendrán que debatir en un breve periodo de tiempo si van a actuar en contra de las fuerzas de combate japonesas, reescribiendo por completo la historia, o van a evitar intervenir en la sucesión de acontecimientos de aquel fatídico día, a sabiendas de las terribles consecuencias que eso puede tener.


Más de alguno habrá escuchado alguna vez el concepto del efecto mariposa, que postula que dadas ciertas condiciones iniciales en un determinado sistema caótico, la más mínima variación de ellas puede provocar que el sistema evolucione de forma diferente. Esto quiere decir que basta una pequeña perturbación inicial, para generar un efecto considerablemente grande a mediano o corto plazo. Evidentemente, la cinta coquetea con este concepto, y digo coquetea porque jamás se mete de lleno a analizar las potenciales consecuencias de la intervención de los protagonistas en un hecho histórico por todos conocido. El único que menciona algunos de los alcances del concepto del efecto mariposa, es el personaje interpretado por Martin Sheen, quien se atreve a teorizar que la alteración de cualquier evento del pasado, por más pequeño o irrelevante que este pueda parecer, puede alterar por completo la cadena de acontecimientos históricos que dieron como resultado su propia existencia y la de sus compañeros en esta peculiar aventura. El hecho de que los guionistas intenten evadir por todos los medios cualquier profundización del tema, tiene dos consecuencias claramente tangibles. La primera tiene relación con el accionar de los protagonistas, en especial con las decisiones que toma el Capitán Yelland, mientras que la segunda resulta ser una paradoja temporal que atenta contra la inteligencia del guión.

En lo que a la primera consecuencia se refiere, los militares dejan en claro su postura tan pronto como se percatan que han viajado en el tiempo; su deber es proteger al país de cualquier ataque, por lo que lo único correcto es derribar a las tropas japonesas antes de que estás logren su objetivo. Pese a las advertencias de Warren Lasky, quien es el único que por momentos parece tener algo de cordura, Yelland decide seguir adelante con su plan sin importarle las nefastas consecuencias que este pueda tener. Lo que dificulta la comprensión del accionar de estos personajes, es el hecho de que durante el transcurso del film comienzan a caer en pequeñas contradicciones, lo que impide que el espectador se identifique con algunos de ellos. Mientras que Lasky teoriza con la posible desaparición de todos los tripulantes del U.S.S. Nimitz en caso de que estos lleguen a atacar a los invasores japoneses, por otro lado este no oculta su entusiasmo con la idea de reescribir la historia. Yelland en cambio, si bien no tiene problemas para ocupar los hombres y las armas que tiene a su disposición para impedir el inminente ataque extranjero a tierras norteamericanas, por momentos se muestra sumamente cauteloso a la hora de intervenir con su entorno, confundiendo tanto a quienes están bajo sus órdenes como al mismo espectador.


En cuanto a la paradoja temporal que mencionaba anteriormente, Yelland y compañía terminan viéndose involucrados en el ataque de un par de aviones japoneses a un yate propiedad del senador Samuel Chapman (Charles Durning), quien junto a su asistente Laurel Scott (Katharine Ross), logran ser rescatados por el Coronel Owens. Indudablemente, el rescate de estas dos personas quienes debiesen haber muerto en ese ataque, significa una grave alteración en la continuidad temporal, lo que inevitablemente debiese traer algunas consecuencias. Si bien parte de esta alteración es solucionada mediante un lamentable accidente, de todas formas termina produciéndose una paradoja temporal que escapa a toda lógica (aunque esta sea un arma de doble filo en lo que se refiere al cine de ciencia ficción). Y es que los guionistas en todo momento apelan a que el espectador no se cuestione demasiado que es lo que está sucediendo. Tal y como los protagonistas aceptan rápidamente que han sido transportados en el tiempo por un suerte de agujero negro, el espectador debe aceptar sin cuestionamientos los giros imposibles que da la historia, y hacer a un lado cualquier tipo de noción existente concerniente al concepto del efecto mariposa. Durante el transcurso del film, Yelland y su equipo producen más de un cambio significativo en el pasado, lo que curiosamente no provoca ninguna consecuencia tangible para ellos, ni para el espectador.

Más allá de los aspectos temáticos del film, este tiene la virtud de contar con un gran elenco que en general realiza una buena labor, además de presentar un correcto apartado técnico, donde obviamente se destacan los efectos especiales los cuales pese a ser bastante simples, resultan ser efectivos. Gran parte del encanto de la cinta reside en el suspenso que provoca la posibilidad de que la tripulación del U.S.S. Nimitz altere el pasado de manera considerable, y en la descripción que realiza el director de lo que es la vida a bordo de un barco. Además de esto, el film incluye un par de escenas de acción que ayudan a agilizar un relato que por momentos tiende a caer en algunas lagunas. Si bien puede resultar criticable la forma en cómo Don Taylor y compañía optan por elegir una salida fácil para evitar ahondar en las consecuencias del conflicto principal, no se puede negar que pese a sus falencias narrativas y temáticas, “The Final Countdown” resulta ser una película entretenida que por momentos se asemeja al cine de ciencia ficción de la década del cincuenta, lo que le da un encanto especial. Aunque obviamente se trata de una producción que está a años luz de la brillante “Back to the Future” (1985), que trata de mejor manera el concepto del efecto mariposa, de todas formas el film de Taylor sigue siendo considerado por muchos espectadores como una pequeña joya del cine de ciencia ficción ochentero.

 

por Fantomas.
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