jueves, 26 de julio de 2012

Strangers on a Train: Nunca confíes en extraños.

“Strangers on a Train” (1951), es un thriller del director Alfred Hitchcock, el cual está protagonizado por Farley Granger, Robert Walker y Ruth Roman.

Guy Haines (Farley Granger) es un famoso tenista que quiere iniciarse en la política, y que de hecho está saliendo con la hija de un senador. El problema es que su molesta esposa no quiere darle el divorcio. Sin embargo, durante un viaje en tren, Guy conoce a un carismático hombre llamado Bruno Antony (Robert Walker), quien le propone una curiosa solución a sus problemas: él matará a su esposa y Guy tendrá que hacer algo similar por el hombre que acaba de conocer.
Tras estrenar la curiosa y tramposa “Stage Fright” (1950), el director Alfred Hitchcock se topó con la novela “Strangers on a Train” de la escritora Patricia Highsmith, la cual tocaba algunos de los temas que tanto le fascinaban al realizador británico, como por ejemplo la dualidad del ser humano y la capacidad que tiene el hombre para dañar a quienes lo rodean. Hitchcock inmediatamente les ordenó a sus agentes que negociaran los derechos cinematográficos del escrito, con la precaución de que no mencionaran su nombre para no gastar más dinero del necesario. Finalmente se hizo de los derechos por solo 7.500 dólares, lo que irritó a la escritora una vez que supo quién era el hombre tras el trato. Con la esperanza de superar los fracasos que habían tenido sus producciones más recientes, Hitchcock contrató al guionista Whitfield Cook, con quien escribiría una adaptación de sesenta y cinco páginas. Sin embargo, si bien su trabajo con Cook había sido fructífero, al director le costaría encontrar a un escritor con la capacidad de emprender la complicada tarea de redactar el guión. Su primera opción sería Dashiell Hammett, conocido como uno de los creadores de la novela negra. Lamentablemente, los encuentros entre Hitchcock y el escritor terminaron siendo inexplicablemente saboteados por la negligencia de una secretaria.

Curiosamente, la realización del guión recaería en manos de otro de los padres de la novela negra, el formidable Raymond Chandler. Debido a que el contrato del escritor le autorizaba a trabajar en casa, Hitchcock tuvo que ir hasta allá para sus reuniones, las que gradualmente provocarían un sinfín de roces entre ambos creativos. Lo que más le irritaba a Chandler, era la insistencia del director de incluir sus indicaciones visuales en el guión. Tras una serie de fuertes discusiones y dos borradores de por medio, Hitchcock pidió que contrataran a otro escritor ante la inminente posibilidad de que la Warner Brothers cancelara la producción. Fue así como llegó Czenzi Ormonde, quien terminaría por borrar cualquier vestigio del trabajo realizado por Chandler. Una vez terminado el guión, comenzó el proceso de selección del elenco, el cual estaría conformado no solo por la actriz Ruth Roman, quien había sido impuesta nada menos que por Jack Warner (lo que molestó de sobremanera al realizador), sino que también por la hija de Hitchcock, Patricia. En cuanto a los roles protagónicos, para interpretar el papel del elegante psicópata, el británico contrató a Robert Walker, quien hasta ese entonces acostumbraba interpretar a personajes que representaban el prototipo del encantador chico americano, mientras que para el papel del joven tenista que aspira a convertirse en político, tras la imposibilidad de conseguir los servicios de William Holden, Hitchcock no tuvo más opción que contratar a Farley Granger, con quien ya había trabajado en “Rope” (1948).

En “Strangers on a Train”, Guy Haines es un famoso jugador de tenis profesional que mientras se encuentra viajando a bordo de un tren, es reconocido por un hombre llamado Bruno Antony, con quien entabla una amistosa conversación centrada principalmente en los aspectos de conocimiento público de su vida privada. Es en esta instancia que Guy le comenta a su “nuevo amigo” que desea divorciarse de Miriam (Kasey Rogers), su infiel y ambiciosa esposa, para contraer matrimonio con Anne Morton (Ruth Roman), la hija de un senador que pretende ayudarlo a comenzar una carrera en la política. Bruno por su parte, desea ver muerto a su padre quien no aprueba el desenfadado estilo de vida que ha estado llevando. Es entonces cuando Bruno decide contarle a Guy su idea del crimen perfecto; “¿Qué pasaría si dos hombres se ponen de acuerdo para intercambiar asesinatos, en los que la víctima no conozca personalmente a su victimario?” De esta forma comienza un peligroso juego del gato y el ratón, donde Bruno hará lo posible por lograr que Guy asesine a su padre, llegando incluso al punto de implicarlo en un crimen que no cometió, con el que amenaza destruir su vida por completo.

En algunas de sus cintas anteriores, particularmente en “Shadow of a Doubt” (1943), Hitchcock ya había explorado el concepto de la dualidad del ser humano, cosa que repite en este film. Durante el transcurso de la historia, el director incluye una serie de parejas cuyo único fin es reforzar esta idea de la dualidad de manera casi subliminal. Nos encontramos con dos respetables e influyentes padres, dos mujeres con gafas, y otras dos mujeres que en una fiesta se divierten enumerando ideas para ejecutar el crimen perfecto. También hay dos grupos de dos detectives en dos ciudades distintas, y dos viajes a la feria en la que ocurre el crimen que pondrá en problemas al personaje de Granger, entre un sinfín de otras cosas que se presentan en parejas. A su vez, Hitchcock se encarga de contrastar la naturaleza de las personalidades de la dupla protagónica. Mientras que Bruno es un hombre que vive en el "mundo de la oscuridad", sumergido bajo las sombras de la mansión gótica de su padre, Guy es alguien más cercano al "mundo de la luz", el cual está representado por sus partidos de tenis al aire libre, su atracción hacia los colores vivos y sus suntuosas cenas en Washington. Y es que básicamente las duplicidades que el realizador inserta en el film, sirven para asociar el orden y la vitalidad al “mundo de la luz”, y el caos, la locura y la muerte al “mundo de la oscuridad”, los que por supuesto no son mutuamente excluyentes.

Y es que es indudable que si bien Guy no está de acuerdo con la idea que le propone Bruno, y que este último decide llevar a cabo sin su consentimiento, en algún momento del film fantasea con la idea de asesinar a su esposa para así finalmente ser libre y llevar a cabo sus deseos y ambiciones. Básicamente, Guy y Bruno son las dos caras de una misma moneda, donde el primero representa el lado más tradicionalista de las personas, mientras que el segundo personifica los impulsos más básicos y anárquicos del ser humano. Otros de los temas importantes de la cinta y que ha sido ampliamente discutido, es el de la homosexualidad del personaje de Robert Walker. Debido a que en aquellos años el tema de la homosexualidad no era algo que se podía tratar abiertamente, Hitchcock utiliza una serie de simbolismos y sutilezas para establecer la orientación sexual de Bruno Antony. El mejor ejemplo de esto es la secuencia inicial en el tren, la cual sugiere una situación de conquista casual, donde Bruno se acerca de forma coqueta y seductora al lugar donde está Guy, con la intención de entablar una conversación con él, la cual terminará al interior de su compartimiento privado. Desde ese momento, Bruno siente una mezcla de admiración y atracción hacia Guy, que lo impulsará a intentar convertirse en su aliado, ayudándolo a resolver sus problemas de manera tal que este aprecie el esfuerzo que su nuevo “amigo” está haciendo por él, fortaleciendo el vínculo que supuestamente existe entre ambos.

Si bien tanto el tema de la dualidad como el de la homosexualidad de Bruno están presentes durante gran parte de la cinta, los momentos de mayor suspenso están dados por la representación de otro de los temas preferidos de Hitchcock: la persecución de un hombre injustamente acusado. Tras asesinar a Miriam, Bruno no hará más que empujar a Guy hacia un espiral de intrigas y falsas acusaciones, del que solo podrá salir con la ayuda de su novia y de la hermana de esta, Barbara (Patricia Hitchcock). La cinta juega con la posibilidad de que Guy termine aceptando la propuesta de Bruno, debido a que este último lo está chantajeando con implicarlo en el crimen, lo que no le deja demasiadas opciones al joven tenista. En el ámbito de las actuaciones, resulta destacable la labor tanto de Robert Walker, quien interpreta de manera magistral a este hombre por sobre todo siniestro y calculador, como la de Patricia Hitchcock, cuyo papel no solo termina siendo relevante dentro de la trama, sino que también se destaca por el hecho de que es quien dice varios de los diálogos más interesantes del film. Farley Granger por su parte, no realiza un trabajo del todo convincente, como tampoco lo realiza Ruth Roman, por lo que la labor de ambos es uno de los puntos más bajos de la producción. En cuanto al aspecto técnico de la cinta, esta cuenta con la estupenda banda sonora de Dimitri Tiomkin, y el magistral trabajo de fotografía de Robert Burks, quienes en conjunto construyen la atmósfera siniestra y opresiva que domina a la historia.

Pese a que “Strangers on a Train” es usualmente considerada entre los entendidos como uno de los mejores trabajos del realizador británico, suele caer dentro del grupo de sus obras menores principalmente por la escasa popularidad del elenco que participó en el film. No solo el director hace gala de su habilidad para crear imágenes impactantes, destacándose la lúgubre escena del asesinato y la inolvidable secuencia final, la cual involucra un carrusel girando a toda velocidad, sino que además se las arregla para mantener un ritmo narrativo vibrante, el cual se tornará casi frenético durante el último tramo del relato. La cinta no pretende ser un estudio psicológico de la mentalidad criminal ni de los límites de la ambición del hombre, pero de todas formas explora ciertos temas que en parte definían la compleja personalidad de Hitchcock, quien solía explorar sus demonios en cada uno de sus proyectos. Es quizás por esto que algunos de los segmentos de la historia poseen un cierto carácter onírico, lo que provoca que la experiencia resulte aún más espeluznante. Más allá de su aspecto técnico y temático, “Strangers on a Train” es una película entretenida, que ha envejecido de buena manera y que pone en evidencia la genialidad que siempre caracterizó a ese director llamado Alfred Hitchcock.

 

por Fantomas.

viernes, 20 de julio de 2012

The First Great Train Robbery: Sean Connery y su banda de ladrones victorianos.

“The First Great Train Robbery” (1979), es un film de aventuras del director Michael Crichton, el cual está protagonizado por Sean Connery, Donald Sutherland, y Lesley-Anne Down

Edward Pierce (Sean Connery) es un ladrón que concibe un plan para robar una fortuna en lingotes de oro del vagón de pago de una compañía de ferrocarriles. Para poder llevar a cabo el mayor robo de la historia, Pierce deberá aunar sus fuerzas con Agar (Donald Sutherland), un ladrón de cajas fuertes, y con Miriam (Lesley-Anne Down), su novia, quienes están conscientes de que están por llevar a cabo un plan tan descabellado como peligroso.

A mediados de la década del sesenta, bajo el seudónimo de John Lange, el escritor norteamericano de ciencia ficción Michael Crichton irrumpió en la escena literaria con la novela “Odds On”. Tras el éxito de sus primeras obras, en especial de “The Andromeda Strain”, la cual fue llevada a la pantalla grande en 1971, Crichton decidió probar suerte en el mundo del cine como director y guionista. Tras realizar “Westword” (1973) y “Coma” (1978), él comenzaría a adaptar una de sus novelas titulada, “The Great Train Robbery”. En dicho escrito, el autor relataba un hecho de la vida real usando seudónimos y un poco de imaginación; el asalto a un tren en movimiento ocurrido en el siglo diecinueve en Inglaterra, el cual en su interior transportaba una gran cantidad de oro equivalente a 12.000 libras esterlinas de la época. La historia del llamado “primer robo a un tren en movimiento”, sería rodada en Londres y Dublín por Crichton, quien tendría que enfrentarse a una serie de problemas de carácter económico y profesional. No solo se vio en la obligación de pedirles a algunos de los miembros del reparto que realizaran sus propias escenas de riesgo por no contar con el dinero suficiente como para contratar dobles (la mayoría del dinero se gastó en la construcción de los sets), sino que también tuvo que superar los prejuicios que tenían los equipos de filmación tanto de Londres como de Dublín, quienes mostraban poco respeto por el joven realizador. Obligado a demostrar su valía como director, Crichton no tuvo más remedio que enseñarle a sus compañeros de trabajo una copia de “Coma”, con lo cual finalmente se ganó su respeto y admiración.

La historia de “The First Great Train Robbery” se sitúa en el año 1855. El ejército británico está participando en la Guerra de Crimea. Para financiar dicho conflicto bélico, una vez al mes transportan en tren un valioso cargamento de oro desde Londres hasta Folkestone. Las autoridades a cargo de dicho transporte no pueden estar más satisfechas con todo el proceso; no solo el tren en movimiento ha demostrado ser prácticamente inexpugnable para los arriesgados ladrones que han intentado asaltarlo, sino que además para abrir la caja fuerte que contiene el botín se necesitan cuatro llaves, las que se encuentran repartidas entre los encargados de la estación de ferrocarriles y los delegados de un banco. Lo que parece ser un robo imposible, para el distinguido ladrón y estafador Edward Pierce no lo es tanto. Es por esto que pondrá en marcha un complejo plan en compañía de su novia y colega Miriam, un avezado ladrón y cerrajero llamado Agar, un guardia corrupto, y un prófugo de la justicia. Juntos tendrán que superar un sinnúmero de dificultades si es que quieren llevarse el cuantioso botín, incluyendo algunos desafortunados imprevistos de último minuto.


Como la parte más importante del plan es la obtención de las cuatro llaves que abren la caja fuerte, alrededor de dos tercios de la cinta giran en torno a las artimañas que Pierce y su banda deben realizar para obtenerlas. Y es que mientras que para conseguir las llaves que protegen los ejecutivos del banco, Pierce y compañía tendrán que utilizar sus habilidades como embaucadores profesionales, para obtener las otras dos que se encuentran en una de las oficinas de la compañía de ferrocarriles, y que están custodiadas por un par meticulosos guardias, no les quedará más remedio que preparar un metódico robo en el que necesitarán la ayuda de un habilidoso ladrón conocido bajo el apodo de “Clean Willy” (Wayne Sleep), que lamentablemente está encarcelado en una de las prisiones más seguras de Londres. Ya en el último tramo del film, la acción se concentra en la ejecución del arriesgado asalto a bordo del tren que viaja a 50 millas por hora, y en la resolución por parte de los protagonistas de algunos detalles de último minuto que amenazan con poner en riesgo toda la operación. Considerando lo complejo de todo el plan, Crichton es lo suficientemente sagaz como para preocuparse de exhibir de forma colorida y detallada cada uno de los pasos a seguir por Pierce y sus secuaces, con el fin de que no solo el espectador pueda participar de forma más activa en el robo, sino además para que este aprecie el ingenio y la tenacidad de este grupo de pintorescos criminales, lo que inevitablemente lo empujará a abogar por su causa.

Algo que llama inmediatamente la atención durante el visionado de la cinta, es la preocupación del director por retratar de la manera más fiel posible la Inglaterra victoriana. Crichton reconstruye de forma vivida la Era Industrial, no solo preocupándose de cada uno de los detalles de los sets y del diseño de vestuario, sino que también de los aspectos sociales que marcaron ese periodo. El realizador enfatiza las condiciones deshumanizantes existentes, la corrupción y la inequidad social, y además se asegura de contrastar la extrema pobreza de los barrios marginales con la ostentación de los sectores más acomodados. Esto no significa que “The First Great Train Robbery” presente un mensaje más profundo o algún tipo de comentario social; estos elementos son utilizados con el único objetivo de establecer una cierta de tendencia anti-sistema que ayude a que el espectador simpatice con el trío de antihéroes, aún cuando las motivaciones de estos son meramente egoístas y pese al hecho de que algunas de sus decisiones esquiven todo límite moral. Otro aspecto al que Crichton le da importancia, es al lenguaje y a los códigos utilizados por los criminales de la época. Con el fin de lograr ser lo más exacto posible a la hora de retratar los modismos y las costumbres del bajo mundo londinense del siglo XIX, el director se basó en muchos de los detalles descritos por el escritor Kellow Chesney en su libro “The Victorian Underworld”, el cual no era más que una descripción exhaustiva de los aspectos más sórdidos de la sociedad victoriana.


En el ámbito de las actuaciones, Sean Connery realiza un estupendo trabajo personificando a este ladrón ambicioso, educado y sagaz, con un retorcido sentido del humor y un coraje a toda prueba. El actor además tiene el mérito de haber realizado la totalidad de las escenas de riesgo a bordo del tren en movimiento, lo que provocó la ira de su esposa Micheline Roquebrune. Al mismo tiempo, Connery tiene una química impresionante con Lesley-Anne Down, quien en uno de los mejores roles de su carrera interpreta a una estafadora versátil con una fidelidad a toda prueba, que si bien desea hacerse con el dinero, su mayor preocupación es poder construir una vida junto a su amado socio. Por último cabe destacar la labor de Donald Sutherland, quien no solo logra que su personaje se complemente de buena manera con el personaje de Connery, sino que también asume la responsabilidad de aportar  unas buenas dosis de comedia a todo el asunto. Por otro lado, el film cuenta con el magnífico trabajo de fotografía de Geoffrey Unsworth, y con la atmosférica banda sonora del siempre confiable Jerry Goldsmith, cuyas composiciones cobran especial importancia en la secuencia del asalto al tren, otorgándole un carácter casi épico a la misma.

Es evidente que gran parte del mérito de que la cinta funcione de la forma en la que lo hace es de Michael Crichton. Él fue lo suficientemente inteligente como para incluir en la adaptación de su novela unas buenas dosis de comedia y una rica descripción del período victoriano, lo que le valió en 1980 el premio Edgar Allan Poe a la mejor película. “The First Great Train Robbery” no es una cinta profunda ni una obra maestra a la cual la gente suele referirse cuando se habla acerca de historias de grandes robos, sino que más bien es una producción modesta que entrega precisamente lo que promete; cerca de dos horas de entretención y sorpresas de la mano de un director capaz y un elenco notable. Por las virtudes antes descritas y por la inclusión de algunas vueltas de tuerca que evitan que la trama se vuelva demasiado predecible, es justo mencionar que quizás esta producción no solo es una de las mejores películas de Crichton, sino que también es uno de los mejores trabajos del siempre carismático Connery.

                     

por Fantomas.

miércoles, 11 de julio de 2012

Burt Lancaster: Un acróbata en Hollywood.

Burton Stephen Lancaster nació el 2 de noviembre de 1913, en Manhattan, Nueva York. Criado en el seno de una modesta familia de inmigrantes irlandeses compuesta por Elizabeth Roberts, James Henry Lancaster y sus cuatro hijos, el futuro actor pasó gran parte de su infancia jugando en las calles de East Harlem, al mismo tiempo que trabajaba lustrando zapatos y vendiendo periódicos para poder ayudar a su familia. Durante su adolescencia, comenzaría a desarrollar un marcado interés por la gimnasia, lo que lo llevaría a formar parte del equipo de basquetbol de la Escuela Secundaria DeWitt Clinton. Además de su gusto por el deporte, Lancaster era un ávido lector y un fanático de los films de aventuras de Douglas Fairbanks. Tanto era así, que a menudo utilizaba el living de su hogar para mostrarle a su familia lo que había visto en la pantalla grande. Sin embargo, jamás pensó en convertirse en un actor. Él deseaba ser cantante de ópera, pero cuando entró a la pubertad los cambios en su voz echaron por la borda su sueño. Lamentablemente, un poco antes de graduarse de la secundaria, su madre murió a causa de una hemorragia cerebral. Tras superar esta dolorosa pérdida, Lancaster ingresó a la Universidad de Nueva York gracias a una beca deportiva, con la intención de convertirse en profesor de educación física. Sin embargo, pronto cambiaría la universidad por la acrobacia, y junto a su amigo Nick Cravat se unirían al Circo de los Hermanos Kay como trapecistas bajo el nombre de “Lang y Cravat”. “Es una gran vida”, declaró alguna vez cuando se le preguntó por su etapa circense, la cual a su pesar tuvo que abandonar en 1939 luego de sufrir una grave lesión. Luego trabajaría por un tiempo como vendedor y como mesero cantante, para terminar en 1942 enlistándose en el ejército para participar en la Segunda Guerra Mundial.

Lancaster formaría parte de la División de Servicios Especiales, grupo militar encargado de seguir a las tropas de infantería con el fin de subirles la moral. También participó en el quinto batallón del General Mark Clark, el cual estuvo estacionado en Italia de 1943 a 1945. A su regreso a los Estados Unidos, mientras se encontraba visitando a su familia en Nueva York, fue invitado a participar en la audición de la obra de Broadway, “A Sound of Hunting”, lo que lo llevó a obtener un rol en la misma. Si bien la producción solo permaneció tres semanas en cartelera, la actuación del acróbata retirado llamó la atención del agente de Hollywood Harold Hecht, quien le presentó al productor Hal Wallis que finalmente contrataría a Lancaster para trabajar en la cinta “The Killers” (1946), la cual estaba basada en una historia de Ernest Hemingway. El ahora actor de 32 años, rápidamente saltó a la fama gracias a su atractivo físico y a su apariencia de tipo rudo, lo que le permitiría obtener roles protagónicos en los films “Brute Force” (1947) y “I Walk Alone” (1948). En 1946, Lancaster se divorciaría de June Ernst, su primera esposa, con la que contrajo matrimonio en 1935, para casarse con la enfermera Norma Anderson, con quien tendría cinco hijos. El éxito que logró con sus primeros trabajos, lo llevó a buscar papeles más diversos como el del ambicioso esposo del personaje de Barbara Stanwyck en “Sorry, Wrong Number” (1948), y el del doctor alcohólico en “Come Back, Little Sheba” (1952). Para ese entonces, Lancaster había incursionado en el mundo de la producción, convirtiéndose en uno de los primeros actores en establecer su propia productora (fundada en sociedad con el agente Harold Hecht), la cual en un inicio se llamaría Norma Production, para luego cambiar a Hecht-Hill-Lancaster tras la inclusión del guionista James Hill a la sociedad.


La primera cinta producida por la compañía de Lancaster sería “Kiss the Blood Off My Hands” (1948), a la cual le seguiría el film de aventuras “The Flame and the Arrow” (1950), el cual sirvió para que el actor exhibiera sus habilidades acrobáticas. Cabe mencionar que tanto en esta producción como en “The Crimson Pirate” (1952), Lancaster pudo reunirse con su viejo amigo Nick Cravat (con quien trabajaría en nueve largometrajes), el cual por lo general interpretaría roles secundarios que requerían de una gran habilidad física. La obra culmine de la compañía productora del actor sería la cinta “Marty” (1955), un drama de bajo presupuesto protagonizado por Ernest Borgnine, el cual estaba basado en un telefilme de Paddy Chayefsky. Este modesto film se convirtió en un éxito de taquilla y obtuvo cuatro premios Oscar, incluyendo el de mejor película. En cuanto a Lancaster, el punto más alto de su carrera llegaría de la mano del rol del Sargento Milt Warden en el largometraje “From Here to Eternity” (1953). Su participación en la cinta ganadora de ocho premios Oscar no solo le valió su primera nominación de la Academia, sino que además estampó en la memoria colectiva la famosa escena de amor en la playa entre el personaje de Lancaster y el de Deborah Kerr. Muchos años después, uno de los hijos del actor aseguró que este había tenido una relación sentimental con su coestrella, lo que fue desmentido por la misma Kerr, quien solo admitió que existía una atracción mutua entre ella y su colega.

Ya para aquel entonces, Lancaster era conocido por ser un actor de carácter difícil. Su mala fama se había comenzado a gestar durante la filmación de “The Killers”, a causa de los dichos del productor Mark Hellinger quien en una ocasión comentó: “Ese chico ha hecho una película y ya cree que sabe más que todos los que estamos en el set”. Su forma de ser inevitablemente lo llevaría a probar suerte como director, debutando con el film “The Kentuckian” (1955). La experiencia no le resultaría demasiado agradable, por lo que solo la repetiría veinte años después en la cinta “The Midnight Man” (1974). Al año siguiente Lancaster viajó a Europa para rememorar sus tiempos como acróbata en “Trapeze” (1956), para luego protagonizar junto a Katherine Hepburn el drama “The Rainmaker” (1956). En aquella época, era común ver a Lancaster trabajar junto a actores consagrados, demostrando su estatus de estrella. Por ejemplo, en “Run Silent, Run Deep” (1958) su coestrella era nada menos que Clark Gable, mientras que en “Gunfight at the O.K. Corral” (1957) trabajó junto a Kirk Douglas. Si bien ambos actores habían compartido escena varios años antes en el film “I Walk Alone”, fue durante el rodaje del western que se hicieron amigos. “Él intentaba decirme como debía actuar”, diría Lancaster refiriéndose a Douglas. “Yo le dije a él como debía actuar. Fue de esta suerte de disputa amable que nació nuestra amistad la cual estaba basada en el respeto mutuo”.


Durante los años venideros, la dupla que había demostrado tener una gran química dentro y fuera de la pantalla, colaboró en un puñado de cintas entre las que se encuentran “The Devil´s Disciple” (1959), “Seven Days in May” (1964) y “Tough Guys” (1986). Su excelsa interpretación de un ambicioso columnista de chismes en el film “Sweet Smell of Success” (1957), sería una suerte de aviso de lo que estaba por venir para el actor. En 1960, su compañía productora se encontraba lidiando con algunos problemas económicos, pero de todas formas fue capaz de sacar adelante la cinta “Elmer Gantry” (1960), donde Lancaster interpreta a un predicador con una marcada inclinación hacia las mujeres y el whisky. Dicho rol le valió el Oscar al mejor actor, y con el paso de los años se convirtió en su papel más recordado. Cuando en una ocasión le pidieron explicar cómo había desarrollado el personaje, Lancaster respondió: “En Elmer Gantry no estaba actuando. Era yo quien aparecía en la pantalla”. Su próximo film, “The Young Savages” (1961), le serviría principalmente para establecer una duradera relación laboral con el director John Frankenheimer, con quien trabajaría en cuatro producciones más (“Birdman of Alcatraz”, “Seven Days in May”, “The Train”, y “The Gypsy Moths”). Por otro lado, en “Judgment at Nuremberg” (1961), el actor no solo haría gala de su calidad interpretativa sino que también de su mal temperamento. Durante gran parte del rodaje, Lancaster tuvo una serie de problemas con Maximillian Schell, quien curiosamente interpretaba al antagonista de su personaje en el film.

Durante ese mismo periodo, el actor tuvo un bullado episodio de furia durante el programa de televisión del periodista Mike Wallace. En vez de soportar con calma las preguntas que hacían referencia a su mal temperamento, Lancaster se retiró furioso del estudio para nunca regresar. En 1963, el actor viajó a Italia para formar parte de la cinta “Il Gattopardo” sin saber que la única razón por la cual el director Luchino Visconti lo había elegido como protagonista era para lograr que la 20th Century Fox financiara el proyecto. Aunque la relación entre ambos fue tensa en un principio, pronto el actor se ganaría el respeto del realizador llegando incluso a convertirse en amigos. Es por esto que no resulta extraño que casi una década después, Lancaster protagonizara otra cinta de Visconti titulada “Gruppo di famiglia in un interno” (1974). Para poder participar en proyectos menos comerciales como “Il Gattopardo” y la subvalorada “The Swimmer” (1968), el actor en más de una ocasión optó por aceptar roles en films que él consideraba verdaderas “basuras”. De hecho, ese fue su veredicto a la hora de catalogar “Airport” (1970), producción que puso de moda las “cintas de desastres”. Su desencanto con la industria lo llevó a participar en diversos proyectos, como por ejemplo en la obra teatral “Knickerbocker Holiday”, donde llamó la atención su interpretación de la canción “September Song”. Igual de llamativa sería su participación en el programa “Sesame Street”, donde se encargó de recitar el alfabeto.


Durante la década del setenta, la carrera del envejecido actor comenzó a experimentar un franco declive, obligándolo a aceptar roles secundarios y a participar cintas que no tenían suficiente atractivo comercial. Entre sus trabajos más destacables de este periodo se encuentran “Executive Action” (1973), film que explora los intereses económicos ocultos tras la muerte del Presidente John F. Kennedy, y el western de Robert Aldrich, “Ulzana´s Raid” (1972). De la mano del mismo Aldrich, Lancaster protagonizaría la cinta “Twilights Last Gleaming” (1977), la cual criticaba en duro términos a la Guerra de Vietnam. En cierto modo, el mensaje de la película no era más que la extensión de las ideas del actor. Durante gran parte de su vida, Lancaster fue un participante activo de un buen número de movimientos liberales, por lo que frecuentemente salía en defensa de las minorías raciales y sexuales (lo que no resulta extraño, dado que por años se ha mantenido que el actor era bisexual). De hecho, en 1985 se unió a una importante campaña en contra del SIDA luego que su amigo cercano y colega, Rock Hudson, contrajera la enfermedad. De la misma manera, mostró abiertamente su rechazo a la Guerra de Vietnam y a movimientos como el Macartismo, y apoyó en varias ocasiones a candidatos demócratas.

Pese a que para la segunda mitad de la década del setenta su nombre ya no tenía mucho peso comercial, de todas formas sus servicios seguían siendo requeridos. Para ese entonces, lo único que le importaba a Lancaster era encontrar proyectos que le resultaran atractivos o desafiantes, al punto que participó gratis en la cinta de Bernardo Bertollucci, “Novecento” (1976), y llegó a desembolsar 150.000 dólares solo para asegurar que el film “Go Tell the Spartans” (1978) pudiese ser completado. Los ochenta comenzarían de buena manera para Lancaster, quien recibió una nueva nominación al Oscar por su papel en la película “Atlantic City” (1980), del director Louis Malle. Lamentablemente, para aquel entonces el estado de salud del actor no era de lo mejor. A causa de la arterioesclerosis que lo aquejaba, en 1980 tuvo serias complicaciones durante una cirugía cuyo propósito era removerle la vesícula biliar. Al poco tiempo después, mientras participaba en el film “Cattle Annie and Little Britches” (1981), el actor sufrió dos infartos cardíacos que obligaron a su equipo médico a realizarle un bypass cuádruple de emergencia. Si bien todo esto lo obligó a buscar trabajo en el medio televisivo, el cual era bastante menos exigente, no impidió que en 1988 acudiera a una sesión en el Congreso junto a otros actores como Jimmy Stewart y Ginger Rogers, con la intención de protestar contra el plan del magnate Ted Turner que pretendía colorear varias producciones rodadas en blanco y negro durante las décadas del treinta y del cuarenta.


Tras trabajar en varias series de televisión y en algunas cintas mediocres, Lancaster participó en el film “Field of Dreams” (1989), el cual se convertiría en la última entrada de su carrera cinematográfica. En cuanto a su trabajo en televisión, el actor se despediría con el telefilme “Separate but Equal” (1991). En 1990, Lancaster sufrió un grave accidente cerebrovascular que paralizó parte de su cuerpo y le afectó el habla. Ese mismo año, contrajo matrimonio con la productora televisiva Susan Martin, quien lo acompañó hasta el momento de su muerte. El actor fallecería el 20 de octubre de 1994, a causa de un infarto cardíaco, a los 80 años de edad. Locutor de radio, showman en el ejército durante la Segunda Guerra Mundial, actor teatral, productor, director, y finalmente estrella de cine, Burt Lancaster supo cimentar su carrera superando el hecho de ser un actor autodidacta, ganándose la aceptación del público y la crítica, lo que lo llevó a convertirse en una de las grandes estrellas hollywoodenses de todos los tiempos. Y es que la frescura que desprendía Burt Lancaster en la pantalla grande y la humanidad con la que dotó a sus personajes, permanece intacta hasta el día de hoy en cada una de las películas en las cuales participó.

 

por Fantomas.

lunes, 9 de julio de 2012

Nightwatch: El peor trabajo del mundo.

“Nightwatch” (1997), es un thriller de horror del director Ole Bornedal, el cual está protagonizado por Ewan McGregor, Josh Brolin y Nick Nolte.

Martin Bells (Ewan McGregor) es un joven estudiante que consigue un trabajo como guardia de seguridad en el depósito de cadáveres de un hospital. Durante ese mismo período, se producen una serie de crímenes de carácter sexual cuya autoría le es atribuida por la policía. Ahora con el tiempo en su contra, Martin deberá demostrar su inocencia y encontrar al verdadero culpable de los violentos crímenes.


A mediados de la década del noventa, el director danés Ole Bornedal irrumpiría en la escena internacional con el thriller “Nattevagten” (1994), una cruda historia de suspenso centrada en un joven estudiante que para pagar sus estudios, consigue trabajo como guardia nocturno de una morgue, al mismo tiempo que un desconocido comienza a cometer una serie de horribles crímenes sexuales. La cinta que causó una gran polémica al momento de su estreno, llamaría la atención de la productora norteamericana Miramax, que eventualmente compraría los derechos de la misma. Con la intención de que la inminente adaptación no se viera afectada por las inevitables comparaciones con el film original, el cual aún estaba demasiado presente en el inconsciente colectivo, los ejecutivos de la Miramax prefirieron archivar el proyecto por algún tiempo. Dos años después, contratarían al mismo Bornedal para dirigir la adaptación, y al director y guionista Steve Soderbergh para sanitizar el guión original. Y es que entre otras cosas, “Nattevagten” contenía una escena de sexo oral en un restaurante, un par de escenas de sexo en la morgue, y una secuencia en la que un joven vomita dentro de una fuente bautismal. Todo esto fue cambiado por Soderbergh, lo que le trajo varios problemas con Bornedal quien realizaría una serie de cambios de último minuto que terminarían afectando el producto final.

En “Nightwatch” el protagonista es Martin Bells, un joven estudiante de derecho quien se encuentra en el último semestre de su carrera, y que cuya imposibilidad de cubrir los gastos de sus estudios universitarios, lo llevan a aceptar un trabajo como guardia nocturno de la morgue de un hospital. Para su mala suerte, al mismo tiempo que él comienza a trabajar en el escalofriante lugar, la ciudad empieza a ser amenazada por un sádico asesino serial con una marcada fijación por las prostitutas, quien no contento con mutilarlas y asesinarlas, tiene relaciones sexuales con sus cadáveres. A raíz de un peligroso juego en el que se embarca junto a James Gallman (Josh Brolin), quien es su mejor amigo, Martin termina convirtiéndose en el principal sospechoso de los asesinatos, cuya investigación está a cargo del excéntrico Inspector Thomas Cray (Nick Nolte), quien parece creer en su inocencia. Ahora con el tiempo en su contra y con una serie de pruebas que lo incriminan como el responsable de los cruentos hechos que han ocurrido en los últimos días, Martin tendrá que averiguar quién es el verdadero asesino antes de que este destruya por completo su vida y la de sus cercanos.

La curiosa combinación de morgues, necrofilia y asesinos seriales, funciona como el combustible necesario para dar vida un thriller que se apoya principalmente en su ambientación. Gran parte de los corredores del subterráneo que alberga la morgue presentan un grave problema de iluminación, lo que se contrasta con lo enceguecedor de las luces del cuarto que alberga los cuerpos de los recién llegados, que es precisamente lo que el protagonista y los espectadores no desean ver. Además existe un cuarto repleto de frascos que guardan fetos y diversos químicos, y otra habitación a la que según el antiguo guardia nocturno, “es mejor no entrar por sanidad mental”, lo que en conjunto crea la sensación de que la maldad es algo tangible que reside en los angostos y oscuros pasillos del edificio mortuorio. Al mismo tiempo, es el ya mencionado guardia (Lonny Chapman) quien a base de viejas historias, mitos y experiencias pasadas, le otorga al edificio un cariz especial, dando a entender que las condiciones laborales de este particular trabajo pueden llevar a un hombre fácilmente a la locura si este no sabe sobrellevar el poder sugestivo que estas ejercen.

En gran medida, es precisamente por una vieja historia que tiene relación con un escandaloso incidente protagonizado por un guardia varios años atrás, que gran parte de los compañeros de trabajo de Martin comienzan a verlo como sospechoso. Su errático comportamiento tampoco ayuda demasiado, el cual es motivado por su amigo James, quien últimamente ha estado buscando experiencias que lo emocionen en algún grado, lo que lo ha llevado a realizar actos que supongan algún tipo de peligro. Será la actitud de este personaje lo que le recuerde al espectador que está ante un relato de misterio, donde la principal interrogante es la identidad del asesino, dejando sus motivaciones en un segundo plano. Y es que como bien explica el personaje de Nick Nolte: “Hay asesinos que no necesitan justificar lo que hacen. Solo lo hacen. Las explicaciones son solo ficción cuyo objetivo es hacernos sentir seguros”. Además de estos tres personajes, la historia cuenta con la participación de un extraño y sospechoso doctor (Brad Dourif) que trabaja en la morgue, una prostituta drogadicta (Alix Koromzay) que asegura tener un cliente que le pide que simule estar muerta, y con la novia de Martin, Katherine (Patricia Arquette), quien debido a una serie de curiosas llamadas telefónicas no puede evitar comenzar a sospechar de su pareja.

En cuanto a las actuaciones, Ewan McGregor es quien se lleva gran parte del peso dramático de la cinta. Afortunadamente el actor realiza un estupendo trabajo personificando a un joven que debe lidiar con sus responsabilidades, con sus ganas de disfrutar su juventud, y con un cúmulo de acusaciones falsas de las que parece no poder defenderse. Las escenas donde el protagonista interactúa tanto con el personaje interpretado por Josh Brolin, como con el interpretado por Nick Nolte, están marcadas por la presencia de diálogos inteligentes y a ratos escalofriantes, que en gran medida ayudan a que el espectador se mantenga interesado por una historia repleta de elementos escabrosos. Lamentablemente no sucede lo mismo en las escenas en las cuales participa Patricia Arquette, quien además de realizar una actuación mediocre, tiene la mala fortuna de personificar un personaje insulso cuya única función es ocupar el puesto de la “mujer en peligro”, tan propio de los films de horror. En lo que se refiere al aspecto técnico de la producción, esta cuenta con el estupendo trabajo de fotografía de Dan Laustsen, y con la atmosférica banda sonora de Joachim Holbek, quienes en conjunto logran otorgarle un cierto sentido de omnipresencia al misterioso asesino.

Por lo general, las cintas de terror suelen ayudar a resaltar las habilidades estilísticas de los directores cercanos al género, quienes en ocasiones, por un motivo u otro, terminan dejando en un segundo plano el aspecto narrativo de las mismas. Eso es precisamente lo que sucede en “Nightwatch”. Mientras que por un lado Ole Bornedal se las arregla para crear una película visualmente atractiva, sin la necesidad de incluir violencia gráfica, lamentablemente la historia que presenta a ratos se torna implausible, debido a sus constantes intentos por confundir al espectador, mediante la inclusión de pistas falsas y situaciones artificiales que no terminan de convencer. Pese a todo, “Nightwatch” se destaca por ser un film entretenido que presenta una temática sórdida pero interesante, un buen ritmo narrativo, una marcada atmósfera de suspenso, y un puñado de curiosos personajes cuyas dualidades ayudan a crear una mayor aura de misterio. Probablemente si Soderbergh y Bornedal hubiesen logrado crear un guión que complaciera a ambas partes, el resultado habría sido muy superior. De todas formas, la cinta de Bornedal se alza como una producción absolutamente recomendable, la cual lamentablemente en su momento no captó la atención que merecía.

   

por Fantomas.

martes, 3 de julio de 2012

Gli Specialisti: La incursión de Johnny Hallyday en el Spaghetti Western.

“Gli Specialisti” (1969), es un western del director Sergio Corbucci, el cual está protagonizado por Johnny Hallyday, Françoise Fabian y Sylvie Fennec.

Hud Dixon (Johnny Hallyday) llega a Blackstone para vengar la muerte de su hermano. En el lugar deberá lidiar con el sheriff (Gastone Moschin), una banquera llamada Virigina Pollywood (Françoise Fabian), y con un criminal conocido como "El Diablo" (Mario Adorf), quienes harán todo lo posible para impedir que él descubra lo que se esconde tras la muerte de su hermano.

Durante su carrera, Sergio Corbucci se aventuró en la realización de cintas de diversos géneros, demostrando que era un director camaleónico. Sin embargo, sería dentro de los límites del subvalorado género del Spaghetti Western que el realizador brillaría con más fuerza, contribuyendo con sendas joyas como “Django” (1966), “Navajo Joe” (1966), y “Vamos a matar, compañeros” (1970), entre otras. Un poco antes de abandonar el género para siempre para buscar nuevos horizontes, y antes de rodar la última entrada de su trilogía de cintas ambientadas en la Revolución Mexicana, el director italiano decidió embarcarse en la realización de una producción franco-italiana cuyo objetivo era transformar al cantante Johnny Hallyday, quien en aquel entonces ya era conocido como el "Elvis Presley francés", en una estrella de cine a nivel internacional. Considerando el éxito que gozaban en esa época los Spaghetti Westerns dentro del circuito europeo, una cinta del género parecía ser el vehículo perfecto para lanzar la carrera cinematográfica del artista. Fue así como en compañía de Sabatino Ciuffini, Corbucci se lanzó a escribir un guión que situaba a Hallyday como un pistolero silencioso e implacable que decide enfrentar a los habitantes de un pueblo inhóspito en busca de venganza.

Hud Dixon, el personaje interpretado por Hallyday, es un hombre que se mueve en la delgada línea que separa a los representantes de la ley de los criminales, lo que queda rápidamente establecido durante los primeros minutos de metraje. La cinta comienza centrándose en un grupo de forajidos que se encuentran asaltando una diligencia. Escondido dentro de un almacén se encuentra el protagonista, quien no tarda en eliminar a la totalidad de los asaltantes con una rapidez abismante, para luego continuar con el viaje que lo llevará a un pequeño pueblo llamado Blackstone, donde esperan con temor la llegada del implacable pistolero. Y es que hace algún tiempo, los habitantes del lugar lincharon a su hermano por su supuesta implicación en el robo de una buena cantidad de dinero, el cual se encontraba guardado en el banco del pueblo y que representaba gran parte de los ahorros de toda una vida de la mayoría de los pueblerinos. Decidido a descubrir que fue lo que pasó con dicho dinero, quien estuvo detrás del robo, y quienes fueron los verdaderos responsables de la trágica muerte de su hermano, Hud comienza su viaje hacia a Blackstone dispuesto a dispararle a todo aquel que se interponga en su camino.


Obviamente al protagonista no le será sencillo cumplir con su misión, particularmente porque Blackstone alberga a un gran número de hombres corruptos y codiciosos, capaces de hacer cualquier cosa con tal de recuperar su dinero. Mientras que gran parte de los habitantes del pueblo exhiben una mezcla de respeto y repudio por el silencioso pistolero, que los llevará a hacer lo posible por encerrarlo tras las rejas aún cuando este no es culpable de ningún crimen, hay otros que se muestran como aliados del mismo, siendo estos Valencia (Angela Luce), la dueña de la cantina del lugar, quien parece haber tenido una relación amorosa previa con él, y Sheba (Sylvie Fennec), quien eventualmente se convierte en el principal interés amoroso del protagonista. Al mismo tiempo, existe un grupo de personajes cuyas lealtades van cambiando durante el transcurso de la cinta. Por ejemplo, el Sheriff en un principio intenta evitar de manera amable que Hud se meta en problemas. Sin embargo, este terminará cediendo a las presiones de los hombres más acaudalados del pueblo, con la esperanza de ser trasladado a una ciudad más importante. Por otro lado tenemos a “El Diablo”, un viejo amigo del protagonista quien ahora se ha convertido en el líder de una peligrosa banda de forajidos, el cual desea encontrar por todos los medios el dinero robado para llevar a cabo su revolución personal, aún si esto significa asesinar a todos los habitantes de Blackstone.

Probablemente el personaje más ambiguo del relato es el interpretado por Françoise Fabian. Virginia Pollywood es la distinguida dueña del banco de Blackstone, lo que la convierte en la persona más importante de todo el pueblo. Si bien en un determinado momento se establece que durante mucho tiempo ella fue amiga de Hud (de hecho es ella la que le explica la sucesión de acontecimientos que dieron como resultado la muerte de su hermano), gradualmente vamos descubriendo que se trata de una mujer inescrupulosa capaz de utilizar cualquier artimaña para lograr sus objetivos, llegando incluso a ofrecer su cuerpo en parte de pago con tal de que ciertos hombres le ayuden a cumplir sus metas. Si bien en “Gli Specialisti” Corbucci recurre a uno de los temas recurrentes del Spaghetti Western, la venganza, la verdad es que la historia esconde una fuerte crítica hacia la sociedad en general y hacia la clase política. El accionar de los habitantes de Blackstone no solo demuestra las atrocidades que los hombres son capaces de realizar amparados en la multitud sin rostro, sino que además exhibe como en ocasiones la clase política y las personas pertenecientes a la clase acomodada de la sociedad utilizan sus influencias para obtener diversos beneficios. Es por esto que no resulta extraño que durante el clímax del film, Hud ataque a sus detractores donde más les duele; amenazando la conservación del dinero que tanto ansían.


Lo que resulta más curioso de esta cinta, es la inclusión de un grupo de jóvenes hippies, algo que no había sucedido anteriormente en ningún Spaghetti Western. Si bien estos jóvenes son presentados inicialmente como parte de las víctimas de los forajidos que Hud asesina al principio del film, razón por la cual lo convierten en su ídolo y comienzan a seguirlo con la intención de imitar sus hazañas, eventualmente exhiben sus verdaderas intenciones y dan paso a una de las secuencias más surrealistas de la producción. En el último tramo de la película, aprovechando el caos que se ha desatado en Blackstone y la delicada situación en la que se encuentra el protagonista, obligan a la totalidad de los habitantes del lugar a desnudarse y a arrastrarse como gusanos por la tierra. Es en ese momento que el pueblo se convierte en una suerte de representación del infierno, el cual está repleto de almas en pena sentenciadas a pagar por sus pecados durante toda la eternidad. Algo similar ocurre en la cinta “High Plains Drifter” (1973), en la que el personaje interpretado por Clint Eastwood también termina convirtiendo un pueblo plagado de hombres corruptos en una verdadera representación del infierno en la Tierra.

En el ámbito de las actuaciones, el elenco en general realiza un buen trabajo, destacándose Johnny Hallyday, quien interpreta de buena manera a este pistolero silencioso y a ratos melancólico que desea que se haga justicia. También es destacable la actuación de Gastone Moschin, cuyo personaje es el encargado de aportar ciertos toques de comedia durante el transcurso del film. En el aspecto técnico, la cinta cuenta con el correcto trabajo de fotografía de Dario Di Palma, y con la “conservadora” y a ratos minimalista banda sonora de Angelo Francesco Lavagnino, que no termina de convencer. En términos de ritmo narrativo, la cinta comienza de manera estupenda pero en el camino al tramo final, el cual está lleno de sorpresas, cae en algunas lagunas que afortunadamente no afectan en gran medida el interés del espectador por una historia entretenida, que tiene la particularidad de presentar ciertos elementos que le otorgan un toque de frescura a algunos de los clichés del género. Lamentablemente, pese a tratarse de buen ejemplo del western mediterráneo, con el paso de los años las obras más recordadas de Sergio Corbucci fueron sepultando en el olvido a “Gli Specialisti”, convirtiendo a esta cinta en uno de los trabajos más injustamente subvalorados del director, el cual ahora estamos llamados a redescubrir.

         

por Fantomas.
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