jueves, 12 de agosto de 2010

The Evil of Frankenstein: La cinta más injustamente críticada de la saga de Frankenstein realizada por la Hammer.

“The Evil of Frankenstein” (1964), es un film de terror del director Freddie Francis, el cual está protagonizado por Peter Cushing, Sandor Elés y Peter Woodthorpe.

Luego de que su laboratorio es destruido, el Barón Frankenstein (Peter Cushing) decide regresar a Karlstadt, su pueblo natal, de donde fue expulsado varios años atrás, para recuperar las riquezas que se encuentran abandonadas en su mansión, y así poder continuar con sus experimentos. Una vez en el lugar, encuentra al monstruo (Kiwi Kingston) que creó hace algún tiempo atrapado en un bloque de hielo, lo que lo motiva a darle vida nuevamente. Sin embargo, cuando se percata de que algo en el cerebro de la criatura no está funcionando bien, Frankenstein recurre a los servicios de un hipnotizador llamado Zoltan (Peter Woodthorpe), cuya ambición pondrá en peligro sus planes.


Originalmente, la segunda secuela de “The Curse of Frankenstein” (1957), había sido desarrollada por la productora británica Hammer Films a petición de los Estudios Columbia, en febrero de 1963. Sin embargo, el proyecto eventualmente sería comprado por los Estudios Universal junto al borrador de un thriller titulado “Brainstorm”, el cual finalmente jamás sería realizado. Debido a que en aquel entonces el director Terence Fisher se encontraba comprometido con otros proyectos, la dirección del film recayó en los hombros del director de fotografía Freddie Francis. La única exigencia que haría Francis para aceptar el cargo, sería la construcción de un colorido set que pudiese ser utilizado como el laboratorio del Barón Frankenstein, el cual terminó siendo construido y diseñado por Frank Humphries. Otra de las preocupaciones del director, tendría estrecha relación con la figura de la criatura creada por el Barón Frankenstein, la cual sería interpretada por el enorme luchador neozelandés Kiwi Kingston. El experto en maquillaje Roy Ashton, sería contratado para plasmar la visión de Francis, tarea que resultaría ser bastante más complicada de lo que se esperaba en un principio. Según el mismo Ashton: “La verdad es que ellos no sabían muy bien lo que querían. Debo haber realizado al menos 200 bosquejos con el único fin de dar con el diseño definitivo de la apariencia de la criatura”.

La historia de “The Evil of Frankenstein” comienza cuando luego de que son descubiertos por un sacerdote, el Barón Frankenstein y su asistente Hans (Sandor Elès) deciden huir hacia la vieja mansión del científico ubicada en Karlstadt, lugar del cual él fue expulsado diez años atrás luego de que su criatura sembrara el caos entre los habitantes del pueblo. Cuando ambos descubren que la mansión ha sido completamente saqueada, Frankenstein se dirige al pueblo para descubrir con horror que los responsables del robo han sido el corrupto Burgomaestre (David Hutchetson), y el Jefe de Policía local (Duncan Lamont). Cegado por la ira, el Barón los confronta solo para terminar huyendo ante su inminente arresto. En un curioso giro del destino, gracias a una muchacha sordomuda (Katy Wild) Frankenstein encuentra a la criatura que creó algunos años atrás, preservada en perfectas condiciones al interior de un bloque de hielo ubicado en las montañas. Tras trasladarla a su laboratorio, Frankenstein descubre a su pesar que el cerebro de la criatura está dañado. Es entonces cuando decide pedirle ayuda a un hipnotizador llamado Zoltan, quien recientemente también ha sido expulsado de Karlstadt, para que lo asista en el proceso de recuperación de la criatura. Sin embargo, Zoltan tiene sus propios planes, por lo que cuando la criatura por fin regresa a la vida, en una primera instancia le ordena conseguir algo de oro, y luego la obliga a castigar a todos los responsables de su expulsión del pueblo.

A diferencia de “The Curse of Frankenstein” y “The Revenge of Frankenstein” (1958), producciones las cuales apuntaron a reinventar parte de la mitología que rodea a la figura del Barón Victor von Frankenstein, la cinta dirigida por Freddie Francis se presenta como una suerte de tributo a lo realizado durante los años treinta por los Estudios Universal. Y es que por ejemplo no solo el maquillaje utilizado por Kiwi Kingston resulta ser bastante similar al exhibido por Boris Karloff en el film del director James Whale, “Frankenstein” (1931), sino que además la criatura se comporta de manera similar en ambas producciones. De la misma forma, la idea de que el monstruo fuese encontrado al interior de una celda de hielo, fue sacada del film “Frankenstein Meets the Wolfman” (1943), del director Roy William Neill. Afortunadamente, bajo esta evidente falta de creatividad se esconden algunas ideas realmente interesantes, las cuales en gran medida permiten que el film se mantenga a flote. Para empezar, en esta ocasión el verdadero villano de la historia es un hipnotizador llamado Zoltan, quien decide ayudar a Frankenstein a reactivar el cerebro de la criatura. Lamentablemente para el Barón, Zoltan resulta ser un hombre codicioso, hedonista y despiadado, el cual terminará utilizado a la criatura para saciar sus ansias de riqueza y de venganza, sin importarle demasiado las consecuencias de sus nefastos actos. A raíz de esto, Frankenstein se convierte en una víctima de su incombustible orgullo científico, al mismo tiempo que se ve atrapado entre el peligro que representan los habitantes de su pueblo natal, y el mismísimo Zoltan.

Otra de las innovaciones que presenta el film, tiene estricta relación con la personalidad del siempre obsesivo Barón Frankenstein. Durante gran parte del metraje, el Barón es retratado como un hombre vulnerable, al cual no solo le afecta que la gente no comprenda el trasfondo de sus experimentos, lo que los lleva a intentar boicotearlos cada vez que se presenta la oportunidad, sino que además se le ve realmente acongojado por el estado de la criatura, a quien ve prácticamente como un hijo. Lo que sin duda refuerza aún más esta humanización del Barón Frankenstein, es la relación casi paternal que mantiene con su asistente/aprendiz Hans, y con la joven sordomuda que decide alojar en su castillo. Pese a los evidentes cambios de personalidad que en esta ocasión exhibe Frankenstein, de todas formas mantiene algunos de sus rasgos distintivos. Por ejemplo, continúa siendo un hombre obsesionado con sus experimentos, al punto de arriesgar sus posesiones y su propia vida con tal de lograr sus objetivos. Al mismo tiempo, es poseedor de una moral cuestionable, la cual se refleja en sus constantes profanaciones de tumbas, y en los deseos de venganza que siente contra quienes se encargaron de expulsarlo de Karlstadt, y contra aquellos que buscan denostar su preciado trabajo.


En el ámbito de las actuaciones, Peter Cushing es quien termina destacándose por sobre el resto. Fue tal el compromiso del actor con la producción, que incluso le pidió a Freddie Francis realizar una peligrosa escena de riesgo perteneciente al infernal clímax del film. Según declararía el mismo Cushing en una entrevista: “Le pregunté a Freddie Francis, ¿Puedo saltar del balcón y luego balancearme con una cuerda? Freddie me miró y respondió: `Sí, señor… si tú quieres matarte, yo no tengo problema en aceptarlo.´ Así que lo hice todo yo mismo. Lamentablemente, una vez que ingresé al círculo de fuego, obtuve quemaduras de tercer grado. Ellos no se dieron cuenta del enorme calor que hacía en ese lugar”. En cuanto al resto del elenco, mientras que Peter Woodthorpe construye con éxito a un personaje que se presenta como el perfecto antagonista del Barón Frankenstein, la interpretación de Kiwi Kingston roza la mediocridad. Por otro lado, en relación al aspecto técnico de la producción, resulta destacable el gran trabajo de fotografía de John Wilcox, la atmosférica banda sonora del compositor Don Banks, y el maravilloso diseño de producción de Frank Humphries, el cual sin lugar a dudas es uno de los puntos más altos del film.

Durante muchos años se ha criticado abiertamente el hecho de que “The Evil of Frankenstein”, rompe la cronología y parte de la mitología establecida por las dos entradas previas de la saga de Frankenstein realizada por la Hammer. Al mismo tiempo, también se ha criticado la decisión de Freddie Francis y Anthony Hinds de establecer un escenario y una temática demasiado similar a la vista en las producciones realizadas por los Estudios Universal durante los años treinta, lo que terminó provocando que la cinta tuviera mucho más éxito en los Estados Unidos que en Inglaterra. Si bien todo esto es cierto, también es innegable que el film de Francis no solo presenta un cuidado aspecto técnico, sino que además cuenta con un espléndido elenco, y presenta algunos giros narrativos que son a lo menos interesantes. Al mismo tiempo, resulta refrescante el hecho de ver al Barón Frankenstein como un carismático antihéroe, y no como un villano calculador enceguecido por sus propias obsesiones y ambiciones, que es como suele ser retratado en gran parte de los films que narran sus desventuras. Aún cuando está lejos de ser uno de los mejores productos de la mítica Hammer, “The Evil of Frankenstein” es una cinta que vista como un ente independiente del resto de las entradas de la saga hammeriana del famoso científico, se alza como una producción entretenida que no merece la mala fama que ha ostentado durante todos estos años.




por Fantomas.

martes, 10 de agosto de 2010

One Million Years B.C: Dinosaurios en stop-motion y Raquel Welch en bikini.

“One Million Years B. C.” (1966), es una cinta de aventuras del director Don Chaffey, la cual está protagonizada por Raquel Welch, John Richardson y Percy Herbert.

En los tiempos prehistóricos, los hombres se guían por sus instintos de supervivencia, compitiendo contra los grandes depredadores y las tribus rivales. En una de ellas, Tumak (John Richardson) es expulsado de su clan por haberse peleado con su padre. Tras vagar durante días, es salvado por el pacífico Pueblo de las Conchas, donde Tumak se enamora de Loana (Raquel Welch), una de sus miembros.


Intentando repetir el éxito obtenido con la cinta de aventuras “She” (1965), la Hammer quería reunir a los artistas de la productora Seven Arts, Ursula Andress y John Richardson, en un remake del film de Hal Roach, “One Million B. C.” (1940). Esta sería la primera de una serie de epopeyas de corte prehistórico que la casa del martillo realizaría durante la segunda mitad de los sesenta y principios de los setenta. Con el fin de superar los efectos especiales realizados en la cinta de Roach por Roy Seawright y Elmer Reguse, la Hammer solicitaría los servicios del maestro del stop-motion Ray Harryhausen. Por otro lado, la dirección general de la película recaería en la persona de Don Chaffey, quien ya había trabajado con Harryhausen en la magnífica “Jason and the Argonauts” (1963). Cuando Ursula Andress abandonó el proyecto para participar en “Casino Royale” (1966), los ejecutivos de la 20th Century Fox (quienes estaban a cargo de la distribución de la cinta) propusieron como su reemplazo a Raquel Welch, quien recientemente había participado en el film de Richard Fleischer, “Fantastic Voyage” (1966). Sin demasiado entusiasmo, Welch aceptó el rol pensando que la cinta sería olvidada rápidamente. El tiempo terminaría demostrándole lo equivocada que estaba.

Una vez conformado el elenco y el equipo técnico, Chaffey y compañía viajaron a las Islas Canarias donde se rodaron gran parte de las escenas del film. En medio de la tierra volcánica de las islas, los actores tuvieron que luchar contra dinosaurios invisibles, los cuales posteriormente serían insertados por el maestro Harryhausen. De hecho, el mismo Harryhausen trabajaría mano a mano con los actores ayudándolos a ejecutar sus coreografías. Todo el proceso de creación de los dinosaurios y sus respectivas animaciones le tomaron alrededor de nueve meses, tiempo que la compañía Bowie Films aprovechó para crear una secuencia especial en la cual se intentaba recrear la creación de la Tierra, la que finalmente sería insertada en el prólogo del film. Dicha secuencia no dejaría satisfechos a los ejecutivos de la Hammer, por lo que eventualmente sería reemplazada por algunas imágenes de archivo de erupciones volcánicas para lograr el efecto deseado. Aunque la secuencia de créditos inicial va acompañada de una narración en off que intenta darle un toque documental a la cinta, esta difícilmente podría ser vista como un estudio serio acerca de la evolución humana o la edad de piedra.

Aunque la cinta no tiene una trama definida, si hilamos fino podríamos llegar a la conclusión de que la historia es una especie versión rústica del relato de William Shakespeare, “Romeo y Julieta”, donde los Montescos y los Capuletos son un par de tribus prehistóricas enfrentadas tanto por sus diferencias físicas como por sus costumbres; por ejemplo, mientras que la tribu del protagonista está dominada por la violencia y la ley del más fuerte, la tribu del personaje de Welch es más “civilizada” ya que sólo recurren a la violencia al momento de obtener alimento, e incluso existe una preocupación por educar a los más pequeños. Básicamente la cinta relata las aventuras de Tumak, un cavernícola que se ve obligado a dejar la caverna que alberga a su tribu luego de pelearse tanto con su padre como con su hermano Sakana (Percy Herbert), quien desea quedarse con la mujer de Tumak, Nupondi (Martine Beswick). Tras vagar durante algunos días por el desierto, Tumak es rescatado de una muerte segura por una tribu de pescadores a la cual pertenece Loana, quien se enamora perdidamente del extraño moribundo. Una vez recuperado, Tumak regresara a su lugar de origen para recuperar el puesto de cabecilla de la tribu, el cual ahora pertenece al violento y ambicioso Sakana.

Durante el transcurso de su travesía, Tumak deberá enfrentarse a un sinnúmero de criaturas prehistóricas que van desde Tiranosaurios hasta Pterodáctilos. Son precisamente las escenas que presentan los efectos especiales creados por Harryhausen las que podrían ser identificadas como las más entretenidas de la cinta. Pese a que a Harryhausen no le gustaba utilizar animales agigantados mediante trucos ópticos en los films que participaba, en esta ocasión si recurrió a dicho efecto con el objetivo de añadirle un mayor realismo a la producción. Eventualmente, los dinosaurios de Harryhausen llegan a convertirse en los verdaderos protagonistas de un film que sacrificó toda coherencia científica en función del espectáculo. En ese sentido, el maestro señaló en una ocasión: “Creo que hice un buen trabajo en esta película procurando que la anatomía de los dinosaurios fuera básicamente correcta, según las teorías de los principales paleontólogos”. Probablemente las escenas de dinosaurios más memorables sean la de la batalla de Tumak contra un Tiranosaurio Rex, aquella en la que dos imponentes dinosaurios luchan a muerte, y aquella en la que tras secuestrar a Loana, un Pterodáctilo lucha a muerte con un Ramphorynco mientras el primero intenta utilizar a la hermosa mujer como alimento para sus crías.

En lo que a las actuaciones se refiere, estas son tan limitadas como la inteligencia de los protagonistas. Dentro de la mediocridad del elenco, quien probablemente realiza un mejor trabajo es John Richardson, ya que por lo menos el actor logra que su personaje resulte creíble, aunque por otro lado no llega a generar la simpatía del espectador. Como es sabido, Raquel Welch no llamó la atención por sus dotes actorales sino por la fotografía donde aparecía en un exótico bikini, la cual fue tomada por Pierre Luigi. Dicha fotografía formaba parte de la estrategia comercial de la Hammer, quienes buscando explotar el atractivo de la actriz, convirtieron la fotografía en una tarjeta de Navidad la cual le fue enviada a cientos de dueños de teatros de toda Europa y los Estados Unidos. Indudablemente esta estrategia daría sus frutos ya que “One Million Years B. C.” se convertiría en una de las producciones más rentables del estudio. Cabe mencionar que la famosa fotografía en bikini, sus encantos naturales y una escena que recuerda bastante a la escena que hizo famosa a Ursula Andress en la cinta “Dr. No” (1962), terminaron por convertir a Welch en un verdadero ícono popular.

Por otro lado, el trabajo de fotografía de Wilkie Cooper resulta ser correcto, mientras que la banda sonora escrita por Mario Nascimbene, la cual está compuesta por una gran cantidad de efectos de sonido, resultar ser efectiva pero rápidamente olvidable. El hecho de la que la cinta carezca de diálogos y que no presente una trama bien definida, por momentos dificulta el seguimiento de una historia que parece estar guiada únicamente por el instinto de sus protagonistas. Pese a esto, “One Million Years B. C.” presenta una serie de elementos que la salvan de ser una película mediocre, partiendo por los estupendos efectos especiales creados por Ray Harryhausen, a lo que se le suma el hecho de presentar a los protagonistas como seres “elementales” cuyo vocabulario es más que limitado (curiosamente este recurso fue ampliamente reprochado por la crítica de la época), y la belleza incomparable de Raquel Welch. Obviamente “One Million Years B. C.” no pretende ser una película realista, sino sólo ser una fantasía ambientada en un mundo muy antiguo, donde personas, animales y el propio ambiente reaccionaban a principios elementales, siempre velando por su subsistencia, aunque sin dejar de lado el aspecto estético de sus ropas. En definitiva, nos encontramos con una producción interesante que se acerca más al onirismo que al cine (pre)histórico.




por Fantomas.

domingo, 8 de agosto de 2010

Nightmare: Hay veces que cuesta distinguir los sueños de la realidad.

“Nightmare” (1964), es un thriller del director Freddie Francis, el cual está protagonizado por David Knight, Moira Redmond y Jennie Linden.

Janet (Jennie Linden) es una joven estudiante que asiste a una escuela privada. Sus noches son perturbadas por horribles sueños en los que ve a su madre, la cual se encuentra recluida en un asilo psiquiátrico. Cuando es expulsada del colegio a causa de sus persistentes pesadillas, Janet regresa a su casa donde lentamente sus sueños comenzarán a guiarla hacia las puertas de la locura.

El exitoso estreno del film “Psycho” (1960), del director Alfred Hitchcock, y los satisfactorios resultados obtenidos por la cinta “Taste of Fear” (1961), del realizador Seth Holt, convencieron a los ejecutivos de los estudios Hammer Films que el género del thriller psicológico era sumamente rentable, y por ende debía ser explotado. El director encargado de incursionar en el género bajo el alero del estudio británico seria Freddie Francis, quien durante la primera mitad de la década del sesenta filmaría una trilogía compuesta por “Paranoiac” (1963), “Nightmare” y “Hysteria” (1965). En el caso particular de “Nightmare”, cuyo guión fue escrito por Jimmy Sangster bajo el título “Here´s the Knife, Dear (Now Use It)”, originalmente fue realizada para ser estrenada junto al film “The Evil of Frankenstein” (1964). Por otro lado, si bien Francis había pensado en contratar a Julie Christie para interpretar el rol protagónico de la película, eventualmente se vio obligado a reemplazarla por Jennie Linden cuando Christie abandonó la producción para protagonizar el drama de la MGM, “Darling” (1965).

“Nightmare” se centra en las desventuras y el sufrimiento de una joven llamada Janet, quien se encuentra cursando sus estudios en un internado para señoritas. Si bien durante el día realiza una vida normal, durante las noches es atormentada por pesadillas recurrentes que la sitúan en medio de un hospital psiquiátrico, en el cual se encuentra recluida una mujer que le pide aceptar su frágil estado mental. Debido a esto, Janet termina siendo enviada de vuelta a su hogar en compañía de una de las profesoras del internado llamada Mary Lewis (Brenda Bruce). Es ahí cuando la muchacha recuerda el hecho que desencadenó sus horribles pesadillas; cuando niña, ella presenció cómo su enloquecida madre asesinó a su padre con un afilado cuchillo. Desde aquel entonces, Janet ha debido lidiar con el traumático evento y con la posibilidad de volverse loca como su madre. Aunque tras su retorno a casa la joven evidencia una leve mejoría bajo el cuidado de su amiga y sirvienta, la señora Gibbs (Irene Richmond), eventualmente las visiones de una misteriosa mujer comienzan a empujarla gradualmente a los terrenos de la locura, de los cuales podría no escapar.

De manera inteligente, Freddie Francis dedica gran parte del film al desarrollo de la personalidad de Janet, con el objetivo de que el espectador rápidamente empatice con su situación, y se interese por su particular problemática. Es por este motivo que no solo su pasado cobra especial importancia dentro de la trama, sino que además la posibilidad de que ella finalmente se vuelva loca se convierte en uno de los mayores generadores de suspenso del relato. Al mismo tiempo, el director invierte cierta cantidad de minutos en la exploración de las personalidades de quienes rodean a la cada vez más angustiada Janet, con el fin de establecer la relación que estos tienen con la joven. Y es que aún cuando Francis sugiere que las visiones de Janet pueden tener una raíz sobrenatural, resulta evidente de que alguien del entorno de la muchacha está buscando volverla loca. De esta forma, una de las grandes interrogantes que plantea la película tiene relación con los posibles motivos que tiene el villano de turno para volver loca a la protagonista, y si esta última será capaz de evadir el cruel destino que le tienen preparado, y desenmascarar al responsable de su sufrimiento actual.

Como se menciona anteriormente, durante gran parte de la cinta Francis juega con la idea de que las visiones de Janet, y los hechos que suceden al interior de la mansión de su familia al poco tiempo de su llegada, tienen una explicación sobrenatural. Mediante la utilización de una serie de inquietantes imágenes, el director lograr crear la ilusión de que en la casa de Janet habitan fantasmas cuyo único objetivo es trastornar a los habitantes del inmueble. Al mismo tiempo, el realizador también sugiere que estos supuestos fantasmas, no son más que el producto de la vívida imaginación de la trastornada protagonista. Es precisamente esta dinámica en la que se enfrentan la realidad y la fantasía, uno de los elementos que dotan a la cinta de un encanto especial. Por otro lado, el guión está plagado de giros argumentales, los cuales van desde lo abiertamente predecible hasta lo totalmente inesperado, lo que provoca que la historia de “Nightmare” resulte ser sumamente dinámica. Y es que tras cada nueva revelación se esconde una nueva pregunta, y tras cada oscuro rincón de la siniestra mansión donde se desarrolla el relato, se oculta un peligro que amenaza con destruir la frágil vida de la protagonista.

En cuanto a las actuaciones, el elenco en general realiza un trabajo correcto. Aún cuando Jennie Linden tiende a sobreactuar en algunas escenas, de todas formas logra proyectar la angustia que siente su personaje a medida que empieza a perder la razón. Moira Redmond por su parte, interpreta de buena manera a la enfermera que le es asignado el cuidado de Janet, y que eventualmente se enamora de Henry Baxter (David Knight), quien oficia de albacea de la fortuna de la muchacha. En cuanto al aspecto técnico de la cinta, resulta destacable el trabajo de fotografía de John Wilcox, en especial durante la secuencia que retrata la pesadilla recurrente de la protagonista. Igualmente efectiva resulta ser la banda sonora del compositor Don Banks, quien es en gran medida responsable de la atmósfera de constante paranoia que domina al relato. Por último, es necesario destacar el espléndido diseño de producción de Bernard Robinson, quien durante su carrera se convirtió en uno de los pilares fundamentales de gran parte de las producciones realizadas por la llamada Casa del Martillo.

En gran medida, “Nightmare” no hace más que evidenciar la versatilidad como guionista de Jimmy Sangster, quien estuvo a cargo de gran parte de los guiones de las producciones más memorables del estudio británico, y la habilidad como director del a veces subvalorado Freddie Francis, quien en esta ocasión retrata de forma extraordinaria el aislamiento tanto físico como social que sufre la protagonista, lo que la lleva a aferrarse a una grotesca muñeca y a una pequeña radio portátil, y a identificar a la profesora que la ha acompañado hasta su casa como una verdadera figura materna. Lamentablemente, por ser considerada como una obra menor dentro de la filmografía de los estudios Hammer, “Nightmare” no ha logrado obtener el reconocimiento que se merece. Y es que no solo se trata de una película entretenida cuyo guión es por sobre todo inteligente, sino que además la cinta presenta un apartado técnico realmente destacable, un dinámico ritmo narrativo, y suficientes vueltas de tuerca como para capturar el interés del espectador de principio a fin.



por Fantomas.

jueves, 5 de agosto de 2010

The Curse of the Werewolf: La única película de licántropos realizada por la Hammer.

“The Curse of the Werewolf” (1961), es un film de terror del director Terence Fisher, el cual está protagonizado por Clifford Evans, Oliver Reed y Yvonne Romain.

Tras ser violada, una joven sirvienta muda (Yvonne Romain) da a luz a una criatura en apariencia normal. Sin embargo, con el correr de los años el niño comienza a exhibir un comportamiento extraño, en especial durante las noches de luna llena, las cuales desatan su horrenda metamorfosis.

A principios de la década del setenta, la productora británica Hammer Films estaba preparando una producción sobre la inquisición española, cuyos títulos tentativos eran “The Rape of Sabena” y “The Inquisitor”. Mientras que John Gilling había sido asignado para dirigir el film, Peter R. Newman se había encargado de escribir el guión, y el actor Kieron Moore había sido contratado para interpretar el papel principal. Bernard Robinson por su parte, ya había construido una serie de decorados en el patio posterior de los Estudios Bray, entre los que se destacaban algunos de los edificios que supuestamente formaban parte del pequeño pueblo en el cual se desarrollaría la cinta. Lamentablemente, todo el proyecto terminó derrumbándose cuando una poderosa agrupación de representantes de la Iglesia Católica británica llamada The Catholic Legion of Decency, amenazó con utilizar sus influencias si es que los ejecutivos de la Hammer decidían seguir adelante con el proceso de producción del film. Para evitar cualquier tipo de problema legal y comercial que pudiese significarle la publicidad negativa al estudio, el productor Michael Carreras decidió cancelar el rodaje de la cinta. Fue entonces cuando resurgió la idea de adaptar la novela de Guy Endore, “The Werewolf of Paris”, cuyos derechos habían sido cedidos por los Estudios Universal a cambio de $100.000 libras a principios de 1960. Esto no solo le permitía a la Hammer continuar con su exitoso ciclo de cintas de terror, sino que además le otorgaba la posibilidad al estudio de utilizar los escenarios construidos previamente por Robinson para “The Inquisitor”.

Al no tener dinero suficiente como para contratar a un guionista, el mismo Hinds se lanzó a la tarea de escribir la adaptación bajo el seudónimo de John Elder. Lamentablemente, debido al contenido del guión escrito por Hinds, la Hammer se vio envuelta en una compleja escaramuza con el Consejo Británico de Censores Cinematográficos durante el proceso de edición del film. Como de costumbre, el secretario del Consejo de Censores, John Trevelyan, revisó el guión antes de que comenzara el proceso de rodaje. Curiosamente, Trevelyan no le realizó ninguna objeción importante al guión, aún cuando este presentaba una escena en la que una muchacha era violentada sexualmente por un mendigo (Richard Wordsworth), el cual supuestamente es mitad hombre y mitad lobo. Lo que resultaba aún más controversial, es que la violación era observada por el Marqués Siniestro (Anthony Dawson), quien además es el responsable del encarcelamiento del mendigo y de la muchacha. Una vez que el Consejo vio el film terminado, elaboró una larga lista de escenas que debían ser editadas, entre las que se encontraban la escena de la violación, aquella en la que el Marqués es apuñalado, otras en las que se hablaba abiertamente acerca de los niños nacidos en el día de la Navidad, y aquellas que se centraban en los crímenes cometidos por el hombre lobo, entre otras. Luego de que Hinds le escribiera una apasionada defensa del film a Trevelyan, este sería revisado nuevamente por el Consejo a principios de 1961. Lamentablemente, el Consejo mantuvo su postura debido a que se rumoreaba que existían ciertos grupos poderosos que tras el estreno del controversial largometraje “Peeping Tom” (1960), del director Michael Powell, estaban haciendo todo lo posible por impedir que se estrenaran cintas de terror en Inglaterra.

La historia de “The Curse of the Werewolf” se desarrolla en el pueblo español de Santa Vera, lugar en el cual un mendigo tras ser humillado por un noble conocido como el Marqués Siniestro, es arrojado durante años a un calabozo, donde pasará sus días convirtiéndose gradualmente en una suerte de bestia. Cierto día, tras sufrir el rechazo de una joven sirvienta muda, el Marqués decide encerrarla en el calabozo junto al mendigo, el cual finalmente termina violándola. Cuando eventualmente la joven logra escapar de la prisión, esta es acogida por el gentil Don Alfredo Corledo (Clifford Evans), quien pronto descubre que la muchacha está embarazada. Luego de que la joven fallece durante las labores de parto, su hijo, el ahora bautizado León (Justin Walters), es criado por Don Alfredo como si se tratara de su propio hijo. A medida de que el muchacho crece, este comienza a tener una serie de pesadillas en las que se ve bebiendo sangre y corriendo junto a una manada de lobos. Preocupado por la situación, Don Alfredo acude a un párroco local, el cual le asegura que la aflicción del niño solo puede ser contenida por el amor de sus seres queridos. Sin embargo, una vez que León alcanza la adultez (Oliver Reed), se ve imposibilitado de controlar su maldición, por lo que durante las noches de luna llena, inevitablemente se convierte en un feroz hombre lobo, cuyos crímenes no solo amenazarán a los habitantes de Santa Vera, sino que además pondrán en peligro su propia existencia y la de Cristina (Catherine Feller), quien es la mujer que ama.

Uno de los giros más interesantes que presenta el film y que en gran medida fue el causante de la controversia que existió entre la Hammer y el Consejo de Censores, es que el guión trata el mito de la licantropía desde el prisma del cristianismo. Y es que León no solo nace el mismo día que Jesucristo, lo que para la sirvienta de Don Alfredo claramente es un mal presagio, sino que además desde el momento de su bautizo ocurren una serie de hechos que ponen en duda la naturaleza del infante. Una vez que el niño entra en escena, Terence Fisher se preocupa de aclarar que su trágico destino no se debe a una mordedura sino que a un defecto de nacimiento, el cual ha permitido que un espíritu demoniaco invada su cuerpo. Esto explicaría el hecho de que si bien el monstruo que habita en su interior se hace más fuerte durante las noches de luna llena, este también es fortalecido por cualquier cosa que debilite el alma humana, como por ejemplo la lujuria o la ira, y es contenido por emociones tales como el amor y la felicidad. Por otro lado, “The Curse of the Werewolf” también se destaca por explicitar los paralelos metafóricos existentes entre la licantropía y la pubertad. Y es que la primera transformación de León en un licántropo ocurre cuando él es un niño, el cual tras aullarle a la luna ve como comienza a crecer nuevo pelo en su cuerpo, marcando el inicio de una nueva etapa en su vida.

En el ámbito de las actuaciones, el elenco realiza una labor bastante irregular. Mientras que Yvonne Romain y Catherine Feller interpretan de manera mediocre sus respectivos personajes, Anthony Dawson y Clifford Evans resultan convincentes como el despiadado Marqués Siniestro y como el bienintencionado Don Alfredo Corledo respectivamente. En cuanto a Oliver Reed, aun cuando por momentos cae en la sobreactuación, logra proyectar con éxito la naturaleza salvaje de León, al mismo tiempo que lo retrata como un hombre sumamente vulnerable el cual solo necesita el amor de su amada Cristina para sobrevivir en un mundo que le es completamente ajeno. Con respecto al aspecto técnico de la producción, resulta destacable el estupendo trabajo de fotografía de Arthur Grant, la atmosférica banda sonora del compositor Benjamin Frankel, el visualmente atractivo diseño de producción de Bernard Robinson, y el modesto pero efectivo trabajo de maquillaje de Roy Ashton, el cual solo es revelado en el último tramo del film, lo que obviamente ayuda a crear un halo de misterio en torno a la verdadera apariencia del desafortunado licántropo.

En gran medida, “The Curse of the Werewolf” es un ensayo acerca de la naturaleza salvaje del hombre. De hecho, un buen número de personajes del film en algún momento sucumben ante sus instintos más básicos, como por ejemplo el mendigo que ataca a la única persona que fue amable con él durante su encarcelamiento, la muchacha que tras ser violada descarga su irá con el Marqués, y finalmente León, a quien le resulta imposible luchar con la bestia que reside en su interior. Por otro lado, resulta evidente que el verdadero villano de la historia es el Marqués Siniestro, ya que es el culpable de poner en marcha la serie de acontecimientos que posteriormente destruirán la vida de León y de todos aquellos que lo rodean. El final abrupto y claramente trágico que presenta el relato, pareciera establecer que siempre será la gente inocente la que sufra por el mal infligido por los hombres de negro corazón. Es por este motivo que una vez finalizado el film, las imágenes presentes en los créditos iniciales, las cuales se centran en lo que parecen ser los ojos llorosos de un licántropo, cobran especial sentido y le otorgan una mayor profundidad a la única cinta de hombres lobo que realizó la Hammer, la cual si bien no es realmente aterradora, si logra producir un gran impacto a nivel emocional.


por Fantomas.

martes, 3 de agosto de 2010

The Two Faces of Dr. Jekyll: Un interesante giro a la novela de Stevenson.

“The Two Faces of Dr. Jekyll” (1960), es un film de terror del director Terence Fisher, el cual está protagonizado por Paul Massie, Christopher Lee y Dawn Addams.

Inmerso en una investigación cuyo fin es dividir las dos naturalezas del hombre, el Doctor Jekyll (Paul Massie) degenera en el amoral Mr. Hyde (Paul Massie). Desde ese momento, su objetivo será vengarse de Paul Allen (Christopher Lee), el hombre del cual está enamorada su esposa Kitty (Dawn Addams).
En el año 1959, la obra de teatro “Make Me An Offer”, la cual estaba basada en la novela del mismo nombre del escritor Cyril Wolf Mankowitz, ganó el premio Evening Standard al mejor musical británico. Ese mismo año, otro musical de Mankowitz titulado “Expresso Bongo”, fue filmado por el director Val Guest junto a un elenco encabezado por Laurence Harvey y un joven Cliff Richard. Sería el mismo Guest quien le presentaría a Mankowitz al mandamás de la productora británica Hammer Films, Michael Carreras. Convencido de que el escritor sería capaz de otorgarle un enfoque distinto a la famosa historia de Robert Louis Stevenson, “Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde”, Carreras le ofreció $5.000 libras a Mankowitz para que escribiera un guión basado en la famosa obra literaria durante el verano de 1959. Cuando Carreras se percató que Laurence Harvey estaba fuera del alcance de la productora, decidió contratar al joven actor canadiense Paul Massie, cuya carrera cinematográfica había despegado a fines de la década del cincuenta gracias a su participación en los dramas bélicos “Orders to Kill” (1958) y “Libel” (1959). Pese a sus dudas iniciales, Massie pronto se percató que no solo sería capaz de interpretar a Hyde, sino que también al atormentado Dr. Jekyll. Christopher Lee por su parte, aún cuando se sintió ofendido por no ser considerado para el rol protagónico, de todas formas aceptó el rol del traicionero amigo de Jekyll, debido a lo colorido que resultaba ser el personaje. El resto de elenco estaría conformado por la hermosa Dawn Addams, el veterano David Kossoff, y un joven Oliver Reed, cuyo breve cameo en el film marcaría el inicio de una fructífera relación comercial con la modesta productora británica.

En “The Two Faces of Dr. Jekyll”, el Dr. Henry Jekyll pasa gran tiempo encerrado en su laboratorio desarrollando una droga capaz de alterar la personalidad de las personas, sin importarle demasiado las interrupciones de su amigo, Paul Allen, y su esposa, Kitty. Mientras que Allen depende de la solvencia económica de Jekyll para pagar sus recurrentes deudas de juego, la aparentemente frígida Kitty parece haberse acostumbrado a la vida reclusiva de su tímido esposo. Todo cambiará drásticamente cuando Jekyll comienza a experimentar en sí mismo, y se convierte en un hombre más joven y apuesto llamado Edward Hyde. Al interior del glamoroso club nocturno Sphinx, Hyde se desenvuelve como un vicioso y fanfarrón playboy, al mismo tiempo que descubre que Paul Allen se ha estado aprovechando de algo más que la generosidad de Jekyll, ya que este mantiene una relación extramarital con la esposa del Doctor. Hyde por su parte, comienza una relación amorosa con María (Norma Marla), una bailarina del club, y establece una relación de amistad con Allen, con quien comparte el gusto por los placeres decadentes que ofrecen los oscuros rincones de Londres. Sin embargo, cuando la transformación de Jekyll en Hyde comienza a salirse de control, su dominante alter ego se propone vengarse de todos aquellos que en algún grado han dañado al buen Doctor, comenzando por el egocéntrico Paul Allen.

Evidentemente, la variación más importante que Mankowitz le realizó al relato de Stevenson, tiene relación con la figura de Hyde. Básicamente, el escritor describe a Hyde como un hombre seductor y manipulador, cuyas maquinaciones en el sórdido submundo de la sociedad victoriana londinense eventualmente apuntan a castigar a la esposa infiel de Jekyll y a su amigo parásito. “El mal le resulta atractivo a todos los hombres”, explicaría Mankowitz en una entrevista realizada al interior de los Estudios Bray durante el proceso de producción del film. “Por lo tanto, no es ilógico que la cara del mal sea atractiva. Esa es la razón por la cual retraté a Hyde como un hombre encantador y no como alguien repulsivo. Este no es un film de horror, es un comentario acerca de las dos caras de la sociedad supuestamente respetable… Mi guión expone la maldad de los victorianos, y las lágrimas emanadas de la máscara de la falsedad y la hipocresía. También contiene algunos comentarios sobre la maldad presente en el orgullo científico, el cual está completamente divorciado de las consideraciones tanto humanas como éticas”. De todo esto obviamente se desprende que Hyde es sencillamente la encarnación de los impulsos reprimidos y las frustraciones de Jekyll. Al tratarse de las dos mitades de un todo, el film invita al espectador a cuestionarse quien es peor, si Jekyll quien se ha condenado a una vida patética impulsada únicamente por sus frustraciones y sus sentimientos de culpa, o Hyde, cuya búsqueda interminable de placer termina desencadenando un espiral de violencia que no hace más que reflejar su desprecio por la sociedad que lo rodea.

Si hay algo que une fuertemente a Jekyll con su siniestro alter ego, es la frustrante relación que ambos mantienen con Kitty. En gran medida, se infiere que la actitud distante del protagonista ha sido la causante de que su esposa haya decidido ser infiel. Al mismo tiempo, resulta evidente que Kitty está verdaderamente enamorada de Paul, y que es la única integrante del complejo triángulo amoroso que presenta el relato, que está dispuesta a terminar con la hipocresía en la que se ha convertido su matrimonio. Además, ella es el único personaje del film que desde un principio encuentra repulsivo a Edward Hyde, como si intuyera que se trata de una extensión de su marido. Paul por su parte, si bien es un truhan y un desvergonzado, también es un hombre débil que no puede evitar sentir un cierto grado de remordimiento al estar engañando a su mejor amigo con su mujer. Sin embargo, su inclinación por el dinero fácil y su evidente cobardía le han impedido llevarse a Kitty consigo, lo que lamentablemente para él, lo sentencia a compartir el destino trágico al cual están ligadas las dos caras del Doctor Jekyll. Por otro lado, cabe mencionar que aparentemente Terence Fisher no estaba muy de acuerdo con la reinvención del relato de Stevenson realizada por Mankowitz, ya que durante el proceso de rodaje le realizó una serie de cambios al guión que apuntaban hacia terrenos antes explorados en algunas de las adaptaciones hollywoodenses de la novela. De la misma forma, otros de estos cambios fueron realizados por razones más pragmáticas. Debido al estrecho calendario de filmación con el que contaba, varias escenas fueron eliminadas del proceso de rodaje, siendo la más significativa aquella que mostraba a Hyde transformándose en Jekyll mientras estaba siendo ejecutado en la horca.

En el ámbito de las actuaciones, mientras que Paul Massie interpreta con bastante aplomo a un Jekyll atormentado por su entorno y por sus propios fantasmas, al momento de personificar a Hyde cae en la sobreactuación innecesaria, lo que afortunadamente no afecta mayormente el impacto del personaje. Christopher Lee por su parte, interpreta de buena manera a un hombre claramente inmoral que al mismo tiempo se muestra vulnerable, y que cuyas transgresiones palidecen en comparación a las cometidas por Hyde durante el transcurso del film. Resulta agradable ver a Lee interpretando un rol distinto a los que solía interpretar al interior de la Hammer, ya que en esta ocasión al actor se le otorgó la oportunidad de personificar a un personaje lleno de matices, el cual incluso demuestra un súbito ataque de moralidad cuando Hyde le ofrece saldar sus deudas de juego con la condición de que le conceda una oportunidad de acostarse con Kitty. Por último cabe destacar la labor de Dawn Addams, quien interpreta de manera espléndida a una mujer decidida, inteligente y seductora, que se ve atrapada en una peligrosa encrucijada entre dos hombres llamados a su propia autodestrucción. En cuanto al aspecto técnico de la producción, esta cuenta con la estupenda dirección de fotografía de Jack Asher, el maravilloso diseño de producción de Bernard Robinson, y la efectiva pero olvidable banda sonora de los compositores David Heneker y Monty Norman.

El hecho de que el film presente más elementos ligados al drama que al horror, que su ritmo narrativo sea más bien pausado, y que durante su transcurso se inserten dos números musicales que poco tiene que ver con el resto de la trama, en gran medida provocó que al momento de su estreno “The Two Faces of Dr. Jekyll” no fuese bien recibida ni por el público ni por la crítica. Los ejecutivos de los estudios Columbia tampoco se mostraron demasiado entusiasmados con el film, por lo que le cedieron los derechos de distribución de la cinta a una modesta compañía llamada Kingsley, la que finalmente le vendió los derechos a la productora American International Pictures, la cual estrenó el film en los Estados Unidos bajo el nombre de “Jekyll´s Inferno”. Eventualmente, los ejecutivos de la AIP reestrenaron una versión censurada del largometraje bajo el título de “House of Fright”. Al poco tiempo después, la revista Variety publicó una reseña que terminó de sepultar comercialmente a la cinta: “El film presenta actuaciones competentes, pese a que la dirección de Terence Fisher es tan vulgar como el propio guión”. Más allá de las críticas y los nefastos resultados comerciales, “The Two Faces of Dr. Jekyll” se alza como una pequeña gema olvidada de la Hammer, la cual le imprime un giro temático interesante a un relato bastante simple, ya que deja de lado el horror convencional para centrarse en el horror moral presente en un personaje hedonista y carente de consciencia, el cual es completamente indiferente al dolor que le inflige a quienes lo rodean.


por Fantomas.

lunes, 2 de agosto de 2010

Barbara Shelley: La primera dama del cine de terror británico.

Barbara Kowin, más conocida como Barbara Shelley, nació el 15 de agosto de 1933 en Londres, Inglaterra. Durante su adolescencia demostró un marcado interés por la actuación, lo que la llevó a probar suerte en el teatro. Sin embargo, ella se dedicaría al modelaje antes de debutar en la pantalla grande. “Yo era realmente tímida, excepto cuando estaba sobre el escenario. En ese momento todo estaba bien”, declararía en una ocasión Shelley. “Mi profesora quería incluirme en el elenco de una obra, pero como yo era demasiado tímida ella me dijo: ´Ya te enseñé lo básico y tu lo has aprendido de buena manera. ¿Por qué no te dedicas al modelaje por un tiempo mientras te decides a incursionar en la actuación?´”. En aquella época el negocio del modelaje no tenía tanta importancia, por lo que era difícil hacerse notar en el medio. Sin embargo, Shelley logró llamar la atención gracias a que apareció en la revista Vogue y en otras de similares características. A principios de los cincuenta, ella viajaría a Italia donde además de seguir trabajando como modelo, intentó incursionar en el cine. Debido a que Shelley era extremadamente fotogénica, llamó la atención de algunos productores quienes la invitaron a participar en distintas pruebas de cámara.

Al haber estudiado actuación por un tiempo, resultó evidente que estaba mucho mejor preparada que la mayoría de las mujeres que participaban en audiciones similares a las que ella asistió. Esta ventaja le permitió en un lapso de dos años participar en una serie de comedias, dramas y thrillers, los cuales en su mayoría jamás traspasaron las fronteras del mercado italiano. Entre algunas de estas películas se encuentran “Ballata Tragica” (1954), “Destinazione Piovarolo” (1955) y “Luna Nuova” (1955), entre otras. Según la misma Shelley, “Yo realizaba estas películas para el consumo doméstico. Eran buenas películas, de las cuales una o dos fueron escritas por mí. En cierta ocasión, un productor llegó al set con un chal y me dijo: ´Nosotros no podemos filmarte usando un vestido sin tirantes´. Como yo estaba interpretando a la villana le pregunté a que se debía eso y él respondió: ´Debido a que el sacerdote va a poner sus manos en frente del proyector´”. Tal y como es retratado en la cinta “Cinema Paradiso” (1988), en aquella época muchas películas sólo podían ser exhibidas en las parroquias locales, por lo que lamentablemente los sacerdotes condicionaban bastante lo que podían ver los feligreses.

En 1957, Shelley regresó a Inglaterra donde firmó un contrato con la compañía British Lion, la cual estaba manejada por el productor Sidney Box, quien rápidamente integró a la actriz al elenco de la cinta “Cat Girl” (1957), una copia del film de Val Lewton “The Cat People” (1942). El director de “Cat Girl”, Alfred Shaugnessy, se mostró preocupado por la posibilidad de que el talento de la actriz fuera desperdiciado por Sidney Box. Con respecto a esto Shaugnessy declararía: “Estaba aterrado de condenar a esta actriz a una vida de roles secundarios en cintas de terror, algo que lamentablemente ya habíamos hecho”. En efecto, luego de trabajar en “Cat Girl”, Shelley participó en otro film de terror de la British Lion titulado “Blood of the Vampire” (1958). Pese a los temores iniciales de Shaugnessy, el género de terror pronto se volvería extremadamente popular en Inglaterra, lo que eventualmente ayudó a lanzar a la fama a la hasta entonces desconocida actriz. Shelley filmaría otra cinta más al interior de la British Lion, el thriller “The Solitary Child” (1958), antes de comenzar a trabajar de forma independiente.

En 1958, tendría una breve participación en la cinta de la Hammer, “The Camp on Blood Island”, un drama bélico dirigido por Val Guest y protagonizado por Andre Morell. Aunque se cree que esta fue la primera vez que Shelley trabajó al interior de la casa del martillo, la verdad es que en 1953 tuvo un minúsculo papel en el film “Mantrap”, del director Terence Fisher. Para la actriz, “lo bueno de trabajar en la Hammer era que funcionaba como una compañía teatral, donde siempre participaban los mismos actores debido a que encajaban en el estilo que buscaban los productores. Trabajar ahí era realmente genial ya que uno se sentía cómodo desde el día uno”. Tras trabajar en algunas series de la televisión británica y en algunas cintas menores, Shelley obtendría un rol en el film de horror de la MGM, “Village of the Damned” (1960), el cual era una adaptación de la novela de John Wyndham, “The Midwich Cuckoos”. Esto daría pie a la participación de la actriz en la que sería su primera cinta de terror al interior de la Hammer, “Shadow of the Cat” (1961), la cual contaba con la dirección de John Gilling y estaba inspirada en los relatos de Edgar Allan Poe.

Tras pasar dos años trabajando casi exclusivamente en diversas series de televisión como por ejemplo “The Saint” (1962-96) y “Rupert of Hentzau” (1964), Shelley regresaría a la Hammer para filmar “The Gorgon” (1964), del director Terence Fisher. Cuando el productor Anthony Nelson-Keys le dijo a Barbara Shelley que iban a realizar “The Gorgon”, ella rápidamente pidió interpretar a la Gorgona aludiendo a su experiencia manejando serpientes (específicamente una boa constrictor) durante su época como modelo. Además le sugirió utilizar una peluca especial que contuviera algunas culebras vivas para que la apariencia de la villana fuese más realista e impresionante. Sin embargo, Keys no sólo decidió utilizar una peluca bastante irrisoria, sino que finalmente le daría a la actriz el papel de Carla, la heroína de la historia. Eventualmente, cuando el productor vio la cinta terminada, le dijo a Shelley que debió haber escuchado su sugerencia. Una vez finalizado el rodaje de la cinta, la actriz comenzó a trabajar en otra producción de la casa del martillo titulada “The Secret of Blood Island” (1964), la cual era una precuela del film que había protagonizado en 1958, “The Camp on Blood Island”.

Tras pasar todo un año trabajando en algunas series de televisión, Shelley regresaría a la Hammer para filmar dos nuevas películas; “Dracula: Prince of Darkness” (1966) y “Rasputin: The Mad Monk” (1966). Sus coestrellas entre las que se incluían Christopher Lee, Susan Farmer y Francis Matthews, además de gran parte del equipo de filmación participarían en ambas producciones. Todo formaba parte de la filosofía económica de la Hammer; de hecho, mientras los sets de “Dracula” se rediseñaban, el director Don Sharp comenzaba a rodar las escenas de exteriores de “Rasputin”. En “Dracula: Prince of Darkness”, a Shelley se le dio la primera y única oportunidad de interpretar a una vampira. Sin embargo, sus afilados colmillos le causarían dos problemas: le resultaría bastante complicado decir sus líneas por lo incómodos que estos resultaban ser, y además en un punto del rodaje terminó tragándose uno de los colmillos. Como no había presupuesto para fabricar un diente de reemplazo, la actriz no tuvo más opción que tomar una gran cantidad de agua salada, gracias a lo cual pudo recuperar el diente.

El último film de Shelley al interior de la Hammer sería “Quatermass and the Pit” (1967), la última parte de la trilogía protagonizada por el personaje creado por Nigel Kneale. Con respecto a su participación en dicha cinta, la actriz declararía en una ocasión: “Mi padre me inició en la ciencia ficción cuando yo era muy joven, por lo que leí una gran cantidad de historias geniales de ciencia ficción. Sin embargo, cuando ´Quatermass´ se estrenó decidí no participar más en films de este tipo. Cuando me retiré del campo del horror y de la ciencia ficción, la primera cosa que me ofrecen es una adaptación radial de una obra de John Wyndham titulada ´The Day of the Triffids´. Si bien mantuve mi decisión de no participar más en films de este tipo, si dejé abierta la posibilidad de abarcar retornar al género en la radio”. La decisión de Shelley se debía principalmente a que desde que se interesó en la actuación, quiso ingresar a la Royal Shakespeare Company. Lamentablemente para ella, el haber trabajado por tanto tiempo en films de terror y el hecho de ser tan conocida, no le permitieron participar en la compañía teatral durante un buen tiempo. Sólo cuando les aseguró a los encargados de la compañía que no los iba a avergonzar si le daban una oportunidad, pudo cumplir su sueño y trabajar durante dos años con ellos.

Desde ese momento, la actriz dejó por completo el cine para dedicarse a la televisión y el teatro. A fines de los sesenta, Shelley se reuniría con Roy Ward Baker y Jimmy Sangster, dos habituales de la Hammer, para rodar el telefilme “The Spy Killer” (1969). En las décadas del setenta y ochenta, participaría en numerosas series de televisión, entre las que se incluyen “Mogul” (1965-72), “Oil Strike North” (1975), “People Like Us” (1978), “The Borgias” (1981), “Doctor Who” (1963-89) y “Uncle Silas” (1987), entre otras. El último largometraje en el que participaría Shelley sería “Ghost Story” (1974), una modesta pero efectiva cinta de terror dirigida por Stephen Weeks y protagonizada por la cantante Marianne Faithfull. Su último trabajo como actriz lo obtendría en el telefilme “The Stranger: More Than a Messiah” (1992), el cual era un spin-off no oficial de la serie “Doctor Who”. Pese a retirarse de la actuación, Shelley continuó durante varios años trabajando tras las cámaras. No sólo se dedicaba al diseño de algunos sets, sino que además fabricaba accesorios de utilería. Según la misma actriz, todo esto comenzaría en 1982; “Cuando supe que mi carrera estaba llegando a su fin, comencé con el negocio del diseño de interiores y la fabricación de objetos de utilería, utilizando algunos de los contactos que había forjado a lo largo de mi carrera". Pese a que no participó en un gran número de largometrajes, Barbara Shelley logró dejar su marca en la historia del cine de terror gracias a que exudaba sexualidad y a que era poseedora de un encanto especial que rápidamente embelesaba al espectador. Principalmente gracias a las películas que filmó para la Hammer, Shelley hoy es recordada con justa razón como la “Primera dama del cine de terror británico”.



por Fantomas.

domingo, 1 de agosto de 2010

Horror of Dracula: Una de las cintas más importantes del cine de terror británico.

“Horror of Dracula” (1958), es un film de terror del director Terence Fisher, el cual está protagonizado por Christopher Lee, Peter Cushing y Michael Gough.

Un joven llamado Jonathan Harker (John Van Eyssen), quien oficia como ayudante del Doctor Van Helsing (Peter Cushing), se traslada al castillo de Drácula (Christopher Lee) con la intención de acabar con el no-muerto. Sin embargo, tras fracasar en su intento, el vampiro comienza a atacar a todos los allegados de Harker, por lo que sólo Van Helsing podrá poner fin a su reinado de terror.

Tras el rotundo éxito de “The Curse of Frankenstein” (1957), los ejecutivos de la modesta productora británica Hammer Films rápidamente pensaron en convertir a Drácula en el protagonista de su próxima incursión en el cine de terror gótico. Lamentablemente para ellos, los derechos de la novela de Bram Stoker aún estaban en poder de los estudios Universal, quienes los habían comprado en los años treinta por tan solo $40.000 dólares. Tras tener numerosas conversaciones con los ejecutivos de la Universal, la Hammer pudo utilizar el material escrito por Bram Stoker a cambio de los derechos de distribución del proyecto en desarrollo. Al poco tiempo después, los productores Michael Carreras y Anthony Hinds dispusieron un calendario de filmación de 25 días, y contrataron prácticamente al mismo equipo técnico que había estado a cargo del rodaje de “The Curse of Frankenstein”. Lamentablemente, debido a que el presupuesto con el que contaba la producción era de tan solo $83.000 libras, gran parte del film tuvo que ser rodado en un pequeño estudio de filmación de Londres, y no en el moderno set de sonido con el que contaba la productora británica. En cierta medida, fueron las carencias económicas las que obligaron al guionista Jimmy Sangster a dejar un poco de lado la historia plasmada en la novela de Stoker, para inspirarse más en la obra de teatro que había servido de base para la adaptación realizada por el director Tod Browning en 1931, bajo el alero de los estudios Universal.

Además de eliminar algunos acontecimientos de la novela tales como el viaje de Drácula a Inglaterra, Sangster prefirió no tomar en cuenta a personajes como Renfield, el lunático comedor de moscas que está bajo el influjo del vampiro, y optó por otorgarle un enfoque distinto al mismísimo Conde, quien a diferencia de aquel que aparece en la adaptación de los estudios Universal, en esta ocasión es un encantador depredador sexual que no es visto ni escalando paredes, ni convirtiéndose en murciélago. De hecho, sus poderes quedan absolutamente en el plano de la suposición, lo que obviamente le otorga un cariz algo etéreo a su naturaleza sobrenatural. Otro de los cambios importantes que realizó Sangster, tiene relación con las motivaciones y la personalidad de Jonathan Harker. A diferencia de la novela, Harker no es retratado como un joven inocente que llega a trabajar al castillo del Conde, sino que es descrito como un temerario cazador de vampiros que busca terminar con la vida de Drácula para siempre. En cierta medida, la inclusión de Harker en la historia funciona no solo para presentar al vampiro como un ser poderoso, que resulta tan aterrorizante como encantador, sino que además son sus actos impulsivos los que sirven como detonante de la trama central. Será tras la torpe incursión de Harker en el castillo de Drácula, que el vampiro decide tomar represalias y atacar a la prometida del cazador de vampiros, la bella Lucy Holmwood (Carol Marsh).

Una vez que se establece la amenaza que significa Drácula para los pobres mortales, entra en escena el Doctor Van Helsing, quien a diferencia de Harker es retratado como un hombre inteligente, decidido y estoico ante la adversidad. El buen Doctor no solo tendrá que averiguar cuál fue el destino de su joven ayudante, sino que además tendrá que hacer todo lo posible por intentar salvar a Lucy Holmwood, quien se ha convertido en el nuevo objeto de deseo de Drácula. Su único aliado en su lucha contra el vampiro será el hermano de Lucy, Arthur Holmwood (Michael Gough), quien pese a su desconfianza inicial, eventualmente se percata del peligro que se cierne sobre su familia cuando evidencia los efectos del influjo del vampiro sobre su hermana. Es así como ambos hombres se embarcan en una carrera contra el tiempo para encontrar la nueva guarida del Conde, antes de que este acabe por completo con la familia Harker. Algo que ha provocado un extenso debate a lo largo de los años, es la escasa participación que tiene Drácula en el film. En cierta medida, esto contribuye a formar un halo de misterio en torno a su figura, la cual gracias a los dichos del mismo Van Helsing adquiere un carácter omnipresente. La simple idea de que el personaje interpretado por Peter Cushing debe enfrentarse a un enemigo invisible y complemente impredecible, le otorga al film una atmósfera de tensión constante, la cual se sostiene incluso en aquellas escenas en las que el Doctor analiza sus propias conclusiones con respecto al mito del vampirismo.

Si la lucha de ingenios que se desarrolla durante prácticamente toda la cinta entre Van Helsing y Drácula resulta ser interesante, la confrontación final entre ambos personajes es sencillamente impactante. Pese a que el guión original contemplaba una escena completamente distinta a la que finalmente se rodó, fue tal la insistencia de Cushing de filmar una secuencia similar a las vistas en las películas de espadachines, que finalmente el director Terence Fisher optó por insertar una vistosa coreografía durante el clímax del film, la cual fue ejecutada por el mismo Cushing, lo que puso nervioso a gran parte del equipo de rodaje de la producción. Por otro lado, resulta evidente que en “Horror of Dracula” el erotismo ocupa un papel central en la trama. Gran parte de las mujeres indefensas que son atacadas por el rapaz vampiro durante el transcurso del relato, parecen disfrutar de manera consciente su inusual conexión con él. Lo que es aún más importante, es que el simple hecho de que Drácula decida imponerse físicamente durante estos seductores ataques no verbales, en cierta medida le otorga un aire sadomasoquista a sus presas nocturnas. Si el Drácula de Christopher Lee representa la erupción del deseo carnal, y la victoria de la lujuria por sobre la razón, entonces el Van Helsing de Peter Cushing encarna el divorcio entre el intelecto y el sentimiento. En efecto, el guión de “Horror of Dracula” presenta una moralidad conservadora, la cual establece que la sexualidad desenfrenada está inexorablemente ligada al mal espiritual, y que la represión sexual está conectada con las fuerzas del bien.

En el ámbito de las actuaciones, la dupla protagónica realiza una labor sencillamente espectacular. Mientras que Christopher Lee logra con éxito otorgarle al mítico Conde un aire distinguido, al mismo tiempo que se muestra amenazante, seductor y siniestro, sin la necesidad de emitir demasiadas palabras, Peter Cushing hace gala de su destreza física y de sus dotes actorales al interpretar a un Van Helsing que no solo resulta ser un hombre brillante, sino que además es decidido y valeroso. Lo que es aún más importante, es que las actuaciones tanto de Lee como de Cushing permiten que se haga evidente el choque de sistemas culturales y sociales que se produce entre Drácula y Van Helsing, el cual en gran medida le otorga una mayor profundidad a la trama. En cuanto al elenco secundario, mientras que Carol Marsh y Melissa Stribling realizan un trabajo bastante correcto, las actuaciones de John Van Eyssen y Michael Gough dejan bastante que desear. Con respecto al aspecto técnico de la producción, esta no solo cuenta con el espléndido trabajo de fotografía de Jack Asher, sino que además con la atmosférica banda sonora del compositor James Bernard, y con el magnífico diseño de producción de Bernard Robinson, quien demostró ser capaz de hacer maravillas con un escaso presupuesto.

Curiosamente, Terence Fisher era uno de los pocos profesionales al interior de la Hammer que estaba completamente convencido de la calidad de “Horror of Dracula”. De hecho, cuando Cushing y Lee asistieron a una proyección del film en Francia, ambos se mostraron temerosos ante la idea de que el público pudiese mofarse del largometraje. Su sorpresa sería mayúscula cuando no solo observaron que el público había quedado gratamente sorprendido con el contenido de la cinta, sino que además asistían en masa para verla. “Horror of Dracula” obtuvo una recaudación mayor que “The Curse of Frankenstein”, y fue la gran responsable de que la productora Hammer comenzara a ser reconocida como una de las factorías de cine de terror más importantes a nivel mundial. Y es que la verdad la cinta de Terence Fisher resultó ser una producción rupturista en más de un sentido, la cual no dejó indiferente absolutamente a nadie. Un ejemplo claro de esto, fue la reseña que en aquel entonces escribió un crítico del periódico Daily Telegraph: “La industria cinematográfica británica tiene una calificación X, la cual no es aplicable a este film. Debiese existir una nueva calificación para la cinta, ´S´ de sádica, o ´D´ de desagradable”. En definitiva, gracias a sus numerosas virtudes, hoy en día “Horror of Dracula” es recordada como una de las mejores cintas de la modesta compañía británica Hammer Films, y como uno de los grandes clásicos del cine de terror de todos los tiempos.

por Fantomas.
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