“Tokyo Drifter” (1966), es un drama de acción del director Seijun Suzuki, el cual está protagonizado por Tetsuya Watari, Chieko Matsubara y Hideaki Nitani.
Tetsuya “Phoenix Tetsu” Hondo (Tetsuya Watari) se ha unido a su jefe en la yakuza en su intento por llevar una vida honesta. Sin embargo, cuando el líder de una banda rival los arrastre nuevamente a una guerra de pandillas, Tetsu tendrá que convertirse en un vagabundo con el fin de evitar que su jefe se meta en más problemas.
Nacido en Tokio en 1923, Seijun Suzuki realizó un extraordinario ciclo de cintas de yakuzas durante los sesenta, cuando trabajaba en la unidad B del estudio Nikkatsu. Dicha serie de películas se caracterizó por presentar momentos de puro delirio marcados por estallidos de color, curiosos ángulos de cámara, humor absurdo, e historias que desafiaban las barreras propias del género. Si bien los films de Suzuki lograron cautivar al público de la época y a la crítica especializada, los ejecutivos de la Nikkatsu estaban cada vez más irritados con el director y su particular estilo. En 1966, el estudio le advirtió a Suzuki que cambiara su línea estética y narrativa con “Tokyo Drifter”, un drama de acción acerca de un yakuza retirado, con el fin de lograr mejores resultados de taquilla. Además recortaron el presupuesto de la cinta con la esperanza de que el director cumpliera con lo deseado. Sin embargo, lo único que lograron los ejecutivos del estudio con sus amenazas fue que Suzuki junto a su director de arte Takeo Kimura, intentaran llevar el surrealismo y el absurdo presente en las anteriores cintas del director a nuevos niveles.Tetsuya “Phoenix Tetsu” Hondo (Tetsuya Watari) se ha unido a su jefe en la yakuza en su intento por llevar una vida honesta. Sin embargo, cuando el líder de una banda rival los arrastre nuevamente a una guerra de pandillas, Tetsu tendrá que convertirse en un vagabundo con el fin de evitar que su jefe se meta en más problemas.
Básicamente “Tokyo Drifter” relata la historia de Tetsu, un ex-yakuza que junto a su antiguo jefe Kurata (Ryuji Kita), buscan dejar su pasado criminal atrás. Aunque por un tiempo logran su objetivo, Otsuka (Hideaki Esumi), el líder de una banda rival, intenta estafarlos con un negocio de bienes raíces desencadenando un par de asesinatos que amenazan con echar por la borda todos los esfuerzos que Tetsu y su jefe han realizado con el fin de llevar una vida honesta. Para evitarle mayores problemas a su jefe, Tetsu decide responsabilizarse por uno de los asesinatos, tras lo cual comienza a vagar por las calles de Tokio y de distintas ciudades de Japón, dejando atrás su vida y a su novia Chiharu (Chieko Matsubara), la cual es cantante de un club nocturno. Cuando Otsuka y Kurata se percatan del peligro que Tetsu supone para sus planes futuros, aún cuando este está fuera de la ciudad, contratan a un asesino a sueldo para que lo elimine. Con la ayuda de otro asesino renegado, Tetsu intentará sobrevivir lo suficiente como para lograr vengarse de todos aquellos que lo han traicionado. Si bien en el papel la historia parece bastante convencional, en la práctica no lo es tanto.
Seijun Suzuki mezcla elementos de diferentes géneros para dar vida a una cinta avant-garde que no se presenta como un tributo al cine de yakuzas, sino más bien como una bizarra parodia. Utilizando influencias que van desde el Pop-Art a los musicales hollywoodenses de los cincuenta, y desde la comedia del absurdo al surrealismo, Suzuki demuestra toda su habilidad tras las cámaras. El afán de estar continuamente experimentando con elementos visuales y narrativos que presenta el director, conlleva a que por momentos la trama se torne un poco incomprensible para el espectador, quien no puede digerir toda la información que se le entrega. Si bien la premisa de la trama no es excesivamente compleja, la forma en cómo esta se desarrolla presenta todo un reto para el espectador. La acción salta de un escenario a otro sin previo aviso, dando la impresión de que el protagonista está inmerso en un mundo onírico que escapa a las reglas convencionales. Sin embargo, comprendiendo la base narrativa descrita en el párrafo anterior, uno puede proceder a disfrutar lo verdaderamente importante de la película; el aspecto estético y la puesta en escena casi teatral que esta presenta.
Perseguido y traicionado, Tetsu se mueve por una serie de escenarios alejados de toda coherencia arquitectónica, tarareando constantemente una pegajosa canción cuya letra no hace más que reflejar el presente del protagonista y los ideales de este. Mediante una lluvia de colores y cromatismos, el director refleja los estados de ánimo de los personajes, lo que supone todo un espectáculo visual. Toda la secuencia inicial en la cual se muestra la reacción de los antiguos colegas de Tetsu a la noticia de que este planea abandonar la yakuza, está filmada en un blanco y negro con un estilo bastante similar a lo visto en la más actual “Sin City” (guardando las distancias claro está). De hecho, dentro de la secuencia se pueden distinguir sólo un par de objetos de color antes de pasar de lleno a las imágenes a todo color. Por otro lado, durante la secuencia del tiroteo final al interior de un club nocturno, no sólo el escenario se viste por completo de blanco (que dicho sea de paso es el color que representa a la muerte en la cultura japonesa), sino que Tetsu también viste un traje blanco, dando a entender que no sólo viene a traer la muerte a sus rivales, sino que también ha comprendido que su vida está marcada por esta, razón por la cual está destinado a vagar por siempre en un mundo frio y hostil donde no tiene cabida alguna.
Además llama la atención una delirante secuencia que transcurre al interior de un club nocturno, el cual está adornado como si se tratase de un bar del viejo oeste. Dicha secuencia, en la cual el protagonista se ve involucrado en una gresca de proporciones donde todos, incluso las camareras, participan de la acción, no es más que una herramienta que Suzuki utiliza para burlarse del cine norteamericano, en específico del western. Cabe destacar que todas las escenas de acción que presenta el film, se caracterizan por el evidente cuidado en las coreografías y por lo atrayente de su aspecto estilístico. Por otro lado, las actuaciones en general son estupendas, destacándose el trabajo de Tetsuya Watari, protagonista habitual de este tipo de cintas. El actor interpreta a la perfección a Tetsu, un asesino experto, temido y respetado por sus pares, para quien la lealtad está por sobre el amor, por lo que no puede perdonar la traición de la que ha sido víctima. Sin embargo, la verdadera estrella de la cinta es el apartado visual, el cual fue construido en conjunto por Suzuki, Takeo Kimura, y el director de fotografía Shigeyoshi Mine. Escenarios expresionistas se mezclan con otros que perfectamente podrían haber salido de la mente de Andy Warhol. Si ya los colores y la arquitectura de los escenarios le dan un cierto toque surrealista a la cinta, los ángulos de cámara utilizados por Suzuki terminan por completar el efecto.
La banda sonora compuesta por Hajime Kaburagi también cumple un rol importante a la hora de construir la atmósfera de la historia, en especial el tema principal el cual es martillado en cabeza del espectador en varias ocasiones de manera que este queda grabado a fuego en su memoria. Es importante mencionar que Suzuki y el guionista Yasunori Kawauchi, se preocupan de inyectarle el moribundo código de honor de los yakuzas a sus personajes, maquinando con esto un esquema donde todos aquellos que son capaces de expresar lealtad y agradecimiento tienen la oportunidad de escapar con vida, mientras que aquellos que traicionan y asesinan guiados por su codicia inevitablemente son castigados. Este esquema obviamente también sirve para exponer la pugna constante entre tradición y modernidad, tan propia del cine de yakuzas. “Tokyo Drifter” es una película compleja pero realmente disfrutable, cuya calidad técnica y experimentación narrativa la posiciona como una verdadera joya del cine de yakuzas. Sin embargo, para la Nikkatsu en su momento esta película resultó ser todo un dolor de cabeza, ya que debido a su particular estilo no supieron como comercializarla. Suzuki filmaría dos cintas más para el estudio antes de ser despedido por realizar películas “incomprensibles”. Aunque para algunos esta película pueda ser catalogada como tal, la verdad es que comprendiendo la base temática y dejándose llevar por este viaje onírico que nos propone el director, el film se vuelve bastante más amigable, mostrándose como toda una experiencia cinematográfica.
por Fantomas.
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