“Un Cuento Chino” (2011), es un drama del director Sebastián Borensztein, el cual está protagonizado por Ricardo Darín, Ignacio Huang y Muriel Santa Ana.
Roberto (Ricardo Darín) es ferretero. Hosco, rutinario, maniático, coleccionista de historias curiosas que recorta de los periódicos, hasta que un día sin darse cuenta, acabará formando parte de una de ellas, cuando un joven chino llamado Jun (Ignacio Huang) llega a su vida de repente, desde la puerta trasera de un taxi.
El viernes 2 de mayo de 1997, el diario el Clarín publicó una insólita noticia. En Moscú, miembros de las fuerzas armadas rusas robaron un par de vacas y se las llevaron en un avión. Pero durante el vuelo las vacas se descontrolaron y ante la posibilidad de un accidente aéreo, la tripulación se vio forzada a tirarlas al vacío. Para su mala suerte, una de las vacas cayó sobre un pesquero japonés enviándolo al fondo del mar. Cuando el director argentino Sebastián Borensztein se enteró de esta noticia, de inmediato supo que tenía que hacer algo con ella. Según el mismo Borensztein: “Era una imagen que no me podía quitar de la cabeza. Pensaba en los pescadores que ya terminaron su faena diaria, fumándose un pucho (de tabaco), sentados en la cubierta de su barco, cuando de pronto ven un puntito negro que se acerca, se acerca y es una vaca. Dije: ¿cómo puede ser? El cielo es tan enorme, el mar es tan gigante y esos dos hechos se juntan. Esto tiene que ser el comienzo de una próxima película.” Con el paso de los años, al director también comenzó a llamarle la atención el tema de la Guerra de las Malvinas, especialmente las consecuencias que esta había tenido tanto para los hombres que habían participado en dicho conflicto, como para la misma sociedad argentina. De la unión de esos dos elementos nacería el guión de “Un Cuento Chino”, el cual desarrollaría en detalle durante múltiples almuerzos con el actor Ricardo Darín.
“Un Cuento Chino” comienza en un lago de China, donde al interior de una pequeña embarcación un chino llamado Jun está a punto de proponerle matrimonio a su enamorada. Sin embargo, de manera inesperada una vaca cae del cielo y le quita la vida de forma instantánea a la pobre muchacha. Al otro lado del mundo, Roberto vive una vida monótona y exenta de complicaciones; es dueño de una pequeña ferretería de barrio y su constante mal humor lo ha llevado a aislarse por completo del resto del mundo. Su única diversión pareciera ser coleccionar historias curiosas que recorta de diversos periódicos, y situarse en las cercanías del aeropuerto de Ezeiza para ver como aterrizan los aviones. Es precisamente mientras efectúa esta última actividad que Roberto conoce a Jun, cuando este es bajado a la fuerza de un taxi luego de ser asaltado por el chofer. Perdido y sin saber una sola palabra de español, Jun despertará la compasión de Roberto quien intentará ayudarlo a encontrar a su tío, el cual supuestamente vive en Buenos Aires. Lamentablemente para Roberto, dicha tarea resultará ser un poco más difícil de lo que esperaba, por lo que se ve obligado a alojar a Jun en su casa. Es así como dos hombres completamente opuestos, separados por una barrera idiomática y cultural, deberán aprenden a convivir aun cuando la compañía se presenta particularmente tediosa y tortuosa para el huraño Roberto.
Contrario a lo que se podría pensar en un principio, la relación que Roberto construye con Jun no se limita a ser un mero acto de solidaridad, sino que la inesperada llegada del joven chino a la vida del protagonista viene a alterar el orden que con tanto ahínco intenta preservar. Y es que Roberto vive anclado a un pasado que no solo lo protege del dolor emocional, sino que además evita que este se exponga a nuevas decepciones o situaciones desconocidas. Este ex-combatiente de la Guerra de las Malvinas, que demuestra una increíble devoción a su madre a la cual nunca conoció, plagado de costumbres que rayan en lo obsesivo, y decepcionado del sistema el cual constantemente lo está “cagando a palos”, se ve enfrentado a una situación tan increíble como las que suele recortar de los periódicos que religiosamente revisa a diario. Jun por su parte, ha llegado a Buenos Aires con la esperanza de que su único familiar vivo le ayude a lidiar con el dolor provocado por la muerte de su amada. Desde la trinchera de la humildad y el desamparo, Jun casi sin pretenderlo, comenzará a romper la unión que Roberto tiene con un pasado marcado por la tragedia. Esto ocurrirá de manera casi simbólica, en la medida que el joven comienza a eliminar una serie de trastos y porquerías que se encuentran apiladas en varios puntos de la casa de Roberto, ya sea por accidente o por mandato, los cuales impiden que el protagonista sea capaz de vivir alegremente o de entregarse a la posibilidad de experimentar el amor.
Quien también intenta resquebrajar la dura coraza de Roberto es Mari (Muriel Santa Ana), una mujer que busca desesperadamente el amor del protagonista, sin demasiados resultados. A diferencia de Roberto, Mari es de aquellas personas que se muestran felices por el mero hecho de estar vivas. Fiel representante de la dulzura e ingenuidad campesina, Mari dice todo lo que se le pasa por la cabeza, sin ningún tipo de censura, básicamente porque se trata de una persona por completo bienintencionada. Todo esto provoca que ella sea la única que ve a Roberto con otros ojos, los de la ternura y la pasión, aquellos que habitualmente ayudan a resaltar las cualidades del ser amado. “Sos gruñón, ermitaño, sensible, bueno… y valiente. Y además tenés esa mirada que me mata”, le dice Mari a Roberto en un pasaje de la cinta, lo que no solo resulta ser una descripción bastante acertada del protagonista, sino que además es una muestra fehaciente de que ella está dispuesta a esperarlo el tiempo que sea necesario. Si hay algo por lo que uno debe agradecerle a Sebastián Borensztein, es por haber tomado la decisión de rodar esta fábula afable sin mayores melodramas, aun cuando el núcleo de la historia sea la confrontación entre dos tipos alejados tanto en lo físico como en lo emocional, cuyos destinos se han cruzado de forma inesperada. Lo que es aún más interesante, es que de la cotidianeidad que surge de la relación entre Roberto y Jun nace la comedia, la cual al ser completamente espontánea, le otorga un grado de realidad a un relato que en otras circunstancias podría haber resultado absolutamente inverosímil.
Evidentemente, Ricardo Darín se alza como la gran estrella del film, quien a base de exabruptos y comportamientos obsesivos logra sacarle algunas carcajadas al espectador, aun pese a que por momentos pareciera que el actor recurre a demasiados lugares comunes. Por otro lado, tanto Muriel Santa Ana como Ignacio Huang dotan de un innegable carisma a sus respectivos personajes, logrando que el espectador rápidamente se interese en sus problemas y cruzadas particulares. En el caso particular de Huang, pese a que se ve opacado por la sombra de Darín, realiza un trabajo realmente encomiable a la hora de transmitirle al espectador y a su nuevo entorno, sus sentimientos y emociones a través de sus gestos y miradas, que son las únicas herramientas que posee para comunicarse. Y es que al igual que Roberto, el espectador sufre por la ininteligibilidad del idioma del joven oriental, la cual no nos permite comprenderlo del todo. En cuanto al aspecto técnico del film, resulta destacable el trabajo de fotografía de Rodrigo Pulpeiro, el cual varía según el estado de ánimo del protagonista. De la misma forma, también resulta destacable la inmaculada dirección de arte de Laura Musso, quien es la gran responsable de la estética retro que ostenta el hogar de Roberto, la cual ejemplifica a la perfección su apego por el pasado. Por último, pero no por eso menos importante, es la banda sonora del compositor Lucio Godoy, la cual acompaña de forma adecuada la emocionalidad de las imágenes que se van sucediendo a la largo del film.
“Un Cuento Chino” no se olvida de la autocrítica social, de forma que lo simbólico y lo material conviven con naturalidad en esta verdadera fábula melancólica sobre lo mucho que enriquece nuestra vida aquello que no esperamos, y que pareciera que esperaba por nosotros. Es a través de la aceptación del dolor y de una conexión que va más allá de lo meramente lingüístico, que Roberto y Jun terminan encontrándose y descubriendo que son más parecidos de lo que pensaban en un comienzo. Como sucede en determinadas ocasiones en el campo de las relaciones humanas, estos dos hombres se encuentran, se conocen, y eventualmente se necesitan para enfrentar el mundo que los rodea y que parece estar en su contra. En una entrevista, el director Sebastián Borensztein se encargó de resumir a la perfección la moraleja central de “Un Cuento Chino”: “Es absurdo que Argentina haya estado en guerra con Inglaterra, es absurdo que una vaca caiga del cielo y hunda un barco. Ahora, lo que no es absurdo es que dos personas que viven en las antípodas del planeta geográficamente y culturalmente hablando, tengan la posibilidad de ser uno la llave que le abre la puerta para resolver su vida al otro.”
por Fantomas.
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