domingo, 10 de enero de 2010

Especial: La Historia de la Censura en Hollywood.

La censura en Hollywood es tan antigua como la instalación de sus estudios. Todo comenzaría en 1915, cuando la Suprema Corte de los Estados Unidos determinó que las películas no eran una forma de arte, sino que solo eran un artículo de comercio cuya única función era generarle ganancias a los involucrados en la realización de estas, y que por lo tanto no estaban amparadas por la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos. La Corte además temió que gracias a la popularidad de las producciones cinematográficas, estas pudieran ser utilizadas con “fines malignos”. Poco después de esta decisión, en distintas ciudades se comenzaron a aprobar normas prohibiendo la exhibición pública de películas "inmorales", haciendo temer a los grandes estudios cinematográficos la inminente aparición de regulaciones estatales o federales. Ya para 1921 existían comités de censura en 36 Estados, todos comandados por grupos conservadores cristianos. Cabe destacar que todo esto sucedía en un época ambivalente, donde estaba prohibido el consumo de alcohol (controlado por mafias), y al mismo tiempo comenzaban a emerger ciertas libertades civiles como el voto femenino y la masificación de los espectáculos.

Según Gregory D. Black, autor del libro “Hollywood Censurado”, las temáticas tocadas por el cine de la época asustaron a los grupos conservadores porque “temían que algunas cintas le enseñaran a los inmigrantes y a los trabajadores a hacer huelgas o delitos si es eso lo que veían en la pantalla, ya que estos no serían capaces de distinguir la realidad de esta nueva forma de entretenimiento”. La crisis se acrecentó cuando a principios de la década del veinte, tres grandes escándalos azotaron Hollywood; los juicios por homicidio y violación que tuvo que enfrentar la estrella cómica Roscoe Arbuckle; el asesinato del director William Desmond Taylor en febrero de 1922, y las revelaciones acerca de su bisexualidad; y la muerte relacionada con el consumo de drogas del actor Wallace Reid en enero de 1923. A estos casos se sumaron las muertes por consumo de drogas de las actrices Olive Thomas, Barbara La Marr, Jeanne Eagels, y Alma Rubens, lo que desencadenó que muchos grupos conservadores pidieran la aplicación de censura a la industria hollywoodense durante gran parte de la década del veinte. Estas historias fueron tratadas de manera sensacionalista por la prensa, lo que colaboró con el hecho de que muchos norteamericanos comenzaran a percibir a Hollywood como la “ciudad del pecado”.


Fue entonces cuando la Iglesia Católica tomó la batuta. Según el mismo Black, “la influencia que tenía en ese entonces sobre sus fieles, unido a que ciertas ciudades como Nueva York, Boston, o Detroit tenían mayoría católica, hizo que Hollywood temiera un eventual boicot”. Las protestas de los espectadores que percibían un alto grado de inmoralidad en Hollywood y en sus producciones, y la percepción de la autorregulación por parte de la industria como la única manera de salvaguardar su inversión, llevaron a que en 1922 se creara la Asociación de Productores y Distribuidores Cinematográficos de los Estados Unidos (la misma que en 1945 se transformaría en la Asociación Cinematográfica de los Estados Unidos), la cual sería presidida por William H. Hays. Nacido en 1978, Hays no era un desconocido. Había sido presidente del Partido Republicano, cabeza de la campaña del Presidente Warren Harding, y se había desempeñado como director general de correos. Como tenía algunos contactos con ejecutivos de Hollywood, fue considerado como el hombre adecuado para garantizar la moralidad en los términos que buscaba la nueva Asociación de Productores.

En 1927, Hays compiló una lista temas los cuales según su experiencia con los distintos comités de censura existentes en los Estados Unidos, era conveniente que los estudios de Hollywood evitaran a toda costa. Él nombraría a esta lista como “la fórmula”, aunque sería popularmente conocida como “los no y los ten cuidado”. En 1930, Hays creó el Studio Relations Committee (SRC) con el fin de implementar su código de censura. Sin embargo, el SRC carecía de la capacidad para imponer dicho código. Pese a esto, durante este periodo, Hays, quien era una mezcla de guardián, comisario, e inquisidor, se convirtió en el gran salvador de la industria. De hecho, en 1926 la revista Life le otorgó su portada. Pero la Iglesia todavía no estaba conforme porque el hombre operaría sólo con advertencias y no con imposiciones. Era evidente que faltaba ir más allá. Con la llegada del cine sonoro en 1927, y cuando la industria cinematográfica pasa a ser la única industria firme en medio de la Gran Depresión, las tensiones entre los grupos conservadores y los estudios aumentaron.

El cambio de las temáticas cinematográficas que gatilló la Depresión (donde los espectadores se agolpaban para rendirse ante el magnetismo de mafiosos interpretados por James Cagney, o para ver como mujeres codiciosas no tenían problemas con utilizar su sensualidad para conseguir sus objetivos), conllevó a que la Iglesia pidiera la creación de una comisión que confeccionara una lista que parara con la “masacre a la inocencia”, y que además “purificara el cine”. Sería Martin Quigley, un publicista de un periódico de Chicago, quien comenzaría a supervisar la realización de un código más extenso que no sólo indicara que material era inapropiado para las películas, sino que además contuviera un sistema moral basado en la religión católica, el cual las películas tendrían la misión de promover. Él reclutaría al Padre Daniel Lord, un sacerdote jesuita e instructor de la Universidad Católica de St. Louis, para escribir un código que en 1930 sería adoptado formalmente por Asociación de Productores y Distribuidores Cinematográficos. En 1934, y tras un acuerdo unánime, todos los estudios de Hollywood se sometieron sin peros a la MPPDA y al flamante Código del Pudor.

Una de las enmiendas del código, no sólo estableció la Administración del Código de Producción (PCA), sino que también estipuló que todos los films lanzados a partir del primero de julio de 1934, tendrían que ser sometidos a una certificación antes de poder ser estrenados. La primera cinta en obtener el sello de aprobación de la MPPDA, sería “The World Moves On” (1934), del director John Ford. El código quiso expurgar de la pantalla la criminalidad, la sexualidad y la vulgaridad. Decía que “no se autorizará ningún film que pueda rebajar el nivel moral de los espectadores”. Prohibía cualquier desnudo o baile. Además restringía el asesinato y la venganza. Por más de treinta años, prácticamente todas las películas producidas en los Estados Unidos se ciñeron al código. Cabe destacar que el infame código Hays no fue creado por un estamento federal, estatal, o gubernamental, sino que fue adoptado por los estudios hollywoodenses con la esperanza de que este puñado de normas les ayudara a evitar la censura por parte del gobierno, dando a entender que preferían la autorregulación a la regulación de terceros.

En 1934, Joseph I. Breen sería designado como la cabeza de la nueva Administración del Código de Producción. Bajo la atenta mirada de Breen, el código de producción pronto se volvió rígido y comenzó a cobrar importancia. Breen tenía la capacidad de cambiar guiones a su antojo, lo que no tardó en molestar a muchos guionistas, directores, y magnates hollywoodenses. La primera intervención importante del Código de Producción involucraría a la cinta, “Tarzan and His Mate” (1934), donde se incluían algunas breves escenas de desnudos que involucraban a la doble de cuerpo de la actriz Maureen O´Sullivan, las cuales finalmente serían eliminadas del negativo del film. El código comenzó a debilitarse a fines de los cuarenta, cuando algunos temas tabú como el abuso sexual y las relaciones amorosas entre personas de distinta raza fueron tratados en “Johnny Belinda” (1948), y “Pinky” (1949) respectivamente. Los estudios se mantuvieron dentro de los confines del código hasta fines de los cincuenta, época para la cual la era dorada de Hollywood había terminado, y las películas comenzaban a experimentar distintas amenazas. La primera de ellas sería la emergente televisión, la cual no requería que los espectadores se movieran de sus casas para poder ver imágenes en movimiento. La industria cinematográfica necesitaba ofrecerle al público algo que no pudieran obtener en la televisión, un medio que estaba controlado por una censura aún más restrictiva que la impuesta por el código.

Además de la amenaza que significaba la televisión, también se comenzó a generar una mayor preocupación por la creciente distribución de películas extranjeras de directores como Vittorio de Sica y Ingmar Bergman, las cuales tocaban temas que el código mantenía bajo siete llaves. Cuando los estudios se percataron de que no podían impedir la llegada de películas extrajeras, y que estas no estaban sometidas al código de producción, no les quedó más opción que comenzar a ignorar el código si querían seguir obteniendo ganancias. Sería esta misma polémica la que terminaría pavimentando el camino para que muchos realizadores independientes pudieran exhibir sus cintas sin mayores inconvenientes. En 1951, la MPAA revisaría nuevamente el código. Sin embargo, contrario a lo que se podría pensar, su objetivo no sería confeccionar un código más flexible, sino que pretendían rigidizar aún más el ya existente. De esta revisión saldrían más palabras y temas que comenzarían a ser prohibidos, lo que generó una mayor oposición de parte de varios realizadores a este nuevo código.

En 1952, la Corte Suprema revocó de manera unánime la decisión tomada en 1915, amparando a la industria del cine bajo la Primera Enmienda. Esta medida redujo la amenaza de una eventual regulación por parte del gobierno, por lo que el poder de la PCA sobre la industria hollywoodense se vio fuertemente disminuido. Para 1954, con Hays fallecido y con Breen retirado de la PCA, directores como Samuel Fuller, Otto Preminger, Elia Kazan y Stanley Kubrick, se atrevieron a desafiar al código. Para fines de los cincuenta, un buen número de cintas con temas controversiales comenzó a inundar la pantallas, como por ejemplo “Anatomy of a Murder” (1959), “Suddenly Last Summer” (1959), y “Some Like it Hot” (1959), entre otras. Si bien la MPAA les otorgó a regañadientes el sello de aprobación a estas producciones, de todas formas exigió que se realizaran algunos cambios. Ya para principios de los sesenta, los films comenzaron a lidiar con temas adultos y temáticas sexuales que no habían sido vistas en Hollywood desde principios de los treinta. En 1966, en “Who´s Afraid of Virginia Woolf?”, se escuchó decir por primera vez “hijo de puta”. El código ya no daba el ancho y se desplomó al año siguiente.

Fue ahí donde comenzó a operar el actual sistema de calificación por edad, y aunque en los setenta Hollywood pareció reivindicar la crudeza y la valentía del cine precódigo, los criterios comerciales (que ahora buscaban audiencias masivas) continuaron atados a la autocensura. Para Gregory Black, el código de todas formas dejó huellas. “R significa una calificación para mayores de 16 años y la calificación NC significa esencialmente que la película no se proyectará en grandes salas, sino sólo en circuitos independientes cuyo tamaño impide que la película pueda ser rentable”. Curiosamente, el tema de la censura hoy gravita en un factor que no tiene nada que ver con la mojigatería. Durante los últimos años, a raíz del descenso de la edad cronológica y mental del mercado objetivo de la industria cinematográfica, Hollywood se ha vuelto preadolescente y familiar. A diferencia de lo acontecido en los setenta, cuando el éxito de una cinta estaba asociado a que tan rupturista y provocadora esta era, hoy mientras más blancas sean las temáticas, mejor. Irónicamente, probablemente en la actualidad William H. Hays tendría menos trabajo que el que tuvo hace más de cuarenta años.

El decálogo de Hays:
1. No se autorizará ningún film que pueda rebajar el nivel moral de los espectadores. Nunca se
conducirá al espectador a tomar partido por el crimen, el mal o el pecado.
2. Los géneros de vida descritos en el film serán correctos, teniendo en cuenta las exigencias particulares del drama y del espectáculo. Un amor impuro nunca debe parecer atractivo o hermoso.
3. La ley, natural o humana, no será ridiculizada y la simpatía del público no irá hacia aquellos que la violentan. Además, la figura de Cristo será tratada con respeto. Cristo no es tema para una comedia.
4. Las exhibiciones del cuerpo, incluyendo el ombligo, están prohibidas. También se prohíbe el desnudo y la exposición de los órganos genitales de los niños, así sean recién nacidos.
5. El buen gusto y la delicadeza deben regir la utilización de los dormitorios. Evitar dar demasiada importancia a la cama.
6. No debe presentarse a la institución del matrimonio como antipática. El adulterio y todo comportamiento sexual ilícito no deben ser mostrados explícitamente ni ser justificados por su aspecto atractivo.
7. No está permitido para los hombres quitarse el pantalón. Si el argumento de la película así lo exige, puede mostrarse ya sin la prenda, pero en ropa interior adecuada.
8. La técnica del asesinato deberá ser presentada de manera de no suscitar la imitación. No se mostrarán los detalles de los asesinatos brutales. La venganza no será justificada.
9. El tráfico clandestino de drogas y el uso de éstas no será mostrado. Fuera de las exigencias propias de la trama y de la imagen de los personajes, no se dará lugar al alcohol en la vida estadounidense.
10. Las técnicas del robo, de la perforación de cajas fuertes y el dinamitado de trenes, minas y edificios no deben ser detalladas.









por Fantomas.

2 comentarios:

Don_fofo - Cinediondo dijo...

Muy buen artículo. hay otro tema muy interesante y que se trata de como Hollywood litealmente conspira, utilizando practicas monopólicas principalmente a travez de los medios de comunicacón, para que el público norteamericano (y por rebote nosotros también)no vea cine extrangero o a este no se le de la importancia que se merece, todo en pro del comercio obviamente.

Este asunto lo detalla muy bien Jonathan Rosenbaum en su libro "Las Guerras del Cine". Te lo recomiendo muchísimo.

Saludos!

oncle Jules dijo...

Muy buen artículo, muy revelador, así como inmejorablemente ilustrado y explicado.

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