lunes, 13 de diciembre de 2010

The New York Ripper: Una de las cintas más controversiales de Lucio Fulci.

“Lo Squartatore di New York” (1982), es una cinta de terror del director Lucio Fulci, la cual está protagonizada por Jack Hedley, Almanta Suska y Howard Ross.

Los habitantes de la ciudad de Nueva York están siendo aterrorizados por un asesino que muestra una marcada inclinación hacia las mujeres hermosas de conductas cuestionables. A raíz de esto, el Teniente Fred Williams (Jack Hedley) es asignado para descubrir la identidad del psicópata, cuyos niveles de violencia han aumentado drásticamente en el último tiempo.





Con resultados algo dispares, Lucio Fulci sería uno de los pocos directores que intentaría revitalizar el alicaído cine de terror italiano durante la década de los ochenta. Dentro de las muchas fórmulas que utilizó el director en las distintas producciones que realizó durante dicho periodo, se encuentra su particular aproximación al subgénero del slasher en el film “Lo Squartatore di New York”. Junto a los guionistas Dardano Sacchetti, Gianfranco Clerici y Vincenzo Mannino, Fulci se encargó de escribir el guión de una de sus cintas más vilipendiadas tanto por el público, como por la crítica especializada que venía reverenciando sus últimos trabajos. Básicamente, la historia de “Lo Squartatore di New York” se centra en la investigación llevada a cabo por el Teniente Williams, quien está tras la pista de un misterioso asesino que durante el último tiempo se ha dedicado a mutilar mujeres a lo largo de toda la ciudad de Nueva York, el cual además presenta la particularidad de poseer una voz aguda muy similar a la del célebre Pato Donald. Con tal de encontrar al psicópata lo antes posible, Williams no tiene más remedio que reclutar al Doctor Davis (Paolo Malco), quien aparentemente es el único psiquiatra capaz de desentrañar los patrones de conducta y la posible identidad del criminal que está aterrorizando a las mujeres de la llamada Gran Manzana.

Como sucede en prácticamente todos los films de Lucio Fulci, los cruentos asesinatos que comete el psicópata de turno se convierten en las grotescas piezas centrales de la cinta. Fiel a su estilo, el director italiano no solo le presenta al espectador una escena en la que una desafortunada mujer es prácticamente violada con una botella de vidrio rota, sino que además tiene tiempo para incluir una escena en la que a una mujer le abren el estómago, y otra en la que a una tercera víctima la torturan lentamente con una navaja de afeitar, la cual dicho sea de paso debido a su crudeza inclusive en la actualidad ha tenido problemas con los organismos de censura británicos. Si bien la inclusión de estas escenas ya era razón suficiente como para que tanto el público como la crítica se mostraran algo incómodos con la cinta de Fulci, la evidente misoginia que exuda el guión no hizo más que complicar las cosas. Y es que no son pocas las escenas en las cuales las mujeres son víctimas de algún tipo de violencia, ya sea verbal o física, lo que obviamente molestó a determinadas agrupaciones conservadoras y feministas de la época. Sin embargo, todo esto no es estricta responsabilidad del director italiano. Mientras que por un lado es innegable que el guionista Dardano Sachetti ya había demostrado ciertas cuotas de misoginia en sus trabajos anteriores, también es necesario recordar que el subgénero del slasher por lo general conllevaba ciertas dosis de violencia hacia la mujer, por lo que el contenido del film de Fulci solo respondía a las expectativas que el público de la época tenía de las producciones derivadas del entonces popular subgénero.

Los problemas que “Lo Squartatore di New York” tuvo con los distintos organismos de censura de la época no solo tienen relación con sus niveles de violencia y con su ya mencionada misoginia, sino que además tienen bastante que ver con la forma en como el director retrata a cada uno de los personajes involucrados en la historia, y en como este trata el tema de la sexualidad. De inmediato llama la atención la subtrama que tiene relación con la vida secreta de una mujer llamada Jane Forrester (Alexandra Delli Colli). Pese a provenir de un mundo repleto de riquezas y privilegios, Jane prefiere pasar sus mañanas en antros de mala muerte acompañada por hombres que la humillan sexualmente, y sus tardes al interior de pequeños teatros viendo pornografía. Si bien todo esto ya es bastante sórdido, Fulci se encarga de volver aún más escabroso todo el asunto insertando una serie de close-ups de los labios temblorosos del personaje interpretado por Delli Colli, mientras esta se masturba hasta llegar al orgasmo. En gran medida, el guión se muestra determinado a implicar a todos los personajes que participan en el relato en una dinámica de perversión sexual. El gran problema del film es que no realiza ningún tipo de diferenciación entre las expresiones sexuales inofensivas, como por ejemplo aquellas que son practicadas por uno de los sospechosos llamado Mickey Scellanda (Howard Ross), o la misma homosexualidad reprimida del Doctor Davis, y las correrías homicidas llevadas a cabo por el obsesivo asesino. Este es precisamente el motivo por el cual el film resulta ser tan repugnante; Fulci intenta establecer que todos los personajes son igualmente depravados, cuando en verdad esto está lejos de ser así.

Con la intención de dejar aún más en claro que la historia se centra en un microcosmos que está adherido a una cultura dominada por la suciedad y la depravación, Fulci escoge como escenarios del film diversas calles que se caracterizan por estar repletas de basura, grafitis, locales nocturnos y tiendas de pornografía. Junto con esto, para lograr que estos rincones de la ciudad de Nueva York se vean aún más decadentes de lo que realmente son, Fulci los contrasta con los bellos paisajes aledaños a la Universidad de Columbia, lo que sin duda resulta ser una estrategia bastante efectiva a la hora de establecer el tono del film. Mientras que es evidente que el director realiza un buen trabajo a la hora de construir la atmósfera de “Lo Squartatore di New York”, también es innegable que el guión presenta un buen número de falencias que terminan por afectar la calidad del producto. A la gran cantidad de diálogos absurdos que presenta el film, se le suma el hecho de que la mayoría de las conclusiones obtenidas por la policía y por Fay Majors (Almanta Suska), la única mujer que logra escapar con vida luego del asesino, son algo forzadas y distan de ser realmente concluyentes, lo que de todas formas no impide que los protagonistas eventualmente averigüen la verdadera identidad del psicópata. Lamentablemente, a raíz de este mismo problema, el espectador no puede evitar perder cierto grado de interés en la trama policial, lo que lo lleva a centrar toda su atención en los horrendos crímenes que comete el peculiar asesino con voz de pato.

En el ámbito de las actuaciones, la verdad es que el elenco realiza un trabajo más bien mediocre, en gran medida debido a que los personajes están pobremente construidos. Y es que mientras el Teniente Williams y el médico forense a cargo de la investigación no parecen tomarse demasiado en serio los asesinatos, la actitud de la víctima interpretada por Almanta Suska está lejos de resultar creíble. Pese a esto, la improvisada heroína al menos logra despertar la simpatía del espectador, el cual no puede evitar sentir cierto grado de interés por su rol dentro de la trama. En cuanto al aspecto técnico de la producción, esta cuenta con el correcto trabajo de fotografía de Luigi Kuveiller, quien le saca bastante provecho al lado más decadente de la ciudad de Nueva York, la poco inspirada banda sonora del compositor Francesco De Masi, la cual parece ser más apropiada para una serie de televisión policiaca de los años setenta que para un film de terror, y el irregular diseño de maquillaje y efectos especiales del equipo conformado por Gianetto de Rossi y los hermanos Rochetti, los cuales si bien son capaces de crear efectos realmente repulsivos y realistas, en determinadas oportunidades están lejos de lograr el efecto deseado.

Para gran parte de los entendidos y de los seguidores de la carrera de Lucio Fulci, “Lo Squartatore di New York” marcaría el inicio de la debacle creativa del director, cuyas producciones posteriores no pudieron igualar lo hecho por Fulci durante gran parte de la década del setenta. A los problemas narrativos, interpretativos y técnicos antes mencionados, se suma lo absurdo de las motivaciones del asesino, las cuales poco tienen que ver con la atmósfera depravada y decadente que domina al relato. A fin de cuentas, “Lo Squartatore di New York” es un ejemplo más de la marcada inclinación por el aspecto visual que siempre mostró Lucio Fulci, lo que en más de una ocasión lo llevó a descuidar por completo el guión de sus trabajos. Curiosamente, con el transcurso de los años este film se ha convertido en una parada obligada para los amantes del género del horror que buscan experimentar lo más extremo y desagradable del espectro temático. Y es que en ese aspecto es indudable que Fulci consigue su cometido, razón por la cual no resulta extraño que “Lo Squartatore di New York” haya sido catalogada como parte de los “video nasties”, término que fue acuñado en Gran Bretaña durante la década de los ochenta, y que hacía referencia a aquellas producciones que fueron distribuidas en video casete, las cuales fueron ampliamente criticadas por sus niveles de violencia tanto por la prensa, como por comentadores sociales y diversas organizaciones religiosas.



por Fantomas.

1 comentario:

Don fofo dijo...

Genial, estas ultimas dos entradas son las que hace un tiempo "extrañe" por estos lares.

Saludos!

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